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Crónica de la charla ’25 años de políticas de Vecindad Sur’, primera del ciclo ‘Una nueva agenda para el Mediterráneo’. Vídeo del debate completo.  

Cuando se cumplen 25 años del proceso de Barcelona, ¿cuál es el balance de la asociación euromediterránea en este periodo? La iniciativa nació con tres objetivos: convertir la región mediterránea en un espacio común de paz, estabilidad, prosperidad y de seguridad; intensificar el diálogo político e instaurar un área de cooperación económica y financiera; y desarrollar una asociación social, cultural y humana. ¿Cuánto se ha avanzado en ese sentido? Idoia Villanueva, Fabio Massimo Castaldo, David Llistar, Ignacio Álvarez Ossorio e Isaías Barreñada intentaron dar respuesta a esta cuestión en el primer webinario del ciclo ‘Una nueva agenda para el Mediterráneo’, moderado por la periodista Olga Rodríguez.

El pasado 9 de febrero, la Comisión Europea y el Servicio Europeo de Acción Exterior adoptaron la comunicación conjunta ‘Una nueva agenda para el Mediterráneo’. Para Idoia Villanueva, eurodiputada de Podemos, esta propuesta mantiene “una visión economicista de la relación con los países del sur”. “Estamos ante una agenda alejada de la realidad, que apuesta por una relación en la que se obvia la falta de democracia, los atentados contra los derechos humanos, el papel de las compañías europeas en estos países… y tiene visos de ahondar en los errores del pasado”, asegura. Es decir, el desarrollo de intercambios económicos desiguales, más securitización y la consolidación de la Europa fortaleza con el ‘nuevo’ Pacto de Migración y Asilo, centrado en el control de fronteras en vez de abordar las causas de la migración.

Fabio Massimo Castaldo, vicepresidente del Parlamento Europeo, centró su intervención en Túnez, “un referente democrático para la región”, aunque no sin dificultades. “El pueblo se sublevó y derrocó a un dictador, pero sus sucesivos gobiernos no han conseguido atajar la desigualdad, las protestas sociales y la corrupción endémica. La pandemia ha agravado aún más la situación económica”, explicó. Por eso, la clave para lograr una transición democrática plena son las políticas públicas enfocadas a la justicia social.

Sobre el futuro de la relación euromediterránea, Castaldo señaló que la UE tiene que demostrar su compromiso “trabajando en prioridades conjuntas, yendo más allá de respuestas bilaterales y a corto plazo”. Como por ejemplo, cooperando para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aplicar el Acuerdo de París, desarrollar políticas comerciales equilibradas y apoyar una modernización de las economías que no aumente las desigualdades dentro de cada país y entre las dos orillas. “Oriente Medio y el norte de África es una de las regiones más jóvenes del mundo y tiene las tasas de desempleo más altas y preocupantes. Un plan de acción debería poner a los jóvenes y las mujeres en el centro de todas las acciones políticas”, apuntó.

Por último, recordó que la cooperación debe guiarse siempre por los valores fundamentales de la UE: “Solo poniendo en el centro de todas nuestras acciones los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho podemos cumplir con el espíritu del Proceso de Barcelona, confiándolo a una nueva generación de ciudadanos mediterráneos”.

David Llistar, director de justicia global y cooperación internacional del Ayuntamiento de Barcelona, señaló que los tres grandes retos de la región son la desigualdad (“la frontera mediterránea es una de las más desiguales del planeta y eso está en el origen de la movilidad humana sur-norte”), la amenaza climática (“después del Ártico, esta será la zona más afectada”) y la lucha por la democracia (“las resistencias ciudadanas que se están enfrentando a los regímenes autoritarios represivos son la esperanza que debemos apoyar”).

“En el sur, la primavera árabe, que auguraba un futuro esperanzador, ha dado lugar a estabilidades muy precarias: sólo Túnez ha conseguido una transición democrática con sus dificultades, y en el otro extremo está Siria, con una guerra que empezó en 2011 y aún no ha terminado, un gran fracaso colectivo”, aseguró. “En el norte, la agenda euromediterránea ha estado dominada por las políticas de seguridad diseñadas para frenar las migraciones y la movilidad humana. Unas políticas que en realidad generan inseguridad para las personas, vulnerando los derechos humanos”.

Frente a ello, Llistar reivindicó el papel de las ciudades mediterráneas como actores multilaterales de primer orden. “Barcelona es una ciudad global con una ciudadanía mestiza y las dos orillas del Mediterráneo incorporadas en su día a día”, y con ese espíritu defiende un “municipalismo internacionalista” que actúe allí donde los Estados no pueden o no quieren llegar. Por ejemplo, “respondiendo a la crisis de refugio mientras la Europa fortaleza se ponía de perfil”.

Tras el proceso inconcluso de las revoluciones, “los motivos de descontento persisten: hay un divorcio entre gobernantes y gobernados, resultado de la falta de libertades públicas y de la desigualdad en la repartición de la riqueza”, resumió Ignacio Álvarez-Ossorio. La pandemia ha agudizado la incertidumbre y la pobreza y este contexto ha sido aprovechado por muchos regímenes para intensificar el autoritarismo. Mientras tanto, “la UE es el gran ausente”, alerta.

“El proceso euromediterráneo ponía una esperanza exagerada en que las lógicas occidentales iban a ser la respuesta, en que el libre comercio llevaría a un crecimiento económico y a reformas de carácter político y a la democratización de los regímenes autoritarios, pero 25 años después son más fuertes que en el pasado, salvo en el caso de Túnez. En el dilema seguridad versus democracia, la UE siempre ha apostado por regímenes autoritarios porque en muchos casos eran los ‘garantes’ de la estabilidad en la zona: luchaban contra grupos islamistas radicales y frenaban movimientos migratorios”, explicó el profesor de la UCM.

Una nueva hoja de ruta para el Mediterráneo debe retirar su apoyo a estos regímenes, que están bloqueando el cambio político, y escuchar las demandas de mayor justicia social de la población. “El proceso euromediterráneo pasaba por alto los derechos políticos y sociales. Ha llegado el momento de poner el foco en la agenda social”, especialmente en los derechos laborales y la igualdad de género, apunta Ossorio.

“La primera pregunta que debemos hacernos es si a la UE le importa de verdad la Vecindad Sur”, planteó Isaías Barreñada. El profesor se mostró especialmente crítico con el balance de estos 25 años: “Las políticas euromediterráneas han sido insuficientes en recursos, tiempo dedicado y prioridad política. Han reflejado las contradicciones de la acción exterior europea: mucha retórica y hechos no coherentes con esa retórica. Y han supuesto la imposición de una política ‘realista’ y de poder: la reafirmación de una concepción de Europa como centro de poder que prefiere articular funcionalmente su entorno a sus intereses”.

En su opinión, la situación es peor que en 1995. Respecto al primer objetivo (paz y estabilidad), “los Estados del sur del Mediterráneo son ahora más débiles y funcionan peor, no hay más democracia ni más paz: la UE ha sido el gran contribuyente a la estabilidad autoritaria, porque su previsibilidad en las relaciones es algo que le viene bien”. Respecto a la cooperación económica y el progreso, “en algunos países ha habido dinámicas de crecimiento, pero sigue siendo una de las zonas del mundo con indicadores más escandalosos en materia de desempleo y en materia de mecanismos de protección social”. La UE se ha centrado en la gestión migratoria y la “apertura” del mercado, y no está prestando atención a “las realidades sobre el terreno” para contribuir realmente al desarrollo económico y humano.

Finalmente, Barreñada sostiene que “la Europa fortaleza se impuso sobre la zona euromediterránea de los ciudadanos” y que el diálogo civil se ha esfumado. “Hay un deterioro muy importante de la percepción que se tiene de Europa en las sociedades de la orilla sur. En los 90 y principios de los 2000 se percibía a Europa como aliado en la modernización y el cambio, y ahora perciben a la UE como un mecanismo al que se agarran los regímenes autoritarios y los grupos de poder para mantener sus privilegios”.

Para concluir, Idoia Villanueva propuso algunos “cambios de enfoque” que debería recoger la nueva agenda para el Mediterráneo: centrarse en la seguridad humana y no en una visión securitaria de las fronteras y en la criminalización de la migración; promover relaciones económicas más igualitarias, renunciando al extractivismo, la depredación de recursos y la complicidad con la explotación laboral; destensar los conflictos en la vecindad europea y poner como prioridad el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos; promover un desarrollo sostenible, inclusivo e igualitario, para lo que es necesario un enfoque de género y compromisos reales en la lucha por el clima.

 

Debate:

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