Mientras el polvo se deposita sobre el terremoto de Túnez, los defensores y los detractores de la libertad dentro y fuera del mundo árabe están extrayendo lecciones de los acontecimientos. La UE debe valorar las enseñanzas que se obtengan desde todos los flancos, prestando atención a las respuestas políticas a la crisis, y realizar acciones que apoyen la democracia. 

 

FETHI BELAID/AFP/Gettyimages

 

Medios de comunicación libres 1 – dictadura 0.  Las dudas sobre los nuevos medios se han intensificado recientemente, y muchos preguntan si éstos hacen posible que los dictadores controlen el discurso y aplasten la disidencia. Aunque es demasiado pronto para sacar conclusiones radicales de lo ocurrido en el país, parece que los regímenes despóticos deseosos de controlar Twitter, Youtube y canales similares se arriesgan torpemente socavando acuerdos sociales tácitos que sostienen dictaduras como la del presidente Zine el Abidine Ben Alí.

Si se impide el libre flujo de las comunicaciones personales a través de las redes en nombre del control de los mensajes políticos, el peligro de encontrarse con una reacción violenta aumenta de manera desproporcionada. Además de ser elementos básicos de la moderna clase media árabe, los mensajes instantáneos y el streaming (vídeo visualizado online no descargable) son las herramientas preferidas por las diásporas -los refugiados de la inestabilidad y la intolerancia- para estar conectados con  los suyos que quedan en casa. Esto funciona desde Túnez a Tashkent, pasando por Irán. Si nos oponemos a que dichos espacios se conviertan en ventajas dependientes de tejemanejes políticos, es fácil ver por qué sociedades acostumbradas desde hace mucho a la opresión de los autócratas pueden lanzarse a la revuelta abierta.

Los líderes europeos saben que, en última instancia, los tiranos no pueden triunfar sobre la oposición en el ciberespacio, pueden bloquear el acceso, pero deben prepararse para las consecuencias en la calle. Convicciones como ésta han de tenerse más en cuenta en las acciones de los países de Europa, más allá de Teherán.

Aplicar la mano de hierro puede conducir a la inestabilidad. Entre las élites que gobiernan en el mundo árabe, muchos están llegando a la conclusión de que concesiones como las del discurso de Ben Alí, el viernes pasado, se perciben más bien como una debilidad, desalentando la distensiónpolítica. La reacción habitual es una repulsiva retórica que prima la restauración del orden, liderado por veteranos del régimen del mandatario huido como el primer ministro Mohamed Ghannouchi.

Los tiranos no pueden triunfar en el ciberespacio

La intervención del vecino Muammar el Gadaffi, de Libia, se ajusta a esta forma de pensar. ¡Lamenta la salida del ex presidente y se niega a reconocer su renuncia! El mensaje del hombre fuerte de Trípoli parece haberse diseñado sobre todo para su público nacional: “protestas similares a las de Túnez, no se tolerarán aquí y punto”. Aunque el gobernante libio se sienta más seguro que los otros autócratas de la zona, la velocidad de los acontecimientos sucedidos en el país más pequeño del Magreb, es un recordatorio brutal para los funcionarios extranjeros (especialmente occidentales) de la fragilidad del orden en Egipto, Arabia Saudí y otros lugares.

La posición del presidente Ben Alí se hizo insostenible desde el momento en el que anunció una serie de insólitas concesiones y admitió haber perdido el contacto con la realidad. "Fui engañado por mis ayudantes", declaró. Su promesa de más libertad en Internet y de miles de millones de dólares para la creación de empleo, era música celestial para los oídos tunecinos, pero la presa se había roto hace mucho tiempo, y su tardía confesión sólo hizo más patente lo insostenible de su situación. Envalentonada, la calle le hostigó, rechazando con rapidez la elección de Ghannouchi como su sucesor.

Las gestiones europeas podrían ser decisivas. Tanto los defensores de la democracia como los tiranos vigilan el horizonte en espera del próximo impasse. El error de cálculo de Francia y su torpe comportamiento durante la crisis le impide promover y liderar una respuesta inmediata de la UE. La ministra de Asuntos Exteriores francesa, Michèle Alliot Marie, y su colega de Agricultura, M. Bruno Le Maire, estaban muy ocupados defendiendo el antiguo régimen del país -incluso considerando ayudar a sus asesinas fuerzas de seguridad -mientras Ben Alí huía. El ruido de Alemania y otros hablando de la necesidad imperiosa de que se convoquen sufragios libres parece estar más en sintonía con la realidad. Más allá de la cacofonía del apoyo europeo a la democracia, sólo una acción clara y concreta en defensa de la libertad de elección impedirá que los intereses ocultos eviten el cambio en Túnez.

 

 

 

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