Rivera del río en el pueblo de Gam, a unos 250 kilómetros de Dusambé, capital de Tayikistán. Vyacheslav Oseledko/AFP/Getty Images.
Rivera del río en el pueblo de Gam, a unos 250 kilómetros de Dusambé, capital de Tayikistán. Vyacheslav Oseledko/AFP/Getty Images.

La cooperación en la gestión del vital líquido ayudaría a aliviar las tensiones de la región.

El agua ha sido durante mucho tiempo una de las principales causas de conflicto en Asia Central. Dos Estados –Kirguistán y Tayikistán– tienen superávit; los otros tres afirman que no reciben lo que les corresponde de los grandes ríos de la región, el Syr Daryayel Amu Darya, que la recorre desde el Tien Shan, las montañas de Pamiryel Hindu Kush hasta los restos del Mar de Aral. La presión crece, sobre todo en Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. La población de Asia Central se ha incrementado en casi diez millones desde 2000, y la limitada tierra cultivable está agotándose por el exceso de explotación y la utilización de métodos agrícolas anticuados.

La corrupción generalizada y la deficiente infraestructura también pasan factura, y es probable que el cambio climático tenga además consecuencias negativas a largo plazo. A medida que las economías se vuelven más débiles y los Estados más frágiles, el ascenso del nacionalismo, las disputas fronterizas y las tensiones regionales complican la búsqueda de una solución mutuamente aceptable para las necesidades de aguade la región. Se necesita urgentemente un nuevo enfoque que aborde el tema del agua y otros aspectos relacionados con él a través de un conjunto de acuerdos bilaterales interrelacionados e individualmente más modestos, en lugar de perseguirla quimera de uno solo que lo englobe todo.

La raíz del problema es la desintegración del sistema de intercambio de recursos que la Unión Soviética impuso en la región hasta su colapso en 1991.Kirguistán y Tayikistán proporcionaban agua a Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán en verano y recibían de estos mismos países carbón, gas y electricidad en invierno. El sistema se rompió a finales de la década de 1990 y en esa época se pusieron en marcha una gran cantidad de acuerdos y resoluciones bilaterales y regionales que no pudieron arreglarlo. Las preocupaciones  identificadas en 2002–infraestructura inadecuada, mala gestión del agua y métodos de riego obsoletos– siguen sin abordarse, mientras que elpanorama es aún más sombrío en materia de seguridad.

Los líderes regionales parecen poco dispuestos a cooperar en cualquiera de sus principales problemas. La sospecha es cada vez mayor entre los países más directamente afectados: Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Las relaciones personales entre el presidente tayiko, Emomali Rahmon, y el presidente uzbeko, Islam Karímov, han sido gélidas durante años y Karímov y sus ministros son cada vez más propensos a hacer declaraciones belicosas. Los socios internacionales, entre ellos Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos, sostienen que no hay mucho que ellos puedan hacer si estos países se obstinan en llevar a cabo una interpretación restrictiva de los intereses nacionales. Las diferencias sobre proyectos de energía hidroeléctrica aguas arriba requieren resoluciones intensivas de alto nivel. Aunque algunos esfuerzos localizados de mejorar el abastecimiento de agua sí han funcionado, por lo general con la ayuda de los donantes, la corrupción ha socavado los más ambiciosos. Sin embargo, el fracaso de los gobiernos de Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán para modernizarlos sectores de su economía dependientes del agua, como la energía y la agricultura, aumenta su dependencia mutua.

A pesar de su complejidad, el tema del agua es probablemente uno que ofrece oportunidades de solución. Como señaló un especialista en agua suizo:"el agua puede llevar al conflicto pero también puede ser un motor dela paz". Es un problema objetivo, y una distribución equitativa y el correspondiente intercambio de energía producirían beneficios tangibles para todos. La eliminación del factor de agua del seno de problemas más espinosos como las fronteras y los enclaves, por su parte, podría mitigar los conflictos y tal vez incluso ayudar a resolverlos. Por lo tanto,la mejora de los proyectos de infraestructura y de gestión del agua podría ser crucial para la construcción de la paz y la estabilidad política, a la vez que se fomenta el desarrolloy el crecimiento económico.

Los intentos de soluciones regionales globales han fracasado a causa de la desconfianza. Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán (y sus apoyos internacionales) deben actuar ahora en las zonas fronterizas del valle de Fergana para poner fin al ciclo anual de competencia y conflictos originados por el agua, fragmentando el problema en porciones más manejables –buscando soluciones graduales y paso a paso a lo largo de líneas conceptuales y geográficas en lugar de un acuerdo sobre los recursos que aspire a incluirlo todo–. Si Uzbekistán no quiere participar, Kirguistán y Tayikistán deberían trabajar de forma bilateral. Mientras tanto, se debería buscar una mediación de alto nivel para abordarlas objeciones de Uzbekistán a los proyectos hidroeléctricos de aguas arriba.

No hay garantías de que esto vaya a funcionar, pero podría dar a estos tres Estados la oportunidad de modernizar sus infraestructuras y la gestión de los recursos hídricos, así como la de formar a una nueva generación de especialistas técnicos. Los acuerdos también podrían sentar un modesto precedente para otros ámbitos en los quela cooperación es enormemente necesaria y podría contribuir a desactivar las tensiones en la región, al tiempo que mejora las penosas condiciones de vida de la mayor parte de su población.