Guinea estrena Gobierno tras la investidura de Alpha Condé, reelegido en su cargo al frente del país en las elecciones presidenciales del pasado 11 de octubre. La segunda legislatura de Condé abre la puerta a la estabilidad política de un país cuya economía ha quedado muy dañada por las devastadoras consecuencias del virus ébola.

Un hombre carga botellas de plástico junto a un anuncio de campaña del actual presidente de Guinea Conakry, Alpha Conde. Seyllou Diallo/AFP/Getty Images
Un hombre carga botellas de plástico junto a un anuncio de campaña del actual presidente de Guinea Conakry, Alpha Conde. Seyllou Diallo/AFP/Getty Images

Un manido adagio dice que en África nadie organiza elecciones para perderlas. En la carrera electoral, Condé no tuvo rival. En 2010, fue elegido presidente en los primeros comicios democráticos celebrados en Guinea Conakry desde la independencia de Francia en 1958. Cinco años después, con el apoyo del 57,8% de los votantes, el Presidente reelecto promete en su discurso de investidura “luchar contra el terrorismo, el ébola, promover la paz, la unidad nacional y el desarrollo, apostando por incentivar el empleo y la formación de jóvenes y mujeres”.

El principal reto del nuevo gabinete se centra en reflotar la actividad económica, muy resentida tras la crisis sanitaria provocada por el virus ébola. Desde que se declararan los primeros casos en enero de 2014, Guinea ha registrado un total de 3.500 infectados, de los que 3.000 se han saldado con la muerte. El pasado 29 de diciembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciaba que el país se encuentra oficialmente libre de la epidemia.

Para acometer esta tarea, Condé ha nombrado un equipo de gobierno tecnócrata, un total de 31 ministros, la mitad de ellos reconocidos profesionales del sector público y privado sin experiencia ministerial previa.

 

Alpha, el ‘Constructor’

El balance de la primera legislatura de Alpha Condé es positivo, en un Esatdo en el que queda mucho por hacer. Alpha, le Bâtisseur (el constructor) fue uno de los eslóganes más repetidos durante la campaña electoral. La imagen del candidato a su propia reelección junto con fotografías de los principales logros acometidos en materia de infraestructuras han protagonizado la propaganda política del partido Rassemblement du Peuple de Guinée Arc-en-Ciel (Agrupación del Pueblo de Guinea Arco iris, RPG), formación política del Presidente.

Así, la inauguración de la estación hidroeléctrica de Kaleta (a 100 kilómetros al norte de Conakry) en pleno período de campaña supuso el espaldarazo definitivo en su carrera hacia la victoria en las urnas. Tres años han sido necesarios para habilitar la mayor estación hidroeléctrica del país, que por fin permite a los habitantes de Conakry el suministro de electricidad ininterrumpido 24 horas al día. La central, construida gracias a una asociación con Estados Unidos y China, es hoy imagen del nuevo billete de 20.000 francos guineanos (dos euros y medio), que exhibe en una de sus caras esta impresionante obra de ingeniería.

Por el momento, todo son buenas intenciones y grandes promesas en las intervenciones públicas del nuevo Gobierno. En la reciente inauguración de una escuela de formación en la ciudad de Boké, a 300 kilómetros al norte de la capital, Alpha Condé prometía que “muy pronto todo el país tendrá corriente eléctrica”. La ambición por electrificar el conjunto del territorio se completará con la construcción de otra importante infraestructura hidráulica: la presa de Souapiti. Con ella, las autoridades guineanas confían en alcanzar la autonomía energética e incluso llevar el suministro a países vecinos, de Costa de Marfil a Nigeria.

 

Explotar las entrañas de Simandou

La apuesta por la independencia energética es solo un primer paso en la hoja de ruta de Condé por mejorar las infraestructuras del país y convertir Guinea en un país emergente antes de 2020. Una vez acalladas las protestas sociales por la precariedad del sector energético, el Ejecutivo de Condé intentará acelerar en el próximo quinquenio el ambicioso proyecto minero del monte Simandou, situado en el interior del país a 900 kilómetros de la capital. Los estudios preliminares indican que allí se alberga un yacimiento de hierro de unas 1.800 toneladas, cuya explotación convertiría a Guinea en el tercer exportador mundial de este mineral. El proyecto, participado principalmente por el grupo minero Río Tinto, comprende la construcción de una vía férrea de 650 kilómetros que uniría el sureste del país con la capital, así como el acondicionamiento de un puerto de aguas profundas al sur de Conakry.

Así, el sector minero constituye uno de los principales motores de desarrollo económico. Guinea es líder mundial en la exportación de bauxita, mineral del que se extrae el aluminio, además de poseer importantes explotaciones de oro y diamantes. A pesar de la riqueza de su suelo, los indicadores confirman que Guinea es una de las 10 naciones más pobres del planeta. Según la última clasificación del Índice de Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas, el país figura en el puesto 182 de un total de 188 Estados.

Analistas y expertos políticos mencionan la corrupción como problema endémico de la Administración y causa directa del estancamiento en la pobreza. Con motivo del nombramiento del nuevo Ejecutivo, el principal líder opositor, Cellou Dalein Diallo, aseguró públicamente que ejercería una oposición marcada por la vigilancia constante del buen gobierno y la defensa de los derechos humanos. No en vano, Guinea también se sitúa a la cola en la clasificación de regímenes corruptos elaborada por la ONG Transparencia International.

Alpha Condé, el eterno opositor que luchó contra regímenes militares pagándolo con el exilio y la cárcel, se enfrenta ahora a un nuevo quinquenio que marcará el adjetivo con el que pasará a la historia. Uno de los interrogantes que sobrevuela este nuevo mandato es si el Presidente reelecto sucumbirá a la tentación de convocar un referéndum constitucional con vistas a prolongar su mandato más allá de la segunda legislatura. La práctica, no exclusiva del continente africano, ha sembrado de violencia e inestabilidad otros Estados de África en vías de consolidación democrática, tal y como ocurrió en Burundi con la investidura por tercer mandato consecutivo de Pierre Nkurunziza. Sin embargo, la avanzada edad del Presidente guineano, que cumplirá 78 años en 2016, hace poco probable este escenario.

Le Professeur, como gusta llamarse en los títulos oficiales, tiene ese cierto aura que da la edad y el peso de haber sido condenado a muerte y encarcelado por oponerse al régimen establecido. Así, no duda en compararse en grandeza con Nelson Mandela o Jomo Kenyatta, primer presidente de Kenia. Asegura no haber perdido nunca la esperanza durante sus años en prisión: “Me aferré a la idea de que yo siempre había luchado por la democracia y que si debía dejar la vida en ello sería porque ese era mi destino”. Grandes aspiraciones de un líder que tiene ante él un nuevo mandato, mucha edad y un país emergente por construir.