Este país se encuentra al borde de lo que puede ser un terrible 2011. Tras un retraso de cinco años, Costa de Marfil celebró elecciones presidenciales el 31 de octubre. La primera ronda, pacífica, recibió los elogios de la comunidad internacional, pero la segunda, entre el presidente actual, Laurent Gbagbo, y el ex primer ministro Alassane Ouattara, se vio enturbiada por choques y acusaciones de fraude por ambas partes.

La comunidad internacional -y dentro de ella la ONU, la Unión Africana, la Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (CEDEAO), Francia, como antigua potencia colonial, y Estados Unidos- ha reconocido como vencedor a Outtara, pero eso no ha impedido que Gbagbo, con el respaldo de altos jefes militares y el Consejo Constitucional, haya tomado posesión. Los dos políticos han nombrado primeros ministros y gobiernos, mientras las tensiones aumentan y las calles se llenan de protestas. Naciones Unidas informa de que ha habido desapariciones, violaciones y al menos dos docenas de muertes hasta ahora.

Lo peor que puede ocurrir es que Gbagbo permanezca en el poder y el conflicto armado entre los partidarios de cada bando suma al país en una guerra civil. Lo mejor, que Gbagbo ceda y dimita. Pero no está claro cómo pueden mejorar las cosas. La comunidad internacional ya ha elevado al máximo las presiones, con restricciones económicas y prohibiciones de viajar. Y la ONU ha renovado el mandato de sus fuerzas de paz en Costa de Marfil, pese a que Gbagbo había exigido su salida inmediata.

Es muy posible que la situación empeore en 2011. Ambos bandos cuentan con partidarios fuertemente armados que parecen dispuestos a luchar hasta el final.