La debilidad de los emergentes amenaza con más disgustos para Europa.

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Cuando las Bolsas de 17 de los 20 mercados emergentes caen con fuerza durante el primer mes del año y la principal explicación es una medida que sólo ha empezado a aplicarse (el famoso tapering de la Reserva Federal de Estados Unidos), parece razonable esperar un mal 2014 para las únicas economías que han sorteado con algún éxito todo el rigor de la crisis mundial. La pregunta es qué impacto tendrá sobre Europa y su frágil recuperación.

Resulta absurdo hacer una evaluación precisa de daños antes de que se produzcan y más aún después del éxito cosechado por los economistas del Fondo Monetario Internacional y sus predicciones fallidas. Se pueden analizar, sin embargo, las tres dimensiones en las que los países comunitarios pueden verse seriamente perjudicados: la que afecta al sector financiero, la que afecta a las multinacionales cotizadas en general y la que afecta a la competitividad del turismo y las exportaciones.

La crisis ha arrancado buena parte de los galones de superioridad que lucían los bancos europeos antes de 2008 y la debilidad de los emergentes amenaza con más disgustos no sólo para ellos, sino también para quienes esperan un reflujo del crédito en países como España, Grecia, Irlanda, Italia o Portugal a corto plazo. Reuters ha documentado que los principales acreedores de los más de tres billones en préstamos concedidos en lugares como Brasil, Rusia o Turquía son BBVA, Erste Bank, HSBC, Santander, Standard Chartered y UniCredit. Si sufren un duro golpe, tendrán muchos problemas para abrir el grifo con alegría a esas pymes europeas sedientas de una financiación con la que podrían crear millones de puestos de trabajo.

Las cifras de septiembre del Banco de Pagos Internacionales son contundentes. Las entidades financieras españolas soportan 350.000 millones de euros en préstamos a Latinoamérica, las británicas rozan los 380.000 millones a otros emergentes y Francia e Italia prestaron cada una 150.000 millones sobre todo a tigres del Viejo Continente como República Checa, Rusia o Bulgaria.

Aunque a medio plazo el peligro más grave para los bancos se encontraría en el enfriamiento de economías como las de los BRICS, durante los próximos meses y semanas la gran amenaza va a ser el desplome de las monedas locales por culpa de la fuga de capitales que ya ha empezado a producirse y de un eventual ataque especulativo.

El desplome de los reales brasileños o pesos mexicanos recortaría automáticamente los beneficios de las entidades europeas que operan allí, porque, al repatriar sus beneficios, tendrían que convertir los pesos y reales en dólares, libras o euros y perderían claramente con el cambio. El alunizaje monetario de los emergentes también podría perjudicar a sus negocios de banca privada, a cuyos clientes les han vendido toneladas de productos relacionados con el rendimiento de estas economías, o a sus operaciones en el mercado de capitales, en las que pueden haber apostado más de ...