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Fernando Henrique Cardoso El euro

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La soberanía

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El anonimato

Esther Dyson

Los subsidios

agrícolas

Enrique Iglesias

Ponerse enfermo hoy es una lata. Averiguar lo que tenemos

significa concertar hora, ir a la consulta del médico, rellenar formularios,

esperar y responder preguntas mientras nos tocan y nos toman muestras.

Luego hay que aguardar los resultados de los análisis, recoger

las recetas y pedir nuevas citas con especialistas. La molestia de buscar

asistencia médica se está convirtiendo en una crisis en

todo el mundo, a medida que el descenso en los índices de natalidad

y el envejecimiento de la población suponen una carga cada vez

más pesada para los sistemas nacionales de salud.

Los médicos de cabecera

pasarán más tiempo valorando acciones preventivas que

orientando pacientes en sus consultas

Pronto, gobiernos, aseguradoras y contribuyentes tendrán que

afrontar un sistema complicado e ineficaz que presta demasiada atención

a las enfermedades cuando ya han llegado, y no la suficiente a evitarlas.

Un paso fundamental en la reforma del sistema será que las visitas

al ambulatorio sean un último recurso y no la primera medida.

Esto exigirá todo tipo de modificaciones estructurales, legales

y financieras, pero las innovaciones en informática, comunicaciones,

biología, nanotecnología y robótica facilitarán

el camino. La Red ya ofrece a los pacientes acceso rápido a una

información sanitaria de calidad que antes sólo impartían

los profesionales. El diagnóstico y el tratamiento de numerosas

enfermedades corrientes consistirán sencillamente en depositar

una gota de sangre en una máquina y que, al cabo de unos momentos,

un ordenador nos diga qué tenemos y cómo curarnos.

No es que los médicos vayan a quedar obsoletos. De hecho, los

de cabecera serán más importantes que nunca, pero pasarán

más tiempo valorando las posibles acciones preventivas y menos

orientando a pacientes en sus consultas. Se diseñarán cada

vez tratamientos más personalizados, como nuevos fármacos

dirigidos a necesidades personales específicas, o incluso nanomáquinas que ataquen el colesterol o eliminen tumores demasiado pequeños

para poder detectarlos en la actualidad. Y los especialistas tendrán

más libertad para dedicarse a procedimientos muy difíciles

y hacer avanzar la asistencia sanitaria.

Muchas de estas tecnologías llegarán antes a los países

desarrollados, pero el resto del mundo también acabará beneficiándose.

Y serán los Estados ricos los que tengan que acelerar la difusión

de sus innovaciones. En una época en la que las nuevas enfermedades

pueden dar la vuelta al mundo en horas, interesa a todos detener la próxima

pandemia antes de que se produzca.

 

Las consultas de los médicos. Craig

Mundie

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