¿Qué ocurre cuando quien dirige los servicios anticorrupción de un Estado es acusado de este tipo de prácticas? Casi nada, si el país en cuestión es Malasia. Eso es lo que la experiencia ha enseñado a Mohamed Ramli Manan, que denunció desde dentro la existencia de corruptelas en el seno de la Agencia Anticorrupción de Malasia (ACA), presentando a la policía el verano pasado un documento que glosaba las actividades delictivas de su jefe máximo, el director general del organismo, Zulkipli Mat Noor.

Durante siete meses, Ramli no tuvo ninguna noticia. Más tarde, su informe se filtró a una ONG que hizo públicos los hechos, a finales de febrero. Sin embargo, no mencionó el nombre del acusado, ni tampoco el del autor de la denuncia. Menos mal que los directores de Malaysiakini, una valiente web de noticias con sede en Kuala Lumpur, reconocen una noticia importante en cuanto la oyen. Tras unas pocas horas haciendo llamadas, sus reporteros no sólo averiguaron el nombre del querellante, sino también que el “alto cargo de la ACA” era Zulkipli. De este modo, consiguieron una entrevista con Ramli y, ese mismo día, colgaron en la Red un texto titulado ‘Explosivas acusaciones contra el jefe de la ACA’.

La activa comunidad de bloggers de Malasia no tardó en abalanzarse sobre la noticia. Su eco resonó tan rápidamente que los medios de comunicación mayoritarios se vieron obligados a seguir sus pasos. La presión de la opinión pública sobre el Gobierno aumentó y, un mes más tarde, el primer ministro Abdulá Badaui anunciaba la dimisión de Zulkipli. Esta sucesión de hechos ilustra a la perfección un patrón que se ha convertido en el típico desde el establecimiento de esta página, hace ocho años. Malaysiakini fue creado por Steven Gan y Premesh Chandran, dos jóvenes periodistas que abandonaron el tabloide The Sun tras la negativa del periódico a sacar a la luz su investigación sobre las terribles condiciones en uno de los campos de trabajo de inmigrantes en Malasia.

Convencidos de que el control político había corrompido los valores del buen periodismo en los medios oficiales, su plan era publicar reportajes independientes y de gran calidad en Internet. Gan y Chandran planificaron el lanzamiento de Malaysiakini para que coincidiera con las elecciones generales de 1999. Casi de forma inmediata, la web adquirió notoriedad, al hacer público que un periódico escrito en chino había trucado digitalmente una foto de grupo de políticos del partido en el Gobierno para eliminar una imagen del ex viceprimer ministro Anuar Ibrahim.

Desde entonces, la página ha demostrado que no le debe nada al poder. Según R. Nadeswaran, actual subdirector de The Sun, si los partidos de la oposición ofrecen ruedas de prensa, los medios de comunicación próximos a la Administración no realizan una cobertura de ellas. “Pero Malaysiakini sí; y, después, otros periódicos recogen lo publicado [en esa web]”, añade. En un país en el que los periodistas trabajan sometidos a las restricciones de una Ley de Seguridad Interna, una Ley de Sedición y una Ley de Secretos Oficiales, los reporteros ven su actuación muy limitada jurídicamente. Aunque no abunda la censura total, la coalición del Frente Nacional (en el poder) controla la mayoría de las agencias de noticias de forma directa o indirecta, por lo que estas empresas evitan airear cualquier dato que perjudique al Gobierno.

No obstante, existe un resquicio de libertad para las compañías de comunicación on line y los bloggers. En un discurso pronunciado en 1997 en California (EE UU) con el objetivo de captar inversiones extranjeras para las industrias tecnológicas, el ex primer ministro Mahathir Mohamed prometió una política sin censura en Internet. Los informadores malaisios que escriben en este tipo de plataformas están sujetos a las leyes que regulan el contenido, pero no deben tener miedo a perder su autorización para publicar porque, irónicamente, la Administración no les reconoce como periodistas.

Además, pese a que países como Indonesia y Singapur no exigen licencias para los ciberperiodistas, Malaysiakini destaca por su nivel profesional. Como Gan se esfuerza en reflejar, la página es un proveedor de noticias y, por lo tanto, se somete a unos estrictos códigos deontológicos, lo que incluye contrastar la información y “no vender los rumores como hechos noticiables”. Esta web alcanza muchos rincones de la sociedad malaisia. Aunque sólo cuenta con 5.000 suscriptores de pago, más de 100.000 ordenadores diferentes acceden a ella todos los días, y Chandran, su presidente, estima que su contenido llega a unas 250.000 personas. No es sólo el número de lectores lo que hace poderosa a esta página, sino también quiénes son esos lectores. El propio Ibrahim, el ex viceprimer ministro que protagonizó la primera noticia importante de Malaysiakini, se erige como uno de sus principales admiradores. Este líder de la oposición, que cumplió una condena de seis años de prisión por cargos que –según la opinión pública– tuvieron una motivación política, sentencia en relación a la web: “Posee independencia
y credibilidad”.

En cualquier caso, Gan insiste en que Malaysiakini no es un medio de la oposición. Según su director, su proyecto intenta tratar la noticia de la manera más objetiva e imparcial posible. “El panorama mediático en Malaisia está muy politizado”, escribió en una entrevista realizada por e-mail. “Los ciudadanos no se han encontrado con un medio de comunicación realmente independiente hasta que Malaysiakini entró en escena. Por eso el Gobierno ha intentado una y otra vez desacreditarnos tachándonos de ser una voz de la oposición. Con el paso del tiempo, hemos demostrado lo contrario. Eso es algo con lo que el Gobierno no sabe cómo lidiar”.

Como en el vecino Singapur, el Ejecutivo de Kuala Lumpur cree que los medios de comunicación deberían servir al desarrollo de la nación, y no les hace ninguna gracia que los periodistas les exijan responsabilidades.
En respuesta a la noticia sobre la corrupción en la ACA, el ministro de Seguridad Interna lanzó una advertencia a la prensa mayoritaria para que no citara ni publicara “artículos contra el Gobierno” de portales de noticias on line, en clara alusión a Malaysiakini. Pero este medio no sólo se hizo eco de la misiva (presentándola con el titular ‘La prensa advertida: prohibido citar páginas web o blogs’), sino que también colgó el propio comunicado en su sitio en la Red. Fue una maniobra valiente en un país plagado de rumores, pero con pocas pruebas.