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El vicepresidente y ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, da un discurso de cara a las elecciones europeas en Milán, mayo 2019. MIGUEL MEDINA/AFP/Getty Images

El domingo 26 de mayo, el mundo entero, y en especial los 500 millones de personas que viven en los 28 países de la UE, contendrán la respiración a la espera del resultado electoral de unos comicios considerados clave para el futuro Parlamento europeo. Sin embargo, un Estado en particular concentrará las miradas más nerviosas, por sus múltiples incógnitas: Italia.

El país transalpino, uno de los socios fundadores y potencia de la UE, también miembro del G7, ha vivido en los últimos años un viraje radical, que ha puesto patas arriba la precedente configuración política italiana. Desde marzo de 2018, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), una formación política populista con una nula experiencia previa en gobernar un país, surgida de una protesta antiestablishment y vinculada a una empresa de informática (la Casaleggio Associati), y la Liga, el partido italiano más antiguo (fundado en 1991) del actual sistema político italiano, de ideas ultranacionalistas y xenófobas, han tomado el poder en Roma. Ambos son también, según la mayoría de los sondeos, los favoritos para obtener en Italia el mejor resultado electoral en los comicios europeos. Salvo varapalos de último minuto, que nunca son de descartar en Italia.

Los observadores tienen pocas dudas. Pese a una serie de escándalos de corrupción que han afectado recientemente a miembros de su partido, la Liga saldrá victoriosa de la cita, logrando uno de sus mejores resultados históricos, posiblemente alrededor del 30% de los votos. Un triunfo suficiente para que este partido, que ya es hoy la más grande formación euroescéptica en el poder, tenga influencia —junto a otras fuerzas ultras de la UE— en el futuro de la Unión, desde dentro.

De igual manera, el M5S, si bien en los últimos meses ha sido castigado por su alianza con la Liga, se mantendrá, según los pronósticos, como una de las fuerzas más votadas del país, al lograr un número de votos similar al del Partido Demócrata (PD) italiano, la única fuerza de centroizquierda con reales posibilidades de obtener un resultado significativo. Lejos, en todo caso, del 40,8% obtenido por el PD en los anteriores comicios europeos.

Las incógnitas, por tanto, son múltiples y en parte coinciden con las de los otros países de la UE. Aún así, a continuación, resumimos las cinco más relevantes, de cara a las consecuencias que el resultado electoral podría conllevar para este país y toda la Unión.

 

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Unas chicas protestan contra Salvini en una manifestación en protesta por el racismo y la xenofobia en Milán. MARCO BERTORELLO/AFP/Getty Images

Los jóvenes. Las nuevas generaciones italianas, que son las que también cargarán mayormente con el peso de las decisiones que se tomarán en el futuro, han sido ampliamente catalogadas —por la prensa, la clase política y la sociedad— como “mammoni” o “bamboccioni” (niños de mamá), como llegó a decir un entonces  ministro de Economía (en 2008), en referencia a jóvenes carentes de voluntad de independizarse, salir del hogar familiar y encontrar un empleo estable.

No obstante, la juventud es también la que mayormente ha sufrido las últimas crisis económicas —la tasa de paro juvenil en Italia es del 31,9%, según datos de enero de 2019 del centro nacional de estadísticas ISTAT—, y los jóvenes que han vivido la última ola de emigración de italianos —sólo en 2017, se fueron 285.000 personas, según el informe IDOS— hacia el extranjero. En muchos casos como mano de obra cualificada que cobra salarios a precios baratos.

Y, sin embargo, de acuerdo con un reciente estudio de Viacom, un grupo de comunicación que actúa como paraguas de varios canales—entre ellos, el popular MTV—, son los jóvenes los más interesados en las próximas elecciones europeas. Unos comicios en los que votará el 75% de ellos (tres de cada cuatro), 10 puntos porcentuales más que el promedio de sus coetáneos en otros países de la UE, según el informe realizado con encuestas a 10.000 jóvenes entre los 18 y 34 años de 10 Estados europeos, incluida Italia.

“El objetivo fue analizar una generación a menudo descrita como apática y que, en cambio, quiere ser protagonista”, ha explicado el administrador delegado de Viacom, Andrea Castellari. Tanto que, pese a sentirse “desconfiados, frustrados y preocupados” por los retos futuros, la mayoría de los encuestados dijo tener una visión positiva de la UE, a la vez de que la mitad de ellos afirmó estar dispuesta a emigrar, un dato que resultó aún más alto en el maltrecho sur de Italia.

La incógnita es, sin embargo, a quiénes votarán para representarles en el nuevo Parlamento europeo, y si lo harán de manera homogénea, en un país en el que la tasa de natalidad se ha desplomado a 1,3 hijos por mujer y la inestabilidad laboral ha retrasado aún más la edad media para tener el primer hijo (31,8 años). Mientras que la cifra de ancianos con más de 65 años se sitúa en torno al 22% de la población, y ya son más los que mueren que los que nacen. Tanto que ni la inmigración ha podido revertir esta tendencia.

 

¿Se intensificará la polarización política? Tras su toma de poder, la Liga de Matteo Salvini, el jefe político de la formación, ha endurecido su mensaje y sus políticas contra los inmigrantes, los gitanos, y algunos de los símbolos de la Italia inclusiva y favorable a la integración (ejemplo de ello fueron los ataques contra el alcalde de Riace, Mimmo Lucano, hoy inhabilitado a ejercer en su pueblo por un caso judicial muy opaco). En paralelo, miembros de su formación han llegado a poner en discusión derechos adquiridos como el aborto, los matrimonios homosexuales y la actual ley de divorcio.

Unas inclinaciones que han generado como caldo de cultivo en las abandonadas periferias de las urbes italianas. Donde se han vivido escenas muy feas. Un ejemplo fue lo ocurrido en abril pasado en el barrio romano de Torre Maura, en el cual ciudadanos locales, animados por el movimiento extraparlamentario neofascista Casapound, se movilizaron contra la entrada de unas 70 personas de etnia gitana, 33 de ellos niños, en un centro de acogida. “Que se mueran de hambre”, llegó a oírse entre la multitud, que cortó calles y quemó contenedores de basuras para manifestarse.

No fue el único episodio. Más recientemente, el propio papa Francisco se reunió con una familia de etnia gitana, después de que esta se convirtiese en víctima de ataques y amenazas racistas en los suburbios de la capital italiana por haber sido destinatario de una vivienda del ayuntamiento con un alquiler reducido.

En el bando opuesto, la llamada “protesta de las pancartas”. Tras filtrarse las imágenes de unos bomberos removiendo unas sábanas colgadas de una ventana con un mensaje contra Salvini, en todo el país se han multiplicado las iniciativas de este tipo. “No eres bienvenido”, “Jamás con Salvini”, “Mentes y puertos abiertos”, fueron algunos de los mensajes que aparecieron colgados de las ventanas y balcones en toda Italia, a la vez de que algunos le pidieron devolver los 49 millones de dinero público que, según la justicia italiana, la Liga usó indebidamente para usos personales entre 2008 y 2010.

En el bando afín a Salvini también han aumentado los ataques a través de las redes sociales y contra colectivos de la izquierda extraparlamentaria, muchos de los cuales fueron también amenazados con ser desalojados de los edificios ocupados en los que se encuentran (mientras que ninguna medida de este tipo fue anunciada contra Casapound, que ocupa un edificio público cerca de la estación de Termini, en Roma).

 

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Mural en una calle italiana con las imágenes de Matteo Salvini (izquierda), líder de la Liga, y Luigi Di Maio, del Movimiento Cinco Estrellas. MIGUEL MEDINA/AFP/Getty Images

¿Seguirá en pie el Gobierno italiano tras los comicios? En vista de las elecciones europeas, los dos socios gubernamentales, la Liga y el M5S, han intensificado el fuego cruzado, algo que muchos han considerado una ficticia puesta en escena en vista de los comicios. No obstante, algunas medidas contenidas en el llamado “contrato de Gobierno”, el pacto que selló la alianza del verano pasado entre los dos, amenazan con generar una tensión dramáticamente alta entre ambos partidos.

Una de estas medidas es la relativa a la petición de mayor autogobierno de tres de las regiones más ricas de Italia, Lombardía, Véneto y Emilia Romaña. La razón es que dicha medida, en la versión que promueve la Liga, incluye que dichas regiones dejen de devolver al Estado central parte de su recaudación fiscal. Algo que amenaza con reducir los recursos para el sur italiano, donde el M5S ha obtenido sus mejores resultados en los pasados comicios generales.

Además, también provocan fricciones el bloqueo que el M5S ha hecho a la Liga para la construcción de una serie de infraestructuras en el norte de Italia, donde la formación de Salvini se encuentra gobernando a la cabeza de varias regiones. Lo que ha suscitado malestar entre el electorado y la clase política de la Liga en esta zona.

Asimismo, otro factor que amenaza con llevar a la ruptura es que el M5S ha trabajado en estos años para que su imagen sea la de un partido ajeno a escándalos de corrupción, delito del que han sido acusados —también recientemente— miembros de la Liga. El caso más llamativo ha sido el de Armando Siri, uno de los hombres fuertes de la formación ultraconservadora, euroescéptico y subsecretario de Transportes hasta que se vio obligado por el M5S a dimitir por un caso de corrupción a inicios de mayo (semanas después de que el caso saliera a la luz), a pesar de las insistencias de Salvini de mantener a su compañero en el cargo.

Como último, desde que el M5S gobierna con la Liga ha caído estrepitosamente en las encuestas, y su alianza también ha dificultado encontrar socios significativos en Europa.

 

¿Qué alianzas europeas logrará realmente afianzar Salvini? Desde septiembre pasado, el vicepresidente y ministro de Interior se ha esforzado para erigirse como líder de las fuerzas ultraderechista de Europa. En su último gran mitin público, el sábado pasado en Milán, Salvini congregó a 11 líderes de partidos europeos en la plaza de la ciudad italiana. Solo dos de estos eran grandes nombres de la política europea: Gert Wilders, líder del Partido para la Libertad holandés, y Marine Le Pen, jefe del Reagrupamiento Nacional francés. No obstante, significativo fue que, en ese mismo encuentro, no había presencia —en las pancartas y en los símbolos expuestos— de ninguno de los partidos invitados a la cita. Una paradoja por la cual no fue dada ninguna explicación.

La retórica de “los italianos primero” y las particularidades de cada una de las formaciones ultranacionalistas europeas con la que el italiano ha mantenido contacto en estos últimos meses también le han suscitado alguna sorpresa poco agradable. Prueba de ello  fue la ofensiva del Gobierno austríaco contra Italia, cuando en el otoño pasado el M5S y la Liga presentaron un plan de presupuestos que implicaba una alta expansión del gasto público para alimentar sus promesas electorales de una renta básica (M5S) y bajada de impuestos para los pequeños empresarios (Liga). Y esto después de un viaje a Roma del canciller austríaco, Sebastian Kurz, quien el septiembre pasado alabó y felicitó a Salvini por sus políticas antiinmigración.

De ahí que el plan de Salvini de crear una “Alianza europea de Pueblos y de las Naciones”, anunciada en abril pasado, que domine el Parlamento europeo, pueda transformarse, a largo plazo, en una aventura más difícil de lo esperado. En el grupo, de hecho, estarían partidos con inclinaciones similares pero que persiguen intereses marcadamente nacionales como el alemán Alterativa para Alemania (AfD), el Partido Popular Danés y los Verdaderos Finlandeses. Además de que es aún incierto el papel que jugará el actual primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, el cual todavía no ha salido de su grupo de pertenencia, el Partido Popular Europeo (PPE), y se ha ofrecido como una especie de oficial de enlace con el bando de Salvini.

 

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La bandera del Partido Democrático Italiano en una manifestación en Roma. ALBERTO PIZZOLI/AFP/Getty Images

¿Retornará el Partido Demócrata hacia posiciones más de la izquierda tradicional o se hundirá aún más? El PD se encuentra en una fase de profunda crisis. Tras sufrir una derrota electoral en las pasadas elecciones generales, la formación centroizquierdista ha nombrado en marzo pasado a su nuevo líder, Nicola Zingaretti. Presidente de la región de Lazio, una de las pocas aún en manos de la formación progresista, Zingaretti ha empezado su gestión tendiendo la mano hacia la izquierda más radical y mirando con admiración hacia la España de Pedro Sánchez y el Portugal de Antonio Costa. Algo que coincidió con un leve repunte de la formación en los sondeos.

Sin embargo, los titubeos del partido frente a temas claves como la inmigración —Zingaretti no participó en un reciente acto de apoyo al alcalde Lucano, un símbolo de la integración de refugiados e inmigrantes en Italia, en la Universidad La Sapienza de Roma— han generado malestar en los electores más inclinados hacia la izquierda, mientras que muchos de ellos han perdido confianza en que el PD pueda mejorar sus vidas laborales. Lo que en teoría va en la dirección opuesta a los anhelos del nuevo líder.

Dicho esto, el PD es en la actualidad el partido que mayormente se identifica con una visión positiva de la UE. Un dato, este, no desdeñable puesto que el 60% de los italianos continúa convencido que la existencia de la Unión es algo “positivo” para Italia, según el Eurobarómetro. Y más aún, también habrá que ver cómo progresa la economía italiana, puesto que el PD logró, en particular en la última etapa del anterior mandato —cuando la fuerza gobernaba—, mejorar las cuentas públicas y volver a enderezar financieramente el país. Algo que M5S y Liga todavía no han logrado.