La conjunción de una crisis económica, humana y política puede conducir a la implosión del régimen de Pyongyang.

 











Pancarta contra el líder norcoreano Kim Jong Il y su hijo y posible sucesor durante una manifestación en Seúl (Corea del Sur).

A la mujer del César no sólo le reclamamos que sea honesta, sino que también lo parezca: la suma del ser y del parecer como una operación perfecta. Pero hay que andarse con ojo, sus esfuerzos por parecer honesta pueden llevarla a olvidar su obligación de serlo.

En esta dinámica se encuentra la República Popular Democrática de Corea, que entre ser y parecer un país estable, se ha inclinado por lo segundo. El que hasta hace poco considerábamos como un Estado relativamente equilibrado, se revela como un mero espejismo. El endurecimiento de las sanciones internacionales –que entre otras cosas impide al Gobierno norcoreano la exportación de armas–, una política monetaria desastrosa, la escasez de ayuda humanitaria, el bloqueo del sistema sanitario y la falta de seguridad alimentaria, sitúan al reino ermitaño al borde del colapso.

La presión ejercida sobre Pyongyang le lleva casi al aislamiento en el mercado internacional, dado que el comercio armamentístico siempre ha constituido una fuente indispensable de ingresos.

En este sentido, la pérdida de compradores y la necesidad de supervivencia podrían conducirle a continuar el desarrollo de actividades nucleares o a promover la venta de armamento en círculos poco aconsejables como el crimen organizado o las bandas terroristas.

De puertas para dentro, el país se encuentra haciendo frente a los resultados de una política monetaria desafortunada. Por quinta vez, desde 1947, las autoridades emitieron una nueva moneda, en este caso, limitando la cantidad de dinero en circulación y confiscando el exceso de ahorro. La sorpresa del anuncio y las limitaciones establecidas sobre el intercambio de monedas llevó al Estado a una situación de déficit.

Por otra parte, la insuficiente fertilidad del suelo norcoreano, la carencia de intercambio con países vecinos, la escasez o inexistencia de medicamentos básicos y equipos médicos, hacen de los sectores agroalimentario y sanitario los principales ejes del embrollo. Además, su sociedad se encuentra en una situación de precariedad, acentuada por la retirada de la ayuda humanitaria por desacuerdos políticos y cansancio de los principales países donantes.

El panorama es más desolador de lo que parece a simple vista. A punto estamos de presenciar la segunda sucesión en el Gobierno desde 1948 y, siendo realistas, podemos presagiar que el resultado amenaza con ser negativo para la estabilidad del país.






























Es más que probable que Kim Jong Il haya escogido a su hijo Kim Jong Un, quien apenas roza la veintena y carece de suficientes adeptos, para gobernar

Aunque no ...