Ponerse enfermo hoy es una lata. Averiguar lo que tenemos
significa concertar hora, ir a la consulta del médico, rellenar formularios,
esperar y responder preguntas mientras nos tocan y nos toman muestras.
Luego hay que aguardar los resultados de los análisis, recoger
las recetas y pedir nuevas citas con especialistas. La molestia de buscar
asistencia médica se está convirtiendo en una crisis en
todo el mundo, a medida que el descenso en los índices de natalidad
y el envejecimiento de la población suponen una carga cada vez
más pesada para los sistemas nacionales de salud.
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Los médicos de cabecera
pasarán más tiempo valorando acciones preventivas que
orientando pacientes en sus consultas |
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Pronto, gobiernos, aseguradoras y contribuyentes tendrán que
afrontar un sistema complicado e ineficaz que presta demasiada atención
a las enfermedades cuando ya han llegado, y no la suficiente a evitarlas.
Un paso fundamental en la reforma del sistema será que las visitas
al ambulatorio sean un último recurso y no la primera medida.
Esto exigirá todo tipo de modificaciones estructurales, legales
y financieras, pero las innovaciones en informática, comunicaciones,
biología, nanotecnología y robótica facilitarán
el camino. La Red ya ofrece a los pacientes acceso rápido a una
información sanitaria de calidad que antes sólo impartían
los profesionales. El diagnóstico y el tratamiento de numerosas
enfermedades corrientes consistirán sencillamente en depositar
una gota de sangre en una máquina y que, al cabo de unos momentos,
un ordenador nos diga qué tenemos y cómo curarnos.
No es que los médicos vayan a quedar obsoletos. De hecho, los
de cabecera serán más importantes que nunca, pero pasarán
más tiempo valorando las posibles acciones preventivas y menos
orientando a pacientes en sus consultas. Se diseñarán cada
vez tratamientos más personalizados, como nuevos fármacos
dirigidos a necesidades personales específicas, o incluso nanomáquinas que ataquen el colesterol o eliminen tumores demasiado pequeños
para poder detectarlos en la actualidad. Y los especialistas tendrán
más libertad para dedicarse a procedimientos muy difíciles
y hacer avanzar la asistencia sanitaria.
Muchas de estas tecnologías llegarán antes a los países
desarrollados, pero el resto del mundo también acabará beneficiándose.
Y serán los Estados ricos los que tengan que acelerar la difusión
de sus innovaciones. En una época en la que las nuevas enfermedades
pueden dar la vuelta al mundo en horas, interesa a todos detener la próxima
pandemia antes de que se produzca. |