Cuando se celebra el quinto centenario de la muerte de Colón, China se
lanza a la conquista del continente con unos métodos muy distintos.
Chile ha sido el primer país en firmar un acuerdo de libre comercio con el
gigante asiático en una región ávida de crecimiento, señal de que este
siglo se dilucidará en la cuenca del Pacífico.

Al contrario de lo que ha ocurrido en muchos países latinoamericanos, ni Jeffrey Sachs ni Milton Friedman han aterrizado en Pekín para aplicar las leyes del desarrollo económico. La apertura comercial de China es deslumbrante y la apuesta por el libre comercio inédita. Para América Latina, en un momento en el que los gobiernos de izquierda están afincándose en el continente, el interés por ese capitalismo híbrido apunta a una reorganización más amplia, en la que el antiguo patio trasero de Estados Unidos ya no depende, por primera vez en su historia, de los países desarrollados para explotar sus recursos y puede también recurrir a un tercer interlocutor.

En Latinoamérica, el impacto económico del gigante asiático es doble: comercial y financiero. Lo más llamativo y explosivo es, sin duda, su irrupción como uno de los principales socios comerciales de la mayoría de los países del subcontinente. La velocidad de este proceso ha sido meteórica: en apenas un par de años China se ha convertido en una pieza clave del ajedrez comercial latinoamericano. Asimismo, en términos financieros, sus inversiones han despegado en las estadísticas y realidades del área.

El despertar del dragón chino no es sin embargo nuevo. En realidad, hablar del surgimiento de la economía china es erróneo. Lo justo sería definirlo como un resurgir. Hasta principios del siglo XIX, el gigante acaparaba más de un tercio del PIB mundial, lo que le convertía en el centro del planeta. El siglo XX fue un paréntesis. China estaría ahora retomando la posición que fue suya, no en la periferia del mundo, sino más bien en su núcleo.

OTRA GEOGRAFÍA COMERCIAL
Para América Latina este despertar del dragón es una estupenda noticia. Las dos regiones son complementarias. La primera dispone de los recursos naturales y productos agrícolas que Pekín necesita para alimentar su crecimiento. La voracidad de la economía china ha contribuido a la bonanza vivida por la región en los últimos años. Es más, por primera vez en su historia reciente, Latinoamérica dispone de tres puntos de apoyo en el mundo. Hasta los 80, el principal sostén (comercial) fue Estados Unidos; en los 90 surgió un segundo pilar (financiero): las inversiones directas masivas de los europeos y españoles en particular; ahora se estructura un tercer punto de apoyo (asiático).

Desde el cobre chileno a la soja brasileña, los productos latinoamericanos fluyen hoy día en grandes cantidades hacia China. El efecto aquí es doble: en volúmenes, que se dispararon, y en precios. Asimismo, China influyó en los costes de las mercancías exportadas por América Latina, revirtiendo la tendencia a la baja experimentada en el siglo XX. Pekín superó en 2003 a Japón como segundo consumidor mundial de petróleo (en 2005 acaparó el 8,5% del total del consumo de crudo global). El año pasado acumuló más de 12% del consumo internacional de cobre, otro importante producto de exportación de América Latina.

Pekín sólo importa materias primas y productos agrícolas, lo que no favorece la diversificación de las exportaciones latinoamericanas

De hecho, el 65% de las ventas a territorio chino de las principales economías de la región son productos agrícolas o materias primas. Las manufacturas, maquinarias y productos de transporte representan un 30%. Lo más llamativo es la velocidad de este proceso como muestran, por ejemplo, las exportaciones brasileñas de mineral de hierro hacia el gigante asiático. Igualmente los envíos de crudo venezolano están disparándose: en 2005 alcanzaron un valor de 3.000 millones de dólares (unos 2.400 millones de euros), el doble del año anterior. En total, los flujos comerciales entre ambas regiones han crecido un 250% en apenas cuatro años, entre 2000 y 2004.

Un estudio publicado por el Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) muestra cómo China compite con América Latina en Estados Unidos. En realidad no lo hace de forma directa, con la excepción de los países centroamericanos y México. Este último caso es, en este sentido, más la excepción que la regla. Este país dispone de una baza excepcional para afrontar el reto chino: la proximidad con EE UU, que absorbe el 85% de sus exportaciones, aunque éstas han ido perdiendo cuota de mercado en el vecino del Norte: entre 2002 y 2005 pasaron de un 11,6% a un 10,2%. Mientras, Pekín se convertía en el segundo proveedor de la superpotencia, por delante del país azteca, que no podrá competir en términos de costes laborales. Sin embargo tiene una ventaja masiva, la proximidad con los clientes finales estadounidenses, que es clave en los sectores industriales donde los gastos de almacenamiento y las necesidades de entrega en plazos breves son estratégicos. El reto futuro será cómo jugar esa baza que pasa por una mejora generalizada de sus infraestructuras, redes de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.

Para los demás países de Latinoamérica, si bien China se presenta como un ángel comercial, este boom también tiene su lado oscuro. El gigante sólo importa materias primas y productos agrícolas, lo que no favorece una diversificación de las exportaciones latinoamericanas. El gran desafío será utilizar esta doble oportunidad de precios y volúmenes para rentabilizar esta prosperidad, sanear aún más las economías y diseñar políticas económicas contracíclicas.

Pero el gran objetivo para la región será evitar recaer en una especialización de bajo valor añadido y quedar encerrado en la especialización de las materias primas. China no parece ayudar, como muestra el ejemplo brasileño: en 2004 cerca del 60% de las exportaciones de este país al Imperio del Centro consistieron en productos básicos. Además, se vislumbra el riesgo que suponen cada vez más los operadores chinos, organizados en cárteles de importación, para fijar precios precisamente en sectores como la soja y el mineral de hierro, como reflejaron las tensiones entre empresas de uno y otro país en los tres últimos años.

EL IMPACTO FINANCIERO
Más allá del impacto comercial a corto y medio plazo, hay también que cuestionar ese efecto sobre los flujos de capitales. China es, sin duda, uno de los factores que han contribuido a mantener bajos los tipos de interés internacionales en los últimos años. El régimen comunista colocó de forma paulatina parte de sus inmensas reservas de divisas en bonos del Tesoro estadounidense. En 2006 estos depósitos han alcanzado la vertiginosa cifra de 950.000 millones de dólares, lo que ha contribuido al exceso de liquidez internacional. La combinación de ambos parámetros ha sido una gran noticia para los mercados emergentes, América Latina incluida, que han visto cómo les llovían grandes cantidades de capitales en búsqueda de rendimiento.

China juega también un papel central en la dinámica de la inversión directa extranjera (IDE). Así, entre 2000 y 2003, se convirtió en el principal receptor de IDE del mundo, lo que representa cerca del 50% del total recibido por las economías emergentes. En cambio y durante ese periodo, América Latina experimentó un retroceso inversor, lo que llevó a muchos expertos a preguntarse si había una competencia entre ambas regiones en este capítulo. En 2003, el subcontinente recibió, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), apenas 36.000 millones de IDE, una cantidad muy inferior a los casi 60.000 millones que obtuvo China ese año. Pese a ello, los datos son tozudos y no indican tal rivalidad. Es más, las cifras de 2004 y 2005 confirmaron una recuperación de la IDE hacia Latinoamérica, mientras los flujos hacia China alcanzaban los 72.000 millones de dólares en 2005, según la OCDE.

Incluso se dio un fenómeno nuevo: las empresas chinas se han convertido en inversores directos importantes en América Latina, Asia y África, sobre todo en los sectores vinculados a las materias primas. Según un informe realizado por la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Pekín se coloca en el quinto lugar entre los principales inversores extranjeros, después de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Francia.

En 2005, la IDE china en el exterior supuso cerca de 7.000 millones de dólares, un 26% más que en 2004. El 60% se dirigió hacia Asia, pero América Latina siguió acaparando la atención con un 16% del total, lo que la convirtió en la segunda región receptora de las inversiones exteriores del gigante asiático, por delante de Europa, Norteamérica o África. Es posible que más allá de los flujos comerciales, pronto se desarrollen también mayores intercambios de capitales entre ambas regiones. A corto y medio plazo, ésta sería una nueva buena noticia procedente de Oriente para América Latina. Ese interés puede que no sólo se concentre en las materias primas sino también en las infraestructuras, ya que el objetivo de China es, ante todo, asegurarse el abastecimiento continuo de esos productos. Para ello necesitará que las vías de transporte, hoy día deficientes en el continente, mejoren. De ahí el interés por los proyectos panregionales entre Brasil y Perú, Argentina y Chile o incluso entre Venezuela y Colombia.

UNA NUEVA TRIANGULACIÓN
En esta recomposición a escala global, se está diseñando un triángulo inédito en el cual España, en particular, y Europa, en general, pueden jugar un papel clave. Con sus inversiones masivas, las empresas españolas se han convertido en interlocutoras de primer rango para las empresas chinas que buscan expandir negocios hacia las Américas.

Los bancos españoles, encabezados por el BBVA, han entendido a la perfección este potencial y disponen de franquicias completas en toda Latinoamérica. Así, esta entidad se ha convertido en 2005 en el líder mundial de operaciones financieras de comercio exterior. En paralelo ha ido desarrollando una red de oficinas en Pekín, Shanghai y Hong Kong. Esta estrategia, que busca captar parte de los flujos de financiación del creciente comercio exterior entre ambas regiones, no puede ser más acertada en un momento en el cual se están disparando los flujos comerciales entre China y América Latina. Por si fuera poco, el apetito inversor de las multinacionales emergentes chinas coloca a una entidad como BBVA en una posición idónea para intermediar estas dinámicas corporativas. De hecho, de las 100 mayores multinacionales emergentes, en búsqueda de expansión internacional, casi la mitad (44) son chinas, según un estudio del Boston Consulting Group.

El interés del BBVA en Asia va sin embargo más allá de los flujos comerciales, como demuestra el acuerdo firmado este año con el primer banco chino (Bank of China) para canalizar el envío de remesas de su diáspora en Estados Unidos. Este convenio se extenderá después a otros países con importantes comunidades chinas, como Tailandia, Indonesia, Malaisia, pero también Europa y América Latina, sobre todo en Perú. En total, el gigante asiático capta el 8% del total de las remesas mundiales: más de 12.000 millones de dólares.

Otro ejemplo llamativo es el de Telefónica, que abrió su primera oficina en el Imperio del Centro en 2005. Poco después adquirió el 5% de China Netcom por 500 millones de dólares. En 2006, la división de móviles suscribió acuerdos con los dos principales fabricantes chinos de equipos de telecomunicaciones (Huawei Technologies y ZTE) para colaborar en el diseño y la fabricación de productos para telefonía de tercera generación. Y lo que es más interesante, el grupo español impulsó el desembarco de una multinacional china en América Latina, mediante un acuerdo con Huawei. Hoy día esta empresa suministra productos para las filiales de Telefónica en el otro lado del Atlántico.

En el sector energético, las sinergias hispanochinas también presentan potencial. Este año la china CNOCC estuvo coqueteando con Repsol YPF y le propuso una alianza en Latinoamérica para contribuir a la búsqueda y desarrollo de reservas de crudo en el continente mediante la filial argentina de la multinacional española.

China seguirá alimentando en el futuro los telediarios y las portadas de los periódicos. Los viajeros seguirán quedándose deslumbrados por la modernidad vertical de Shanghai, y los empresarios occidentales por esa fábrica del mundo que se ha convertido en el oscuro deseo de sus multinacionales. Mientras, en las oficinas de los organismos internacionales seguirán buscando entender cómo casi cuatrocientos millones de chinos han dejado de ser pobres, cómo semejante milagro se ha convertido en la cuarta economía del planeta y la segunda locomotora del crecimiento mundial.

Cuando Pekín celebre los Juegos Olímpicos de 2008, el mensaje resonará más fuerte en Europa y América Latina: ambas regiones sólo seguirán jugando en esta nueva era de globalización llevados también de la mano (in)visible china.

 

¿Algo más?
Sobre la influencia de China en África y en América Latina es interesante consultar los estudios que la OCDE ha publicado este año. En especial, los trabajos de Jorge Blázquez, Javier Rodríguez y Javier Santiso, Angel or Devil? China’s impact on Latin America (OCDE Development Centre, Paris, Working Paper, 252, junio 2006), y Andrea Goldstein, Nicolas Pinaud, Helmut Reisen, y Xiaobao Chen, The Rise of China and India: What’s in it for Africa (OECD Development Centre Series, París, 2006). Para una visión de las relaciones entre China y Brasil, se puede también consultar Renato Amorim, The New Axis of Trade: a Brief Assessment of Sino-Brazilian Economic Relations since 2000 (Fundación Canadiense para las Américas, febrero 2006). Ver también el excelente informe del Banco Interamericano, The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean (BID y David Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard University, Washington y Boston).

Sobre la emergencia de un capitalismo pragmático en China y sus limitaciones, ver en particular el excelente libro de Minxin Pei, China’s trapped transition (Harvard University Press, Cambridge, Mass. 2006). Para una discusión en torno al pragmatismo en América Latina, ver también La economía política de lo posible, de Javier Santiso (Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, 2006). Sobre el surgimiento de las multinacionales de las economías emergentes, sobre todo las chinas, consultar los informes de The Boston Consulting Group, The New Challenges: How 100 Top Companies from Rapidly Developing Economies Are Changing the World (BCG, Boston, 2006), y Philip Poole y al., Go go Global (HSBC Global Research, Emerging Markets Macro Team, Londres, abril 2006).

 

 

Cuando se celebra el quinto centenario de la muerte de Colón, China se
lanza a la conquista del continente con unos métodos muy distintos.
Chile ha sido el primer país en firmar un acuerdo de libre comercio con el
gigante asiático en una región ávida de crecimiento, señal de que este
siglo se dilucidará en la cuenca del Pacífico.
Javier Santiso

Al contrario de lo que ha ocurrido en muchos países latinoamericanos, ni Jeffrey Sachs ni Milton Friedman han aterrizado en Pekín para aplicar las leyes del desarrollo económico. La apertura comercial de China es deslumbrante y la apuesta por el libre comercio inédita. Para América Latina, en un momento en el que los gobiernos de izquierda están afincándose en el continente, el interés por ese capitalismo híbrido apunta a una reorganización más amplia, en la que el antiguo patio trasero de Estados Unidos ya no depende, por primera vez en su historia, de los países desarrollados para explotar sus recursos y puede también recurrir a un tercer interlocutor.

En Latinoamérica, el impacto económico del gigante asiático es doble: comercial y financiero. Lo más llamativo y explosivo es, sin duda, su irrupción como uno de los principales socios comerciales de la mayoría de los países del subcontinente. La velocidad de este proceso ha sido meteórica: en apenas un par de años China se ha convertido en una pieza clave del ajedrez comercial latinoamericano. Asimismo, en términos financieros, sus inversiones han despegado en las estadísticas y realidades del área.

El despertar del dragón chino no es sin embargo nuevo. En realidad, hablar del surgimiento de la economía china es erróneo. Lo justo sería definirlo como un resurgir. Hasta principios del siglo XIX, el gigante acaparaba más de un tercio del PIB mundial, lo que le convertía en el centro del planeta. El siglo XX fue un paréntesis. China estaría ahora retomando la posición que fue suya, no en la periferia del mundo, sino más bien en su núcleo.

OTRA GEOGRAFÍA COMERCIAL
Para América Latina este despertar del dragón es una estupenda noticia. Las dos regiones son complementarias. La primera dispone de los recursos naturales y productos agrícolas que Pekín necesita para alimentar su crecimiento. La voracidad de la economía china ha contribuido a la bonanza vivida por la región en los últimos años. Es más, por primera vez en su historia reciente, Latinoamérica dispone de tres puntos de apoyo en el mundo. Hasta los 80, el principal sostén (comercial) fue Estados Unidos; en los 90 surgió un segundo pilar (financiero): las inversiones directas masivas de los europeos y españoles en particular; ahora se estructura un tercer punto de apoyo (asiático).

Desde el cobre chileno a la soja brasileña, los productos latinoamericanos fluyen hoy día en grandes cantidades hacia China. El efecto aquí es doble: en volúmenes, que se dispararon, y en precios. Asimismo, China influyó en los costes de las mercancías exportadas por América Latina, revirtiendo la tendencia a la baja experimentada en el siglo XX. Pekín superó en 2003 a Japón como segundo consumidor mundial de petróleo (en 2005 acaparó el 8,5% del total del consumo de crudo global). El año pasado acumuló más de 12% del consumo internacional de cobre, otro importante producto de exportación de América Latina.

Pekín sólo importa materias primas y productos agrícolas, lo que no favorece la diversificación de las exportaciones latinoamericanas

De hecho, el 65% de las ventas a territorio chino de las principales economías de la región son productos agrícolas o materias primas. Las manufacturas, maquinarias y productos de transporte representan un 30%. Lo más llamativo es la velocidad de este proceso como muestran, por ejemplo, las exportaciones brasileñas de mineral de hierro hacia el gigante asiático. Igualmente los envíos de crudo venezolano están disparándose: en 2005 alcanzaron un valor de 3.000 millones de dólares (unos 2.400 millones de euros), el doble del año anterior. En total, los flujos comerciales entre ambas regiones han crecido un 250% en apenas cuatro años, entre 2000 y 2004.

Un estudio publicado por el Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) muestra cómo China compite con América Latina en Estados Unidos. En realidad no lo hace de forma directa, con la excepción de los países centroamericanos y México. Este último caso es, en este sentido, más la excepción que la regla. Este país dispone de una baza excepcional para afrontar el reto chino: la proximidad con EE UU, que absorbe el 85% de sus exportaciones, aunque éstas han ido perdiendo cuota de mercado en el vecino del Norte: entre 2002 y 2005 pasaron de un 11,6% a un 10,2%. Mientras, Pekín se convertía en el segundo proveedor de la superpotencia, por delante del país azteca, que no podrá competir en términos de costes laborales. Sin embargo tiene una ventaja masiva, la proximidad con los clientes finales estadounidenses, que es clave en los sectores industriales donde los gastos de almacenamiento y las necesidades de entrega en plazos breves son estratégicos. El reto futuro será cómo jugar esa baza que pasa por una mejora generalizada de sus infraestructuras, redes de carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.

Para los demás países de Latinoamérica, si bien China se presenta como un ángel comercial, este boom también tiene su lado oscuro. El gigante sólo importa materias primas y productos agrícolas, lo que no favorece una diversificación de las exportaciones latinoamericanas. El gran desafío será utilizar esta doble oportunidad de precios y volúmenes para rentabilizar esta prosperidad, sanear aún más las economías y diseñar políticas económicas contracíclicas.

Pero el gran objetivo para la región será evitar recaer en una especialización de bajo valor añadido y quedar encerrado en la especialización de las materias primas. China no parece ayudar, como muestra el ejemplo brasileño: en 2004 cerca del 60% de las exportaciones de este país al Imperio del Centro consistieron en productos básicos. Además, se vislumbra el riesgo que suponen cada vez más los operadores chinos, organizados en cárteles de importación, para fijar precios precisamente en sectores como la soja y el mineral de hierro, como reflejaron las tensiones entre empresas de uno y otro país en los tres últimos años.

EL IMPACTO FINANCIERO
Más allá del impacto comercial a corto y medio plazo, hay también que cuestionar ese efecto sobre los flujos de capitales. China es, sin duda, uno de los factores que han contribuido a mantener bajos los tipos de interés internacionales en los últimos años. El régimen comunista colocó de forma paulatina parte de sus inmensas reservas de divisas en bonos del Tesoro estadounidense. En 2006 estos depósitos han alcanzado la vertiginosa cifra de 950.000 millones de dólares, lo que ha contribuido al exceso de liquidez internacional. La combinación de ambos parámetros ha sido una gran noticia para los mercados emergentes, América Latina incluida, que han visto cómo les llovían grandes cantidades de capitales en búsqueda de rendimiento.

China juega también un papel central en la dinámica de la inversión directa extranjera (IDE). Así, entre 2000 y 2003, se convirtió en el principal receptor de IDE del mundo, lo que representa cerca del 50% del total recibido por las economías emergentes. En cambio y durante ese periodo, América Latina experimentó un retroceso inversor, lo que llevó a muchos expertos a preguntarse si había una competencia entre ambas regiones en este capítulo. En 2003, el subcontinente recibió, según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), apenas 36.000 millones de IDE, una cantidad muy inferior a los casi 60.000 millones que obtuvo China ese año. Pese a ello, los datos son tozudos y no indican tal rivalidad. Es más, las cifras de 2004 y 2005 confirmaron una recuperación de la IDE hacia Latinoamérica, mientras los flujos hacia China alcanzaban los 72.000 millones de dólares en 2005, según la OCDE.

Incluso se dio un fenómeno nuevo: las empresas chinas se han convertido en inversores directos importantes en América Latina, Asia y África, sobre todo en los sectores vinculados a las materias primas. Según un informe realizado por la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), Pekín se coloca en el quinto lugar entre los principales inversores extranjeros, después de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y Francia.

En 2005, la IDE china en el exterior supuso cerca de 7.000 millones de dólares, un 26% más que en 2004. El 60% se dirigió hacia Asia, pero América Latina siguió acaparando la atención con un 16% del total, lo que la convirtió en la segunda región receptora de las inversiones exteriores del gigante asiático, por delante de Europa, Norteamérica o África. Es posible que más allá de los flujos comerciales, pronto se desarrollen también mayores intercambios de capitales entre ambas regiones. A corto y medio plazo, ésta sería una nueva buena noticia procedente de Oriente para América Latina. Ese interés puede que no sólo se concentre en las materias primas sino también en las infraestructuras, ya que el objetivo de China es, ante todo, asegurarse el abastecimiento continuo de esos productos. Para ello necesitará que las vías de transporte, hoy día deficientes en el continente, mejoren. De ahí el interés por los proyectos panregionales entre Brasil y Perú, Argentina y Chile o incluso entre Venezuela y Colombia.

UNA NUEVA TRIANGULACIÓN
En esta recomposición a escala global, se está diseñando un triángulo inédito en el cual España, en particular, y Europa, en general, pueden jugar un papel clave. Con sus inversiones masivas, las empresas españolas se han convertido en interlocutoras de primer rango para las empresas chinas que buscan expandir negocios hacia las Américas.

Los bancos españoles, encabezados por el BBVA, han entendido a la perfección este potencial y disponen de franquicias completas en toda Latinoamérica. Así, esta entidad se ha convertido en 2005 en el líder mundial de operaciones financieras de comercio exterior. En paralelo ha ido desarrollando una red de oficinas en Pekín, Shanghai y Hong Kong. Esta estrategia, que busca captar parte de los flujos de financiación del creciente comercio exterior entre ambas regiones, no puede ser más acertada en un momento en el cual se están disparando los flujos comerciales entre China y América Latina. Por si fuera poco, el apetito inversor de las multinacionales emergentes chinas coloca a una entidad como BBVA en una posición idónea para intermediar estas dinámicas corporativas. De hecho, de las 100 mayores multinacionales emergentes, en búsqueda de expansión internacional, casi la mitad (44) son chinas, según un estudio del Boston Consulting Group.

El interés del BBVA en Asia va sin embargo más allá de los flujos comerciales, como demuestra el acuerdo firmado este año con el primer banco chino (Bank of China) para canalizar el envío de remesas de su diáspora en Estados Unidos. Este convenio se extenderá después a otros países con importantes comunidades chinas, como Tailandia, Indonesia, Malaisia, pero también Europa y América Latina, sobre todo en Perú. En total, el gigante asiático capta el 8% del total de las remesas mundiales: más de 12.000 millones de dólares.

Otro ejemplo llamativo es el de Telefónica, que abrió su primera oficina en el Imperio del Centro en 2005. Poco después adquirió el 5% de China Netcom por 500 millones de dólares. En 2006, la división de móviles suscribió acuerdos con los dos principales fabricantes chinos de equipos de telecomunicaciones (Huawei Technologies y ZTE) para colaborar en el diseño y la fabricación de productos para telefonía de tercera generación. Y lo que es más interesante, el grupo español impulsó el desembarco de una multinacional china en América Latina, mediante un acuerdo con Huawei. Hoy día esta empresa suministra productos para las filiales de Telefónica en el otro lado del Atlántico.

En el sector energético, las sinergias hispanochinas también presentan potencial. Este año la china CNOCC estuvo coqueteando con Repsol YPF y le propuso una alianza en Latinoamérica para contribuir a la búsqueda y desarrollo de reservas de crudo en el continente mediante la filial argentina de la multinacional española.

China seguirá alimentando en el futuro los telediarios y las portadas de los periódicos. Los viajeros seguirán quedándose deslumbrados por la modernidad vertical de Shanghai, y los empresarios occidentales por esa fábrica del mundo que se ha convertido en el oscuro deseo de sus multinacionales. Mientras, en las oficinas de los organismos internacionales seguirán buscando entender cómo casi cuatrocientos millones de chinos han dejado de ser pobres, cómo semejante milagro se ha convertido en la cuarta economía del planeta y la segunda locomotora del crecimiento mundial.

Cuando Pekín celebre los Juegos Olímpicos de 2008, el mensaje resonará más fuerte en Europa y América Latina: ambas regiones sólo seguirán jugando en esta nueva era de globalización llevados también de la mano (in)visible china.

 

¿Algo más?
Sobre la influencia de China en África y en América Latina es interesante consultar los estudios que la OCDE ha publicado este año. En especial, los trabajos de Jorge Blázquez, Javier Rodríguez y Javier Santiso, Angel or Devil? China’s impact on Latin America (OCDE Development Centre, Paris, Working Paper, 252, junio 2006), y Andrea Goldstein, Nicolas Pinaud, Helmut Reisen, y Xiaobao Chen, The Rise of China and India: What’s in it for Africa (OECD Development Centre Series, París, 2006). Para una visión de las relaciones entre China y Brasil, se puede también consultar Renato Amorim, The New Axis of Trade: a Brief Assessment of Sino-Brazilian Economic Relations since 2000 (Fundación Canadiense para las Américas, febrero 2006). Ver también el excelente informe del Banco Interamericano, The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean (BID y David Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard University, Washington y Boston).

Sobre la emergencia de un capitalismo pragmático en China y sus limitaciones, ver en particular el excelente libro de Minxin Pei, China’s trapped transition (Harvard University Press, Cambridge, Mass. 2006). Para una discusión en torno al pragmatismo en América Latina, ver también La economía política de lo posible, de Javier Santiso (Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, 2006). Sobre el surgimiento de las multinacionales de las economías emergentes, sobre todo las chinas, consultar los informes de The Boston Consulting Group, The New Challenges: How 100 Top Companies from Rapidly Developing Economies Are Changing the World (BCG, Boston, 2006), y Philip Poole y al., Go go Global (HSBC Global Research, Emerging Markets Macro Team, Londres, abril 2006).

 

 

Javier Santiso es economista jefe y director adjunto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con sede en París (Francia). Es autor, entre otras obras, de La economía política de lo posible (Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, 2006).