
Las centrales nucleares flotantes pueden mejorar la seguridad y el proveimiento de energía a zonas de difícil acceso, pero a la vez generan temor por motivos ecológicos y geopolíticos.
Hace unos cinco meses, la central nuclear flotante rusa Akademik Lomonosov salía de los astilleros de San Petersburgo en dirección hacia el Ártico. Los titulares internacionales hablaron de un “Chernóbil Flotante” o un “Titanic nuclear”. Greenpeace alertó del peligro que suponía esta planta nuclear y varios países bálticos pidieron que -en el rodeo que iba a hacer la central por el mar Báltico, desde San Petersburgo hasta Murmansk, cerca del norte de Finlandia- el reactor realizara el trayecto sin estar cargado con combustible nuclear.
Pero, ¿por qué quiere Rusia enviar una central nuclear flotante hacia el Ártico? ¿Es el único país con estos planes? ¿Es Akademik Lomonosov una excentricidad rusa, o podría suponer una nueva etapa en el desarrollo de la energía nuclear? Y, quizá más importante: ¿es acaso más peligrosa que las centrales terrestres?
Un dato antes de todo: por ahora, Akademik Lomonosov simplemente está cargándose de combustible nuclear en Murmansk, y todavía no está en funcionamiento -se espera que lo esté a finales de 2019-. Pero eso no deja tranquilo a buena parte del movimiento ecologista: en un artículo publicado por Greenpeace, el experto en energía nuclear para esta organización, Jan Haverkamp, opinaba que la planta era “particularmente vulnerable a tsunamis y ciclones”, lo que podía producir que una ola la hiciera acercarse a la costa. El choque con un iceberg o una embarcación eran otros de los peligros, según Haverkamp, que podían llevar a un accidente y a la liberación de sustancias radioactivas en el medio ambiente.
Otro de los problemas al que el movimiento ecologista apuntaba era el hecho de situar una central nuclear en una zona ya muy frágil como es el Ártico -a causa del cambio climático-; también, que la situación en pleno mar hiciera más difícil la llegada de técnicos o seguridad en caso de que se produjera un fallo o un ataque armado.
La ventaja principal que Rusia ve en este tipo de centrales es que pueden llevar energías a zonas de difícil acceso -precisamente, Akademik Lomonosov va a anclarse ante la ciudad de Pevek, situada en la costa ártica más oriental de Rusia-. El plan que Moscú tiene para los próximos años es situar cuatro nuevas centrales nucleares flotantes a lo largo de su costa ártica, y otra en la península de Kamchatka, opuesta a Alaska. Es decir, zonas de temperaturas extremas y lejanía siberiana. Según la empresa pública rusa Rosatom, constructora de Akademik Lomonosov, la central está capacitada para proveer a una ciudad de unas 100.000 personas, incluidas sus industrias y puertos, además de generar electricidad para las plataformas de gas y petróleo que abundan en esa zona extrema de Rusia.
Al margen de sus beneficios frente a la geografía, parece que una central nuclear flotante ...
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