Si queremos alcanzar la paz en Oriente Medio la alternativa es la creación de dos Estados.

Todo parece indicar que ha llegado la hora de recitar el kaddish -la plegaria judía de difuntos tradicional- por la idea de un Estado palestino que conviva en paz y seguridad con Israel.

Un artículo reciente en National Interest, titulado “Réquiem por la promesa de los dos Estados”, ofrece un convincente panegírico y una plegaria de difuntos al mismo tiempo. Y la semana pasada, el colaborador de FP, Stephen Walt, después de culpar una vez más en su blog de casi todos los males de la civilización occidental al lobby israelí, enterró prácticamente los dos Estados.

Para parafrasear a Mark Twain, los indicios de la muerte de la solución de dos Estados no son nada exagerados.

Los israelíes no han disminuido su campaña de asentamientos. De hecho, en una muestra verdaderamente extravagante y retorcida de lógica, un informe elaborado por un comité creado por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, recomendaba legitimar la actividad israelí.

El movimiento nacional palestino está muy dividido entre Al Fatah (a su vez, escindido) y Hamás, los dos partidos rivales que gobiernan en los dos territorios, y parece un arca de Noé, con dos ejemplares de todo: dos miniestados, constituciones, primeros ministros, servicios de seguridad, fuentes de financiación, etcétera. La Autoridad Palestina (AP), controlada por Al Fatah, está demasiado ocupada tratando de decidir si exhumar los restos de una entidad muerta, Yasir Arafat, para intentar averiguar la causa de su fallecimiento. Mientras tanto, en el planeta Tierra, Israel -dirigido por el más amplio Gobierno de unidad de su historia, aunque Kadima acaba de abandonar- se agrupa en torno a un acuerdo de coalición que garantiza que no se va a hacer nada al respecto al menos durante el próximo año.

En cuanto al presidente estadounidense, Barack Obama, dejémoslo en que está muy ocupado y no le interesa enzarzarse en una pelea con un primer ministro israelí muy duro por una idea cuya hora -para decirlo con suavidad- no ha llegado todavía.

No obstante, la esperanza es lo último que se pierde. Quien esté preocupado porque la solución de dos Estados va a desaparecer, que no lo esté. Seguirá existiendo, como idea y, quizá, incluso como realidad, si israelíes y palestinos se toman alguna vez en serio la necesidad de pagar el precio y negociar un acuerdo. He aquí cinco razones para ello.

 

1. Un statu quo insostenible


A diferencia de lo que ocurre con un posible pacto con Siria sobre los Altos del Golán, la falta de acuerdo con los palestinos siempre ha tenido un coste visible y urgente. No hay más que comparar las cifras de israelíes y sirios muertos como consecuencia de su conflicto con las de israelíes y palestinos que se han matado entre sí. No es posible pensar que el statu quo entre Israel y los palestinos no tiene ningún coste. La proximidad, ...