¿Cuánta fuerza tienen un tratado sin la firma de Estados Unidos? Aunque Barack Obama se haya mostrado más sensible sobre los daños que causan las bombas de racimo a los civiles, todavía está por verse si su país se sumará en el futuro al acuerdo que prohíbe su uso. España, desde la presidencia europea, puede trabajar para que las relaciones transatlánticas se centren en asumir de manera conjunta los desafíos en seguridad internacional.

 














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Sembrado de peligro: un soldado español de la FINUL quita minas en el sur de Líbano tras el ataque de Israel, que usó bombas de racimo, en el verano de 2006.

Recientemente se ha cumplido un año de las negociaciones en Dublín que prohibieron las bombas de racimo, un arma que planteaba contradicciones profundas con el derecho internacional humanitario, debido a sus efectos indiscriminados y desproporcionados.

El acuerdo, refrendado con su firma en Oslo el pasado diciembre, supuso un hito histórico en los tratados de desarme, comparable a lo que representó el que prohibió las minas antipersona hace ya una década y que mereció el premio Nobel de la Paz para la coalición de ONG que lo promovió. En ambos casos, Estado Unidos se abstuvo de firmarlos. Y, pese a ello, ambos salieron adelante.

Sin embargo, estos acuerdos tendrían un alcance y una legitimidad mayores si EE UU formase parte de los países firmantes. De hecho, un punto controvertido del tratado contra las bombas de racimo es aquel que permite a los Estados que se han sumado a él participar en operaciones militares con países no miembros de la convención. En otras palabras, según una interpretación posible, no prohibiría que Estados firmantes, como España o el Reino Unido, participasen en operaciones de la OTAN donde EE UU vaya a hacer un uso extensivo de este tipo de armamento, como ya ocurriese en Serbia hace casi una década. Otras interpretaciones señalan que esta colaboración no sería aceptable, puesto que sería contraria al espíritu del tratado.

En cualquier caso, este asunto arroja interrogantes cuyas respuestas trascienden el ámbito de las bombas de racimo. ¿Qué tiene pensado hacer Barack Obama al respecto? ¿Decidirá cambiar la política unilateralista de la anterior Administración estadounidense también en este tema? ¿Qué tiene que ganar y qué puede perder? ¿Cuál debería ser el papel de sus aliados europeos, la mayoría de los cuales firmaron el acuerdo? ¿Podrá España desde la presidencia europea de 2010 desempeñar un papel importante en este asunto?

El presidente estadounidense se ha declarado partidario del multilateralismo como manera de afrontar problemas internacionales como el cambio climático, la crisis financiera, el control de las armas nucleares o la pacificación de regiones inestables, especialmente en Oriente Medio. En este sentido, a nadie se le escapa que las prioridades en política exterior para Obama se sitúan en lugares como Irak, Palestina, Siria, Irán, Afganistán y Pakistán. ...