Los reformistas resurgen de sus cenizas en esta campaña electoral iraní.

 

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Las ironías de la vida. Hace cuatro años el reformismo parecía muerto. Era como si la maquinaría del régimen islámico se hubiera puesto en marcha para firmar la sentencia de defunción de un movimiento que en Irán se conoce como 22 de Jordad, por la fecha que el ex presidente reformista Mohammad Jatamí ganó por primera la presidencia. Fue así como al tiempo que el régimen trataba de aplacar la ola de protestas que se desencadenó como consecuencia de las polémicas elecciones presidenciales de 2009 en las que se reeligió a Mahmoud Ahmadinejad, se llevó a cabo una redada que tenía como fin acabar con los reformistas a quienes entonces acusaban de todos los males del país. Los señalaban de estar vendidos a las fuerzas extranjeras, de promover una revolución de terciopelo, de impulsar conductas inmorales dentro de la sociedad, entre otros. Muchos de ellos todavía se encuentran detenidos.

Al mismo tiempo, el ex presidente Hashemi Rafsanjani, considerado hasta entonces un hombre de las entrañas del régimen, mucho más de centro y sin vínculos con el reformismo, pasó a ser visto entonces como el escudero del movimiento.

Rafsanjani -a quien Ahmadineyad atacó sin piedad durante aquella campaña presidencial acusándolo del líder de la corrupción en el país-, fue quien salió a la palestra pública para tratar de explicar la posición de los opositores y clamar para que se escuchara sus peticiones. Y pagó las consecuencias. El ayatolá, quien en su momento fue uno de los hombres más cercanos al Imam Jomeini, fue destituido de su cargo como orador principal del rezo del viernes en Teherán y meses después perdió su posición como director de la Asamblea de Expertos. Después de ocupar altos cargos sólo quedó en sus manos la presidencia del Comité de Discernimiento. Muchos pensaron que había caído en desgracia.

A lo anterior se suma que se abrieron cargos contra dos de sus hijos a quienes acusaron, entre otras cosas, de apoyar a la oposición y de realizar actos en contra de la seguridad nacional. Mehdi, quien regresó al país para responder a la justicia, y Faezeh Rafsanjani han cumplido sendas condenas en prisión en los últimos meses. Que el ayatolá, quien sigue teniendo gran influencia en algunos sectores del país, permitiera que sus hijos fueran castigados fue interpretado por muchos en Irán como un paso del ex presidente para saldar sus cuentas con la justicia y así dejar limpio su camino a una nueva candidatura presidencial. Como al final pasó.

Y es que las ironías de esta nueva campaña presidencial son innumerables. Después de que muchos declararon su defunción, Rafsanjani, con 80 años, vuelve a presentarse como la opción salvadora para muchos en Irán, que queda totalmente dividido después de ocho años de gobierno de Ahmadineyad, contra quien se encaminan todos los ataques en la actualidad. Toda una paradoja. ¿Quién se hubiera atrevido a pensar hace cuatro años que un sector del país político estaría pidiendo el regreso de los reformistas?  Y mucho más de Rafsanjani. Pero no solo eso. ¿Quién habría tenido la osadía de imaginarse que el poderoso sector conservador, después de todo lo que hizo para eliminar a su enemigo, terminaría por depender de él para ver cómo mueven sus fichas en las elecciones? Entre un gran número de analistas locales existe la convicción de que los conservadores son una fuerza con mínimo apoyo dentro de la población.

Un ejemplo es que en una gran lista de 686 candidatos inscritos en la que la mayoría son conservadores la realidad es que los analistas coinciden en asegurar que con la excepción del alcalde de Teherán, Mohammad Baquer Ghalibaf, ninguno de estos políticos tiene la capacidad para obtener una votación “épica”, como lo ha pedido el Líder Supremo. Esta movilización sí la podrían lograr nombres como Rafsanjani, que sigue teniendo un gran apoyo dentro de la población y quien habría inscrito su nombre después de recibir el visto bueno del Líder Supremo.

Otro candidato que podría movilizar a la población sería Esfandiar Rahim Mashai, quien es considerado el Rasputín del presidente Mahmoud Ahmadineyad y quien inscribió su nombre a último minuto en un evento en que fue acompañado por el mismo presidente. Mashai es repudiado por un gran sector de los clérigos del país que lo acusan de haber sido el causante de que el Presidente se saliera de su camino. Pero en el caso de que Mashai sea aceptado por el Consejo de Guardianes, posibilidad que algunos ven como inviable, muchos analistas piensan que Rafsanjani es el único que podrían contrarrestar la maquinaria -y dinero- puesta en marcha por el Gobierno para promover a su candidato. Ahmadienyad ha recorrido el país en el último mes, con Mashai al lado, haciendo campaña para su amigo bajo el disfraz de las famosas visitas provinciales que lo han hecho famoso.

El sistema político iraní obliga a que los candidatos sean evaluados por un consejo de doce clérigos que dan el veredicto sobre las credenciales islámicas y revolucionarias de cada candidato. Se cree que de esta selección quedará una reducida lista que posiblemente también tendrá como figuras al ex ministro de exteriores Alí Akbar Velayati y al negociador nuclear Saeed Jalili.

Pero sin duda quien más atención despierta hasta ahora son Mashai, pero sobre todo Rafsanjani, quien ha obligado a los conservadores a replantear toda la estrategia  electoral que venían planeando desde hace tiempo. Ahora los conservadores tienen dos opciones. O presentarse con un amplio abanico de nombres para captar públicos diversos y quitar votos a los dos candidatos de más renombre. O elegir a un solo. En ese caso la tendencia, dicen los analistas, sería elegir una solo nombre que podría ser el alcalde Galibaf. El otro gran candidato de los conservadores, el ex ministro de exteriores Alí Akbar Velayati, no tendría el carisma ni apoyo popular para competir contra el ayatolá a pesar de que muchos lo ven como una de las personas más cercanas al Líder Supremo. La sorpresa, por su parte, podría venir de lo que decidan los conservadores con Jalili que ha jugado una partida silenciosa pero que se cree que tiene más respaldo del Líder de lo que muchos podrían pensar. ¡Ironías de una República Islámica!

 

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