
Cómo la purga masiva por parte de las autoridades turcas está afectando a la vida de ciudadanos sin vínculos con la organización gülenista, acusada de estar detrás del intento de golpe de Estado.
Es otra víctima inocente más de las masivas purgas que están teniendo lugar en Turquía a raíz del fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio. Ella no quiere dar su nombre porque teme represalias si lo hace, así que utilizaremos el nombre ficticio de Zeynep Cakir para explicar su caso. De hecho, su miedo no es uno aislado y en cambio sintomático: aquí, cada vez más a menudo, los entrevistados se niegan a dar su nombre o apellido cuando se trata de criticar lo que pasa en Turquía.
El caso de Zeynep, que trabajaba con contrato de un año en una dependencia oficial, comenzó “justo después de la intentona (una semana), el 22 de julio, mientras trabajaba recibí un mensaje de mi empresa”, explica Zeynep Cakir a esglobal por correo electrónico.
“El mensaje decía que ellos investigaron y llegaron a la conclusión de que yo tenía algún vínculo con la organización terrorista llamada FETÖ (acrónimo que utiliza Ankara para referirse a la organización liderada por el clérigo musulmán Fetulá Gülen, al que una gran mayoría de los turcos atribuye la intentona golpista); por lo tanto ya se acabó mi contrato”, añade Cakir.
Naturalmente, ella se quedó en estado de shock. Y así hasta hoy, cuando todavía desconoce qué pasó exactamente (varias partes niegan haber escrito el mensaje de marras). Pero algo tiene claro: cada vez que intentó encontrar trabajo en otro sitio después de aquello “me dijeron que no querían contratar a una persona a la que se acusa de ser terrorista”.
Así que, después de darle muchas vueltas, Zeynep ha ido a juicio, pero admite que su “plan A” actualmente es emigrar a otro país.
“Lo que más me duele, después de lo que pasó, es que mis compañeros [de trabajo] jamás me llamaron para decir un “lo siento”. Creo que todos piensan que yo era una terrorista de la organización FETÖ y lo escondía. Perdí esas amistades...”, se lamenta.
Lo curioso no solo es que Zeynep no tenga nada que ver con el movimiento Gülen; nunca estudió en sus escuelas o utilizó sus bancos, por ejemplo. Es más: es de tradición aleví y no lleva velo −como sí lo hacía el resto de sus compañeras.
“Nunca me discriminaron por no ser de ellos [del AKP o partido en el Gobierno, de la Justicia y Desarrollo, de raíces islamistas]”, admite Zeynep.
“Esto es tan cierto como que me echaron por ser de izquierdas, de la oposición. Porque no era como ellos, por ejemplo, en los grupos de WhatsApp que usábamos entre compañeros nunca hice propaganda de Erdogan después del golpe como los otros...”, prosigue. Sí en cambio tuvo un comentario ...
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