
He aquí los factores tras las protestas en el país y los desafíos por delante no solo para Cuba, sino para Estados Unidos y la UE respecto a sus políticas hacia la isla.
Para explicar las protestas en Cuba empecemos por lo que es conocido: la economía y la pandemia de la Covid-19. Los cubanos que salen a las calles no son distintos a los ciudadanos de otros países latinoamericanos. Están asustados y hambrientos por la subida de los precios y la carencia de alimentos, se sienten ansiosos y angustiados por la incertidumbre sobre cuándo terminará la crisis sanitaria. Lo sorprendente es que no se haya roto el cántaro después de tantos meses llevándolo a la fuente.
Las raíces de la crisis
En el caso de la economía, la isla ya venía renqueando por décadas con una crisis estructural del modelo estatista, remendado de vez en cuando con algunas aperturas al mercado que, en ausencia de una reforma abarcadora, solo producían reanimaciones parciales. Esos cambios segmentados demandaban más reformas que el Gobierno cubano trataba con una lentitud del que tiene todo el tiempo del mundo. La reunificación monetaria y cambiaria, proclamada como necesaria desde finales de los 90, no ocurrió hasta 2020, en el peor momento, en medio de la pandemia.
Con esa cojera de reforma parcial desarticulada, responsabilidad fundamentalmente del Gobierno, recibió la isla a la Covid-19. El país importa hoy más del 70% de los alimentos que consume la población. Tal dinámica importadora no es nueva en la historia económica de la isla, pero se agudizó por decisiones de las últimas dos décadas. Al desmantelamiento de gran parte de la industria azucarera, ya de por sí bastante maltrecha en 2003, se agregó el abandono de la mayoría de las tierras arables. Desde 2011, el partido-estado proclamó en sus lineamientos la centralidad de reanimar la agricultura con el fin de sustituir con producción nacional la importación masiva de alimentos, pero la reforma del sector agropecuario nunca arrancó.
Para alimentar a su población, el Gobierno entonces echó mano de las principales fuentes de divisas que habían ido creciendo desde los 90: el turismo, las remesas y los ingresos por servicios ofrecidos en el exterior por trabajadores cubanos, fundamentalmente, de salud. De los dos últimos renglones, las misiones médicas en el exterior y las remesas, se encargaría la administración de Donald Trump y el giro a la derecha de algunos países en América Latina, como Brasil. Del turismo, se encargaría la pandemia. Para hacerse una idea del descenso brutal en ese sector, nótese que en 2019 Cuba recibió a 4,2 millones de turistas, en 2020, 1,2 millones, ya en medio de la crisis sanitaria global, para caer aún más en el primer semestre de 2021, 122.000 turistas en total.
Ese descenso de ingresos se reflejó en incapacidad para importar los alimentos necesarios para niveles que bordean la subsistencia. En esa escasez extrema están las raíces del comportamiento desesperado ...
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