En los años 30, Tintín mostró a los occidentales
los misterios de Extremo Oriente. Ahora, de los cientos de traducciones del
héroe de Hergé que circulan por el mundo, ninguna tiene una historia
tan apasionante como las versiones chinas de las aventuras del periodista del
tupé y los pantalones de golf. Falsificaciones, diálogos irreconocibles,
problemas con temas delicados como Tíbet, las tribulaciones de Tíntin
en China a lo largo de las décadas reflejan la historia del
gigante
asiático.







Tintín se publicó oficialmente en la República Popular China,
un país que resulta muy familiar -¿quién no recuerda
El loto azul (el álbum que transcurre durante la invasión japonesa
de Manchuria, en los años 30) y, más tarde, Tíntin en el
Tíbet
, en el que auxilia al Yeti y encuentra a su amigo chino, Tchang,
al que había salvado de las riadas del Yang Tsé?- en mayo
de 2001, 65 años después de que el rubio periodista llegara a Shanghai.
Sin embargo, hacía más de veinte años que los lectores chinos
lo conocían, en ediciones sorprendentes e inesperadas. Curiosamente, el
debut de Tintín en lengua china no se produjo en territorio continental,
sino en la republicana y nacionalista Taiwan. En 1969 (desde el régimen
de Sun Yatsen), y luego en 1980, Taiwan Epoch publicó legalmente varios álbumes.
Entre ellos, Tintín en el Tíbet, traducido como Una
bella historia de amistad
, sirve de soporte para una prosa anticomunista. La última viñeta
del libro, en la que el Yeti observa cómo se aleja el reportero del flequillo,
dice: "¡Tintín ha salvado a su amigo Tchang del Tíbet,
pero los tibetanos viven bajo el yugo de los diablos comunistas, y es terrible!".
Se entiende que estos álbumes sigan siendo imposibles de encontrar en
la China comunista. Los comienzos del periplo más arriesgado del periodista
belga fueron, pues, muy poco banales.











Primeras copias: a la derecha, edición pirata en formato de cómic típico chino de La isla negra, de Ediciones Populares del Guandong (1981). Izquierda, la versión de la misma historia publicada en Pekín en 1982. Difusión masiva: de izquierda a derecha, y de arriba abajo: <EM>Tintín en el Tíbet</EM> (traducido como El misterioso hombre de las nieves), El loto azul, El cetro de Otokar, La isla negra, Los cigarros del faraón, El cangrejo de las pinzas de oro (traducido como La historia del grupo terrorista que comercializa la droga dentro de las pinzas de los cangrejos) y otro detalle de El loto azul, todas ellas publicadas por la editorial Cultural.
Primeras copias: a
la derecha, edición pirata en formato de cómic típico
chino de La isla negra, de Ediciones Populares del Guandong (1981). Izquierda,
la versión de la misma historia publicada en Pekín en 1982.
Difusión masiva: de
izquierda a derecha, y de arriba abajo: Tintín en el Tíbet
(traducido como El misterioso hombre de las nieves), El
loto azul
, El
cetro de Otokar
, La isla negra, Los
cigarros del faraón, El cangrejo
de las pinzas de oro
(traducido como La historia del grupo terrorista
que comercializa la droga dentro de las pinzas de los cangrejos) y otro
detalle de El loto azul, todas ellas publicadas por la editorial Cultural.

La publicación en Taiwan de Tintín en el Tíbet merece
destacarse porque esta región autónoma es el asunto delicado
por excelencia para los dirigentes de las dos Chinas, que, en lo único
que parecen estar totalmente de acuerdo, es en su pertenencia histórica
a la madre patria
. Taiwan, considerada por Pekín una provincia rebelde,
se distingue por el uso cotidiano de antiguos caracteres, a diferencia del
mandarín simplificado que se utiliza en el continente, a instancias
de las autoridades comunistas. Tintín se llama Dingding, aunque con
unos signos tan sencillos que nadie considera necesario simplificarlos aún
más. En agosto de 1981, Tintín llegó a la China Popular
en forma de Lianhuanghua (el cómic nacional típico). En
una época en la que la apertura del gigante asiático era aún
escasa, Tintín entró por el sur, por Cantón (y no por
Shanghai, como en El loto azul). Ediciones Populares del Guangdong escogió para
su primer álbum La isla negra, traducida como El
secreto de la isla negra
. En él, Tintín se llama Tingting y su fiel foxterrier Milú se
convierte en Baihua (Flor blanca).


Impreso en blanco y negro, en papel de mala calidad, este cómic tuvo
una tirada limitada, pero logró lo fundamental: Tintín había
llegado al Imperio del Centro. A pesar de estos obstáculos, la acogida
fue buena porque, unos meses más tarde, nuestro héroe reaparecía
en una nueva versión de La Isla Negra editada en Pekín.


La editorial Juventud de China introducía a Tintín como Dingding,
acompañado de Milú, en transcripción casi directa del
francés Milou. El recorrido por el gigante proseguía. Después
de Cantón y Pekín, aterriza en Hangzhu, como digno sucesor de
Marco Polo, en un álbum titulado Las aventuras
de un viaje a la Luna
,
en el que el protagonista no figura en absoluto en la cubierta. Hay que leerlo
para saber que Dingding y su perro Florecilla de nieve viajan con el capitán
Haddock, Haidaoke, y el profesor Tornasol, Kaikele (en el que es evidente el
origen de la traducción del inglés Calculus). Pese a todo, Tintín
seguía siendo poco conocido. Su verdadera trayectoria comenzó en
1984 con la Editorial Cultural de China.











Un Tintín irreconocible: El asunto Tornasol (traducido por Un arma muy peligrosa) y Objetivo: la Luna (traducido como El viaje a la luna), editados en la ciudad de Jiangxi en la década de los 90. Los personajes apenas guardan relación con los dibujos originales. Superando la realidad: versión de El loto azul, editada en Shanghai, con el título Tintín en el viejo Shanghai. En la portada se aprecia que el dragón tiene seis patas, en vez de cinco, como ocurría en la edición original.
Un Tintín irreconocible: El
asunto Tornasol
(traducido por Un arma muy peligrosa) y Objetivo:
la Luna
(traducido como El viaje a la luna), editados en la ciudad de Jiangxi
en la década de los 90. Los personajes apenas guardan relación
con los dibujos originales.
Superando la realidad: versión
de El loto azul, editada en Shanghai, con el título Tintín
en el viejo Shanghai
. En la portada se aprecia que el dragón tiene
seis patas, en vez de cinco, como ocurría en la edición
original.

DEMOCRATIZACIÓN NADA INOCENTE

El misterioso hombre de las nieves -título escogido para Tintín
en el Tíbet- inicia la serie. Toda prudencia con los títulos
es poca. Desde luego, este álbum supera todos los récords de
traducción aproximada, incorrecta, llena de lagunas e inventiva. Tíbet
está presente en la historia pirata, pero con un papel mucho menor,
y no se menciona más que en algunos diálogos. Algunos bocadillos,
sencillamente, no se traducen, como el que hace referencia a "la forma
de saludarse en Tíbet".


En general, se expurgan los pasajes que ponen en peligro la integridad de
la identidad nacional: por ejemplo, los "Ji ji ji" del tendero
chino de Katmandú se omiten de forma sistemática. Asimismo, desaparece
la imagen del lama Rayo Bendito en plena levitación, por temor a hacer
una referencia a lo sobrenatural, típica de los tibetanos. Con todo,
el éxito fue inmediato -al fin y al cabo, nadie conocía
los tebeos originales-, con la consiguiente traducción de casi
todas las aventuras (sólo falta Tintín en el país de los
sóviets
). Hubiera sido muy sorprendente que las autoridades de Pekín
aceptasen publicar un cómic tan anticomunista como esta primera historia
de Hergé, incluso en una época en la que las relaciones chino-soviéticas
no eran lo que podría definirse como especialmente buenas.


El loto azul, como Tintín en el Tíbet, fue también objeto
de una estrecha vigilancia por parte de los traductores/censores. Los insultos
contra los chinos vertidos por el empresario norteamericano Gibbons ("sucio
chino") se convierten en un vulgar "vosotros, los chinos";
en el discurso del espía japonés Mitsuhirato que recomienda a
Tintín que "desconfíe de todo el mundo, sobre todo de los
chinos", la segunda parte de la frase simplemente desaparece. No sólo
el texto, la imagen también se censura: cuando Tintín habla con
Tchang, al que acaba de rescatar de una riada, se elimina por completo la viñeta
en la que los bebés chinos son arrojados al agua.


Aunque menos numerosas, las adaptaciones aparecen también en otros
volúmenes: en Tíntin en América, "los nidos de golondrina
con salsa tártara" no existen al igual que los "perros,
los gatos y las ratas que servían para fabricar el paté de cerdo": ¿miedo
a costumbres culinarias demasiado cercanas a China y descritas de manera negativa
en el álbum?


En Tintín en el Congo, es la religión la que soporta una dura
prueba: la "misión" en la que viven los religiosos que salvan
a Tintín de los cocodrilos se traduce por "vivienda", mientras
que la "capilla" se convierte en una neutra "sala de estudios",
y lo mismo ocurre con la historia colonial, ya que el traductor chino purgó de
forma sistemática las denominaciones "blancos/negros", como
cuando Tintín habla de los "negritos". Si se estudia con
atención, se comprobará que ningún cómic escapó al
ojo atento de los traductores.


La calidad de impresión de estas ediciones dejaba mucho que desear
(blanco y negro, pequeño formato), y había crasos errores. El
ridículo alcanza su máximo en El asunto
Tornasol
: en la segunda
parte del libro, al pasar una página, se vuelve a la historia de la
primera parte. ¿Qué demonios comprenderían los lectores?
Pese a todo, hay que reconocer al editor una auténtica voluntad de popularizar
a nuestro héroe en todo el país.


Casi quince años antes de publicarse en coreano en Seúl, Tintín se editaba en ese idioma para la minoría que habitaba en Yanbian, región
autónoma al este de país, fronteriza con Rusia y Corea del Norte.
En tres años (1984-1987), China convirtió Tintín en un
producto adaptado y aceptable, piedra angular de lo que algunos han llamado "la
cultura realista socialista". Es cierto que la introducción de
los álbumes hablaba de "aventuras de sano contenido moral".











En 1998, la saga tintinesca se edita entera en la remota provincia de Qinghai. De izq. a dcha., El cangrejo de las pinzas de oro, La isla negra, Tintín y el lago de los tiburones y Aterrizaje en la Luna. Icono publicitario: izquierda, edición facsímil legal de Tintín y el Alph Art (álbum inacabado de Hergé) en 2003. Derecha, portada reciente del magazine chino DVD.
En 1998, la saga
tintinesca se edita entera en la remota provincia de Qinghai. De izq.
a dcha., El cangrejo de las pinzas de oro, La isla
negra, Tintín
y el lago de los tiburones
y Aterrizaje en la Luna.
Icono publicitario: izquierda,
edición facsímil legal de Tintín y el Alph Art (álbum
inacabado de Hergé) en 2003. Derecha, portada reciente del magazine chino DVD.

TINTÍN SE VA A PROVINCIAS

Pero la historia alcanza rápidamente a nuestro héroe. Los 90
se inician con la resaca de los acontecimientos de Tiananmen y, como consecuencia,
son menos propicios a la publicación de obras occidentales, por muy
saludables y morales que sean. Por tanto, Tintín desaparece de las librerías,
para reaparecer deprisa y corriendo en varias ciudades. En Nanchang (Jiangxi),
Hergé no reconocería a su personaje: cubiertas inéditas,
historias simplificadas, viñetas eliminadas, otras añadidas,
personajes mal dibujados, traducciones incoherentes… (por ejemplo, Dupeng
y Tangmusen o Dubang y Tomusen para los policías Hernández y
Fernández). Se editan varios álbumes, pero ni el Tíbet ni El
loto azul
. En Shanghai, por el contrario, lo que apasiona a los lectores
es una versión de El loto azul titulada Tintín en
el viejo Shanghai
.
Una obra de propaganda que presenta a Tintín como un agente secreto
belga que llega para para ayudar a sus amigos chinos a librarse de los malvados
japoneses. Tintín convertido en héroe de la resistencia antinipona
representa un giro adulador con respecto a la historia. Curiosamente, los autores
reconstruyen una aventura totalmente distinta de la original, alterando el
orden de las viñetas; un ejercicio de estilo muy difícil, pero
de resultados sorprendentes. China occidental acoge a Tintín en Xian,
en un loto azul que supera la realidad. En él volvemos a encontrar a
Tchang, el compañero del periodista con el flequillo hacia arriba, que,
por cierto, es el único carácter de la saga tintinesca inspirado
en un personaje real, uno de los mejores amigos de Hergé y el responsable
de su fascinación por Extremo Oriente. Su verdadero nombre, Tchang Tchong
Jen, pasa aquí a ser Tchang Tchong… Hua (nadie sabe por qué cambian
su nombre chino). Este bello álbum, en cuya cubierta aparece un dragón
con seis patas (en vez de cinco), reproduce fielmente la historia, pero no
escapa a la censura. Una vez más, la viñeta con los bebés
chinos arrojados al agua se desvanece.






























           
En teoría, tras
firmar China el acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual, se quemaron
todos los ‘cómics piratas’ que, sin embargo, se encuentran
sin muchas dificultades en las ferias de libros de ocasión
           

Estar lejos de Pekín no significa tener mayor libertad ni saltarse
las reglas. Taipei, Cantón, Pekín, Hangzhu, Nanchang, Shanghai,
Xian… El recorrido por China continúa en 1994 en Xiamén,
provincia de Fujian (enfrente de Taiwan). Allí se publican cinco aventuras
que no son sino las ediciones taiwanesas de Epoch (1980), con caracteres más
sencillos. El contrabando que causa estragos en el estrecho de Formosa (cigarrillos,
alcohol…) llega a los cómics, señal de la fama creciente
de Tintín. Para colmo de la mala fe, el editor imprime un copyright (el de Taiwan, en 1980), y un nombre de traductor distintos de los que figuran
en los álbumes de la isla.


A mediados de los 90, Tintín es objeto de una tremenda piratería.
Las ediciones se multiplican: en primer lugar, en Pekín, cuando Bandera
Roja publica dos álbumes de Dingding, pero también en Xining
(capital de la remota y atrasada provincia occidental de Qinghai), donde se
edita la serie entera en el plazo de un mes.


No obstante, desde que China firma el acuerdo sobre derechos de propiedad
intelectual, el tema deja de ser tabú, sobre todo porque se trata de
Tintín, una obra de fama mundial. El editor asegura que actuaba "de
buena fe" y que pensaba que "Hergé había muerto hacía
más de cincuenta años y su obra era del dominio público".
En teoría, y debido a la presión extranjera, se quemaron todas
las existencias (sin que nadie haya podido verificar este hecho e incluso puede
dudarse de que se haya llevado a cabo, porque esos volúmenes se encuentran
todavía sin demasiadas dificultades en las ferias de libros de ocasión).


Cuando todo parecía regularizado, Tintín reapareció en
mayo de 1999, con Las nuevas aventuras de Tintín, de la Editorial Delfín.
Lo curioso es que, en esta ocasión, ni siquiera se trataba de Tintín,
sino de unos cómics flamencos, Bob et Bobette (en francés), cuyo
autor, Willy Vandersteen, había sido, irónicamente, íntimo
colaborador de Hergé. ¿Error del editor chino? ¿Incomprensión
de su colega flamenco que no supo ver que sus álbumes se titulaban en
chino Tintín? ¿Una voluntad común (no reconocida oficialmente)
de mejorar las ventas? Es difícil saberlo. Al final, el editor chino
salió magistralmente librado del asunto: según él, dado
que el nombre de Tintín, Dingding, no estaba protegido por el copyright chino, no había nada que le impidiera llamar Dingding a otros personajes.
Desde luego, se trataba de una lógica irrefutable: bastaba con que Tintín
se inscribiera en el registro de la propiedad intelectual.









Fin de ciclo: portadas piratas de El asunto Tornasol y de Tintín en el Congo,
Fin de ciclo: portadas
piratas de El asunto Tornasol y de Tintín en el Congo, editadas
en Hong Kong a finales de 2004.

LA CONSAGRACIÓN OFICIAL

En mayo de 2001, el reportero belga realiza de forma legal el viaje más
arriesgado de todos y Tintín se publica oficialmente en el gigante
asiático
.
La Editorial Juventud, a la que se concede el copyright chino, es la misma
que, sin ese requisito, había editado dos aventuras del joven reportero
desde 1982. Los ejemplares vendidos en unas cuantas semanas fueron la prueba
del éxito comercial, a pesar de tener un precio prohibitivo para el
ciudadano medio. Una vez más, Tintín en el Tíbet dio que
hablar. Para gran disgusto de los occidentales, la publicación legal
sólo se permitió si se modificaba el título, de forma
que dijera Tintín en el Tíbet chino, y no … en
el Tíbet
,
sin más. Por lo visto, el Gobierno de Pekín seguía pensando
que todavía era necesario precisar. Ahora bien, en la segunda edición
de la serie, no figuró esta historia. Los occidentales habían
querido rectificar el título y quitar la palabra "chino",
lo cual atrajo rápidamente a la censura. El mensaje estaba claro: en
China no se bromea con este tema (Tíbet), ni siquiera por Tintín.


El éxito hizo que florecieran de inmediato las copias, pero las autoridades,
preocupadas por la imagen internacional de su país (Pekín acababa
de entrar en la Organización Mundial de Comercio), desmantelaron y castigaron
a una red que había falsificado miles de ejemplares. La ética
estaba a salvo. En 2003 llegó la consagración, con la publicación
de sus aventuras en la prensa. Por desgracia, Tintín fue víctima
indirecta de la epidemia de neumonía asiática (SARS, en sus siglas
en inglés) que afectó al país en primavera: la editorial
se infectó y hubo que destruir todos los periódicos. Además
de la prensa, la presencia de Tintín como figura publicitaria contribuyó a
reforzar su fama, del mismo modo que las ediciones complementarias publicadas
por un editor enamorado de todo lo extranjero: El Alph-Art y las versiones
en facsímil completaron enseguida una colección de Tintín
que no tiene nada que envidiar a las de otros países. Como remate, casi
treinta años después de la primera aparición de Tintín
en chino (en Taiwan), se cerraba el ciclo con una versión editada en
Hong Kong que recuperaba los caracteres chinos tradicionales, pero seguía
utilizando el nombre de Dingding.


NUEVAS AVENTURAS

Las reapariciones de Tintín en los últimos meses parecen quitar
la razón a quienes pensaban que la publicación oficial era la única
forma de acabar con la piratería. En Mongolia interior (la Mongolia
china), Yuanfang edita en septiembre de 2004 un álbum doble que agrupa
todas las aventuras. Su lectura no deja dudas: consiste nada menos que en fotocopias
(en blanco y negro, con cuatro páginas de álbum en cada página
del volumen) de las ediciones oficiales. El editor tiene incluso el descaro
de incluir un número de ISBN idéntico al de una edición
oficial. Se dice que el autor es Hergé, pero no aparece ningún
nombre de traductor.


A finales de 2004 llegan dos nuevas recopilaciones a las librerías.
La editorial oficial, Ediciones Juventud de China, no estaba al corriente,
a pesar de que se reutilizaba su nombre y su número de copyright. En
enero de 2005, el rubio periodista aparece en una versión asombrosa,
procedente de la región de Yanbian, en la que se edita un álbum
titulado Aventuras en la Luna. Con un dibujo hábilmente modificado y
destinado a un público infantil, su relación con el original
de Hergé es ya muy distante. No cabe duda de que, en los próximos
meses y años, aún descubriremos muchas nuevas
versiones de Tintín.















 



Un
país, varios
tintines


Además de Bélgica o Francia, si existe un país
que puede jactarse de haber dado cierta legitimidad a Tintín,
es, sin duda, China. Con casi quince versiones distintas de las aventuras
del intrépido reportero (entre ellas, sólo una oficial)
hasta el momento, el gigante asiático está muy por delante
de Turquía, Vietnam y Tailandia, países en los que han
surgido numerosas ediciones paralelas (por no decir piratas).


Era normal que a Tintín, un héroe que Hergé convirtió en
amigo y aliado de los chinos, se le apreciara en aquel país;
a través de sus múltiples ediciones, Tintín ha
salido a la calle
y se ha encontrado con su público. Salvo que
su visita ha sido mucho más extensa que en El loto azul.


Evidentemente, es de lamentar que todas esas ediciones,
en su mayoría
en blanco y negro, le quitaran cierto colorido y, sobre todo, que el
mito que transmitía Tintín se haya visto alterado por
unas injerencias externas bastante sospechosas. Las más graves,
las conseguidas, con 20 años de diferencia, en Tintín
en el Tíbet
, primero en un álbum pirata en el que se
tachaba el nombre de la provincia, y después en un álbum
oficial que añadió por la fuerza el calificativo chino.


De una forma inconsciente, Tintín ha sido víctima de
la compleja realidad del país y de la necesidad de atenerse
a la definición local de "verdadero", equivalente
a "correcto" -piedra angular de todo sistema basado
en el realismo socialista-, para poder existir.


Si, aun así, ha logrado desenvolverse (muy bien) en este universo,
es sencillamente porque es un producto que lleva el marchamo de conformidad. Ésa
es, tal vez, la razón de que hubiera que suprimir o adaptar
todo lo que podía contrariar la dignidad nacional y, sobre todo,
de que hayan podido proliferar tantas ediciones piratas sin grandes
peligros. Las tribulaciones de Tintín en China… o una
visión sutil del triunfo del método sobre la realidad.

-P. J.