Umar Faruk Abdulmutallab, conocido como “el terrorista de los calzoncillos”, tras ser condenado culpable, Estados Unidos. Bill Pugliano/Getty Images
Umar Faruk Abdulmutallab, conocido como “el terrorista de los calzoncillos”, tras ser condenado culpable, Estados Unidos. Bill Pugliano/Getty Images

Los terroristas islamistas provenientes de los países musulmanes no son necesariamente personas desesperadas y sin provenir. Más bien se trata de gentes educadas por encima de la media de sus sociedades de origen. Y hay entre ellos una sobrerrepresentación extraordinaria de ingenieros. Esa es, al menos, la conclusión de un reciente estudio basado en el análisis pormenorizado de los perfiles de medio millar de yihadistas.

Abdul tenía por delante un futuro prometedor. En tan sólo tres años había conseguido multiplicar por cuatro su sueldo inicial de ingeniero. Vivía una vida próspera en Mumbai (India) con su mujer y sus tres hijos. Su carrera iba bien, y los compañeros de trabajo le definían como un profesional excepcional. Sin embargo, en 2001 abandonó su puesto en la empresa Datamatics. Se explicó por carta ante sus jefes: “Quiero informarles de que he decidido dedicar un año completo a asuntos religiosos y espirituales”. En realidad, su objetivo era lanzar la yihad contra el Gobierno indio. Abdul Subhan Qureshi es el líder del Movimiento de Estudiantes Islámicos de India, un grupo responsable, entre otros, del atentado contra los trenes en Mumbai del 11 de julio de 2006. Murieron 190 personas.

Su perfil es uno de los 497 que estudian al detalle Steffen Hertog, profesor de la London School of Economics, y Diego Gambetta, de la European University Institute de Florencia. En su libro, Ingenieros de la Yihad: la curiosa conexión entre educación y extremismo violento (Princeton University Press, 2016), concluyen que hay un porcentaje desproporcionado de ingenieros entre los islamistas radicales provenientes de países musulmanes. Y que los yihadistas y los extremistas de extrema derecha tienen en común una mayor presencia de ingenieros en sus filas. Mientras, en los grupos radicales de izquierdas los ingenieros casi no aparecen representados, frente a los estudiantes de ciencias sociales y humanidades.

 

Con estudios, sobre todo ingenieros

“Hay poca duda ya sobre que los islamistas radicales y violentos, más allá de los que se encuentran sumidos en grupos insurgentes o en una guerra civil, están vastamente más educados que sus compatriotas”, explica a esglobal el profesor Hertog. “A pesar de que en los últimos años los movimientos islamistas parecen estar llevando a cabo un proceso de proletarización, en las últimas tres décadas se observa una sobrerrepresentación de los más educados, se mire donde se mire”.

Según sus datos, hay una proporción 17 veces mayor de ingenieros en particular que en las sociedades de origen. Este matiz es muy importante: las sociedades musulmanas habitualmente suelen tener una predilección por las carreras de ingeniería para los varones, pero esa desviación ya ha sido tenida en cuenta en el estudio.

Con bases de datos de creación propia, y una vez desterrado el tópico de que los terroristas son gente sin nada que perder, los dos investigadores han tratado de buscar el porqué de esta realidad. Lo han hecho cotejando bases de datos de comportamientos psicosociales con los perfiles de los radicales estudiados, para concluir que hay dos factores clave: primero, la falta de movilidad social para los ingenieros en el mundo musulmán, por una abundancia de licenciados; y segundo, el esquema mental particular asociado con el orden y la jerarquía que es más frecuente en este tipo de profesional.

“Los patrones son tan claros, y tan visibles en tantos lugares y tiempos diferentes, que algo intrínseco ha de estar ocurriendo”, afirma Hertog.

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Casi el 50% de los 497 terroristas estudiados ha cursado estudios superiores. La cifra se eleva al 67% si se eliminan del total aquellos cuya biografía no ofrece datos suficientes. De ellos, el 40% son ingenieros, seguidos por los que han cursado Estudios Islámicos y Medicina.

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Los autores remarcan que su hallazgo “por supuesto no les permite hacer predicciones de ningún tipo sobre la personalidad política de los ingenieros, ni estereotipar ningún tipo de graduado”. Simplemente dicen haber “detectado tendencias medias que son visibles en grupos poblacionales grandes”.

Ingenieros químicos eran, por ejemplo, dos famosos terroristas sin ninguna conexión entre sí: Umar Faruk Abdulmutallab y Samar Alami. El primero es el conocido como “el terrorista de los calzoncillos”. El 25 de diciembre de 2009 intentó atentar contra un avión de Delta Airlines con 289 personas a bordo con un dispositivo explosivo que ocultaba en su ropa interior. Tenía 22 años, era nigeriano y falló: al manipular el explosivo su ropa se incendió y fue inmovilizado por los pasajeros y la tripulación.  Umar, que ahora cumple condena en Estados Unidos, es el menor de los 16 hijos de Alhaji Umaru Mutallab, el ex director del First Bank of Nigeria y ex Comisionado Federal para el Desarrollo Económico. Vivía en un lujoso apartamento londinense mientras estudiaba su carrera, según se puede leer en el perfil de Engineers of Jihad. Samar Alami también era hijo de un conocido banquero libanés. Cumple 20 años en prisión por el atentado que cometió contra la Embajada de Israel  y una ONG israelí en Londres en 1994. Su compinche, Jawad Botmeh, era hijo de un empresario palestino. Había completado una licenciatura en ingeniería eléctrica por el Kings College de Londres.

 

Unos perfiles difíciles de dibujar

Foto de la policía que muestra a uno de los tres sospechosos de perpetrar el atentando en el aeropuerto de Bruselas. Eric Lalmand/AFP/Getty Images
Foto de la policía que muestra a uno de los tres sospechosos de perpetrar el atentando en el aeropuerto de Bruselas. Eric Lalmand/AFP/Getty Images

El estudio de las personalidades y perfiles del yihadismo está aún en sus albores. Las agencias de inteligencia ponen ingentes recursos en ello, para tratar de adelantarse. “Muchos gobiernos, centros y expertos siguen intentado determinar el perfil medio de la gente que se une a organizaciones como Daesh o Al Qaeda, pero la realidad es que ningún estudio o algoritmo será capaz de llevar a cabo esta tarea”, explica para esglobal Barah Mikaïl, director de Stractegia y profesor asociado en la Saint Louis University. “Dicho esto, muchos individuos que se ven expuestos por Daesh en particular parecen haberse beneficiado de una buena educación universitaria previa, y contribuyen así a dar al grupo terrorista una imagen de organización seria y moderna. Pero eso no significa que la mayoría de sus miembros sean diplomados de alto nivel o tengan un doctorado”.

En la misma línea incide Karim Hauser, responsable de Gobernanza en Casa Árabe: “No hay una foto general de la formación o un perfil determinado que caracterice a estas personas; es decir, no son todos programadores informáticos ni ingenieros ni electricistas, etcétera”, afirma. “Lo que sí sabemos es que son jóvenes y que, aunque muchos desconocen las enseñanzas del Corán, todos tienen un contacto fluido con las redes, ya que buena parte del reclutamiento y los contactos se hacen allí”.  En palabras del antropólogo estadounidense Scott Atran, apunta, lo que inspira a estos actores letales que se unen a Daesh, por ejemplo, es una causa que emociona y promete gloria y estima: “la yihad es un empleador igualitario y que no discrimina;  es fraternal, cool y persuasiva”.

 

Ingenieros a la derecha; humanistas a la izquierda

Entre las conclusiones más llamativas del trabajo está el hecho de que hay una asimetría importante entre los estudios que, estadísticamente, profesan los terroristas radicales de izquierdas (como los grupos anarquistas o muchos de los separatistas) y de derechas o conservadores (como los yihadistas).

“Hemos encontrado que un número desproporcionadamente alto de ingenieros forman parte de grupos radicales de derechas por todo el mundo, mientras que no hay prácticamente ingenieros entre los grupos radicales de izquierdas, más proclives a las humanidades y a las ciencias sociales, extremadamente sobrerrepresentadas”.

Con ello, los autores concluyen que los tipos de personalidad tienen que tener alguna influencia a la hora de atraer a distintos tipos de graduados en las variadas ideologías radicales. “Hemos identificado, basándonos en las investigaciones psicológicas existentes, tres factores que hacen más probable acabar atraído por grupos radicales de derechas o islamistas: una preferencia por el orden, la estructura y la certeza conocida como necesidad de cierre; tendencia a sentirse irritado; y una necesidad de perfilar fronteras rígidas alrededor del grupo al que uno pertenece y rechazar grupos diferentes”.

 

Conocer al terrorista, tan difícil como necesario

Todos los analistas consultados están de acuerdo en un hecho: conocer el perfil más habitual de los terroristas ayudaría a la hora de luchar contra su radicalización o sus actos.

“Para luchar contra organizaciones como Daesh, resulta fundamental usar tanto la vía militar contra los líderes de la organización, como entender la lógica de sus miembros”, opina Mikaïl. “La respuesta clave a esta pregunta la encontramos en los temas de desarrollo económico, de bienestar social y de construcción de perspectivas más positivas para los jóvenes en particular, que constituyen la mayoría de los miembros de estas organizaciones”.

Hauser pone el foco en la generación de una contranarrativa creíble: “Desde luego, no está haciéndose lo suficiente para entender la maquinaria de reclutamiento de Estado Islámico (Daesh) y las alternativas palidecen ante la experiencia del enemigo”. Ellos tienen una estrategia de reclutamiento sistemática, personalizada y ajustada al perfil del futuro terrorista. Un perfil esquivo en el foco de las agencias de inteligencia y los expertos en la materia.