FP

EDICIÓN ESPAÑOLA cumple
dos años. En
este tiempo, hemos visto el 11-M, un nuevo Gobierno a raíz de las elecciones
del 14-M y un cambio en la política exterior de España. Es un
buen momento para repasar la visión del mundo de José Luis Rodríguez
Zapatero, y su diplomacia, que algunos críticos ven como uno de sus
puntos flacos. Pero en este ámbito también el presidente parece
sentirse en forma
.

Andrés Ortega. Sus críticos le reprochan que
usted no se interesa lo suficiente por la política exterior, que la
agenda interna absorbe la mayor parte de su energía.

José Luis Rodríguez Zapatero. No lo creo,
no. Para empezar, ¿dónde están los límites entre
política nacional y política exterior en estos tiempos de la
globalización? Combatir el terrorismo de Al Qaeda, ¿qué es,
nacional o internacional? O, por citar otro ejemplo, negociar los presupuestos
de la Unión Europea tiene una clarísima doble dimensión:
española y comunitaria. Pero, en fin, incluso en términos clásicos,
me parece que tengo una intensa agenda internacional. Permítame que
repasemos tan solo las actividades del último trimestre de 2005, que
ha coincidido además con asuntos de peso de la agenda interna. En estos últimos
meses he viajado a Francia, Portugal e Italia para celebrar cumbres bilaterales,
he estado en Londres y en Bruselas para negociar los presupuestos de la Unión
Europea, he participado en Rabat en los actos del 50º aniversario de su
independencia y he firmado en Madrid una serie de importantes acuerdos con
el presidente chino Hu Jintao… Aun más, en España se han celebrado
en estos meses dos grandes eventos internacionales, la Cumbre Euromediterránea
en Barcelona y la Cumbre Iberoamericana en Salamanca, que en conjunto reunieron
a los gobiernos de unos sesenta países. Ah, y en Mallorca he tenido
la satisfacción de ver cómo una iniciativa española, la
Alianza de Civilizaciones, comienza a transformarse en un instrumento tangible
para la comunidad internacional con los trabajos del Grupo de Alto Nivel de
Naciones Unidas. Así que en estos últimos meses hemos podido
recoger los frutos de un intenso trabajo a escala mundial y hemos consolidado
la posición que España viene construyéndose desde que
llegué al Gobierno. Hoy, mantenemos excelentes relaciones con todos
nuestros vecinos directos, que es la principal obligación en política
exterior de un Gobierno. Las tenemos, y simultáneamente, con Francia,
Portugal, Marruecos, Italia y Argelia. Hoy, España es en el mundo sinónimo
de paz, de acción multilateral, de legalidad internacional, de promoción
de las libertades y de la igualdad, de lucha contra el terrorismo con la acción
policial, pero también con el encuentro entre culturas… España
es sinónimo de diálogo y de cooperación. Supongo que todos
estos hechos ponen lo suficientemente claro la importancia que tiene para mí una
acción internacional decidida.

A. O. En los sistemas democráticos, la dinámica
de la integración europea y otros factores hacen que la figura del presidente
de Gobierno, o del jefe del Estado en los sistemas presidencialistas, concentren
en su persona la política exterior. En el caso español, ¿quién
marca las grandes líneas de la política exterior? ¿El
presidente del Gobierno? ¿Colegiadamente el Consejo de Ministros? ¿El
ministro Moratinos o el ministro Bono?

R. Z. La marca el presidente del Gobierno. En todas las
democracias hoy en día la política exterior ocupa aproximadamente
el 50% del tiempo de la acción de un jefe de Gobierno o de Estado. Es
incuestionablemente un tema muy, muy situado en la presidencia del Gobierno,
pero no sólo en España, prácticamente en todos los países.

A. O. ¿Y Moratinos, o Bono?

R. Z. El desencuentro que hubo sobre si se vendían
a Angola 10 aviones fue una anécdota.

A. O. ¿Y respecto a Venezuela?

R. Z. La agenda respecto a Venezuela ha sido fijada por
el presidente del Gobierno, y en este caso también por el Consejo de
Ministros, que sí ha deliberado sobre ella, aunque no puedo desvelar
el contenido.

A. O. ¿Cree usted que el debate interno sobre el
modelo de Estado puede, según cómo, debilitar nuestra posición
en el exterior?

R. Z. El debate interno sobre el desarrollo del modelo
territorial no tiene mayor incidencia en la política exterior, que es
una competencia exclusiva del Estado. Sin embargo, en la medida en que seamos
capaces, como estoy seguro de que lo seremos, de articular un Estado en el
que todos podamos sentirnos más cómodos y en el que el ejercicio
de competencias sea más acorde con nuevos fenómenos que no existían
en 1978, creo que la mayor cohesión interna se proyectará también
en fortaleza hacia el exterior. En este terreno quiero recordarle que otra
de las novedades en política internacional de mi Gobierno es la participación
de las comunidades autónomas fronterizas en las cumbres bilaterales
con países como Francia o Portugal.

A. O. ¿Es usted un pacifista?

R. Z. Soy un defensor de la paz. Me gusta la paz, trabajo
para la paz y estoy convencido de que la resolución de los conflictos
por la vía del diálogo y la diplomacia, es la manera más
apropiada y también la más eficaz de preservar nuestra libertad
y nuestra seguridad. Soy un pacifista sin reservas, si por pacifista se entiende
el respeto y la adhesión a la Carta de Naciones Unidas, que incluye,
como todo el mundo sabe, el derecho a la legítima defensa en caso de
un ataque exterior. Como también la posibilidad de organizar misiones
humanitarias en el exterior debidamente autorizadas por el Consejo de Seguridad.
En esto me identifico plenamente con lo que ya constituye una larga tradición
española de participación. No creo que la solidaridad con los
europeos y atlánticos, a través de la cual España articula
su defensa, sea incompatible con la definición de pacifista. La defensa
de la paz no está reñida con el uso de la fuerza cuando ésta
es necesaria. Luchas como las libradas contra el nazismo y el fascismo son
un claro ejemplo de ello.

A. O. ¿Se considera duro o blando en
su diplomacia?

"Una de las realidades
imparables del siglo XXI es el fenómeno de la globalización,
que camina más deprisa que el pensamiento, y ante el que los gobiernos
tienen una preparación escasa"

R. Z. Ni lo uno ni lo otro. Me considero una persona de
firmes principios y valores. Soy absolutamente tajante en lo que se refiere
a la necesidad de respetar la legalidad internacional. También sobre
la necesidad de promover los derechos humanos y de erradicar la pobreza extrema.
Y, por supuesto, tanto en el orden interno como en política exterior,
soy un enemigo radical del terrorismo y un defensor a ultranza de la necesidad
de mejorar la coordinación internacional para prevenirlo y hacerle frente.

A. O. ¿Cuáles son sus principales referentes
históricos en política exterior?

R. Z. No soy mitómano y creo que es difícil
transponer las políticas concretas seguidas en un momento histórico
a otro en el que, necesariamente, las circunstancias son muy distintas. Pero,
haciendo un esfuerzo para tratar de responder a la pregunta, me quedaría
con la perseverancia en su lucha por la igualdad de derechos de Nelson Mandela.
También citaría a Roosevelt, que fue consciente de la necesidad
de hacer frente al nazismo, o a Kennedy, autor de la frase "pregúntate
qué es lo que puedes hacer tú por tu país". Los
socialdemócratas europeos, como Olof Palme y Willy Brandt, que tanto
hicieron por la construcción de un Estado de bienestar que mejore las
condiciones de vida de los europeos y que tanto lucharon por la democracia
en el mundo, también merecen mi admiración. Y, por supuesto,
incluiría en la lista también a Jean Monnet, gran precursor de
la integración europea, que me sigue pareciendo uno de los proyectos
más interesantes y productivos de la historia.

A. O. Y además de personalidades, ¿qué acontecimientos
constituyen sus referentes en política internacional?

R. Z. Dos cuestiones van a marcar el decurso de la visión
del mundo del siglo XXI. Uno es la caída del muro de Berlín.
Abrió el mundo y obligó a construir una nueva idea de Europa.
En cierta medida, puso en crisis todo un sistema construido desde la lógica
de la guerra fría. Y la segunda realidad es el fenómeno imparable
de la globalización, que camina más deprisa que el pensamiento,
y ante el que los Gobiernos tienen una preparación escasa. La globalización
es en última instancia la consecuencia de la revolución tecnológica
que va a ir más deprisa que el pensamiento político.

A. O. ¿Es el nuevo terrorismo transnacional un mal
endémico que combatir, pero también conllevar?

R. Z. Lamentablemente, la lucha contra el terrorismo internacional
no es una lucha a corto plazo. Hay que darle una respuesta inmediata a través
de una intensa y enérgica acción policial y judicial, que aún
tiene mucho que mejorar en su coordinación internacional. En este campo
de la acción directa contra el terrorismo internacional, España
tiene una posición líder, con casi 200 detenciones de presuntos
terroristas vinculados a las redes de Al Qaeda desde abril de 2004. Pero la
lucha policial por sí sola no es suficiente. También es fundamental
dar una respuesta de gran calado que contribuya a cerrar la brecha que algunos,
en uno y otro lado, pretenden ensanchar entre Occidente y el mundo árabe
y musulmán. Es indispensable desecar los pantanos donde germina y se
fortalece la plaga de ese terrorismo salvaje que hemos sufrido en Nueva York,
en Bali, en Casablanca, en Madrid, en Londres, en Sharm el Sheij, en Ammán…
Estoy hablando de intentar escuchar lo que sienten y experimentan esa inmensa
mayoría deseosa de paz de los pueblos árabes y musulmanes que,
demasiado frecuentemente, percibe que Occidente maneja un doble rasero en política
exterior del que casi siempre ellos salen perdiendo. Estoy hablando de comprometerse
a fondo en una solución justa y definitiva del conflicto entre israelíes
y palestinos; estoy hablando de promover más activamente los derechos
humanos, el desarrollo económico, la justicia social y la igualdad de
la mujer en el mundo árabe y musulmán; estoy hablando de fomentar
el diálogo y la cooperación entre Europa y el mundo mediterráneo,
entre Occidente y el mundo árabe e islámico. Todos tenemos un
enemigo común: los fundamentalismos y el terrorismo internacional.

A. O. ¿Se arrepiente de la decisión sobre
la retirada de las tropas españolas de Irak?

R. Z. No, al contrario. El tiempo está demostrando
de forma rotunda que fue una decisión acertada, no hay nada más
que mirar los telediarios. Le recuerdo que desde el principio me opuse a una
intervención militar que vulneraba la legalidad internacional y abría
una caja de Pandora muy peligrosa. Una vez en la presidencia del Gobierno,
retiré las tropas españolas de Irak en cumplimiento de una promesa
electoral, que estaba en sintonía con la voluntad de la inmensa mayoría
de los españoles. Creo, además, que el momento de la retirada
fue muy oportuno. De los contactos que mantuvimos con Estados Unidos extrajimos
la conclusión de que no se iba a cumplir la condición explícita
de nuestro compromiso electoral de que se transfiriera el mando a las Naciones
Unidas, como efectivamente no ha sido el caso hasta la fecha. Y por otro lado,
nuestras tropas empezaban a verse sometidas a un riesgo creciente que no tenía
sentido afrontar en vano.

A. O. ¿Tiene Irak solución?

R. Z. Todo, o casi todo, tiene solución, incluso
aunque cueste verla a corta distancia. La cuestión es si estamos dispuestos
a tomar las decisiones que nos podrían acercar más rápidamente
a la solución. En general, creo que cualquier crisis internacional requiere
una combinación de diplomacia multilateral y de diálogo político
entre las fuerzas domésticas, y que todo ello tiene mejores visos de
prosperar cuando el proceso lo dirige las Naciones Unidas.

A. O. Pongámonos dentro de dos años. A principios
de 2008. Francia tiene un nuevo presidente y una nueva Asamblea. Italia ha
pasado sus elecciones. Blair habrá cedido el número 10 de Downing
Street a su sucesor o estará a punto de hacerlo. Es año de elecciones
en Estados Unidos. Y se habrá agotado ya el periodo de reflexión
sobre qué hacer con la Constitución europea. Empecemos por esto último: ¿Qué tiene
que haber ocurrido para entonces? ¿Es aún rescatable la Constitución
europea? ¿Cree que hay que pensar en "otra cosa"?

R. Z. Sinceramente, creo que la pregunta contiene tantas
variables que tendremos que ir ajustando la reacción según se
vayan produciendo los hechos. España ha ratificado la Constitución
en referéndum y eso es una realidad, como lo es la ratificación,
en el Parlamento o a través de consulta popular, de muchos otros Estados
miembros. Pero también es una realidad que dos Estados la han rechazado
en referéndum. De ahí el periodo de reflexión, porque
estamos ante una situación para la que la propia Constitución
no contiene una solución jurídica. A medida que se vayan despejando
las variables iremos examinando la situación con nuestros socios europeos.
El tempo es importante y anticipando las posibles propuestas se corre
el riesgo de restarles efectividad. Pero, en todo caso, España entiende
que el no francés y holandés fue un no a una propuesta
concreta de articulación del proyecto europeo, pero no al proyecto en
sí y a su profundización, a los que España no esta dispuesta
a renunciar de ningún modo.

A. O. ¿Ve usted algún peligro de marcha atrás
en la integración europea?

R. Z. No. Lo que está en cuestión es a qué velocidad
nos integramos y de qué forma. Creo que la interdependencia europea
a todos los niveles, política, económica y crecientemente también
en el ámbito social, garantiza que el proyecto europeo seguirá avanzando.
Con crisis, con parones, como ha sido el caso desde su comienzo. Pero avanzando
al fin y al cabo. Como lo estamos haciendo también ahora, porque no
hay que olvidar que, pese a la crisis, las instituciones comunitarias siguen
funcionando, legislando y velando por su correcta aplicación. Europa
atraviesa un momento difícil, pero no más difícil que
otros que ya ha logrado superar. Por mi parte, estoy convencido que la respuesta
a la situación actual no es menos Europa, sino más Europa. ¿Qué otra
opción tenemos? Esta Unión es la que ha permitido que los europeos
podamos disfrutar de un periodo de paz, de libertad y de bienestar sin precedentes
en la historia de nuestro continente.

A. O. ¿Hay que reinventar Europa? A 25 o a 30 parece
algo muy diferente a lo que era sólo recientemente a 15.

R. Z. Quizá "reinventar" sería
excesivo, porque las ideas motrices del europeismo son no sólo válidas,
sino cada día más necesarias para nuestro continente y para el
mundo. La Unión es un proyecto que sigue siendo absolutamente válido,
un proyecto basado en un compromiso con la democracia, los derechos humanos,
el libre mercado y la cohesión social y territorial que respeta la pluralidad
de tradiciones y culturas. De lo que se trata es de que funcione mejor, de
que los ciudadanos perciban mejor su valía y su utilidad. Y es cierto
que las sucesivas ampliaciones hacen necesaria la adaptación de las
estructuras originales a un número cada vez mayor de Estados miembros.
Eso es precisamente lo que la Constitución ha intentado hacer: dotar
a la Unión de un proceso más ágil para la toma de decisiones.
Porque es evidente que la Unión de seis original, incluso con los sucesivos
parches que se le han ido poniendo, no puede funcionar eficazmente a 25 o con
más miembros.

A. O. ¿Deben fijarse límites geográficos
a la UE?

R. Z. De hecho ya los tiene, en la medida en que es indispensable
la pertenencia al continente europeo. Si Estambul no estuviera en Europa no
se le habría abierto la perspectiva de adhesión a Turquía.
Pero no es solo la geografía lo que define a la Unión Europea.
En este sentido, el inicio de negociaciones para la entrada de Turquía
es, sin duda, una buena noticia. Demuestra que Europa está unida en
torno a unos principios y valores compartidos y deja claro que si un país
realiza las reformas políticas, económicas y sociales necesarias
puede aspirar a la integración en el club europeo. El comienzo de esas
negociaciones deja claro que Europa no es exclusivamente un club cristiano.
Dicho esto, Turquía debe seguir por la senda de las reformas que garanticen
un absoluto cumplimiento de los derechos humanos, de la igualdad de las mujeres
y del Estado de Derecho.

A. O. Superada la negociación sobre las perspectivas
financieras, ¿cuáles son los siguientes retos que tiene España
en la UE? ¿Cómo se pasa de la cohesión a la excelencia?

Alianza: Kofi Annan y Zapatero
Alianza: Kofi Annan y Zapatero
en la Conferencia de Madrid contra el Terrorismo en marzo pasado.

R. Z. En primer lugar, permítame que le señale
que la aprobación de las perspectivas financieras es una buena noticia
para Europa, envía un mensaje positivo a los ciudadanos y a los agentes
económicos y sociales tras unos meses de incertidumbre. Hablemos ahora
de España. Lo primero a recordar es que, dado el vigoroso crecimiento
económico español y dada la realidad de la ampliación
a 10 nuevos países de economías situadas por debajo de la media
de la Europa de los Quince, era obvio que España debía aceptar
una reducción sustancial de los fondos de solidaridad. Pero mi Gobierno
trabajó intensamente en los últimos 20 meses para impedir un
corte abrupto, para impedir que el coste de la ampliación lo financiáramos
sobre todo los menos ricos entre los Quince, y conseguir una transición,
una reducción paulatina de los fondos clásicos. En ese sentido
me felicito de que sigamos recibiendo fondos de cohesión hasta 2013
y de que durante todo este período sigamos siendo receptores netos en
nuestra relación con la Unión Europea, es decir, vamos a recibir
más de lo que aportamos. También es cierto que mi Gobierno está muy
comprometido con el objetivo de mejorar la productividad y la competitividad
de la economía española y, en general, de las economías
europeas. Los fondos estructurales y el fondo de cohesión han sido un
apoyo muy importante para las regiones y los países menos prósperos,
pero no han conseguido la equiparación en I+D, que es la clave para
un crecimiento sostenido, para afrontar los retos de la globalización.
Me parecía absolutamente prioritario garantizar el acceso a fondos suficientes
que nos permitan corregir nuestro desequilibrio histórico en este campo
y lo hemos conseguido. Tenemos un fondo tecnológico especial para España
de 2.000 millones de euros.

A. O. Las encuestas suelen señalar que hay una mayoría
de europeos y españoles a favor de una política exterior común
europea, de un ejército europeo, de la UE como superpotencia, pero no
a gastar lo necesario para conseguirlo. ¿Cree usted que los europeos
en general, y España en particular, deben gastar más en seguridad? ¿Con
qué prioridades?

Tan lejos, tan cerca: Blair y Zapatero ante el 10 de Downing Street en julio de 2005.
Tan lejos, tan cerca: Blair
y Zapatero ante el 10 de Downing Street en julio de 2005.
 

R. Z. Debemos, sin duda, mejorar la seguridad colectiva
europea. Pero hay muchas maneras de hacerlo y no todas pasan por aumentar el
gasto en armamentos. En primer lugar, se mejorará la seguridad colectiva
a través de una mayor cohesión en política exterior. La
política exterior europea ya existe y progresa cada día, como
demuestran la asunción de la responsabilidad en Bosnia o la reciente
misión para asegurar el acuerdo sobre el paso de Rafah en Palestina.
Pero está claro que hay que seguir profundizando en ese campo. Y también
hay enormes posibilidades por explotar a través de una mayor coordinación,
una mayor integración de las industrias de armamento y de las Fuerzas
Armadas de los países europeos, sin necesidad de incrementar por ello
el gasto de un modo espectacular. Se trata, como han señalado varias
propuestas de la Comisión Europea, de hacer más eficaz el gasto
existente.

A. O. ¿Y en cuanto a Fuerzas Armadas? España
está en la cola en lo que a gasto de Defensa se refiere? Incluso así, ¿se
justifica lo que se gasta si España no puede poner más de 3.000
soldados a la vez en misiones en el exterior?

R. Z. Este Gobierno está haciendo grandes esfuerzos
para mejorar las condiciones de nuestros militares, por ejemplo, a través
de un aumento en sus retribuciones. Y me parece que las misiones en Afganistán,
en Haití, nuestra presencia en los Balcanes, por citar sólo las
más importantes, representan también un esfuerzo, a mi juicio
considerable, de nuestro país para contribuir a la paz y la estabilidad
internacionales. España tiene el peso que tiene y lo que sí podemos
decir ahora es que nuestros soldados están allí donde los españoles,
a través del Parlamento, quieren que estén.

A. O. Tenemos uno de los servicios exteriores más
pequeños de la UE, al menos en comparación con Estados equivalentes
y con algunos más pequeños. Es la reforma siempre pendiente.

R. Z. Estamos trabajando para mejorar esta situación.
La transformación del servicio diplomático clásico a los
retos del mundo moderno globalizado es una cuestión compleja a la que
no sólo se enfrenta España. Tenemos un servicio exterior muy
valioso, que ha sabido cumplir con su deber pese a la relativa limitación
de medios. Tenemos la voluntad y compromiso de mejorar su dotación y
articular formas de que nuestro servicio exterior pueda mejorar la imagen y
el peso de España de manera más eficaz. El informe sobre la reforma
del servicio exterior elevado al Gobierno ha supuesto un esfuerzo de reflexión
importante y creo que sienta las bases para que podamos afrontar esta asignatura
pendiente con garantías.

A. O. ¿Puede Europa aguantar con tanta pobreza y
miseria a sus puertas? ¿Qué hemos de hacer?

R. Z. No, los europeos no podemos consentirnos semejante
irresponsabilidad. Por un principio de equidad elemental, porque es insufrible
ver cómo los vecinos mueren de hambre, a mí al menos me resulta
insufrible, y también por propio interés, para evitar oleadas
migratorias incontroladas. La realidad actual de nuestros vecinos del Sur es
muy grave, especialmente en el África subsahariana, complicada aún
más en los últimos tiempos por una serie de plagas y sequías.
Todo esto está causando serios desequilibrios que desbordan todas las
fronteras. Los crecientes movimientos migratorios hacia el Norte están
creando fuertes presiones en nuestros vecinos inmediatos del Magreb, que se
han transformado ya en receptores de inmigración subsahariana. Y esta
presión ha llegado a Europa, a Ceuta y Melilla, que son sus puertas
de entrada, pero también al conjunto de la Unión, porque el bienestar
europeo es el principal objetivo de los que emigran. Por eso, Europa debe implicarse
más ante este fenómeno que nos toca a todos, y en este terreno
mi Gobierno ha asumido un papel de liderazgo en los últimos meses. Tenemos
que ayudar a nuestros vecinos del Sur. A los países del Magreb y a los
países del África subsahariana. Los europeos tenemos que cooperar
para reducir la pobreza y los desequilibrios, para que los jóvenes no
tengan que abandonar sus países en busca de un futuro mejor.

A. O. En ayuda al desarrollo, su Gobierno está cumpliendo
lo que prometió. Este año la AOD sube al 0,35% del PIB para llegar
al 0,5% en 2008 y al 0,7% después. De poder elegir, ¿no sería
más importante para las economías más desfavorecidas poder
exportar que recibir ayuda? Parece que no queremos (demasiados) inmigrantes,
pero tampoco sus tomates…

R. Z. No son elementos excluyentes sino complementarios.
Hace falta un mayor esfuerzo en ayuda al desarrollo. En realidad, lo que hace
falta es que cumplamos el compromiso internacional de destinar el 0,7% del
PIB, tal como recogen los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas para reducir
el hambre y la pobreza. Este compromiso sólo lo han cumplido algunos
países nórdicos, que se cuentan con los dedos de una mano. España
está en camino de hacerlo. Hace falta también que sigamos abriendo
nuestros mercados, pero no es cierto que no aceptemos sus tomates, al menos
los de nuestros vecinos, por seguir el ejemplo mencionado. Europa ya está abriendo
sus puertas a los productos agrícolas de los vecinos del sur del Mediterráneo.
La Asociación Euromediterránea ha conseguido unas cuotas de acceso
a Europa para los productos del Magreb muy sustanciales. Y las barreras para
el comercio de productos manufacturados son aún menores. La reciente
Cumbre Euromediterránea ha ratificado el objetivo de alcanzar lo más
plenamente posible un área de libre comercio en el Mediterráneo
para 2010. Todo esto ha permitido que la mayoría de nuestros vecinos
haya aumentado considerablemente sus exportaciones a la Unión Europea
en estos últimos diez años. Sin duda, este es un proceso progresivo
que seguirá avanzando y los europeos tenemos que adaptarnos a él,
concentrando nuestro esfuerzo productivo en áreas de mayor valor añadido.
Y, por supuesto, vamos a seguir necesitando inmigrantes y por lo tanto tenemos
que mejorar sustancialmente las vías para la emigración legal,
de tal manera que los que emigren lo hagan con garantías y puedan integrarse
plenamente en nuestras sociedades.

A. O. Esto nos ha llevado a la inmigración. La crisis
en Ceuta y Melilla ha puesto de relieve que este ya no era un problema sólo
español, sino europeo. ¿Qué espera usted de la UE a este
respecto?

R. Z. Creo que la realidad ha golpeado a las puertas de
la Unión y ha hecho evidente la necesidad de actuar. Europa ha reconocido
la importancia que tiene este fenómeno en el continente y, en buena
medida, esto se debe a la iniciativa española. España es hoy
el principal impulsor para que Europa se dote de una auténtica política
sobre inmigración. El tema ya está instalado en la agenda europea
y el propio presidente de la Comisión Europea,José Manuel
Durão Barroso, señaló que se trata de una de las prioridades
que se ha fijado la Unión. A propuesta de mi Gobierno, Europa destinará más
de 800 millones de euros para combatir la inmigración ilegal y regular
y ordenar la legal. Esas cantidades servirán para ampliar a toda la
costa mediterránea el sistema de vigilancia que hoy existe en el estrecho
de Gibraltar, para potenciar la cooperación entre Europa y los países
de origen y de tránsito y para mejorar la integración de los
inmigrantes en territorio europeo. Además, se destinará una parte
importante de estos fondos a paliar las causas profundas de la inmigración,
aumentando la cooperación y estimulando el crecimiento económico
de los países más afectados. Estas primeras acciones forman parte
de una amplia serie de medidas inmediatas y prácticas dentro de una
estrategia global. Iniciativas como la puesta en funcionamiento de la Agencia
Europea de Fronteras o la firma de tratados de readmisión con países
terceros permitirán una mejor gestión de la inmigración.
Países como España, Francia e Italia estamos avanzando en la
creación d el llamado espacio "Schengen del mar", una cooperación
reforzada que aumentará el control marítimo en el Mediterráneo
occidental a partir de enero para luchar contra las mafias que explotan la
inmigración ilegal . A su vez, España y Francia estamos cooperando
activamente junto con Marruecos en la preparación de una Conferencia
ministerial euroafricana sobre inmigración en Rabat antes del verano,
que deberá reunir a los principales países de origen, tránsito
y destino de emigrantes, con el objetivo de acordar una gestión conjunta
y positiva para todas las partes. Se trata de una conferencia que propusimos
España y Marruecos y que ya ha recibido el respaldo de los 35 países
de la Asociación Euromediterránea. Todo esto se complementará con
una mayor ayuda al desarrollo de los países africanos emisores de emigrantes,
para atajar el fenómeno en el origen. Como puede ver, el fenómeno
inmigratorio, tal como a propuesto España, es a partir de ahora una
de las prioridades de la agenda europea. Volver la vista a Europa, mejorar
las relaciones con nuestros vecinos, con los países de la Unión,
con Francia, con Alemania, con Reino Unido, es, sin duda, la mejor política
que puede seguir un Gobierno en España.

A. O. Francia está en crisis existencial y social.
Alemania, con la gran coalición, intenta resolver sus problemas internos,
y con una visión más restrictiva y egoísta de Europa. ¿Sigue
siendo conveniente su apuesta por acercarse al eje franco-alemán?

R. Z. Francia y Alemania son fundadores de la Unión,
grandes economías y países muy cercanos a España, tanto
por la vecindad de Francia como por la sustancial contribución histórica
de Alemania a nuestro proceso de transición a la democracia, y también,
por qué negarlo, a nuestro desarrollo económico como principal
contribuyente neto al presupuesto comunitario. Así que me parece absolutamente
conveniente seguir estrechando lazos con estos dos países que, sin duda,
van a seguir siendo cruciales en el proceso de integración europea.
Mis relaciones con Chirac y Villepin son, como es sobradamente conocido, excelentes,
y la Asamblea Nacional me hizo el honor de convertirme en el primer presidente
del Gobierno español en pronunciar allí un discurso. Con Angela
Merkel ya tuve un Barcelona un primer encuentro muy cordial, en el que ella
afirmó su disposición a mantener con mi Gobierno el tipo de relación
estrecha que sostuvieron los de Köhl y Felipe González. Pero, por
supuesto, no hay ninguna exclusividad. Tengo una excelente relación
con Portugal, su Gobierno y su primer ministro. Y una intensa relación
de trabajo con Reino Unido, Italia y Polonia, entre otros. Las amistades, alianzas
y complicidades de España en el seno de la Unión Europea son
múltiples.

A. O. Hay muchas cosas en común con el Reino Unido.
También diferencias. ¿Ve usted que se refuerce la relación
entre Madrid y Londres? ¿Hay sintonía con el Nuevo Laborismo?

"Blair, al igual
que yo, piensa que mejorar la seguridad ciudadana es de izquierdas, puesto
que las principales víctimas de la delincuencia son las clases
medias y populares"

R. Z. En éste, como en otros terrenos, los críticos
de mi Gobierno deberían poner su reloj en hora. Mis conocidas diferencias
con Tony Blair sobre la guerra de Irak pertenecen al pasado. Los dos dejamos
este tema atrás hace ya bastante tiempo. Tengo con él mucha sintonía
política en muchos otros asuntos. He estudiado con atención la
importante renovación del laborismo que llevó a cabo y que ha
logrado romper con algunos prejuicios de la izquierda. Por ejemplo, Blair,
al igual que yo, piensa que mejorar la seguridad ciudadana es de izquierdas,
puesto que las principales víctimas de la delincuencia son de las clases
medias y populares, ya que los más ricos pueden pagarse una seguridad
privada. También estoy de acuerdo con su defensa de una economía
abierta y competitiva, con un presupuesto público equilibrado y sin
déficit crónico. Un partido de izquierdas no tiene por qué gobernar
subiendo incesantemente los impuestos y los gastos. En España, los presupuestos
de 2006 son los que incluyen más gasto social, en pensiones, en sanidad,
en educación y en infraestructuras públicas, en mucho tiempo.
Y todo esto sin subir los impuestos y manteniendo el rigor fiscal. No sólo
sin déficit, sino con superávit. Por su puesto, también
tengo mis puntos de desencuentro con Blair. Él es británico,
y en su país hay una fuerte corriente de euroescepticismo, y yo soy
español, y como la gran mayoría de los españoles, soy
un europeísta convencido, un firme defensor de la construcción
de una Europa fuerte. Pero, aún con esta diferencia, los dos coincidimos
en la necesidad de reforzar algunos aspectos de la Unión, como aumentar
la productividad y la competitividad y alcanzar metas más ambiciosas
de inversión en I+D, tal como se acordó en la Agenda de Lisboa.
Coincidimos a su vez en que la inmigración es un fenómeno que
nos afecta a todos y que debe estar en el centro de la agenda europea. Y compartimos
también el dolor por los ataques terroristas del 11-M en Madrid y del
7-J en Londres y la necesidad de darles respuestas múltiples, incluida
la Alianza de Civilizaciones, que Blair apoyó explícitamente.

A. O. ¿Vamos a un mundo multipolar? ¿Quiere
usted una Europa (aunque sea a menos) "potencia", es decir, que
pese en el mundo?

R. Z. Creo que la Unión Europea es fundamentalmente
buena para la ciudadanía europea que, gracias a ella, tiene garantías
de paz, democracia y libre mercado en el horizonte temporal previsible. Pero
también creo que la Unión irradia una influencia positiva para
el resto del mundo. Y, por tanto, sí quiero una Europa que cada vez
más contribuya al bienestar internacional con misiones de paz, con logros
históricos como la Corte Penal Internacional y el Protocolo de Kioto,
promoviendo la abolición de la pena de muerte, siendo el mayor contribuyente
mundial de ayuda al desarrollo, luchando contra la pobreza y las enfermedades
y abogando por el desarrollo sostenido. Es decir, pienso que también
el mundo necesita más Europa y no menos Europa.

A. O. ¿Cómo evolucionará la política
exterior de EE UU en los próximos años?

"Estados Unidos puede
y debe ser clave para que este siglo esté regido por el multilateralismo
y el respeto de la legalidad internacional, por el continuo avance de
los derechos humanos y la democracia"

R. Z. Francamente, creo que es mejor dejar las predicciones
para otros con más libertad para equivocarse. Sí le puedo decir
lo que yo deseo, lo que yo espero de un Estados Unidos que ha realizado una
contribución sin parangón al progreso de la democracia y la libertad
en el mundo. Estados Unidos fue crucial para acortar la Primera Guerra Mundial.
Estados Unidos fue todavía más crucial para detener a Hitler
y crear Naciones Unidas. Y también para apoyar desde fuera el proceso
de integración europea, que no se olvide, o para la creación
del GATT, hoy reemplazado por la Organización Mundial de Comercio. Y
lo que yo deseo es que Estados Unidos siga haciendo esa contribución
en el siglo XXI. Estados Unidos puede y debe ser clave para que este siglo
esté regido por el multilateralismo y el respeto de la legalidad internacional,
por el continuo avance de los derechos humanos y la democracia. Y deseo que
más pronto que tarde se incorpore a aquellas áreas en las que
la Unión Europea ha tenido que avanzar sin este gran aliado, como la
Corte Penal Internacional o el Protocolo de Kioto. Con los europeos y los estadounidenses
trabajando en sintonía, la libertad y la seguridad internacionales son
más fuertes.

A. O. Sin duda, su Gobierno ha hecho una de sus prioridades
restablecer unas buenas relaciones con Marruecos. El país parece sin
embargo algo parado en sus reformas. Y las relaciones con Argelia han empeorado.
Tras la Cumbre Euromediterránea de Barcelona, ¿qué hacer? ¿Cómo
impulsar el desarrollo y la integración del Magreb?

R. Z. Marruecos, sin duda, es una prioridad de nuestra política
exterior y mi Gobierno ha logrado restablecer con ese país unas relaciones
que se habían deteriorado de modo ostensible, peligroso incluso. Pero
no estoy de acuerdo con su valoración sobre el proceso de reformas en
Marruecos. Al contrario, los grandes organismos internacionales, como la Comisión
Europea y el Banco Mundial, son unánimes sobre la solidez y el buen
ritmo del proceso. En el mundo árabe, Marruecos compite con Jordania
por el primer puesto del ranking reformista. Es indudable que esas
reformas necesitan de cierto tiempo para que sus resultados sean palpables.
Pero Marruecos ha mejorado la situación de la mujer como no lo ha hecho
ningún país árabe, estudia una ambiciosa ley de partidos
políticos y sigue profundizando en la apertura y liberalización
económicas. Está claro que Marruecos también afronta grandes
retos, desde el control de la demografía hasta la mejora del Estado
de Derecho, pasando por la presión migratoria subsahariana. Y lo que
debemos hacer desde España, lo que está haciendo mi Gobierno,
es ayudarle a afrontar esos retos desde la amistad y la buena vecindad. También
es verdad que otro de esos retos es la mejora de sus relaciones con Argelia.
España es firme partidaria no sólo de esa mejora sino de la verdadera
puesta en marcha del proceso de integración magrebí. Permítame
ahora que rechace la idea contenida en su pregunta de un supuesto empeoramiento
de las relaciones de España con Argelia, que es un país que también
consideramos estratégico. Con Buteflika, con el que me he visto en Argel
y en Madrid, tengo una buena relación y él tuvo la amabilidad
de invitarme a pronunciar un discurso ante la cumbre de la Liga Árabe,
por no mencionar que estamos trabajando conjuntamente en la perspectiva del
segundo gaseoducto entre nuestros países. Vamos a ver, lo que ha cambiado
con mi Gobierno es una cierta tendencia del pasado a que prevalezca unas veces
la relación con Marruecos y otras con Argelia. Ese juego se acabó.
Nosotros no vemos las relaciones con Marruecos y con Argelia como un juego
de suma cero. Al contrario, queremos tener relaciones cada vez más fluidas
con cada uno de ellos para abordar las cuestiones bilaterales y contribuir
también a la resolución de cuestiones de interés común,
como el conflicto del Sáhara Occidental. El fin de este largo conflicto
es una prioridad para resolver la situación humanitaria de la población
saharaui y para impulsar la integración regional del Magreb. Nuestra
posición sobre el Sáhara Occidental no ha cambiado. Seguimos
abogando por una solución justa, definitiva y acorde con la legalidad
internacional, que debe alcanzarse con la ayuda de y en el marco de Naciones
Unidas. Lo que sí ha cambiado en relación al pasado es que ahora
intentamos ser más activos en la búsqueda de esa solución.

A. O. Ha lanzado la iniciativa de una Alianza de Civilizaciones,
que mencionó antes. Parece, fundamentalmente, un proyecto político
y social. Pero ¿ve usted en el horizonte que conduzca a medidas concretas
operativas? ¿A un tratado?

R. Z. La Alianza de Civilizaciones ya es un proyecto concreto,
materializado en los trabajos del Grupo de Alto Nivel de Naciones Unidas, que
tuvieron su primera reunión en Mallorca a finales de noviembre. Esta
reunión representa un avance formidable, si se recuerda que lancé esta
iniciativa hace poco más de un año. En este breve lapso de tiempo,
la Alianza de Civilizaciones ha recogido un sinnúmero de apoyos significativos,
entre ellos el de líderes mundiales, como Tony Blair y Kofi Annan, y
el de foros internacionales como la Asamblea General de la ONU, la Conferencia
Iberoamericana y la Liga Árabe. Hemos avanzado mucho. Desde luego, mucho
más de lo que vaticinaban algunos agoreros que me acusaron de ingenuo
y de iluso tras mi discurso en la Asamblea General de 2004. Este gran avance
y estos respaldos son también una medida de que esta iniciativa viene
a llenar un vacío existente. Hasta ahora nadie había centrado
lo suficiente la atención mundial en la necesidad de actuar contra el
abismo que algunos pretenden crear entre Occidente y el mundo islámico.
Es un reto a medio y largo plazo muy complejo y, sin duda, es mucho más
fácil no intentarlo. Pero estoy convencido de que el diálogo
y la cooperación son la respuesta estratégica en la lucha contra
el terrorismo internacional, el complemento político, social y cultural
necesario de la acción policial y judicial. La Alianza de Civilizaciones
es un arma para atacar a las ideologías extremistas que fomentan el
odio, el radicalismo, la xenofobia y la discriminación, un instrumento
para ganar la batalla de los corazones y las mentes. Esta iniciativa está ahora
en manos del secretario general de Naciones Unidas y confío en que los
trabajos que se están llevando a cabo nos dotarán de iniciativas
concretas en los terrenos de la política, la educación, los medios
de comunicación de masas, la cooperación internacional. Las cosas
van por bastante buen camino. Así al menos opinan nuestros socios europeos,
que manifestaron su adhesión explícita a la iniciativa en una
reunión específica que mantuvimos en la reciente Cumbre Euromediterránea
de Barcelona.

Brecha: Bush saluda al presidente del Gobierno español durante la Cumbre de la OTAN hace un año.
Brecha: Bush
saluda al presidente del Gobierno español durante la Cumbre de
la OTAN hace un año.
 

A. O. Desde la visita del presidente Hu Jintao
a Madrid, España se ha convertido en socio estratégico de China. Pero nuestras
empresas, con alguna excepción, están retrasadas en su presencia
en China respecto a otros países de nuestro entorno.

R. Z. El Gobierno está haciendo un gran esfuerzo
para mejorar la presencia española en China. En un nuevo ejemplo de
la intensa actividad internacional desplegada por mi Gobierno, en el segundo
semestre de 2005 hemos avanzado de forma notable en las relaciones bilaterales.
Primero con mi visita a Pekín el mes de julio y luego con la visita
a Madrid del presidente Hu Jintao en noviembre. Es un gigante emergente y es
muy importante que nuestros agentes económicos participen de su crecimiento.
Hay un ejemplo clarísimo que demuestra la virtud de la cooperación
mutua. España, destino turístico de primer orden, puede beneficiarse
de los millones de turistas chinos que empiezan a disfrutar de su ocio fuera
y que lo harán cada vez más en los próximos años.
Y, al mismo tiempo, la industria turística española puede ser
muy útil para el desarrollo turístico de China, que también
está llamada a convertirse en un destino importante en los próximos
años. La apertura de un Instituto Cervantes en Pekín y de un
Instituto Confucio en Madrid nos ayudará a acercar nuestras culturas
y dar más visibilidad a España en aquel país. Pero hay
mucho más, por supuesto, porque nuestras empresas tienen mucho que aportar
en otros sectores clave, como por ejemplo, el tratamiento de residuos. Acabamos
de lanzar el Plan Asia en el que China tiene un papel importante. Y el Ministerio
de Industria lanzó hace unos meses un plan integral para China que ya
está empezando a dar resultados concretos. Sí, también
aquí estamos trabajando en recuperar el terreno perdido.

A. O. Pero una de las asignaturas pendientes de la política
exterior española es otro país en ascenso: India.

R. Z. Efectivamente, India es la mayor democracia del mundo
y tiene unos niveles de crecimiento también impresionantes, aunque generalmente
se les preste menos atención que a los de China. El Plan Asia también
incluye una serie de actuaciones importantes en India, país que tengo
intención de visitar en cuanto sea posible.

A. O. Lula era un referente central para toda América
Latina. Pero día a día se ve rodeado de más problemas
de corrupción en su partido. ¿Qué referentes tendrá ahora
América Latina en año de elecciones casi en todo el continente?

R. Z. Brasil va a seguir siendo un referente en América
Latina, como México, Argentina, Chile y otros, con independencia de
los problemas de política interna que puedan surgir y de cómo
se resuelvan. Creo que las perspectivas actuales de América Latina son
bastante buenas, pese a los problemas puntuales de éste o aquel país.
Las economías están creciendo a un ritmo sin precedentes en las últimas
décadas y se está consolidando el Estado de Derecho. En cuanto
a mi Gobierno, al igual que lo ha hecho en los terrenos europeo y mediterráneo,
hemos retomado la tradicional buena relación española con América
Latina, una relación basada en la igualdad y la solidaridad, y con esa
filosofía me va usted a permitir que no le exprese opiniones sobre líderes
elegidos democráticamente. Lo importante es que España está absolutamente
comprometida con la consolidación de la democracia y del desarrollo
económico en América Latina y con la consecución de una
mayor cohesión social y territorial. Y lo va a seguir estando. La celebración
de la Cumbre Iberoamericana en Salamanca, el pasado octubre, es una prueba
más del compromiso de España. Esta Cumbre ha significado la puesta
en marcha de la Secretaría General Iberoamericana, una institución
que dará una voz propia a los 22 países que integramos esta comunidad.

A. O. ¿Qué le sugieren estos tres nombres:
Evo Morales, Chávez y Castro?

R. Z. Evo Morales acaba de ganar y, por tanto, tenemos
que tener un tiempo de espera, e intentar ayudar a un país que tiene
una problemática social y de cohesión territorial muy importante.
Venezuela arrastra una situación difícil desde la caída
del sistema tradicional de partidos. Más allá de lo que pueda
generar la figura de Hugo Chávez, que tiene que ser respetada porque
ha sido votada, la pregunta es por qué se produjo la destrucción
de un sistema de partidos caracterizado por Adeco y Copei. Porque ahí han
influido factores que tienen mucho que ver con la visión, equivocada
en mi opinión, que a veces se tiene de Latinoamérica, y de las
peores prácticas en la acción de los gobiernos. Venezuela es
un país que necesita un proceso de desarrollo y consolidación
de instituciones democráticas, y no ha asido una buena noticia que la
oposición no participara en las elecciones legislativas. Ganando Chávez
o quien sea, España quiere tener una buena relación con Venezuela,
pero también que en Venezuela haya unos parámetros que puedan
ser reconocidos como democráticos.

No conozco a Fidel Castro. Nunca he hablado con él. Lo único
que sé es que España tiene una relación intensa con Cuba,
por razones históricas muy fuertes, y lo que deseamos es que Cuba evolucione.
No creemos que dé resultado el bloquear, el hacer sólo una política
de oposición. Hay que combinar. Hay que hacer una política de
exigencias, pero también intentar ayudar en esa evolución.

Esta es la versión íntegra de la entrevista, que se realizó en
parte por escrito y en parte en persona.

FP

EDICIÓN ESPAÑOLA cumple
dos años. En
este tiempo, hemos visto el 11-M, un nuevo Gobierno a raíz de las elecciones
del 14-M y un cambio en la política exterior de España. Es un
buen momento para repasar la visión del mundo de José Luis Rodríguez
Zapatero, y su diplomacia, que algunos críticos ven como uno de sus
puntos flacos. Pero en este ámbito también el presidente parece
sentirse en forma
. Andrés Ortega

Andrés Ortega. Sus críticos le reprochan que
usted no se interesa lo suficiente por la política exterior, que la
agenda interna absorbe la mayor parte de su energía.

José Luis Rodríguez Zapatero. No lo creo,
no. Para empezar, ¿dónde están los límites entre
política nacional y política exterior en estos tiempos de la
globalización? Combatir el terrorismo de Al Qaeda, ¿qué es,
nacional o internacional? O, por citar otro ejemplo, negociar los presupuestos
de la Unión Europea tiene una clarísima doble dimensión:
española y comunitaria. Pero, en fin, incluso en términos clásicos,
me parece que tengo una intensa agenda internacional. Permítame que
repasemos tan solo las actividades del último trimestre de 2005, que
ha coincidido además con asuntos de peso de la agenda interna. En estos últimos
meses he viajado a Francia, Portugal e Italia para celebrar cumbres bilaterales,
he estado en Londres y en Bruselas para negociar los presupuestos de la Unión
Europea, he participado en Rabat en los actos del 50º aniversario de su
independencia y he firmado en Madrid una serie de importantes acuerdos con
el presidente chino Hu Jintao… Aun más, en España se han celebrado
en estos meses dos grandes eventos internacionales, la Cumbre Euromediterránea
en Barcelona y la Cumbre Iberoamericana en Salamanca, que en conjunto reunieron
a los gobiernos de unos sesenta países. Ah, y en Mallorca he tenido
la satisfacción de ver cómo una iniciativa española, la
Alianza de Civilizaciones, comienza a transformarse en un instrumento tangible
para la comunidad internacional con los trabajos del Grupo de Alto Nivel de
Naciones Unidas. Así que en estos últimos meses hemos podido
recoger los frutos de un intenso trabajo a escala mundial y hemos consolidado
la posición que España viene construyéndose desde que
llegué al Gobierno. Hoy, mantenemos excelentes relaciones con todos
nuestros vecinos directos, que es la principal obligación en política
exterior de un Gobierno. Las tenemos, y simultáneamente, con Francia,
Portugal, Marruecos, Italia y Argelia. Hoy, España es en el mundo sinónimo
de paz, de acción multilateral, de legalidad internacional, de promoción
de las libertades y de la igualdad, de lucha contra el terrorismo con la acción
policial, pero también con el encuentro entre culturas… España
es sinónimo de diálogo y de cooperación. Supongo que todos
estos hechos ponen lo suficientemente claro la importancia que tiene para mí una
acción internacional decidida.

A. O. En los sistemas democráticos, la dinámica
de la integración europea y otros factores hacen que la figura del presidente
de Gobierno, o del jefe del Estado en los sistemas presidencialistas, concentren
en su persona la política exterior. En el caso español, ¿quién
marca las grandes líneas de la política exterior? ¿El
presidente del Gobierno? ¿Colegiadamente el Consejo de Ministros? ¿El
ministro Moratinos o el ministro Bono?

R. Z. La marca el presidente del Gobierno. En todas las
democracias hoy en día la política exterior ocupa aproximadamente
el 50% del tiempo de la acción de un jefe de Gobierno o de Estado. Es
incuestionablemente un tema muy, muy situado en la presidencia del Gobierno,
pero no sólo en España, prácticamente en todos los países.

A. O. ¿Y Moratinos, o Bono?

R. Z. El desencuentro que hubo sobre si se vendían
a Angola 10 aviones fue una anécdota.

A. O. ¿Y respecto a Venezuela?

R. Z. La agenda respecto a Venezuela ha sido fijada por
el presidente del Gobierno, y en este caso también por el Consejo de
Ministros, que sí ha deliberado sobre ella, aunque no puedo desvelar
el contenido.

A. O. ¿Cree usted que el debate interno sobre el
modelo de Estado puede, según cómo, debilitar nuestra posición
en el exterior?

R. Z. El debate interno sobre el desarrollo del modelo
territorial no tiene mayor incidencia en la política exterior, que es
una competencia exclusiva del Estado. Sin embargo, en la medida en que seamos
capaces, como estoy seguro de que lo seremos, de articular un Estado en el
que todos podamos sentirnos más cómodos y en el que el ejercicio
de competencias sea más acorde con nuevos fenómenos que no existían
en 1978, creo que la mayor cohesión interna se proyectará también
en fortaleza hacia el exterior. En este terreno quiero recordarle que otra
de las novedades en política internacional de mi Gobierno es la participación
de las comunidades autónomas fronterizas en las cumbres bilaterales
con países como Francia o Portugal.

A. O. ¿Es usted un pacifista?

R. Z. Soy un defensor de la paz. Me gusta la paz, trabajo
para la paz y estoy convencido de que la resolución de los conflictos
por la vía del diálogo y la diplomacia, es la manera más
apropiada y también la más eficaz de preservar nuestra libertad
y nuestra seguridad. Soy un pacifista sin reservas, si por pacifista se entiende
el respeto y la adhesión a la Carta de Naciones Unidas, que incluye,
como todo el mundo sabe, el derecho a la legítima defensa en caso de
un ataque exterior. Como también la posibilidad de organizar misiones
humanitarias en el exterior debidamente autorizadas por el Consejo de Seguridad.
En esto me identifico plenamente con lo que ya constituye una larga tradición
española de participación. No creo que la solidaridad con los
europeos y atlánticos, a través de la cual España articula
su defensa, sea incompatible con la definición de pacifista. La defensa
de la paz no está reñida con el uso de la fuerza cuando ésta
es necesaria. Luchas como las libradas contra el nazismo y el fascismo son
un claro ejemplo de ello.

A. O. ¿Se considera duro o blando en
su diplomacia?

"Una de las realidades
imparables del siglo XXI es el fenómeno de la globalización,
que camina más deprisa que el pensamiento, y ante el que los gobiernos
tienen una preparación escasa"

R. Z. Ni lo uno ni lo otro. Me considero una persona de
firmes principios y valores. Soy absolutamente tajante en lo que se refiere
a la necesidad de respetar la legalidad internacional. También sobre
la necesidad de promover los derechos humanos y de erradicar la pobreza extrema.
Y, por supuesto, tanto en el orden interno como en política exterior,
soy un enemigo radical del terrorismo y un defensor a ultranza de la necesidad
de mejorar la coordinación internacional para prevenirlo y hacerle frente.

A. O. ¿Cuáles son sus principales referentes
históricos en política exterior?

R. Z. No soy mitómano y creo que es difícil
transponer las políticas concretas seguidas en un momento histórico
a otro en el que, necesariamente, las circunstancias son muy distintas. Pero,
haciendo un esfuerzo para tratar de responder a la pregunta, me quedaría
con la perseverancia en su lucha por la igualdad de derechos de Nelson Mandela.
También citaría a Roosevelt, que fue consciente de la necesidad
de hacer frente al nazismo, o a Kennedy, autor de la frase "pregúntate
qué es lo que puedes hacer tú por tu país". Los
socialdemócratas europeos, como Olof Palme y Willy Brandt, que tanto
hicieron por la construcción de un Estado de bienestar que mejore las
condiciones de vida de los europeos y que tanto lucharon por la democracia
en el mundo, también merecen mi admiración. Y, por supuesto,
incluiría en la lista también a Jean Monnet, gran precursor de
la integración europea, que me sigue pareciendo uno de los proyectos
más interesantes y productivos de la historia.

A. O. Y además de personalidades, ¿qué acontecimientos
constituyen sus referentes en política internacional?

R. Z. Dos cuestiones van a marcar el decurso de la visión
del mundo del siglo XXI. Uno es la caída del muro de Berlín.
Abrió el mundo y obligó a construir una nueva idea de Europa.
En cierta medida, puso en crisis todo un sistema construido desde la lógica
de la guerra fría. Y la segunda realidad es el fenómeno imparable
de la globalización, que camina más deprisa que el pensamiento,
y ante el que los Gobiernos tienen una preparación escasa. La globalización
es en última instancia la consecuencia de la revolución tecnológica
que va a ir más deprisa que el pensamiento político.

A. O. ¿Es el nuevo terrorismo transnacional un mal
endémico que combatir, pero también conllevar?

R. Z. Lamentablemente, la lucha contra el terrorismo internacional
no es una lucha a corto plazo. Hay que darle una respuesta inmediata a través
de una intensa y enérgica acción policial y judicial, que aún
tiene mucho que mejorar en su coordinación internacional. En este campo
de la acción directa contra el terrorismo internacional, España
tiene una posición líder, con casi 200 detenciones de presuntos
terroristas vinculados a las redes de Al Qaeda desde abril de 2004. Pero la
lucha policial por sí sola no es suficiente. También es fundamental
dar una respuesta de gran calado que contribuya a cerrar la brecha que algunos,
en uno y otro lado, pretenden ensanchar entre Occidente y el mundo árabe
y musulmán. Es indispensable desecar los pantanos donde germina y se
fortalece la plaga de ese terrorismo salvaje que hemos sufrido en Nueva York,
en Bali, en Casablanca, en Madrid, en Londres, en Sharm el Sheij, en Ammán…
Estoy hablando de intentar escuchar lo que sienten y experimentan esa inmensa
mayoría deseosa de paz de los pueblos árabes y musulmanes que,
demasiado frecuentemente, percibe que Occidente maneja un doble rasero en política
exterior del que casi siempre ellos salen perdiendo. Estoy hablando de comprometerse
a fondo en una solución justa y definitiva del conflicto entre israelíes
y palestinos; estoy hablando de promover más activamente los derechos
humanos, el desarrollo económico, la justicia social y la igualdad de
la mujer en el mundo árabe y musulmán; estoy hablando de fomentar
el diálogo y la cooperación entre Europa y el mundo mediterráneo,
entre Occidente y el mundo árabe e islámico. Todos tenemos un
enemigo común: los fundamentalismos y el terrorismo internacional.

A. O. ¿Se arrepiente de la decisión sobre
la retirada de las tropas españolas de Irak?

R. Z. No, al contrario. El tiempo está demostrando
de forma rotunda que fue una decisión acertada, no hay nada más
que mirar los telediarios. Le recuerdo que desde el principio me opuse a una
intervención militar que vulneraba la legalidad internacional y abría
una caja de Pandora muy peligrosa. Una vez en la presidencia del Gobierno,
retiré las tropas españolas de Irak en cumplimiento de una promesa
electoral, que estaba en sintonía con la voluntad de la inmensa mayoría
de los españoles. Creo, además, que el momento de la retirada
fue muy oportuno. De los contactos que mantuvimos con Estados Unidos extrajimos
la conclusión de que no se iba a cumplir la condición explícita
de nuestro compromiso electoral de que se transfiriera el mando a las Naciones
Unidas, como efectivamente no ha sido el caso hasta la fecha. Y por otro lado,
nuestras tropas empezaban a verse sometidas a un riesgo creciente que no tenía
sentido afrontar en vano.

A. O. ¿Tiene Irak solución?

R. Z. Todo, o casi todo, tiene solución, incluso
aunque cueste verla a corta distancia. La cuestión es si estamos dispuestos
a tomar las decisiones que nos podrían acercar más rápidamente
a la solución. En general, creo que cualquier crisis internacional requiere
una combinación de diplomacia multilateral y de diálogo político
entre las fuerzas domésticas, y que todo ello tiene mejores visos de
prosperar cuando el proceso lo dirige las Naciones Unidas.

A. O. Pongámonos dentro de dos años. A principios
de 2008. Francia tiene un nuevo presidente y una nueva Asamblea. Italia ha
pasado sus elecciones. Blair habrá cedido el número 10 de Downing
Street a su sucesor o estará a punto de hacerlo. Es año de elecciones
en Estados Unidos. Y se habrá agotado ya el periodo de reflexión
sobre qué hacer con la Constitución europea. Empecemos por esto último: ¿Qué tiene
que haber ocurrido para entonces? ¿Es aún rescatable la Constitución
europea? ¿Cree que hay que pensar en "otra cosa"?

R. Z. Sinceramente, creo que la pregunta contiene tantas
variables que tendremos que ir ajustando la reacción según se
vayan produciendo los hechos. España ha ratificado la Constitución
en referéndum y eso es una realidad, como lo es la ratificación,
en el Parlamento o a través de consulta popular, de muchos otros Estados
miembros. Pero también es una realidad que dos Estados la han rechazado
en referéndum. De ahí el periodo de reflexión, porque
estamos ante una situación para la que la propia Constitución
no contiene una solución jurídica. A medida que se vayan despejando
las variables iremos examinando la situación con nuestros socios europeos.
El tempo es importante y anticipando las posibles propuestas se corre
el riesgo de restarles efectividad. Pero, en todo caso, España entiende
que el no francés y holandés fue un no a una propuesta
concreta de articulación del proyecto europeo, pero no al proyecto en
sí y a su profundización, a los que España no esta dispuesta
a renunciar de ningún modo.

A. O. ¿Ve usted algún peligro de marcha atrás
en la integración europea?

R. Z. No. Lo que está en cuestión es a qué velocidad
nos integramos y de qué forma. Creo que la interdependencia europea
a todos los niveles, política, económica y crecientemente también
en el ámbito social, garantiza que el proyecto europeo seguirá avanzando.
Con crisis, con parones, como ha sido el caso desde su comienzo. Pero avanzando
al fin y al cabo. Como lo estamos haciendo también ahora, porque no
hay que olvidar que, pese a la crisis, las instituciones comunitarias siguen
funcionando, legislando y velando por su correcta aplicación. Europa
atraviesa un momento difícil, pero no más difícil que
otros que ya ha logrado superar. Por mi parte, estoy convencido que la respuesta
a la situación actual no es menos Europa, sino más Europa. ¿Qué otra
opción tenemos? Esta Unión es la que ha permitido que los europeos
podamos disfrutar de un periodo de paz, de libertad y de bienestar sin precedentes
en la historia de nuestro continente.

A. O. ¿Hay que reinventar Europa? A 25 o a 30 parece
algo muy diferente a lo que era sólo recientemente a 15.

R. Z. Quizá "reinventar" sería
excesivo, porque las ideas motrices del europeismo son no sólo válidas,
sino cada día más necesarias para nuestro continente y para el
mundo. La Unión es un proyecto que sigue siendo absolutamente válido,
un proyecto basado en un compromiso con la democracia, los derechos humanos,
el libre mercado y la cohesión social y territorial que respeta la pluralidad
de tradiciones y culturas. De lo que se trata es de que funcione mejor, de
que los ciudadanos perciban mejor su valía y su utilidad. Y es cierto
que las sucesivas ampliaciones hacen necesaria la adaptación de las
estructuras originales a un número cada vez mayor de Estados miembros.
Eso es precisamente lo que la Constitución ha intentado hacer: dotar
a la Unión de un proceso más ágil para la toma de decisiones.
Porque es evidente que la Unión de seis original, incluso con los sucesivos
parches que se le han ido poniendo, no puede funcionar eficazmente a 25 o con
más miembros.

A. O. ¿Deben fijarse límites geográficos
a la UE?

R. Z. De hecho ya los tiene, en la medida en que es indispensable
la pertenencia al continente europeo. Si Estambul no estuviera en Europa no
se le habría abierto la perspectiva de adhesión a Turquía.
Pero no es solo la geografía lo que define a la Unión Europea.
En este sentido, el inicio de negociaciones para la entrada de Turquía
es, sin duda, una buena noticia. Demuestra que Europa está unida en
torno a unos principios y valores compartidos y deja claro que si un país
realiza las reformas políticas, económicas y sociales necesarias
puede aspirar a la integración en el club europeo. El comienzo de esas
negociaciones deja claro que Europa no es exclusivamente un club cristiano.
Dicho esto, Turquía debe seguir por la senda de las reformas que garanticen
un absoluto cumplimiento de los derechos humanos, de la igualdad de las mujeres
y del Estado de Derecho.

A. O. Superada la negociación sobre las perspectivas
financieras, ¿cuáles son los siguientes retos que tiene España
en la UE? ¿Cómo se pasa de la cohesión a la excelencia?

Alianza: Kofi Annan y Zapatero
Alianza: Kofi Annan y Zapatero
en la Conferencia de Madrid contra el Terrorismo en marzo pasado.

R. Z. En primer lugar, permítame que le señale
que la aprobación de las perspectivas financieras es una buena noticia
para Europa, envía un mensaje positivo a los ciudadanos y a los agentes
económicos y sociales tras unos meses de incertidumbre. Hablemos ahora
de España. Lo primero a recordar es que, dado el vigoroso crecimiento
económico español y dada la realidad de la ampliación
a 10 nuevos países de economías situadas por debajo de la media
de la Europa de los Quince, era obvio que España debía aceptar
una reducción sustancial de los fondos de solidaridad. Pero mi Gobierno
trabajó intensamente en los últimos 20 meses para impedir un
corte abrupto, para impedir que el coste de la ampliación lo financiáramos
sobre todo los menos ricos entre los Quince, y conseguir una transición,
una reducción paulatina de los fondos clásicos. En ese sentido
me felicito de que sigamos recibiendo fondos de cohesión hasta 2013
y de que durante todo este período sigamos siendo receptores netos en
nuestra relación con la Unión Europea, es decir, vamos a recibir
más de lo que aportamos. También es cierto que mi Gobierno está muy
comprometido con el objetivo de mejorar la productividad y la competitividad
de la economía española y, en general, de las economías
europeas. Los fondos estructurales y el fondo de cohesión han sido un
apoyo muy importante para las regiones y los países menos prósperos,
pero no han conseguido la equiparación en I+D, que es la clave para
un crecimiento sostenido, para afrontar los retos de la globalización.
Me parecía absolutamente prioritario garantizar el acceso a fondos suficientes
que nos permitan corregir nuestro desequilibrio histórico en este campo
y lo hemos conseguido. Tenemos un fondo tecnológico especial para España
de 2.000 millones de euros.

A. O. Las encuestas suelen señalar que hay una mayoría
de europeos y españoles a favor de una política exterior común
europea, de un ejército europeo, de la UE como superpotencia, pero no
a gastar lo necesario para conseguirlo. ¿Cree usted que los europeos
en general, y España en particular, deben gastar más en seguridad? ¿Con
qué prioridades?

Tan lejos, tan cerca: Blair y Zapatero ante el 10 de Downing Street en julio de 2005.
Tan lejos, tan cerca: Blair
y Zapatero ante el 10 de Downing Street en julio de 2005.
 

R. Z. Debemos, sin duda, mejorar la seguridad colectiva
europea. Pero hay muchas maneras de hacerlo y no todas pasan por aumentar el
gasto en armamentos. En primer lugar, se mejorará la seguridad colectiva
a través de una mayor cohesión en política exterior. La
política exterior europea ya existe y progresa cada día, como
demuestran la asunción de la responsabilidad en Bosnia o la reciente
misión para asegurar el acuerdo sobre el paso de Rafah en Palestina.
Pero está claro que hay que seguir profundizando en ese campo. Y también
hay enormes posibilidades por explotar a través de una mayor coordinación,
una mayor integración de las industrias de armamento y de las Fuerzas
Armadas de los países europeos, sin necesidad de incrementar por ello
el gasto de un modo espectacular. Se trata, como han señalado varias
propuestas de la Comisión Europea, de hacer más eficaz el gasto
existente.

A. O. ¿Y en cuanto a Fuerzas Armadas? España
está en la cola en lo que a gasto de Defensa se refiere? Incluso así, ¿se
justifica lo que se gasta si España no puede poner más de 3.000
soldados a la vez en misiones en el exterior?

R. Z. Este Gobierno está haciendo grandes esfuerzos
para mejorar las condiciones de nuestros militares, por ejemplo, a través
de un aumento en sus retribuciones. Y me parece que las misiones en Afganistán,
en Haití, nuestra presencia en los Balcanes, por citar sólo las
más importantes, representan también un esfuerzo, a mi juicio
considerable, de nuestro país para contribuir a la paz y la estabilidad
internacionales. España tiene el peso que tiene y lo que sí podemos
decir ahora es que nuestros soldados están allí donde los españoles,
a través del Parlamento, quieren que estén.

A. O. Tenemos uno de los servicios exteriores más
pequeños de la UE, al menos en comparación con Estados equivalentes
y con algunos más pequeños. Es la reforma siempre pendiente.

R. Z. Estamos trabajando para mejorar esta situación.
La transformación del servicio diplomático clásico a los
retos del mundo moderno globalizado es una cuestión compleja a la que
no sólo se enfrenta España. Tenemos un servicio exterior muy
valioso, que ha sabido cumplir con su deber pese a la relativa limitación
de medios. Tenemos la voluntad y compromiso de mejorar su dotación y
articular formas de que nuestro servicio exterior pueda mejorar la imagen y
el peso de España de manera más eficaz. El informe sobre la reforma
del servicio exterior elevado al Gobierno ha supuesto un esfuerzo de reflexión
importante y creo que sienta las bases para que podamos afrontar esta asignatura
pendiente con garantías.

A. O. ¿Puede Europa aguantar con tanta pobreza y
miseria a sus puertas? ¿Qué hemos de hacer?

R. Z. No, los europeos no podemos consentirnos semejante
irresponsabilidad. Por un principio de equidad elemental, porque es insufrible
ver cómo los vecinos mueren de hambre, a mí al menos me resulta
insufrible, y también por propio interés, para evitar oleadas
migratorias incontroladas. La realidad actual de nuestros vecinos del Sur es
muy grave, especialmente en el África subsahariana, complicada aún
más en los últimos tiempos por una serie de plagas y sequías.
Todo esto está causando serios desequilibrios que desbordan todas las
fronteras. Los crecientes movimientos migratorios hacia el Norte están
creando fuertes presiones en nuestros vecinos inmediatos del Magreb, que se
han transformado ya en receptores de inmigración subsahariana. Y esta
presión ha llegado a Europa, a Ceuta y Melilla, que son sus puertas
de entrada, pero también al conjunto de la Unión, porque el bienestar
europeo es el principal objetivo de los que emigran. Por eso, Europa debe implicarse
más ante este fenómeno que nos toca a todos, y en este terreno
mi Gobierno ha asumido un papel de liderazgo en los últimos meses. Tenemos
que ayudar a nuestros vecinos del Sur. A los países del Magreb y a los
países del África subsahariana. Los europeos tenemos que cooperar
para reducir la pobreza y los desequilibrios, para que los jóvenes no
tengan que abandonar sus países en busca de un futuro mejor.

A. O. En ayuda al desarrollo, su Gobierno está cumpliendo
lo que prometió. Este año la AOD sube al 0,35% del PIB para llegar
al 0,5% en 2008 y al 0,7% después. De poder elegir, ¿no sería
más importante para las economías más desfavorecidas poder
exportar que recibir ayuda? Parece que no queremos (demasiados) inmigrantes,
pero tampoco sus tomates…

R. Z. No son elementos excluyentes sino complementarios.
Hace falta un mayor esfuerzo en ayuda al desarrollo. En realidad, lo que hace
falta es que cumplamos el compromiso internacional de destinar el 0,7% del
PIB, tal como recogen los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas para reducir
el hambre y la pobreza. Este compromiso sólo lo han cumplido algunos
países nórdicos, que se cuentan con los dedos de una mano. España
está en camino de hacerlo. Hace falta también que sigamos abriendo
nuestros mercados, pero no es cierto que no aceptemos sus tomates, al menos
los de nuestros vecinos, por seguir el ejemplo mencionado. Europa ya está abriendo
sus puertas a los productos agrícolas de los vecinos del sur del Mediterráneo.
La Asociación Euromediterránea ha conseguido unas cuotas de acceso
a Europa para los productos del Magreb muy sustanciales. Y las barreras para
el comercio de productos manufacturados son aún menores. La reciente
Cumbre Euromediterránea ha ratificado el objetivo de alcanzar lo más
plenamente posible un área de libre comercio en el Mediterráneo
para 2010. Todo esto ha permitido que la mayoría de nuestros vecinos
haya aumentado considerablemente sus exportaciones a la Unión Europea
en estos últimos diez años. Sin duda, este es un proceso progresivo
que seguirá avanzando y los europeos tenemos que adaptarnos a él,
concentrando nuestro esfuerzo productivo en áreas de mayor valor añadido.
Y, por supuesto, vamos a seguir necesitando inmigrantes y por lo tanto tenemos
que mejorar sustancialmente las vías para la emigración legal,
de tal manera que los que emigren lo hagan con garantías y puedan integrarse
plenamente en nuestras sociedades.

A. O. Esto nos ha llevado a la inmigración. La crisis
en Ceuta y Melilla ha puesto de relieve que este ya no era un problema sólo
español, sino europeo. ¿Qué espera usted de la UE a este
respecto?

R. Z. Creo que la realidad ha golpeado a las puertas de
la Unión y ha hecho evidente la necesidad de actuar. Europa ha reconocido
la importancia que tiene este fenómeno en el continente y, en buena
medida, esto se debe a la iniciativa española. España es hoy
el principal impulsor para que Europa se dote de una auténtica política
sobre inmigración. El tema ya está instalado en la agenda europea
y el propio presidente de la Comisión Europea,José Manuel
Durão Barroso, señaló que se trata de una de las prioridades
que se ha fijado la Unión. A propuesta de mi Gobierno, Europa destinará más
de 800 millones de euros para combatir la inmigración ilegal y regular
y ordenar la legal. Esas cantidades servirán para ampliar a toda la
costa mediterránea el sistema de vigilancia que hoy existe en el estrecho
de Gibraltar, para potenciar la cooperación entre Europa y los países
de origen y de tránsito y para mejorar la integración de los
inmigrantes en territorio europeo. Además, se destinará una parte
importante de estos fondos a paliar las causas profundas de la inmigración,
aumentando la cooperación y estimulando el crecimiento económico
de los países más afectados. Estas primeras acciones forman parte
de una amplia serie de medidas inmediatas y prácticas dentro de una
estrategia global. Iniciativas como la puesta en funcionamiento de la Agencia
Europea de Fronteras o la firma de tratados de readmisión con países
terceros permitirán una mejor gestión de la inmigración.
Países como España, Francia e Italia estamos avanzando en la
creación d el llamado espacio "Schengen del mar", una cooperación
reforzada que aumentará el control marítimo en el Mediterráneo
occidental a partir de enero para luchar contra las mafias que explotan la
inmigración ilegal . A su vez, España y Francia estamos cooperando
activamente junto con Marruecos en la preparación de una Conferencia
ministerial euroafricana sobre inmigración en Rabat antes del verano,
que deberá reunir a los principales países de origen, tránsito
y destino de emigrantes, con el objetivo de acordar una gestión conjunta
y positiva para todas las partes. Se trata de una conferencia que propusimos
España y Marruecos y que ya ha recibido el respaldo de los 35 países
de la Asociación Euromediterránea. Todo esto se complementará con
una mayor ayuda al desarrollo de los países africanos emisores de emigrantes,
para atajar el fenómeno en el origen. Como puede ver, el fenómeno
inmigratorio, tal como a propuesto España, es a partir de ahora una
de las prioridades de la agenda europea. Volver la vista a Europa, mejorar
las relaciones con nuestros vecinos, con los países de la Unión,
con Francia, con Alemania, con Reino Unido, es, sin duda, la mejor política
que puede seguir un Gobierno en España.

A. O. Francia está en crisis existencial y social.
Alemania, con la gran coalición, intenta resolver sus problemas internos,
y con una visión más restrictiva y egoísta de Europa. ¿Sigue
siendo conveniente su apuesta por acercarse al eje franco-alemán?

R. Z. Francia y Alemania son fundadores de la Unión,
grandes economías y países muy cercanos a España, tanto
por la vecindad de Francia como por la sustancial contribución histórica
de Alemania a nuestro proceso de transición a la democracia, y también,
por qué negarlo, a nuestro desarrollo económico como principal
contribuyente neto al presupuesto comunitario. Así que me parece absolutamente
conveniente seguir estrechando lazos con estos dos países que, sin duda,
van a seguir siendo cruciales en el proceso de integración europea.
Mis relaciones con Chirac y Villepin son, como es sobradamente conocido, excelentes,
y la Asamblea Nacional me hizo el honor de convertirme en el primer presidente
del Gobierno español en pronunciar allí un discurso. Con Angela
Merkel ya tuve un Barcelona un primer encuentro muy cordial, en el que ella
afirmó su disposición a mantener con mi Gobierno el tipo de relación
estrecha que sostuvieron los de Köhl y Felipe González. Pero, por
supuesto, no hay ninguna exclusividad. Tengo una excelente relación
con Portugal, su Gobierno y su primer ministro. Y una intensa relación
de trabajo con Reino Unido, Italia y Polonia, entre otros. Las amistades, alianzas
y complicidades de España en el seno de la Unión Europea son
múltiples.

A. O. Hay muchas cosas en común con el Reino Unido.
También diferencias. ¿Ve usted que se refuerce la relación
entre Madrid y Londres? ¿Hay sintonía con el Nuevo Laborismo?

"Blair, al igual
que yo, piensa que mejorar la seguridad ciudadana es de izquierdas, puesto
que las principales víctimas de la delincuencia son las clases
medias y populares"

R. Z. En éste, como en otros terrenos, los críticos
de mi Gobierno deberían poner su reloj en hora. Mis conocidas diferencias
con Tony Blair sobre la guerra de Irak pertenecen al pasado. Los dos dejamos
este tema atrás hace ya bastante tiempo. Tengo con él mucha sintonía
política en muchos otros asuntos. He estudiado con atención la
importante renovación del laborismo que llevó a cabo y que ha
logrado romper con algunos prejuicios de la izquierda. Por ejemplo, Blair,
al igual que yo, piensa que mejorar la seguridad ciudadana es de izquierdas,
puesto que las principales víctimas de la delincuencia son de las clases
medias y populares, ya que los más ricos pueden pagarse una seguridad
privada. También estoy de acuerdo con su defensa de una economía
abierta y competitiva, con un presupuesto público equilibrado y sin
déficit crónico. Un partido de izquierdas no tiene por qué gobernar
subiendo incesantemente los impuestos y los gastos. En España, los presupuestos
de 2006 son los que incluyen más gasto social, en pensiones, en sanidad,
en educación y en infraestructuras públicas, en mucho tiempo.
Y todo esto sin subir los impuestos y manteniendo el rigor fiscal. No sólo
sin déficit, sino con superávit. Por su puesto, también
tengo mis puntos de desencuentro con Blair. Él es británico,
y en su país hay una fuerte corriente de euroescepticismo, y yo soy
español, y como la gran mayoría de los españoles, soy
un europeísta convencido, un firme defensor de la construcción
de una Europa fuerte. Pero, aún con esta diferencia, los dos coincidimos
en la necesidad de reforzar algunos aspectos de la Unión, como aumentar
la productividad y la competitividad y alcanzar metas más ambiciosas
de inversión en I+D, tal como se acordó en la Agenda de Lisboa.
Coincidimos a su vez en que la inmigración es un fenómeno que
nos afecta a todos y que debe estar en el centro de la agenda europea. Y compartimos
también el dolor por los ataques terroristas del 11-M en Madrid y del
7-J en Londres y la necesidad de darles respuestas múltiples, incluida
la Alianza de Civilizaciones, que Blair apoyó explícitamente.

A. O. ¿Vamos a un mundo multipolar? ¿Quiere
usted una Europa (aunque sea a menos) "potencia", es decir, que
pese en el mundo?

R. Z. Creo que la Unión Europea es fundamentalmente
buena para la ciudadanía europea que, gracias a ella, tiene garantías
de paz, democracia y libre mercado en el horizonte temporal previsible. Pero
también creo que la Unión irradia una influencia positiva para
el resto del mundo. Y, por tanto, sí quiero una Europa que cada vez
más contribuya al bienestar internacional con misiones de paz, con logros
históricos como la Corte Penal Internacional y el Protocolo de Kioto,
promoviendo la abolición de la pena de muerte, siendo el mayor contribuyente
mundial de ayuda al desarrollo, luchando contra la pobreza y las enfermedades
y abogando por el desarrollo sostenido. Es decir, pienso que también
el mundo necesita más Europa y no menos Europa.

A. O. ¿Cómo evolucionará la política
exterior de EE UU en los próximos años?

"Estados Unidos puede
y debe ser clave para que este siglo esté regido por el multilateralismo
y el respeto de la legalidad internacional, por el continuo avance de
los derechos humanos y la democracia"

R. Z. Francamente, creo que es mejor dejar las predicciones
para otros con más libertad para equivocarse. Sí le puedo decir
lo que yo deseo, lo que yo espero de un Estados Unidos que ha realizado una
contribución sin parangón al progreso de la democracia y la libertad
en el mundo. Estados Unidos fue crucial para acortar la Primera Guerra Mundial.
Estados Unidos fue todavía más crucial para detener a Hitler
y crear Naciones Unidas. Y también para apoyar desde fuera el proceso
de integración europea, que no se olvide, o para la creación
del GATT, hoy reemplazado por la Organización Mundial de Comercio. Y
lo que yo deseo es que Estados Unidos siga haciendo esa contribución
en el siglo XXI. Estados Unidos puede y debe ser clave para que este siglo
esté regido por el multilateralismo y el respeto de la legalidad internacional,
por el continuo avance de los derechos humanos y la democracia. Y deseo que
más pronto que tarde se incorpore a aquellas áreas en las que
la Unión Europea ha tenido que avanzar sin este gran aliado, como la
Corte Penal Internacional o el Protocolo de Kioto. Con los europeos y los estadounidenses
trabajando en sintonía, la libertad y la seguridad internacionales son
más fuertes.

A. O. Sin duda, su Gobierno ha hecho una de sus prioridades
restablecer unas buenas relaciones con Marruecos. El país parece sin
embargo algo parado en sus reformas. Y las relaciones con Argelia han empeorado.
Tras la Cumbre Euromediterránea de Barcelona, ¿qué hacer? ¿Cómo
impulsar el desarrollo y la integración del Magreb?

R. Z. Marruecos, sin duda, es una prioridad de nuestra política
exterior y mi Gobierno ha logrado restablecer con ese país unas relaciones
que se habían deteriorado de modo ostensible, peligroso incluso. Pero
no estoy de acuerdo con su valoración sobre el proceso de reformas en
Marruecos. Al contrario, los grandes organismos internacionales, como la Comisión
Europea y el Banco Mundial, son unánimes sobre la solidez y el buen
ritmo del proceso. En el mundo árabe, Marruecos compite con Jordania
por el primer puesto del ranking reformista. Es indudable que esas
reformas necesitan de cierto tiempo para que sus resultados sean palpables.
Pero Marruecos ha mejorado la situación de la mujer como no lo ha hecho
ningún país árabe, estudia una ambiciosa ley de partidos
políticos y sigue profundizando en la apertura y liberalización
económicas. Está claro que Marruecos también afronta grandes
retos, desde el control de la demografía hasta la mejora del Estado
de Derecho, pasando por la presión migratoria subsahariana. Y lo que
debemos hacer desde España, lo que está haciendo mi Gobierno,
es ayudarle a afrontar esos retos desde la amistad y la buena vecindad. También
es verdad que otro de esos retos es la mejora de sus relaciones con Argelia.
España es firme partidaria no sólo de esa mejora sino de la verdadera
puesta en marcha del proceso de integración magrebí. Permítame
ahora que rechace la idea contenida en su pregunta de un supuesto empeoramiento
de las relaciones de España con Argelia, que es un país que también
consideramos estratégico. Con Buteflika, con el que me he visto en Argel
y en Madrid, tengo una buena relación y él tuvo la amabilidad
de invitarme a pronunciar un discurso ante la cumbre de la Liga Árabe,
por no mencionar que estamos trabajando conjuntamente en la perspectiva del
segundo gaseoducto entre nuestros países. Vamos a ver, lo que ha cambiado
con mi Gobierno es una cierta tendencia del pasado a que prevalezca unas veces
la relación con Marruecos y otras con Argelia. Ese juego se acabó.
Nosotros no vemos las relaciones con Marruecos y con Argelia como un juego
de suma cero. Al contrario, queremos tener relaciones cada vez más fluidas
con cada uno de ellos para abordar las cuestiones bilaterales y contribuir
también a la resolución de cuestiones de interés común,
como el conflicto del Sáhara Occidental. El fin de este largo conflicto
es una prioridad para resolver la situación humanitaria de la población
saharaui y para impulsar la integración regional del Magreb. Nuestra
posición sobre el Sáhara Occidental no ha cambiado. Seguimos
abogando por una solución justa, definitiva y acorde con la legalidad
internacional, que debe alcanzarse con la ayuda de y en el marco de Naciones
Unidas. Lo que sí ha cambiado en relación al pasado es que ahora
intentamos ser más activos en la búsqueda de esa solución.

A. O. Ha lanzado la iniciativa de una Alianza de Civilizaciones,
que mencionó antes. Parece, fundamentalmente, un proyecto político
y social. Pero ¿ve usted en el horizonte que conduzca a medidas concretas
operativas? ¿A un tratado?

R. Z. La Alianza de Civilizaciones ya es un proyecto concreto,
materializado en los trabajos del Grupo de Alto Nivel de Naciones Unidas, que
tuvieron su primera reunión en Mallorca a finales de noviembre. Esta
reunión representa un avance formidable, si se recuerda que lancé esta
iniciativa hace poco más de un año. En este breve lapso de tiempo,
la Alianza de Civilizaciones ha recogido un sinnúmero de apoyos significativos,
entre ellos el de líderes mundiales, como Tony Blair y Kofi Annan, y
el de foros internacionales como la Asamblea General de la ONU, la Conferencia
Iberoamericana y la Liga Árabe. Hemos avanzado mucho. Desde luego, mucho
más de lo que vaticinaban algunos agoreros que me acusaron de ingenuo
y de iluso tras mi discurso en la Asamblea General de 2004. Este gran avance
y estos respaldos son también una medida de que esta iniciativa viene
a llenar un vacío existente. Hasta ahora nadie había centrado
lo suficiente la atención mundial en la necesidad de actuar contra el
abismo que algunos pretenden crear entre Occidente y el mundo islámico.
Es un reto a medio y largo plazo muy complejo y, sin duda, es mucho más
fácil no intentarlo. Pero estoy convencido de que el diálogo
y la cooperación son la respuesta estratégica en la lucha contra
el terrorismo internacional, el complemento político, social y cultural
necesario de la acción policial y judicial. La Alianza de Civilizaciones
es un arma para atacar a las ideologías extremistas que fomentan el
odio, el radicalismo, la xenofobia y la discriminación, un instrumento
para ganar la batalla de los corazones y las mentes. Esta iniciativa está ahora
en manos del secretario general de Naciones Unidas y confío en que los
trabajos que se están llevando a cabo nos dotarán de iniciativas
concretas en los terrenos de la política, la educación, los medios
de comunicación de masas, la cooperación internacional. Las cosas
van por bastante buen camino. Así al menos opinan nuestros socios europeos,
que manifestaron su adhesión explícita a la iniciativa en una
reunión específica que mantuvimos en la reciente Cumbre Euromediterránea
de Barcelona.

Brecha: Bush saluda al presidente del Gobierno español durante la Cumbre de la OTAN hace un año.
Brecha: Bush
saluda al presidente del Gobierno español durante la Cumbre de
la OTAN hace un año.
 

A. O. Desde la visita del presidente Hu Jintao
a Madrid, España se ha convertido en socio estratégico de China. Pero nuestras
empresas, con alguna excepción, están retrasadas en su presencia
en China respecto a otros países de nuestro entorno.

R. Z. El Gobierno está haciendo un gran esfuerzo
para mejorar la presencia española en China. En un nuevo ejemplo de
la intensa actividad internacional desplegada por mi Gobierno, en el segundo
semestre de 2005 hemos avanzado de forma notable en las relaciones bilaterales.
Primero con mi visita a Pekín el mes de julio y luego con la visita
a Madrid del presidente Hu Jintao en noviembre. Es un gigante emergente y es
muy importante que nuestros agentes económicos participen de su crecimiento.
Hay un ejemplo clarísimo que demuestra la virtud de la cooperación
mutua. España, destino turístico de primer orden, puede beneficiarse
de los millones de turistas chinos que empiezan a disfrutar de su ocio fuera
y que lo harán cada vez más en los próximos años.
Y, al mismo tiempo, la industria turística española puede ser
muy útil para el desarrollo turístico de China, que también
está llamada a convertirse en un destino importante en los próximos
años. La apertura de un Instituto Cervantes en Pekín y de un
Instituto Confucio en Madrid nos ayudará a acercar nuestras culturas
y dar más visibilidad a España en aquel país. Pero hay
mucho más, por supuesto, porque nuestras empresas tienen mucho que aportar
en otros sectores clave, como por ejemplo, el tratamiento de residuos. Acabamos
de lanzar el Plan Asia en el que China tiene un papel importante. Y el Ministerio
de Industria lanzó hace unos meses un plan integral para China que ya
está empezando a dar resultados concretos. Sí, también
aquí estamos trabajando en recuperar el terreno perdido.

A. O. Pero una de las asignaturas pendientes de la política
exterior española es otro país en ascenso: India.

R. Z. Efectivamente, India es la mayor democracia del mundo
y tiene unos niveles de crecimiento también impresionantes, aunque generalmente
se les preste menos atención que a los de China. El Plan Asia también
incluye una serie de actuaciones importantes en India, país que tengo
intención de visitar en cuanto sea posible.

A. O. Lula era un referente central para toda América
Latina. Pero día a día se ve rodeado de más problemas
de corrupción en su partido. ¿Qué referentes tendrá ahora
América Latina en año de elecciones casi en todo el continente?

R. Z. Brasil va a seguir siendo un referente en América
Latina, como México, Argentina, Chile y otros, con independencia de
los problemas de política interna que puedan surgir y de cómo
se resuelvan. Creo que las perspectivas actuales de América Latina son
bastante buenas, pese a los problemas puntuales de éste o aquel país.
Las economías están creciendo a un ritmo sin precedentes en las últimas
décadas y se está consolidando el Estado de Derecho. En cuanto
a mi Gobierno, al igual que lo ha hecho en los terrenos europeo y mediterráneo,
hemos retomado la tradicional buena relación española con América
Latina, una relación basada en la igualdad y la solidaridad, y con esa
filosofía me va usted a permitir que no le exprese opiniones sobre líderes
elegidos democráticamente. Lo importante es que España está absolutamente
comprometida con la consolidación de la democracia y del desarrollo
económico en América Latina y con la consecución de una
mayor cohesión social y territorial. Y lo va a seguir estando. La celebración
de la Cumbre Iberoamericana en Salamanca, el pasado octubre, es una prueba
más del compromiso de España. Esta Cumbre ha significado la puesta
en marcha de la Secretaría General Iberoamericana, una institución
que dará una voz propia a los 22 países que integramos esta comunidad.

A. O. ¿Qué le sugieren estos tres nombres:
Evo Morales, Chávez y Castro?

R. Z. Evo Morales acaba de ganar y, por tanto, tenemos
que tener un tiempo de espera, e intentar ayudar a un país que tiene
una problemática social y de cohesión territorial muy importante.
Venezuela arrastra una situación difícil desde la caída
del sistema tradicional de partidos. Más allá de lo que pueda
generar la figura de Hugo Chávez, que tiene que ser respetada porque
ha sido votada, la pregunta es por qué se produjo la destrucción
de un sistema de partidos caracterizado por Adeco y Copei. Porque ahí han
influido factores que tienen mucho que ver con la visión, equivocada
en mi opinión, que a veces se tiene de Latinoamérica, y de las
peores prácticas en la acción de los gobiernos. Venezuela es
un país que necesita un proceso de desarrollo y consolidación
de instituciones democráticas, y no ha asido una buena noticia que la
oposición no participara en las elecciones legislativas. Ganando Chávez
o quien sea, España quiere tener una buena relación con Venezuela,
pero también que en Venezuela haya unos parámetros que puedan
ser reconocidos como democráticos.

No conozco a Fidel Castro. Nunca he hablado con él. Lo único
que sé es que España tiene una relación intensa con Cuba,
por razones históricas muy fuertes, y lo que deseamos es que Cuba evolucione.
No creemos que dé resultado el bloquear, el hacer sólo una política
de oposición. Hay que combinar. Hay que hacer una política de
exigencias, pero también intentar ayudar en esa evolución.

Esta es la versión íntegra de la entrevista, que se realizó en
parte por escrito y en parte en persona.