
El país que desató las Primaveras árabes ha visto sus ambiciones democráticas hipotecadas por un adverso contexto económico. Para el FMI la sostenibilidad del Estado, cada vez más endeudado, pasa por el reequilibrio de las finanzas públicas y la lucha contra la corrupción, impeliendo a las autoridades a adoptar “medidas valientes” en un marco de precariedad y acentuada contestación social.
“Las perspectivas de la economía tunecina mejoran lentamente pero los desafíos persisten”, ha indicado el Fondo Monetario Internacional (FMI) a través de un comunicado difundido al término de la misión de observación llevada a cabo en el país entre el 26 de julio y el 3 de agosto pasados. “El crecimiento está en vías de alcanzar el 2,3% en 2017 sostenido por la recuperación de los fosfatos, la agricultura y el turismo. No obstante, los obstáculos estructurales de la economía continúan lastrando la situación”, precisa. La neutralidad retórica empleada apenas oculta las inquietudes de la institución financiera internacional con relación a la delicada coyuntura económica que atraviesa Túnez. Unas dudas corroboradas por el jefe de misión del FMI en Túnez, Björn Rother, quien mientras públicamente dice confiar en la “fortaleza” tunecina, enfatizando que el crecimiento ha aumentado en un punto con respecto a 2016, en privado arremete contra la ausencia de voluntad reformadora del Gobierno. Supeditando, así, a la implementación de “medidas valientes” el desbloqueo progresivo de fondos del préstamo acordado por la institución financiera internacional en mayo de 2016, por valor total de 2,9 mil millones de dólares y de los cuales 630 millones de dólares ya han sido desbloqueados. Entre otros, apunta Rother a la necesidad de disminuir la masa funcionarial y recortar los gastos públicos en aras de la sostenibilidad del Estado, y luchar de forma decidida, y eficaz, contra la corrupción. En ausencia de esta voluntad, el FMI teme un “escenario a la griega” susceptible de hipotecar las esperanzas de cambio democrático en el país.
El panorama es poco halagüeño. La tasa de crecimiento actual es aledaña al 2%, el desempleo medio es del 15%, si bien se eleva al 35% entre jóvenes y mujeres, y es muy superior en el interior que en la costa; la inflación subyacente en junio se ha situado en el 5,5% y el dinar ha perdido más del 25% de su valor frente a las divisas internacionales desde 2016, incidiendo en la pérdida de poder adquisitivo y nivel de vida de los tunecinos, y fomentando los déficits, dilatando una deuda internacional cada vez más insostenible. Con todas las presiones que esto genera sobre el margen de maniobra presupuestaria del Estado. El FMI nota de forma particularizada el crecimiento “demasiado rápido” del endeudamiento, necesario para financiar el agujero presupuestario persistente, pero paliado por el recurso a créditos cuyos efectos negativos se harán patentes a medio plazo. Comparado con otros países árabes (Egipto, Jordania y Marruecos), Túnez ha acumulado una deuda internacional mucho más importante, que era del 35,6% del ...
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