Los jóvenes y pobres estudiantes de las escuelas islámicas de Pakistán fueron programados para luchar contra los soviéticos e India. Ahora ese extremismo se ha vuelto contra Occidente y el propio Estado paquistaní. Es el momento de que Islamabad reforme estos centros, que se han convertido en un caldo de cultivo yihadista.

 

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A pesar de los recientes triunfos del Gobierno paquistaní en la erradicación de la amenaza del terrorismo en las zonas septentrionales del país, sería ingenuo pensar que la victoria sobre el extremismo es amplia y decisiva, porque es probable que esos elementos se reagrupen para volver a atacar. La principal razón de su renacimiento es la existencia de una tendencia extremista en las escuelas religiosas (madrazas) que abundan en Pakistán.

Durante los últimos tres decenios, la sociedad de Pakistán se ha radicalizado por culpa de las fuerzas reaccionarias patrocinadas por Occidente (Estados Unidos a la cabeza) y dirigidas por el ex presidente paquistaní, el general Zia Ul Haq, contra las fuerzas de la URSS que invadieron Afganistán en 1979. Los estadounidenses y sus aliados querían derrotar a los agresores soviéticos a toda costa y comprendieron que necesitaban a fanáticos capaces de empuñar las modernas armas suministradas por EE UU. Para ganar la Guerra Fría era necesario encender los sentimientos religiosos entre los jóvenes musulmanes de Afganistán y Pakistán.

Las escuelas religiosas desempeñaron un papel importante a la hora de adoctrinar a los jóvenes para que libraran una yihad contra los soviéticos. El general Zia ul Haq impulso estos seminarios y les dio dinero y el apoyo del Estado, con lo que reforzó al clero. El número de madrazas se multiplicó durante su mandato y llegó a más de 40.000, con más de dos millones de estudiantes. Como consecuencia de sus esfuerzos para islamizar la sociedad, los ciudadanos de Pakistán, que ya estaban muy vinculados a la religión, consideraron que la labor de Zia era sincera y emancipadora. Se olvidaron convenientemente de que producía un retroceso de la sociedad. Las masas no fueron capaces de descubrir los verdaderos designios de su gobernante, que bailaba al son que le marcaba Estados Unidos.

A diferencia del sector de la educación formal en Pakistán, las madrazas siempre han sido sectarias. Esta institución forma parte de las sociedades musulmanas desde hace siglos, pero su papel fue insignificante mientras sólo sirvieron para producir clérigos que, como maestros o como predicadores, se hacían cargo de las mezquitas y las nuevas madrazas y dirigían ceremonias religiosas. Los estudiantes y graduados de estos centros, que dependían económicamente de la caridad y las limosnas, representaba, a un sector pobre de la sociedad. Cuando los astutos políticos de las capitales occidentales y sus aliados en Islamabad decidieron usar el sentimiento religioso en contra de los agresores soviéticos, el papel de las madrazas se transformó, y se asignaron a sí mismas la condición de guardianes de los valores.

Los programas de la mayoría de ellas se han basado siempre en las enseñanzas medievales del islam y han dejado poco margen para educar de verdad a los alumnos, que suelen proceder de familias pobres y reciben gratuitamente no sólo la enseñanza, sino también la vivienda. Al hacer ese favor a los estudiantes, la administración de la madraza considera que el alumno es un producto suyo y puede utilizarlo como sea. En la mayoría de estos centros, la educación ortodoxa -que moldea la personalidad del niño y lo mantiene bajo estricta observación las 24 horas del día durante varios años- aplasta emocional y psicológicamente su personalidad.

Entre las distintas sectas musulmanas, quienes se han adherido a la versión puritana del islam y seguido una interpretación más ortodoxa de la religión son quienes han caído con facilidad en la trampa de los gobernantes que necesitaban yihadistas. Las sectas que predican una filosofía mística, basan sus creencias en el amor a Mahoma, su familia y sus amigos, y siguen las enseñanzas de los santos que hablan del amor a la humanidad, no se han unido nunca a la yihad. Otras sectas ortodoxas conocidas por su concepción ambiciosa y sus ideas agresivas han intentado islamizar el mundo a la fuerza.

Después de la retirada soviética de Afganistán, los yihadistas perdieron su sentido y se vieron marginados por los gobernantes, de forma que no se integraron en la sociedad. La mentalidad victoriosa les llevó a imponer sus convicciones y, con ello, sumieron a la sociedad en el caos. En busca de más infieles contra los que luchar una guerra santa después de haber derrotado a una superpotencia -la URSS-, se fijaron en Estados Unidos y los países occidentales. Su llegada al poder en Kabul bajo la bandera talibán (literalmente, “estudiantes de la religión”), después de vencer a los caudillos rivales, les envalentonó aún más.

Entre la población predomina una actitud antiamericana, por lo que cualquier ayuda económica de EE UU será recibida con reservas

Después del 11 de septiembre de 2001, el mundo se dio cuenta de que era necesario abordar el problema de la intransigencia de las madrazas en Pakistán, porque estaba siendo un caldo de cultivo del extremismo. El gobierno talibán de Kabul dio refugio a Al Qaeda, que reunió y  entrenó a jóvenes para llevar a cabo actos violentos en diversas partes del planeta como represalia por la política estadounidense en Palestina y otros territorios musulmanes. Las actividades de esos fanáticos no sólo perjudicaron los intereses de los países occidentales, sino que, al proclamar la yihad contra los gobernantes musulmanes que se habían aliado con EE UU después del 11-S, consiguieron perturbar también la paz en muchos países islámicos, entre ellos Pakistán. Los atentados de Londres, Madrid y otros lugares de Europa tuvieron relación con esos fanáticos que, en nombre de la religión, cometieron ataques.

Estados Unidos y Europa ofrecieron ayuda al Gobierno de Islamabad para introducir reformas en las madrazas, pero los clérigos se resistieron porque nunca habían estado dispuestos a perder su influencia sobre un ejército de jóvenes fanáticos y obedientes ni su control de un dinero procedente de todas direcciones. Otro interesado en sacar provecho de estos estudiantes es el Ejército paquistaní, que los ha empleado para atacar a India cuando lo ha considerado necesario, sobre todo en las zonas ocupadas de Cachemira. Hasta 2007, el Ejército paquistaní nunca se dio cuenta de que esta estrategia podía ser dañina para el propio Estado. Los extremistas se escaparon al control de sus propios mentores y cometieron cientos de atentados suicidas que mataron a centenares de miembros de las fuerzas de seguridad paquistaníes.

El mundo siguió expresando sus temores a que los fanáticos se hicieran con el poder en un Pakistán dotado de armas nucleares, pero, a principios de 2009, el Ejército del país lanzó una operación en toda regla contra los extremistas unidos bajo el nombre de Tehrik e Taliban Pakistan (talibanes paquistaníes) una organización afiliada a Al Qaeda que desafiaba el poder del gobierno de Islamabad en las zonas tribales del país.

Con el cambio de actitud en los cuadros medios del Ejército y, sobre todo, con la nueva percepción que tiene la población de los yihadistas, es necesario abordar seriamente la cuestión de las madrazas, y eso da a Ocidente una oportunidad para actuar con decisión y ayudar a las autoridades paquistaníes a introducir reformas en el sector e ignorar las protestas de los clérigos.

Entre la población en general predomina una actitud antiamericana, por lo que cualquier ayuda económica de Estados Unidos será recibida con reservas. Es el momento de que Europa dé un paso adelante y ofrezca ayuda económica a Islamabad para iniciar el proceso de secularización de estas escuelas. Los estudiantes, con su limitada concepción del mundo, caen presa de la intransigencia, pero Europa podrían hacer mucho: proporcionar becas para que los mejores estudiantes de las madrazas paquistaníes vayan a universidades europeas u organizarse con el Gobierno paquistaní para organizar viajes mensuales de estudios por el Viejo Continente. El objetivo fundamental sería comenzar a cambiar la visión del mundo que tienen los estudiantes de estos centros, y este tipo de medidas fomentarían el pluralismo político y la tolerancia religiosa.

 

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