Aunque la violencia desatada por los narcotraficantes es una realidad que no puede negarse, la sugerencia de que México forma parte de un eje del caos, como afirma Niall Ferguson, o está “destrozado por una rebelión de criminales capitalistas”, como dice Sam Quinones (‘Estado de guerra’, FP EDICIÓN ESPAÑOLA, abril/mayo ,2009), no acierta en el blanco.

Si se examinan los criterios de Ferguson para la inclusión en el eje del caos –agitación política y social unida a desastre económico–, es difícil ver por qué se incluye a México. Contamos con instituciones políticas sólidas, ninguna fisura étnica, una sociedad civil llena de vigor y la 12ª economía del mundo. Los llamados “desastres económicos” que afrontamos son los mismos que amenazan a todos los países como consecuencia de la crisis financiera mundial. México está en mejor situación que la mayoría para afrontar esta crisis, y toda la palabrería sobre imperios, estén o no en declive, tiene poco que ver con mi país.

Es cierto que ha habido un importante aumento de la violencia relacionada con los sindicatos de la droga, el objeto del artículo de Quinones. Aunque no resto gravedad a la amenaza que representan las organizaciones de narcotraficantes y la violencia que han desencadenado como respuesta a la decisión del presidente Felipe Calderón de hacerlas retroceder, la idea de calificar esa violencia como una “auténtica insurgencia” es más que una mera hipérbole; es un error de caracterización y una simplificación. Para abreviar, es importante tener cuidado al usar etiquetas generalizadoras, como las que emplea aquí Ferguson, y análisis que al mismo tiempo exageran y simplifican la situación, como el que ofrece Quinones.

 

—ARTURO SARUKHAN

Embajador de México en EE UU,

Washington DC, EE UU  

 

 

Sam Quinones responde:

Estoy de acuerdo con el embajador Sarukhan en que no es preciso recurrir a histerias ni hipérboles al hablar de la reciente violencia relacionada con la droga en México, un país que amo y en el que he vivido muchos años. Las cosas están suficientemente mal y no necesitan exageraciones.

Escogí mis palabras con mucho cuidado. Me pareció ver señales de insurgencia en lo que están tratando de hacer los carteles. Me refiero a su descarado   desafío a la autoridad, que queda patente en la utilización de las narcomantas (pancartas de droga) para enviar mensajes a sus rivales y a la población, en los ataques a periodistas y a estudios de televisión, en los mensajes de advertencia dejados sobre los cadáveres, en el asesinato de numerosos agentes de policía, en los intentos de comprar o de asesinar a alcaldes, en las órdenes a los jefes de policía de que dimitan o afronten lamuerte de sus agentes, y así sucesivamente.

Sin embargo, escogí la expresión “criminales capitalistas” para calificar la rebelión porque no creo que los carteles tengan un objetivo político. Son, por encima de todo, hombres de negocios. Su único interés, tengo la impresión, no es derrocar al Estado, sino que les dejen en paz para ganar dinero mediante el contrabando de drogas ilegales a Estados Unidos.