¿Podría estar en peligro la débil estabilidad entre suníes y chiíes?
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Aamir QURESHI /AFP/Getty Images |
Existen varias contradicciones en la implicación de Irán en Oriente Medio y el Golfo en el periodo posterior a la primavera árabe. ¿Es real la amenaza de un movimiento pan-chií (primero en Irán e Irak, pero que después ha expandido su zona de influencia a otros lugares) dirigido a socavar el liderazgo suní? O, como opinan algunos analistas, ¿está Occidente simplemente usando la antigua estrategia de "divide y vencerás" para enfrentar a los árabes suníes contra los chiíes iraníes y árabes como parte de su intención de contener las ambiciones nucleares de Teherán? ¿Cómo evolucionan, a su vez, dichas ambiciones en el contexto del panorama suní y chií y la agitación generada por las revueltas árabes?
Hasta la llegada de la primavera árabe, el poder chií parecía estar en ascenso, debido a dos factores: la alianza entre Siria, Irán y Hezbolá en Líbano y las estrechas relaciones con el nuevo Irak dominado por los chiíes. Sin embargo, el modo en el que se está desarrollando ésta ha proporcionado una mayor influencia a los islamistas suníes (por ejemplo en Egipto, Túnez y, según parece, también en Siria).
Los trágicos eventos que están ocurriendo actualmente en Siria podrían derivar en la alteración del equilibrio entre suníes y chiíes. Además, tienen también implicaciones tanto para las ambiciones nucleares de Irán como para su deseo de asumir un papel de potencia regional en términos políticos, más que sectarios.
Si quienes luchan (bajo liderazgo suní) en Siria tienen éxito en su propósito de derrocar al régimen de Asad –al que Irán ha mostrado públicamente su apoyo, mientras en privado respalda a elementos de la oposición–, la influencia iraní en el mundo árabe podría tener repercusiones negativas; y en Líbano, su representante Hezbolá perdería apoyos, así como el canal sirio para hacer entrar armas en el país.
Entonces, cuál es la relación de este equilibrio de poder con las ambiciones nucleares iraníes. Merece la pena prestar atención a cómo el Gobierno de Mahmoud Ahmadinejad intenta posicionarse en el mundo, a pesar de las aspiraciones sectarias –y las sanciones internacionales–. Como sucede a menudo con Irán, a primera vista su postura sobre el alineamiento suní y chií sirio y posición como actor regional parecen contradictorias, en varios aspectos.
La primera incoherencia es que la Siria de Asad se basa en la ideología baazista, es secular y es socialista. Mientras que Irán es rígidamente religioso y se opone al comunismo ateo y sus ramificaciones socialistas. Pero a pesar de todo esto, los dos países han permanecido firmemente unidos durante los últimos 30 años.
La segunda contradicción es que en el contexto de la actual crisis siria, Irán se ha alineado con la agrupación (suní) de la Hermandad Musulmana en Egipto, Arabia Saudí y Turquía –con Teherán ...
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