
La escasa capacidad de Rusia para ejercer influencia en la comunidad internacional mediante los instrumentos de poder tradicionales —diplomáticos, económicos y militares— le ha empujado a tratar de influir en los ciudadanos de otros países y en su forma de pensar con una combinación perversa de propaganda, informaciones falsas y desinformaciones dirigida desde el Estado.
La reaparición de Rusia en el escenario político internacional tras la caída de la Unión Soviética tiene en ascuas a los círculos diplomáticos y los servicios de inteligencia estadounidenses. Los más veteranos expertos en temas rusos advierten a Washington de la amenaza creciente que representa Moscú para las democracias de todo el mundo, incluidas las de Latinoamérica y el Caribe. La propaganda, las informaciones falsas y las desinformaciones forman parte de los muchos aspectos que engloba la palabra propaganda en ruso.
La propaganda es, desde hace décadas, un elemento fundamental de la política exterior rusa en su extranjero cercano, es decir, las antiguas repúblicas soviéticas y los países del Pacto de Varsovia, geográficamente próximos a Rusia. Sin embargo, en los últimos años, Moscú ha incrementado sus esfuerzos para reorganizar y llevar a cabo actividades de propaganda en el extranjero lejano, es decir, regiones tan remotas como Latinoamérica y el Caribe. El objetivo ruso es debilitar las fuentes de información y las instituciones democráticas occidentales. Y, en general, reducir la influencia del sistema internacional construido por Occidente.
Propaganda rusa: socavar la confianza en las fuentes occidentales de información
El objetivo de la propaganda rusa en Latinoamérica no es convencer a la población sobre las virtudes de la política rusa, impulsar su imagen o promover su concepción del mundo, sino erosionar la confianza en instituciones occidentales como la democracia y el libre comercio y en las fuentes de información dominadas por Occidente. En el entorno informativo de hoy, la responsabilidad de descubrir la verdad ha pasado de los medios de comunicación a los individuos, y eso disminuye la capacidad de desbrozar un espacio mediático sobresaturado para dar con esa verdad. Según la Fundación Nacional para la Democracia, Moscú utiliza la propaganda para perseguir sus “objetivos de política exterior mediante una ofensiva de ‘4D’: desestimar las afirmaciones o acusaciones del adversario; distorsionar los hechos con fines políticos; distraer la atención de sus propias actividades; y desalentar a quienes, de no hacerlo, se opondrían a sus objetivos”.
En Latinoamérica, los medios rusos se dedican a causar la confusión suficiente como para poner en tela de juicio los relatos de los medios estadounidenses y occidentales y debilitar la eficacia de las instituciones democráticas en toda la región. El respaldo de la población a la democracia cayó del 61% al 53% en 2017, según el Proyecto sobre la Opinión Pública Latinoamericana de la Universidad de Vanderbilt. Ese declive es quizá prueba del éxito de la propaganda rusa, que, a través de los medios que controla, explota las suspicacias tradicionales sobre la política estadounidense ...
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