Preparación de una red de camuflaje para el Ejército ucraniano durante la acción "We help – we win" en Lviv, Ucrania. (Pavlo Palamarchuk/Getty Images)

Así es cómo la respuesta de la sociedad civil ucraniana a la invasión rusa aporta nuevas claves para entender las lógicas y el impacto de las acciones no violentas en el desarrollo de los conflictos contemporáneos.

Durante los conflictos armados el foco de la opinión pública suele centrarse en las operaciones militares y el número de víctimas ocasionadas por la contienda para justificar, por ejemplo, aumentos de gasto militar, envío de armamento de terceros países y movilizaciones de reservistas. En este marco la cobertura mediática sobre las acciones de resistencia y resiliencia civil es muy reducida y no aporta análisis en profundidad que permitan comprender las condiciones sociales y políticas que permiten la emergencia de iniciativas locales que responden a las necesidades básicas de la población en situaciones de alto riesgo.

En cambio, desde las esferas militares existe un creciente interés por la resiliencia comunitaria en situaciones de emergencia como pandemias, desastres naturales o conflictos armados. Esto es especialmente relevante cuando analizamos el desarrollo de nuevas formas de hacer la guerra como tácticas de desinformación, estrategias de presión económica, ataques cibernéticos contra infraestructuras críticas o la instrumentalización de la migración para desestabilizar a un oponente. En las guerras híbridas, las amenazas a la seguridad de un Estado son de carácter multidimensional, lo que implica explorar y desarrollar estrategias de resistencia civil en base a los principios de la seguridad humana.

Uno de los puntos de inflexión en el interés por la resistencia civil se remonta a las revoluciones de la "primavera árabes". En países como Túnez, Egipto y Sudán, el ejercicio de la desobediencia civil masiva y sostenida en el tiempo fue capaz de derrocar gobiernos autoritarios, a pesar del contexto de represión sistemática y violencia institucional. Durante la guerra civil en Siria, las acciones no violentas de las fases iniciales de la revolución se fueron transformando en estrategias de organización comunitaria para proveer servicios públicos a la ciudadanía en territorios fuera del control gubernamental.

La respuesta de la sociedad civil ucraniana a la invasión a gran escala de Rusia aporta nuevas claves para entender las lógicas y el impacto de la resistencia civil no violenta en el desarrollo de los conflictos contemporáneos. En el estudio sobre la Resistencia civil no violenta ucraniana ante la guerra se analizan 235 acciones de esta naturaleza organizadas por la sociedad civil entre febrero y junio de 2022. De la investigación se desprenden lecciones para avanzar en el desarrollo de sistemas de defensa civil no violentos con la capacidad para disuadir agresiones externas y reforzar estrategias de seguridad humana para combatir las amenazas a las que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI. 

La acción no violenta contempla principios holísticos y estratégicos. Por una parte, la perspectiva estratégica entiende que la no violencia es un método civil para disuadir, resistir y derrocar a un oponente, ya sea un ejército invasor o un gobierno autoritario. En el libro The Politics of Nonviolent Action, Gene Sharp fundamenta la no violencia estratégica en la noción de que "la obediencia está en el corazón del poder político" y, por tanto, ningún gobierno puede persistir sin el consentimiento de su población. En este marco, Gene Sharp define tres grandes categorías: acciones de expresión como manifestaciones y actos simbólicos; de omisión entre las que destacan aquellas de no-cooperación como boicots económicos; y de comisión, también conocidas como intervención no violenta y que incluyen las de interposición física para detener convoyes militares o la creación de gobiernos paralelos autoorganizados para cubrir las necesidades básicas de la población. Por otra parte, la dimensión holística prioriza la coherencia entre los medios y fines, contribuyendo a la transformación social desde lógicas personales, interpersonales y socio-comunitarias para transformar las relaciones de poder en una sociedad dada. Gandhi definió este poder como swaraj o autogobierno para la creación de un nuevo contrato social basado en la verdad (satyagraha) y la no violencia (ahimsa). La eficacia de la no violencia para confrontar a un oponente y preservar los valores democráticos se basa en su capacidad de combinar ambas dimensiones. Erika Chenoweth y Maria J. Stephan analizan 323 campañas violentas y no violentas entre 1900 y 2006 en el estudio Why Civil Resistance Works para concluir que las revoluciones pacíficas  no solo son más efectivas que la lucha armada para conseguir sus objetivos, sino que además contribuyen a la consolidación de sistemas democráticos.

Mujer pintando un erizo antitanque en Odesa, Ucrania. (Viacheslav Onyshchenko/Getty Images)

Dicho esto, una de las primeras lecciones que nos está dejando la guerra en Ucrania es la capacidad de la resistencia civil no violenta para obstaculizar e incluso evitar que el oponente alcance sus objetivos militares. Desde el inicio de la invasión, los residentes locales de Jersón y Zaporiyia organizaron protestas públicas rechazando la ocupación y deteniendo convoyes militares. Los soldados rusos tenían dos frentes de batalla, defender sus posiciones antes los envites del Ejército ucraniano al noroeste y controlar las manifestaciones masivas en los núcleos urbanos. La represión y las ola de detenciones de los activistas no violentos no pudo detener la resistencia civil en esas zonas que continuó con acciones clandestinas, inundando los espacios públicos con lazos amarillos y acciones de no-cooperación del sector educativo, sanitario y del funcionariados público. Estas últimas fueron fundamentales para evitar el adoctrinamiento de los jóvenes ucranianos en las escuelas y la organización de los pseudo-referendums. La falta de censos o trabajadores públicos afectó los planes rusos para establecer la administración de la ocupación y, por tanto, la institucionalización de la represión en el sur del país.

La segunda lección es la capacidad para dar respuesta a las necesidades más básicas de la población. La intervención no violenta ha desarrollado un sistema de protección de civiles, desde la evacuación de éstos en la línea del frente o bajo ocupación hasta el traslado a zonas seguras y apoyo psicosocial. Según testimonios de residentes de las zonas bajo ocupación, las informaciones prácticas para cruzar checkpoints rusos o encontrar vías relativamente seguras para escapar eran proporcionadas por activistas y organizaciones de la sociedad civil. En este contexto, Nina Potarska, coordinadora de Women’s International League for Peace and Freedom, explica cómo las mujeres lideran muchas de las acciones de evacuación, ya que durante el conflicto no son percibidas como un amenaza por las fuerzas armadas, lo que les permite expandir sus roles y moverse más fácilmente por las zonas de alto riesgo. Este sistema de protección interactúa con una sólida infraestructura de monitoreo y rendición de crímenes de guerra para confrontar la impunidad y empoderar a las víctimas. El Human Rights Center Zmina, una de las organizaciones más activas en la Coalición 5 AM de organizaciones de derechos humanos creada durante la guerra, combina su trabajo de documentación de vulneraciones de derechos humanos con acciones de protección de defensores de las libertades y ayuda a residentes locales a escapar de las zonas bajo ocupación. Paralelamente, la galardonada Premio Nobel de la Paz 2022, Center for Civil Liberties, ha documentado más de 30.000 casos de crímenes de guerra que han transferido a la Fiscalía ucraniana y la Corte Penal Internacional, contribuyendo a la orden de detención contra el presidente ruso, Vladímir Putin.

La tercera lección es la importancia de mantener la resiliencia comunitaria ante la violencia y los ataques propagandísticos para polarizar a la sociedad. La guerra de Ucrania es también una batalla informativa donde los dos bandos intentan imponer su narrativa tanto a nivel internacional como nacional. Actores prorrusos han desarrollado campañas para desinformar y polarizar a la población ucraniana que han sido hábilmente contrarrestadas por la sociedad civil, en muchos casos, en cooperación con las instituciones. En este proceso, los jóvenes ucranianos con una alta experiencia en el uso de las nuevas tecnologías de la información se han unido a divisiones tecnológicas del Ejército como la IT Army o han desarrollado sus actividades desde organizaciones de la sociedad civil desmintiendo informaciones falsas o desarrollando contra-narrativas. A modo de ejemplo, el medio de comunicación local de la ciudad de Sumy, Tuskr, se dedica a narrar historias de solidaridad en su ciudad, esto le ha permitido aumentar en millares sus suscriptores en las redes sociales que utiliza para canalizar las ayudas y el voluntariado. Otros grupos de comunicación independientes, como el canal Youtube Toronto TV, comenzaron a narrar los acontecimientos bélicos desde una óptica de humor con historias sencillas. Uno de sus jóvenes editores, Maksym Scherbyna, sentenciaba durante una entrevista: “No puedes temer aquello de lo que te ríes”. La creatividad juvenil se ha combinado con redes descentralizadas de comunicación y organización de voluntarios, como por ejemplo la plataforma Palyanytsia del Servicio de Voluntariado ucraniano que conecta peticiones de ayuda con trabajo de personas voluntarias.

La población recibe comida caliente como ayuda humanitaria Novoselivka, Ucrania. (Maxym Marusenko/Getty Images)

La cuarta lección se centra en la necesidad de la organización comunitaria para desarrollar las acciones de resistencia civil en Ucrania. Desde el inicio de la invasión, miles de grupos autoorganizados, formados por ciudadanos sin experiencia en el activismo social y activistas profesionales provenientes de organizaciones de la sociedad civil, han emergido para responder a los desafíos creados por la invasión rusa. Estos espacios son auténticas escuelas de organización comunitaria donde se toman decisiones, se distribuyen roles, se producen procesos de empoderamiento y liderazgo social desde la base. Además, el trabajo de estas organizaciones en situaciones críticas, como los asedios de Chernihiv o Sumy, donde fueron capaces de encontrar vías seguras para introducir alimentos y medicinas en las ciudades, ha reforzado su credibilidad y legitimidad social, incrementado las relaciones de cooperación con las autoridades locales. Estos procesos contribuyen a la gobernanza local necesaria para avanzar las reformas políticas iniciadas en Ucrania a partir de 2014. Asimismo, la ciudadanía está reconociendo la importancia de participar en los asuntos públicos, incluyendo la reconstrucción del país, y monitorear las decisiones de sus gobernantes. Una encuesta nacional de finales de 2022 destacaba que las tres principales preocupaciones de la población son la seguridad, la reconstrucción y la corrupción. A principios de 2023, altos cargos del gobierno de Zelensky presentaron su dimisión tras investigaciones de medios de comunicación ucranianos que apuntaban casos de corrupción en el Ministerio de Defensa. Este aspecto demuestra que la sociedad del país continúa el proceso de fortalecimiento de sus instituciones incluso durante la guerra.

Sin embargo, después de un año en conflicto los retos para el avance de la acción no violenta aumentan. La persistencia de tabúes sociales como la criminalización de objetores de conciencia y colaboradores, los conflictos sociales entre desplazados internos y las comunidades de acogida, las críticas a aquellos que se han marchado del país, entre otros, ponen en jaque la cohesión social. Asimismo, el Gobierno ucraniano no refuerza, de forma suficiente, la resistencia civil y con ello se pierde una oportunidad de disuadir las operaciones militares del enemigo, promover deserciones entre sus filas o negociar la liberación de civiles. La disuasión no violenta para evitar el uso de la fuerza del oponente es un área inexplorada de los conflictos armados, pero de nuevo Ucrania aporta ejemplos de cómo ésta es capaz de confrontar al enemigo. Uno de estos ejemplos sucedió en Slavutych, la ciudad de los trabajadores de Chernóbil. El 26 de marzo las tropas rusas entraron en la urbe y la reacción de la población fue organizar una manifestación masiva y enfrentar cara a cara a los soldados, esa contundencia forzó una negociación para retirada de las tropas y la liberación del alcalde. 

El fin de la guerra en Ucrania no solo implica la expulsión de las fuerzas de ocupación y la recuperación de los territorios anexionados por Rusia, sino en la capacidad del país de promover una identidad ucraniana plurinacional, la emancipación y cohesión social y la gobernanza democrática. Es en este marco donde la acción democratizadora de la no violencia juega un rol fundamental, tanto para el futuro de Ucrania, como para el fin de los autoritarismos en el Este de Europa.