Una visita al inquietantemente vacío del epicentro del progreso insostenible, allá en las praderas de la región china de Mongolia interior.
Entre el arenoso viento de la Mongolia interior, me situé en la cúspide de la economía global, al menos en términos de aumento del PIB: la calle principal de una de las ciudades que más rápido ha crecido de toda China, el supuesto nuevo centro neurálgico de la economía del mundo.
Construida a una velocidad vertiginosa en cinco años, Kangbashi es una urbe a la última, llena de maravillas arquitectónicas y jardines de esculturas. Sólo hay una cosa que falta: gente. Construida por el Gobierno y financiada con dinero del carbón, —sus principales industrias son las de la energía y la fabricación de automóviles—, ha permanecido en gran parte vacía durante tanto tiempo como lleva terminada, excepto por la colosal sede municipal. Es un gran cañón de monolitos vacíos. Reflejando una paradoja que sólo es posible en el actual sistema económico, Kangbashi se las arregla para ser una ciudad próspera y fantasma al mismo tiempo.
Esta urbe representa una fuerza económica particularmente destructiva y muy presente en la China actual: una obsesión con el PIB que ignora todas las demás formas de medir el progreso o el capital humano. El PIB según se calcula en China —o en el resto del mundo en realidad— no hace ninguna distinción entre la cantidad y la calidad, o entre los gastos que sirven para crear y los que sirven para destruir.
A causa de la contaminación industrial que emana de las fábricas y minas que contribuyen a mejorar las cifras de crecimiento del país, el cáncer es la primera causa de muerte en China. Una reciente encuesta del Gobierno mostraba que el 30% de los niños de la provincia de Yunnan sufre de envenenamiento por plomo. Quizá el mayor y más destructivo empuje al PIB fue el derivado de la construcción de la presa de las Tres Gargantas, para la que se desalojó a 1,24 millones de personas. Incluso algunos de los recientes ricos se duchan con agua del grifo marrón y contaminada.
Mientras, en lugares como Kangbashi, el acelerado desarrollo del mercado inmobiliario no ha llevado aparejado una sostenibilidad a largo plazo y, en los últimos meses, se escuchan cada vez más predicciones de que la burbuja inmobiliaria de China está a punto de estallar. Por ahora, el crecimiento de las rentas todavía sigue dejando atrás al aumento de los precios de la vivienda, lo que significa que el mercado inmobiliario no es técnicamente una burbuja.
Aún así, el énfasis de Pekín en el crecimiento a toda costa está creando extraños monstruos, y Kangbashi es uno de ellos. Hace seis años, los funcionarios del condado de Ordos decidieron trasladar su sede desde el viejo y abarrotado Dongsheng hasta un terreno ocupado entonces por dos pequeños pueblos habitados por unas 1.400 personas. Para finales de 2008, el nuevo distrito de ...
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