A finales de septiembre, los alemanes están convocados a elegir un nuevo parlamento. No se trata simplemente de una cita electoral más entre las muchas a las que hemos asistido en los últimos 12 meses en Europa. Las elecciones generales germanas cierran el ciclo de incertidumbre sobre el futuro de nuestro continente que se inició con el referéndum británico sobre la permanencia en la Unión Europea. En este tiempo, millones de europeos votaron a Le Pen, Wilders o Hofer para demandar más estado nacional y menos Europa. Pero no se impusieron frente a una mayoría que quiere seguir avanzando por la senda de la integración continental. Las elecciones presidenciales y legislativas en Francia han venido a corroborar de manera contundente esta visión. Eso sí, dando serias señales de aviso a navegantes sobre el hartazgo de muchos ciudadanos con la gestión tecnocrática ejercida desde Bruselas en los años de crisis económica.

Las elecciones al Bundestag alemán confirmarán la continuidad de la apuesta de los ciudadanos europeos por una Europa unida. El país con mayor población de Europa no decidirá entre más o menos Europa, entre avanzar o retroceder en el camino de la integración supranacional. Los alemanes sólo se manifestarán con qué matiz quieren seguir adelante en la construcción de una Europa más fuerte y unida.

Los dos grandes partidos de centro derecha y centro izquierda, la Unión y el SPD, están liderados por los máximos exponentes del europeísmo del siglo XXI. Por un lado está la propia Merkel, que timoneó a la Unión por las aguas turbulentas y peligrosas de una crisis económica y social sin precedentes, y que ya ha demostrado no estar dispuesta a sacrificar ni un ápice del proyecto común, incluso en los momentos más adversos. Por otro está Martin Schulz, socialdemócrata que, como presidente del Parlamento Europeo, defendió el europeísmo con total vehemencia frente a propuestas nacional-populistas. Merkel y Schulz actuaron como equipo a favor del proyecto europeo y pocas veces se pudo percibir en todos estos años que les separaban posiciones políticas de partidos que compiten por el mismo electorado. En realidad hacían un potente tándem como líderes de una Europa fuerte y unida.

Las elecciones al Bundestag

Entre los dos obtendrán el apoyo de cerca de dos tercios de los votantes alemanes en lo que es una clara demostración de que los alemanes consideran la UE como insustituible. Y también significa un incuestionable Sí a la política nacional de la última legislatura. Los excelentes datos macroeconómicos pesan más que otras consideraciones: el crecimiento económico es reducido pero sostenido (entorno al 1,6% anual), la tasa de desempleo no llega al 5% y existe un superávit presupuestario cercano al 1%. Por mucho que Alternativa para Alemania (AfD) pretenda sacar rédito político de la preocupación de numerosos alemanes por una inmigración descontrolada y una supuesta islamización de la sociedad, este partido de corte populista-xenófobo no pasará del 8%, por detrás de otros partidos minoritarios como los comunistas (Die Linke), los verdes o los liberales del FDP.

¿Cuáles son, pues, las cuestiones que harán decidirse a los alemanes por Merkel o por Schulz? Las encuestas dan a la actual canciller como clara vencedora de las elecciones, con un 38%, mientras que Schulz no consigue despegar a los socialdemócratas del 25%, marca en la que llevan instalados varios años. Con la habilidad política que le caracteriza, Merkel ha sido capaz de rentabilizar para su partido la mayoría de los logros de la coalición. Los electores identifican gasto público en aras de una mayor igualdad social, inversiones en servicios públicos o la apuesta por las energías renovables más con Merkel más que con el SPD cuando estas propuestas políticas han sido tradicionalmente reivindicadas por la izquierda.

Y para la siguiente legislatura promete más empleo, más dinero y más seguridad, apuesta seguras para una victoria confortable. El programa electoral se basa en aumentar las ayudas públicas para las familias, mayores desgravaciones para la adquisición de la primera vivienda y la bajada generalizada de impuestos. Con la creación de 15.000 nuevas plazas de policía, Merkel parece remediar con éxito lo que ha sido su mayor (quizás único) error de cálculo político en los doce años al frente del Ejecutivo: la acogida de más de un millón de inmigrantes y refugiados con motivo de la guerra de Siria, sin permitir un debate social abierto sobre esta cuestión.

Las posibilidades de que Angela Merkel se convierta, con su cuarto mandato, en la presidenta del gobierno alemán más longeva, son elevadas. Al igual que es probable una reedición de la Gran Coalición. Los alemanes sienten que es bueno concertar y concentrar las fuerzas parlamentarias para dar respaldo amplio a un gobierno que represente a una mayoría social y que pueda actuar sólida y fuertemente hacia fuera. Gobiernos Jamaica u otras alternativas basadas en la suma de un partido grande y varios pequeños (tanto entre SPD, comunistas y verdes como entre CDU, liberales y verdes) son matemáticamente difíciles y políticamente poco deseados. Con su voto mayoritario a favor de los dos grandes partidos de centro la sociedad alemana volverá a apostar por los valores de la Gran Coalición: la estabilidad, seriedad, políticas socialmente justas e integradoras y la visión de una Europa fuerte y unida al servicio de la convivencia. Todo ello acompañado de un liderazgo sólido, sencillo y modesto pero eficaz, que representa Angela Merkel y que tanto gusta a los alemanes.

José Manuel Sáenz Rotko. Profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de Comillas ICAI-ICADE

Con el apoyo de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE