Europa la construyen cada vez más sus propias gentes e incluso algunas ajenas. Las primeras ampliaciones de la Unión Europea no dieron lugar a grandes y nuevos movimientos de personas, pese a que los liberalizaron. Ni siquiera se produjeron, desmintiendo los temores franceses de la época, con la entrada de España y Portugal, aunque los emigrantes españoles, portugueses y turcos de los 60 y 70 contribuyeron en su día a hacer esa pequeña Europa. La última incorporación de 12 países, por el contrario, sí ha supuesto grandes desplazamientos en la UE, incluso de forma anticipada, y quizá porque estuvieron retenidos durante la guerra fría. A ellos se han sumado, desde fuera, más magrebíes, africanos, asiáticos y latinoamericanos. De momento, y pese al nuevo Tratado que sustituirá a la Constitución, las últimas adhesiones no han contribuido como las anteriores a la profundización institucional, pero sí a la sociológica. Europa sobrepasa ya a Estados Unidos como tierra de inmigración. ¿Se tornará en un crisol de culturas? Las nuevas migraciones están transformando la realidad de la UE, la composición de sus sociedades nacionales e incluso la idea de sus límites de una forma nunca vista.

Imagen promocional de un joven profesional polaco

Hasta ahora, Europa la habían hecho fundamentalmente sus instituciones y el mercado de bienes y servicios. Ahora van sumándose las redes de transportes y de información. Pero lo que más está transformando su realidad es el movimiento de personas, más allá del turismo. Se calcula que hay casi un millón de polacos en el Reino Unido y en Irlanda (adonde, por cierto, han regresado numerosos irlandeses). La mayoría de ellos nunca volverán a su tierra, como ocurre con el resto de inmigrantes del planeta. Sus hijos se formarán en el sistema que les acoja, aunque transformándolo también. Cambiar, cambiaremos, es de esperar que por un enriquecimiento cultural mutuo. Pero una inmigración que crece a un ritmo superior al 10% ha generado en Austria, Holanda y Suecia movimientos de xenofobia y retraimiento.

Lo que este éxodo económico está provocando es una falta de especialistas de todo tipo en las sociedades de origen. Tanto es así que algunas empresas de construcción llevan de forma temporal a empleados polacos en Gran Bretaña a trabajar a Polonia. Donde más se nota esta fuga de cerebros y brazos es entre los mejor formados, en la medicina o en la electrónica, por ejemplo. ¿Cómo suple esta carencia el país? “Viendo que iba cogiendo otro sabio las hierbas que él arrojó”. Polonia se está llenando de ucranianos cualificados. Y la cadena sigue, poniendo en duda dónde están los límites geográficos de esta Unión en un mundo globalizado.

Lo mismo cabría decir de los rumanos, o de los ecuatorianos y colombianos que vienen a España. Los chinos llegan cada vez en mayor número a instalarse en esta Europa. Hay un millón de ellos en Francia. Todo esto llevará a replantear los intereses y la política exterior. Así, la España democrática no ha empezado a tener una estrategia hacia África hasta que se ha visto forzada por la llegada de un número significativo de inmigrantes subsaharianos ilegales. El cambio en la composición del origen de la población pesará en las políticas exteriores de cada país y del conjunto de la UE, aunque no hasta el punto de que la presencia de entre 17 y 25 millones de musulmanes sea la que marque la política europea respecto a Oriente Medio, como pretenden algunos analistas (incluso oficiales) americanos.

El cambio en la composición del origen de la población pesará en las políticas exteriores de cada país y del conjunto de la Unión Europea

Hay otro factor que está contribuyendo a generar un nuevo tipo de cultura europea, a saber, el programa Erasmus de becas para que estudiantes y (lo que a veces se olvida) profesores universitarios vayan a cursos en otros Estados miembros. Este programa, que no es una política, ha cumplido 20 años. 1,5 millones de estudiantes (150.000 al año en la actualidad, o un 1% de los estudiantes y un 1,9% de los profesores) se han beneficiado de él, y la Comisión espera llegar a tres millones para 2012. Incluso ha servido para que, en Bolonia o en Lovaina, españoles (España es de los países más populares de salida y llegada de estudiantes Erasmus) de diversas regiones, además de gentes de diversas procedencias, se conocieran e incluso entablaran relaciones sentimentales, contribuyendo así a que una parte significativa del tráfico de los vuelos de bajo coste sean vuelos por amor. Las redes nacionales, y no sólo europeas, de Erasmus crecen.

A estos movimientos se suma la llegada al Sur de Europa, y en particular a España, de jubilados del Norte que encuentran aquí mejores condiciones para vivir, y con derecho al voto pasivo y activo, al menos en las elecciones municipales. Esto hace que Madrid incurra en gastos sanitarios que sólo se compensan en una pequeña parte. Éste va a ser unos de los grandes temas de negociación financiera de España con la UE en el futuro a medida que se sequen los fondos comunitarios que tanto han contribuido al despegue de este país en los últimos veinte años.

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