Unos hombres decoran un coche para una boda en Kandahar, Afganistán. Banaras Khan/AFP/Getty Images

La frustración y presión social que muchos jóvenes sufren por no poder hacer frente al coste de las dotes es aprovechada por grupos yihadistas para aumentar el número de combatientes dentro de sus filas.

Las motivaciones que empujan a hombres y mujeres a enrolarse en las filas de grupos yihadistas siguen despertando un gran interés tanto a nivel académico como mediático. La literatura se ha encargado de desmentir que no hay una sola variable que explique el fenómeno, aunque existen factores que pueden llegar a desestabilizar sociedades e influir en el aumento del número de combatientes que acaban sucumbiendo al terrorismo. El sistema de dotes, como paso necesario para poder contraer matrimonio por el que se rige el mundo islámico y la inflación que sufre este ya instaurado mercado, es un factor a tener en cuenta para frenar el reclutamiento de jóvenes.

El precio que los hombres deben pagar por las que quieren que sean sus futuras mujeres en determinadas sociedades patriarcales es un desproporcionado y regresivo impuesto que afecta, sobre todo, a la población pobre y al menor de los hermanos de una misma familia. Este mercado del matrimonio ha ido sufriendo un rápido encarecimiento en el precio de la dote y, en ocasiones, se ha visto recrudecido por la práctica de la poligamia, dejando a muchos hombres pertenecientes a clases más empobrecidas fuera del matrimonio al no poder permitirse hacer frente a esos gastos.

La plena madurez de un hombre en estas culturas se alcanza a través del matrimonio, que es un símbolo de estatus e independencia dentro de la comunidad y una puerta que garantiza la actividad sexual. El encarecimiento de este sistema de dotes ha llevado a que la edad media a la que los hombres contraen matrimonio en Oriente Medio y en algunos países del norte de África haya aumentado. Por ejemplo, en Egipto, un estudio apunta a que una familia debe ahorrar de cinco a siete años para poder pagar el matrimonio de sus hijos. Entre 2000 y 2004, el coste de una boda en el país aumentó un 25% y como resultado la edad media de contraer matrimonio ha pasado de los 20 a los 29 años.

En Arabia Saudí muchos hombres también tienen que esperar hasta cumplir la treintena para poder costearse los gastos de la boda. En las zonas más afectadas por la miseria en Afganistán, el precio de un enlace puede alcanzar los 12.000 o 20.000 dólares. En Yemen, uno de los países más pobres del mundo, los jóvenes se quejan de que el matrimonio es demasiado caro para los recién graduados, que además cuentan con una tasa de desempleo del 35%. Filtraciones hechas públicas por Wikileaks revelan que diplomáticos estadounidenses identifican el retraso en la edad de contraer matrimonio como un factor de descontento entre los jóvenes libios.

 

Combatientes

Esta frustración personal y presión social que muchos jóvenes experimentan dentro de sus comunidades es aprovechada por numerosos grupos yihadistas para incrementar el número de combatientes dentro de sus filas. Así, el matrimonio y el dinero de estas dotes son recursos utilizados como forma de reclamo por grupos islamistas radicales. En los 70, Septiembre Negro obsequiaba a sus miembros con mujeres, dinero, apartamentos en Beirut e incluso bonos de 5.000 dólares para la pareja que tuviera un hijo en el primer año de matrimonio.

Los líderes de Hamás también han ejercido labores de casamenteros organizando bodas entre viudas y combatientes que no pueden permitirse los costes de un enlace. Mohammed Jamal Amir Kasab, uno de los terroristas que participó en los atentados de Bombay en 2008, aseguró que se unió al grupo paquistaní Lashkar-e-Taiba después de que su padre le presionara para conseguir dinero con el objeto de que sus hermanos pudieran casarse. Más actualmente, Daesh ofrecía a los combatientes extranjeros oportunidades para contraer matrimonio, con luna de miel incluida en Raqqa, así como dinero para poder pagar a la familia de sus prometidas.

 

Boko Haram

Boda masiva entre hombres y mujeres divorciados y viudas llevado a cabo por la policía islámica de la ciudad de Hisbah, norte de Nigeria. Aminu Abubakar/AFP/Getty Images

La inflación en el sistema de dotes en el norte de Nigeria también ha ayudado a Boko Haram a aumentar el número de combatientes entre sus filas y a agravar el conflicto. El grupo, responsable del desplazamiento de más de 2,3 millones de personas, ha sabido adaptarse y adoptar medidas en su estrategia de reclutamiento vinculadas a las necesidades de la población. De esta manera, el movimiento insurgente organiza bodas para sus miembros corriendo con todos los gastos. Una práctica que inició su fundador, Muhammad Yusuf, tras darse cuenta de las dificultades económicas que tenían muchos jóvenes para poder contraer matrimonio.

Sin embargo, y pese a estos escasos recursos y el paro galopante que asola la región, un estudio hecho público en 2015 señala que el 98% de los hombres nigerianos creen que el sistema de dotes es importante y debería continuar. Para un 29% un “hombre verdadero es el que tiene más de una mujer”. La Encuesta demográfica y de salud de Nigeria apunta en 2013 que un 17% de los hombres del país tenía más de una mujer. La poligamia es una práctica extendida en las zonas rurales y en el norte de Nigeria, donde la mayoría de la población es musulmana. No obstante, este tipo de uniones disminuye en varones y mujeres que han tenido acceso a la educación. Asimismo, la edad media de contraer matrimonio también es diferente y mientras que las mujeres nigerianas suelen estar casadas a los 18 años, en el caso de los hombres esta asciende hasta los 27.

Asimismo, el secuestro sistemático de mujeres y niñas se ha convertido en una nueva forma de reclutamiento de Boko Haram. Se trata de una estrategia iniciada bajo el liderazgo de Abubakar Shekau y que responde, entre otras razones, a mantener la cohesión del grupo gracias a enlaces maritales. Alrededor de 7.000 mujeres viven en cautividad en alguno de los campos que la secta tiene diseminados por Nigeria y estas acaban siendo prometidas por la fuerza a los combatientes leales. “Las mujeres son una recompensa. Una vez que has demostrado tu compromiso con el grupo puedes elegir a la que más te guste”, señala un antiguo insurgente.

Las mujeres, víctimas de todo tipo de violencia y de abusos sexuales, son la apuesta de la insurgencia islamista para consolidar su futuro. Esta práctica le ha asegurado a Boko Haram entre 3.000 y 5.000 nuevos combatientes. No obstante, también hay mujeres que se unen voluntariamente al grupo para intentar escapar de un destino marcado por la falta de oportunidades. Los insurgentes, con medios suficientes para pagar una dote mayor que la que puede permitirse el resto de la comunidad, se convierten en la elección de algunas mujeres, cansadas de la pobreza extrema con la que tienen que lidiar diariamente y con la esperanza de labrarse un futuro mejor. La esposa de un comandante de la secta afirma que accedió a casarse después de que este le ofreciera una dote que estaba tres veces por encima del valor del mercado.

 

Medidas de prevención

Celebración de una boda en Bagdad, Irak. Lauro/Getty Images

La atención que se ha prestado desde el ámbito académico al sistema de dotes y a la poligamia como causas que influyen en la inestabilidad de determinadas sociedades es relativamente reciente, y lo cierto es que la forma en la que se establecen las relaciones entre mujeres y hombres en algunas culturas aún no tiene el impacto necesario dentro de las instituciones que se encargan de prevenir el estallido de los conflictos. De esta manera, es primordial que organizaciones regionales como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), encargada de alertar sobre el aumento en la escalada de la violencia que puede desatarse en algunos países, introduzca indicadores para monitorizar los cambios que se producen en el mercado del matrimonio.

Así, el incremento del precio de la dote debería ser un indicador que advierta sobre una posible inestabilidad al igual que lo es el aumento del petróleo o de los alimentos básicos y así poder asegurar una respuesta temprana. Para recabar esta información es crucial incentivar las relaciones entre el gobierno central, las organizaciones civiles y los líderes locales, ya que son los que pueden alertar sobre esta situación.

Además, el propio gobierno y las instituciones del Estado deberían regular el mercado ofreciendo ayudas a los jóvenes para costearse el matrimonio y protegiendo los derechos de la mujer. En Uganda, después de 15 años de campaña contra el sistema de dotes, la Corte Suprema dictaminó en 2015 que era inconstitucional que las mujeres tuvieran que devolver el dinero de la dote después de divorciarse.

No son las únicas iniciativas, prohibir el matrimonio con niñas o proponer políticas para controlar la poligamia también pueden ayudar. A este respecto, Muhammad Sanusi, el emir de Kano, una región al norte de Nigeria, presentó en febrero de este año una propuesta en contra de la poligamia al consejo islámico de eruditos para tratar de frenar esta práctica. No obstante, estas medidas tienen que ir de la mano de programas que luchen contra la desigualdad de género que impera en estas sociedades para que se pueda empezar a frenar el impulso que el terrorismo tiene entre los jóvenes.