Ya es hora de dejar de denominar a Estados como Brasil o China "países en desarrollo". Deberíamos llamarlos de otra manera: ricos.

 

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Equipo chino de rescate se prepara para partir hacia Haití tras el terremoto que sacudió la isla en 2009.

 

¿Qué es un país rico? Esta podría parecer una pregunta inofensivamente simple. Pero no lo es. ¿Lo suficientemente rico para hacer qué? Si definimos rico como la capacidad de permitirse misiles de largo alcance y armas nucleares, entonces incluso la empobrecida Corea del Norte entra en esa categoría (siempre y cuando a uno no le preocupe mucho que los misiles de verdad funcionen). ¿Y qué pasa con ser lo suficientemente rico para garantizar una vida decente a todos los ciudadanos? Muchos en Estados Unidos y Europa alegarían que incluso sus países desarrollados, con los niveles de vida más altos del mundo, no son ricos según esa forma de medir. ¿O qué sucede con ser lo suficientemente rico para ser un buen ciudadano global, proporcionando ayuda a aquellos que la necesitan más desesperadamente?

La buena noticia es que, de acuerdo con casi cualquier tipo de definición, hay ahora muchos más países ricos que antes. El número de Estados clasificados por el Banco Mundial como "de bajos ingresos" -con una media nacional igual o inferior a 1.005 dólares (unos 805 euros) per cápita al año- cayó de 63 a 35 entre 2000 y 2010. Eso significa que hay ahora más naciones de ingresos medios que nunca, mientras que además otros Estados se han elevado desde un estatus de ingresos medios al de altos. Y dado que los países ricos son los que por lo general lideran las iniciativas cuando se trata de ofrecer ayuda a otros lugares que la necesitan, son muchos más los que podrían estar pronto contribuyendo al bien común general. El ascenso de los nuevos ricos realmente podría contribuir a cambiar el mundo.

La clasificación de la ONU de "regiones desarrolladas" actualmente contiene a Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelanda, EE UU y Europa hasta tan lejos como Rusia. Es un grupo que básicamente incluye a los países en lo alto de los rankings de ingresos a nivel global; en otras palabras, todo es relativo, indicando estatus en la jerarquía del mundo, no necesariamente riqueza en sí misma. Y es una definición que va acompañada de obligaciones. La ONU anima a estos Estados a ofrecer un 0,7% de su producto nacional bruto a la asistencia exterior al desarrollo; 16 países han prometido cumplir con este objetivo para 2015, y Dinamarca, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega y Suecia ya lo han sobrepasado.

Este generoso espíritu tiene una larga tradición. Hace 52 años, en marzo de 1960, fue inaugurada en Washington la primera reunión del Grupo de Asistencia al Desarrollo por el embajador de Italia para la ONU Egidio Ortona. Funcionarios de Bélgica, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Portugal y Estados Unidos debatieron sobre sus programas de asistencia a los Estados menos desarrollados. En solo unos meses, ya se había pedido a Japón y Países Bajos que se unieran. Todos daban con anterioridad dinero a  naciones más pobres repartidas por África, Asia y América Latina, la idea era fomentar la coordinación y mayores flujos de ayuda.

Y no obstante, lo que resulta más chocante, es que muchos de estos países donantes no se habían recuperado todavía de la Segunda Guerra Mundial y estaban muy lejos de ser lo que hoy consideraríamos ricos. Los ingresos anuales per cápita en Italia en 1961, según el fallecido historiador de la economía Angus Maddison, eran de 6.373 dólares. Eso es menos de los ingresos medios en 2008 de Brasil, China, Malaisia, México, Rusia y Tailandia (medidos en dólares constantes). E Italia, además, era el doble de rica que Portugal en 1961. En 2008, Egipto y Suráfrica ya estaban en una situación considerablemente mejor de lo que estaba la nación lusa en aquel entonces, mientras que India estaba más o menos igualada -y con seguridad hoy es más rica-.

Según los datos de Maddison, aproximadamente un 28% de la población global en 1961 vivía en países más ricos que Portugal, el más pobre de los miembros del Grupo de Asistencia al Desarrollo. En 2008, el 61% del mundo vivía en Estados más ricos de lo que era Portugal en 1961. En 1961, el 75% del PIB mundial era producido por naciones más ricas que la lusa. En 2008, esa proporción había escalado hasta el 89%. He aquí la clave: hoy, la mayoría de la gente vive en -y la gran mayoría del output del mundo es producido por- países que habrían sido considerados ricos en 1961.

Brasil, China, India y Rusia juntos donaron algo menos de 6.400 millones de dólares en ayuda exterior en 2010

Y no es solo una cuestión de ingresos. Estados habitualmente considerados hoy como "en vías de desarrollo" tienen tasas medias de educación mucho más altas y mejores indicadores de sanidad que países que se consideraban "desarrollados" en la década de los 60. La esperanza de vida en Portugal en 1961 era de 63 años, según datos del Banco Mundial. Esa cifra es más baja que la de la esperanza de vida en 2010 en Bangladesh, Ghana e India. En Brasil y China, la gente vivía en 2010 hasta 10 años más que los portugueses en 1961. De hecho, el brasileño o el chino medio hoy tienen una vida más larga que el británico o el estadounidense medio en 1961. Y el ciudadanos medio de 15 años o más en Bangladesh, Ghana y Zambia -o incluso Haití- ha pasado más años en la escuela de los que un alemán o un francés adulto lo habría hecho en 1970.

Así que quizá deberíamos deshacernos de la etiqueta de "en vías de desarrollo" que a menudo colocamos a países como Brasil, China y Rusia. En términos históricos, los llamaríamos otra cosa: ricos. Y parece por tanto justo que les pidamos que empiecen a actuar como tal, o al menos como los que lo eran en los 60.

Para ser justos, algunos ya lo hacen. El programa de ayuda de China ha estado creciendo a casi un 30% al año. Los programas de asistencia de Brasil, India y Rusia también están subiendo rápidamente. Añadamos los ya antiguos programas de Oriente Medio (como el programa de asistencia de 3.000 millones de dólares de Arabia Saudí), y estaremos hablando de dinero de verdad que viene de nuevos donantes.

Eso sí, Brasil, China, India y Rusia juntos donaron algo menos de 6.400 millones de dólares en ayuda exterior en 2010. En contraste, Canadá por sí sola dio 5.200 millones de dólares, Francia 14.400 millones y Estados Unidos más del doble de eso. Y si tomamos las estimaciones a la baja realizadas sobre el flujo de ayuda en conjunto de Brasil, China y la India en 2009, estas son todavía considerablemente menores que las ayudas que esos mismos países colectivamente recibieron. India, por ejemplo, dio ayudas por valor de unos 488 millones de dólares en 2009 y recibió por valor de aproximadamente 2.500.

De modo que a los BRIC -junto con otros nuevos ricos como Malaisia y México- les espera una labor de puesta al día. Pero si estos nuevos donantes continúan expandiendo sus programas de asistencia con tasas de crecimiento de dos cifras, pronto se convertirán en una fuerza real del desarrollo. Eso es especialmente importante ahora que los donantes tradicionales están recortando sus presupuestos de ayuda a diestro y siniestro. Austria y Bélgica, por ejemplo, rebajaron sus presupuestos de asistencia más de un 13% el año pasado, y todas las señales apuntan a que Estados Unidos hará algo similar este año.

Afortunadamente, el grupo de naciones en desesperada necesidad de ayuda está disminuyendo. Entre 2010 y 2025, el número de países con unos ingresos medios por debajo de 1.165 dólares (la cifra límite para recibir préstamos del Banco Mundial a un interés extremadamente bajo) podría caer desde 68 países con una población de 2.800 millones a 31 países con una población de menos de 1.000 millones, según las investigaciones del Centro para el Desarrollo Global. Desde luego, los lugares en los que el ingreso medio es de solo 3 o 4 dólares al día todavía entran dentro de la categoría de muy pobres -y existe ahí un importantísimo papel a desempeñar por la ayuda-, pero la necesidad con seguridad decrecerá en las próximas décadas. Si los presupuestos de asistencia exterior continúan aumentando al mismo tiempo, erradicar la pobreza absoluta en todo el mundo resultará cada vez más posible.

Decirle a los estadounidenses que viven en la línea de la pobreza de alrededor de 13 dólares al día que son 10 veces más ricos que la inmensa mayoría de la humanidad a lo largo de la historia probablemente no sea mucho consuelo. Pero la riqueza absoluta de las economías sí importa. Eso significa que hay más que suficientes Estados ricos para que dejemos de hablar sobre el balance entre reducir la pobreza en el interior de nuestros países y ayudar a los menos afortunados fuera. Pueden permitirse hacer las dos cosas. Simplemente pregunte a Portugal.

 

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