Una multitud de ciudadanos normales y corrientes irrumpió en la residencia presidencial, lo que obligó al presidente Gotabaya Rajapaksa a huir del país. He aquí las causas de estos sucesos y lo que puede deparar el futuro inmediato.
El 9 de julio, en una asombrosa exhibición de poder popular, una enorme multitud desbordó el gran despliegue de policías y soldados y otros obstáculos y consiguió irrumpir en la residencia oficial y las oficinas del presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, y del primer ministro, Ranil Wickremesinghe, en Colombo; como consecuencia, el primero huyó del país y ambos aceptaron dimitir. La dimisión de Gotabaya, el 14 de julio, constituye una importante victoria para un movimiento de protesta sin precedentes en toda la isla. Pero los sucesos han dejado una economía en caída libre y un sistema político disfuncional en el que la familia Rajapaksa conserva considerable influencia. Es de prever que habrá más disturbios políticos.
Los ciudadanos llevaban más de cuatro meses organizando protestas constantes, casi siempre pacíficas, para exigir que Rajapaksa y su círculo íntimo, que dominan la política de Sri Lanka desde hace décadas, dimitieran por la mala gestión de la economía y por presunta corrupción. En abril y mayo consiguieron que el sobrino y tres hermanos de Gotabaya —entre ellos Mahinda Rajapaksa, entonces primer ministro, y Basil Rajapaksa, ministro de Finanzas— dejaran sus cargos oficiales. El 9 de julio se congregaron cientos de miles de personas procedentes de todo Sri Lanka, que habían llegado a pie desde muy lejos, ocupando trenes y en autobuses gratuitos, para lo que los organizadores habían prometido que sería el “empujón final”. Por lo visto, Gotabaya y Basil huyeron de la secretaría presidencial minutos antes de que entrara la muchedumbre.

La toma de la residencia y la oficina presidencial produjo escenas sorprendentes, muy difundidas en las redes sociales y en la televisión, de enormes multitudes festivas de ciudadanos de Sri Lanka que exploraban unos espacios lujosos que hasta hace poco estaban fuera de su alcance. Su comportamiento lúdico y a veces burlón se vio atenuado, en general, por el respeto a las propiedades como algo perteneciente al propio pueblo.
No obstante, en la fase final de la revuelta aumentaron las tensiones entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad y hubo algunos actos de violencia. En las últimas horas del 9 de julio, alguien incendió la residencia privada de Wickremesinghe y la destruyó en gran parte. La policía responsabilizó a los manifestantes, pero los informes contradictorios del lugar de los hechos hacen que sea difícil determinar el origen del incendio. Éste se provocó poco después de que se filmara a los policías golpeando brutalmente a los periodistas que cubrían las protestas en ...
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