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Una mujer colombiana que se dedica a la pesca de gambas. LUIS ACOSTA/AFP via Getty Images

La gobernanza de los océanos y el sector pesquero, así como la industria y la ciencia vinculada a los recursos marinos, deben caminar hacia la igualdad de género y la diversidad. Solo si la economía azul es justa y sostenible logrará brindar de grandes oportunidades a las nuevas generaciones.

¿Sabe quien fue Elisabeth Mann Borgese? “La madre de los océanos”, nada más y nada menos. Este fue el apodo que se ganó esta experta alemana en Derecho del mar y activista medioambiental por consagrar su vida al conocimiento y a la protección de esas inmensas aguas que cubren el 70% de nuestro planeta. Unos océanos vitales para el comercio global y el equilibrio de los ecosistemas, puesto que absorben el 30% de los gases de efecto invernadero, amortiguando el impacto del calentamiento global. Mann Borguese es un nombre conocido en una larga lista de mujeres —generalmente desconocidas — que centran sus esfuerzos en la investigación y el activismo en los océanos. A ellas además se unen las que trabajan en la industria pesquera y en otros sectores relacionados con los recursos marinos, fundamentales para la seguridad alimentaria y el bienestar de comunidades enteras: el 12% de la población mundial depende de océanos, mares y recursos marinos para su supervivencia.

A día de hoy el papel de las mujeres en el estudio de los océanos en el ámbito académico arroja datos bastante alentadores: “las científicas representan de media un 38% de los investigadores en las ciencias oceánicas, alrededor de un 10% más que en las ciencias en general”, sostiene el Informe Mundial sobre Ciencias Oceánicas. Además, se observa un mayor equilibrio de género en comparación con otras áreas científicas, con Croacia, Ecuador, Argentina, Surinam y Angola a la cabeza, con más del 50% de investigadores oceánicas mujeres. Eso sí, el informe también advierte que los datos varían en gran medida según las categorías y los países.

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La capitana de un grupo de cinco mujeres científicas cerca de las aguas del Caribe investigando el suelo oceánico. Bettmann Archive/Getty Images

Más allá de las buenas noticias en el ámbito de la ciencia, nos encontramos con una realidad menos halagüeña respecto a las circunstancias de las mujeres involucradas en el sector de la pesca. Esta industria continúa siendo un terreno de hombres, a pesar de que el 47% de los 120 millones de personas que viven gracias a las ganancias de la pesca y el procesamiento son mujeres. El trabajo de ellas tiende a ser invisible, poco reconocido en la cadena de suministro y donde las tareas están fuertemente marcadas por los roles de género. Las actividades que generan más ingresos suelen estar en manos de ellos mientras que las labores menos cualificadas, peor pagadas y con menores niveles de protección laboral son ejercidas de manera mayoritaria por mujeres. Como resultado las cifras hablan por sí solas: las trabajadoras del sector pesquero ganan de media un 64% del salario del hombre por el mismo tipo de tareas; están claramente infrarrepresentadas en los puestos de responsabilidad, el 54% de las compañías de la industria no tienen ninguna mujer en sus consejos directivos y, además, solo una de las 100 compañías pesqueras más grandes del mundo estaba dirigida por una mujer, según la ONU (datos de 2016). En resumen, el panorama que dibujan las cifras y los estudios es de clara desigualdad, falta de inclusividad y la correspondiente pérdida de potencial humano.

Por otra parte, la presencia de mujeres en actividades tales como el transporte marítimo (de personas y mercancías) o la extracción offshore de recursos naturales como el gas y el petróleo continúa también siendo baja. Solo el 2% de los marineros son mujeres en todo el mundo, suelen estar empleadas sobre todo en la industria de los cruceros, y a menudo se encuentran con prejuicios de género, bulling y acoso sexual. Sorprendentemente, y a pesar de esta realidad, el número de aquellas que apuestan por una carrera en mares y océanos parece estar experimentando un constante incremento en los últimos tiempos, con más mujeres que se gradúan en centros con programas y formación relacionados con diferentes actividades vinculadas a los océanos. De todas formas, el gran desafío de garantizar su seguridad, bienestar y apoyarlas para que asuman puestos de liderazgo en el sector continúa siendo una asignatura pendiente. En ello insiste Farah Obaidullah, fundadora de Women4Oceans y activista por la protección de los océanos: “aunque es genial ver a más mujeres ocupar empleos en el mar, las reglas vigentes con respecto a su salud y seguridad aún muestran deficiencias. Desde medicamentos disponibles en el mar (en gran medida adaptado para hombres) a protocolos de seguridad en caso de acoso o ataque sexual, todavía queda mucho trabajo por hacer”.

Y es que no solo por justicia social y equidad se necesitan más mujeres presentes en la investigación, el sector pesquero, la gestión de los recursos marinos y en las decisiones a cerca de la gobernanza de mares y océanos, sino que además la emergencia climática y el rápido deterioro medioambiental hace muy urgente la búsqueda de nuevos enfoques y soluciones de calado. Por esta razón, las experiencias y perspectivas de las mujeres —como de comunidades indígenas y otros actores marginados del debate y del liderazgo —van a ser esenciales para abordar de manera global los múltiples desafíos que enfrentan los océanos. Retos que van desde la contaminación (sobre todo de residuos plásticos) y el aumento de la temperatura y la acidificación de las aguas, hasta la sobreexplotación pesquera, la necesidad de garantizar el bienestar del 40% de la población mundial que habita áreas costeras —que podría duplicarse para 2025—, pasando por la seguridad marítima. Todos ellos son asuntos cruciales para lograr unos océanos sanos y seguros.

 

Mujeres y sostenibilidad

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Dos mujeres con sacos de ostras en un bosque de manglares en Banda Aceh, Indonesia. Ampelsa / Opn Imagesa/Barcroft Media via Getty Images

Es importante no olvidar que existen estudios que arrojan algunas conclusiones muy interesantes sobre el vínculo entre mujeres y prácticas más sostenibles. Está sólidamente documentado que los efectos del cambio climático se ceban sobre todo con los más vulnerables, mujeres y menores. Tras esta vulnerabilidad subyacen factores como la pobreza —la mayoría de los pobres del mundo son mujeres— y la labor clave de éstas en la alimentación de las familias. Son ellas quienes sufren en primera línea la escasez de alimentos y agua derivada de la degradación medioambiental y el cambio climático. En las costas del Pacífico, por ejemplo, la población femenina juega un papel clave en las comunidades pesqueras, contribuyendo de manera directa a la seguridad alimentaria y a los ingresos familiares. Pero, ¿son ellas especialmente proclives a llevar a cabo prácticas más sostenibles en mares y océanos? ¿Podrían aportar un valor añadido en la conservación marina? Algunos estudios destacan que las mujeres “promueven más las acciones colectivas y normas sociales" para lograr una mejor gestión medioambiental y, por otro lado, “las mujeres mayores parecen ser esenciales en el traspaso de conocimiento tradicional sobre los ecosistemas”. Otras investigaciones señalan que ellas “han mostrado mejores aptitudes a la hora de cambiar comportamientos con el fin de reducir la extracción de recursos” y que son actores muy relevantes a la hora de “adoptar principios éticos que inicien el cambio de comportamientos individuales, actitudes y acciones hacia la sostenibilidad en la pesca”. A esto se le une la conocida labor de las mujeres en la protección de los manglares en África y Asia, una tarea vital en la resiliencia de las comunidades costeras frente a los efectos del cambio climático.

En definitiva, las conclusiones de estos estudios prometen interesantes sinergias entre el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 5, sobre igualdad de género, y el ODS 14 a cerca de la conservación de los ecosistemas marinos. Además invitan a profundizar en la investigación sobre el vínculo entre mujeres y prácticas que fomentan la sostenibilidad, con el objetivo de identificar un posible valor añadido de las féminas en la gestión de los mares y océanos, y dilucidar si un mayor protagonismo de ellas en la toma de decisiones podría derivar en la adopción de enfoques más sostenibles.

 

Economía azul: ¿una oportunidad real para ellas?

A pesar de ser uno de los principales sistemas de nuestra biosfera, los océanos continúan siendo unos grandes desconocidos en el siglo XXI: más del 80% de estas aguas permanecen inexploradas por los seres humanos. Sin embargo, esto podría comenzar a cambiar de manera rápida en las próximas décadas a causa de la economía azul, entendida como "el uso sostenible de los recursos oceánicos para el crecimiento económico, la mejora de los medios de vida y el empleo, así como la salud del ecosistema de los océanos", según lo define el Banco Mundial. Esta nueva frontera económica augura transformar de manera definitiva las actividades tradicionales (pesca, turismo, transporte marítimo, etcétera), al mismo tiempo que emergen nuevas industrias en el ámbito de las energías renovables, la biotecnología, la minería del suelo marino, la acuicultura en alta mar, entre otras. En resumen, se trataría de sacar mucho mayor partida a los océanos con la ayuda del desarrollo tecnológico con la vista puesta en urgentes desafíos que van desde la seguridad alimentaria de las casi 10.000 millones de personas que habitará el planeta en 2050 —obteniendo más alimentos de los océanos sin privar a futuras generaciones de recursos—, hasta la necesidad de satisfacer las demanda futuras de energía y puestos de trabajo.

Un mar de posibilidades que no está exento de preocupaciones por parte de científicos y medioambientalistas que temen que se repliquen "modelos extractivistas que no tengan en cuenta los límites del planeta ni a toda la población", defiende Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático y energía de Greenpeace España. La economía azul puede abrir una ventana de oportunidades para mujeres, jóvenes, comunidades indígenas y migrantes en la medida en la que se logre sacar "el máximo beneficio económico y social, minimizando la degradación medioambiental, de la pesca y la acuicultura", sostiene un reciente estudio de la FAO. Ambos sectores en los que las mujeres han estado tradicionalmente presentes, pero en las que su potencial se encuentra constreñido por obstáculos de tipo estructural, ellas son más vulnerables a la desigual distribución de riqueza y recursos; barreras de género, vinculadas a tabúes y prácticas culturales; hándicaps relacionados con una mayor dificultad de acceso a créditos y formación, así como las barreras de naturaleza participativa, o lo que es lo mismo, la falta de voz en los procesos de toma de decisiones. A esto se une el  riesgo de que los modelos y los valores existentes, como suele ocurrir, se resistan al cambio: "si permitimos que las visiones patriarcales dominen el sector, las mujeres no solo estarán en riesgo de acoso, desigualdad salarial o falta de oportunidades, sino que existe el peligro real de que sean presionadas a imitar un estilo patriarcal y, en consecuencia, la economía azul perderá los beneficios de la perspectiva femenina", argumenta Obaidullah.

 

Cómo evitar que las mujeres se queden detrás

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Sophie Dingwall, miembro de la tripulación de un barco que lleva a cabo una misión enfocada a los residuos plásticos, Plymouth, Reino Unido. Ben Birchall/PA Images via Getty Images

Sin lugar a dudas, el gran reto de la economía azul es impedir que la sostenibilidad medioambiental y la inclusividad social se pierdan por el camino. ¿Cómo podemos impedirlo? En primer lugar, se necesita seguir investigando el papel de las mujeres en la gestión de los recursos marinos, con un doble objetivo: analizar en profundidad las dinámicas que favorecen el androcentrismo con el fin de combatirlo de manera más eficiente, así como visibilizar las contribuciones y el valor añadido de las trabajadoras de este ámbito. En segundo, son primordiales las políticas y programas que garanticen más educación, formación, derechos laborales y acceso a financiación. Impulsar la mentoría y las redes de contactos puede ser también una muy buena estrategia en la búsqueda de una mayor integración de las mujeres en el sector marítimo, ayudarlas a sacar más beneficios económicos y sociales de sus actividades y aumentar su capacidad de liderazgo en los sindicatos y en la ciencia, además de incrementar su influencia institucional a la hora del modelar políticas medioambientales. Por último, en el apartado de narrativas y valores, también hay mucho por hacer, puesto que es preciso abordar las barreras culturales que sostienen el dominio masculino del sector, al mismo tiempo que se evoluciona desde la idea de la mujer como “sujeto pasivo a la del agente del cambio”. Desde los actores sociales, la equidad y la igualdad en la gestión del clima y los océanos deber ser igualmente demandas, “porque ahora mismo hay políticas que estás dando directamente la espalda a la sostenibilidad y la igualdad”, advierte Nuño.

Todas estas medias no pueden dejarse para mañana, corren prisa, porque “el segmento demográfico de siempre (hombres blancos, habitualmente) están decidiendo el destino de la economía azul”, alerta Obaibullah. “Mujeres y otros segmentos demográficos deben levantar la voz y trabajar por unos océanos sanos, porque solo juntos y abrazando nuestra diversidad podremos desarrollar una economía azul más inclusiva y resiliente”, concluye la fundadora de Women4Oceans. Y es que la economía azul necesita beber del conocimiento, experiencias e intereses de todos los actores involucrados, porque solo si es diversa, inclusiva y sostenible representará un verdadero progreso para la humanidad.