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Una selección de libros para disfrutar durante las vacaciones.

 

El Maelstrom sirio

Una mujer siria llora con su bebe en brazos tras cruzar la frontera con Turquía. Bulent Kilic/AFP/Getty Images
Una mujer siria llora con su bebe en brazos tras cruzar la frontera con Turquía. Bulent Kilic/AFP/Getty Images

Siria, el país de las almas rotas

Javier Espinosa y Mónica G. Prieto

Debate, 2016

Hace unos meses, los periodistas Mónica G. Prieto y Javier Espinosa se sentaron a escribir un libro que explicase el surgimiento del Estado Islámico. Se basarían en su experiencia durante más de tres lustros informando desde Oriente Medio. Pero al sentarse a escribir el primer capítulo sobre Siria, la narración comenzó a alargarse y cuando se dieron cuenta tenían un manuscrito excesivo para convertirse en un solo capítulo de su obra. La editorial y los autores decidieron publicarlo como libro independiente. Con Siria, el país de las almas rotas Prieto y Espinosa nos proponen seguirles en sus coberturas del conflicto sirio desde su inicio en 2011, cuando el levantamiento contra Bashar al Asad era pacífico, laico y democratizador. Babba Amr, Aleppo o Raqqa son algunos de los escenarios más conocidos a los que viajarán los periodistas para contar la progresiva descomposición de un país: las matanzas de civiles, el intento de resistencia por parte de las primeras defensas armadas y la progresiva toma de control por parte de los grupos yihadistas. El libro se cierra con el relato de Espinosa sobre su secuestro de varios meses, en manos del Estado Islámico, y el relato paralelo de Prieto tratando de obtener su liberación (no se menciona al CNI español). En unos meses, tienen pensado publicar el libro sobre la historia reciente de Oriente Medio. Pero Siria, y el dolor de “millones de almas rotas”, se merecían esta obra. La guerra sigue –fuera del foco mediático– y no hay mucha esperanza de que vaya a terminar en un futuro próximo.

 

Israel: humor y lucidez

Judíos ultraortodoxos pasean por el barrio musulmán de Jerusalén. Thomas Coex /AFP/Getty Images
Judíos ultraortodoxos pasean por el barrio musulmán de Jerusalén. Thomas Coex /AFP/Getty Images

Un libro largo de cuentos cortos

Keret, Etgar

Siruela, 2016

Etgar Keret comenzó a escribir relatos mientras cumplía con su servicio militar obligatorio en el Ejército israelí. La escritura, ha declarado en varias entrevistas, le ofrecía una libertad de la que carecía como soldado. Desde aquel primer relato, escrito con 19 años, ha publicado cuatro volúmenes de cuentos que le han convertido en uno de los mejores cuentistas actuales. Hijo de supervivientes del Holocausto, su familia pertenecía a esa –aparentemente minoritaria– clase media israelí con ideas liberales. Etgar y su hermano –activista pro palestino– han continuado esa tradición mientras que su otra hermana, sin embargo, se ha hecho ultraortodoxa y tiene 11 hijos. La familia Keret como ejemplo de una de las contradicciones más tensas de Israel: un país atrapado entre el mesianismo y la modernidad. El talento del autor brilla especialmente cuando consigue detectar esas fisuras de la realidad que delatan su verdadera naturaleza: lejos de ser algo ordenado, causal y susceptible de ser explicado con narrativas cerradas, la realidad no deja de ser, en el fondo, sino una continua sucesión de absurdos inaprensibles. Heredero de una tradición narrativa judía que ha producido algunas obras humorísticas notables, y de la que encontramos ejemplos notables en la historia de las literaturas del Este de Europa, desde Rusia hasta Polonia, y de autores como el estadounidense Kurt Vonnegut, en este volumen se recogen sus cuatro libros de relatos publicados hasta la fecha. Una ocasión editorial perfecta para conocer a Keret.

 

La traición a Grecia

Un mendigo en la puerta de un banco en Atenas, Grecia. Aris Messinis/AFP/Getty Images
Un mendigo en la puerta de un banco en Atenas, Grecia. Aris Messinis/AFP/Getty Images

Los Tyrakis: una saga familiar para entender la crisis de Grecia

Ana R. Cañil y Joaquín Estefania

Galaxia Gutenberg, 2016

La crónica familiar de los Tyrakis sirve a los periodistas Ana R. Cañil y Joaquín Estefanía para contarnos el último siglo de la historia de Grecia. A sus 85 años, la matriarca del clan, Penélope Tyrakis, nacida en Creta, mantiene la memoria intacta sobre la pobreza de su infancia y las penurias pasadas durante la invasión nazi. También está dispuesta a rememorar su infortunado matrimonio con un sacerdote ortodoxo intransigente y déspota. La dictadura patriarcal en los hogares –en muchas familias españolas ocurría lo mismo– era en cierto modo el reflejo de las dictaduras que controlaban los países del sur de Europa: la mujer sometida a una doble represión. Las jornadas laborales de horas infinitas no impidieron, sin embargo, que Penélope Tyrakis criase a sus nueve hijos con sus escasos recursos. Todos ellos cuentan sus propias historias, componiendo así un relato coral que nos permite conocer muchos de los tipos humanos principales de la reciente historia griega: marineros, emigrantes (a Argentina), trabajos precarios, cooperación familiar, etcétera. Hasta que llegó la gran crisis de 2008, esa que hizo que el país perdiese en torno a un cuarto de su riqueza. La misma que motivó que desde Bruselas se impusiese un régimen económico drástico –algunos dicen que brutal– que no sólo ha desquiciado el presente de millones de griegos sino también sus esperanzas de futuro. ¿Usted cree que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades?, pregunta la anciana Penélope, que sabe pronunciar perfectamente –con desprecio– el nombre del ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble. Para después confesar que sus hijos la regañan cuando le da –cosas de la edad– por comparar ciertas actitudes de políticos del norte de Europa con las que sufrió durante los años de ocupación nazi.

 

La autonomía africana

Mujeres kenianas protestan contra la violencia en Nairobi. Simon Maina/AFP/Getty Images
Mujeres kenianas protestan contra la violencia en Nairobi. Simon Maina/AFP/Getty Images

La gran grieta. El despertar de África

Alex Perry

Ariel, 2016

La “vieja África”, escribe Alex Perry, esa que muchos podemos tener en mente, un continente de cooperantes, dictadores y guerras, pudo tener un sentido hace años. Tras una década viviendo e informando para la revista Time desde el África subsahariana, Perry afirma que el continente ha cambiado en gran medida. En varios sentidos, para bien. Los problemas aún son muchos, así como los grupos de poder que los aumentan y complican. El autor señala tres que a su entender impiden que se desarrolle todo el potencial africano: “Lo que vincula a estos tres grupos de poder (cooperantes, déspotas y yihadistas) es la arrogancia y la hipocresía”. El tono desafiante de Perry es similar cuando comenta algunas otras percepciones generalizadas en Occidente sobre África: por ejemplo, que la presencia e inversiones chinas son nefastas para el futuro de los países del continente. Perry ofrece sus argumentos y resulta interesante escucharlos. Se van acumulando y conformando durante sus viajes por Sudán del Sur, Uganda, República Centroafricana, Zimbabue, Nigeria, Kenia o Somalia. Algunos de los países que visita Perry para perfilar un amplio retrato del África subsahariana. Una de sus conclusiones, optimista, es que en muchos Estados del continente, se está detectando una gran brecha –como la que recorre la orografía del oriente africano– que consiste en una toma de conciencia y de poder por parte de los ciudadanos para cambiar su situación con sus propios medios, sin someterse a dictadores, plegarse a las amenazas terrorista o seguir las instrucciones redactadas en un documento PowerPoint desde una confortable oficina de Ginebra, Nueva York, Londres, Bruselas o Pekín.

 

La Red como campo de batalla

Fotolia. Tomasz Zajda
Fotolia. Tomasz Zajda

Ciberguerra

Yolanda Quintana

Libros de la Catarata, 2016

A finales del verano de 2013, Hamid Firoozi tuvo acceso remoto durante varios días a uno de los ordenadores que controlaba el sistema de gestión de la presa de Bowman, situada en el Estado de Nueva York. Antes de ser detectada su intromisión, Firoozi disfrutó durante 20 días de ese acceso al control informático de la presa. Por suerte, en esos días el control remoto específico de las compuertas estaba desconectado por problemas de mantenimiento. El caso de Firoozi, juzgado por un tribunal federal estadounidense, es uno de los muchos casos que cuenta Yolanda Quintana en Ciberguerra. El proceso contra Firoozi no llegó a conocerse hasta 2015. Algo común en otros casos similares. El libro de Quintana ofrece un amplio compendio de los casos de ciberguerra –efectivos, o potenciales, como el de la presa– de los que se tienen constancia hasta la fecha: ataques entre Estados (algunos contados ya en esglobal), ciberterrorismo, ciberdelincuencia, espionaje (caso Snowden)… La ciberguerra es una realidad desde hace lustros, y es muy posible que en la actualidad estén produciéndose casos de relevancia de los que sólo sabremos en un futuro. Conforme vaya extendiéndose “el Internet de las cosas”, nos recuerda Quintana, se irán extendiendo las potenciales amenazas. La autora también dedica unas páginas a comentar los avances en una modalidad de ciberguerra híbrida, entre lo informacional y lo físico: se abre un campo peligroso en cuanto a la posibilidad de usar robots como combatientes o el hackeo de drones de guerra.

 

El futuro de una Siria que no pudo ser

Un niño sirio corre en el pueblo de Treimsa, en la provincia de Hama. Daniel Leal-Olivas/AFP/Getty Images
Un niño sirio corre en el pueblo de Treimsa, en la provincia de Hama. Daniel Leal-Olivas/AFP/Getty Images

El árabe del futuro. Un juventud en Oriente Medio (1978-1984) y El árabe del futuro 2 (1984-1985)

Riad Sattouf

Salamadran, 2015 y 2016

De padre  sirio y madre francesa, Riad Sattouf nos cuenta en los dos primeros volúmenes de su biografía en viñetas sus primeros años pasados entre Francia, la Libia de Gadaffi y el pequeño pueblo natal de su padre, Ter Maaleh, a siete kilómetros de la ciudad siria de Homs. En el segundo tomo, Sattouf ha comenzado ya la escuela, donde recibe una educación de pésima calidad en un aula mal acondicionada. Incluso a su corta edad puede percibir que el país no es muy normal, con un ambiente saturado por el culto al líder Hafez al Assad: un timonel que no duda en reprimir salvajemente a su propio pueblo en Hama. Tampoco es comparable el sistema de valores que descubre en el pequeño pueblo bretón en el que pasa las vacaciones con su abuela, con el sistema de valores que todavía domina buena parte de la vida rural siria, y en el que, por ejemplo, aún estaba justificado socialmente el asesinato de honor de una joven que se quedaba embarazada fuera del matrimonio. Al pequeño Riad no le pasan desapercibidos tampoco los esfuerzos de su padre, profesor de universidad en Damasco, por conseguir la recomendación necesaria que le permita ascender en un sistema universitario cooptado por los amiguismos. Ni la tristeza de su madre obligada a vivir en un pueblo que no entiende y que no la entiende. Está anunciada la próxima publicación en Francia del tomo tercero de las memorias de Sattouf.

 

Jamaica: el gueto como categoría

Vendedores callejeros en Kingston, Jamaica. Mladen Antonov/AFP/GettyImages
Vendedores callejeros en Kingston, Jamaica. Mladen Antonov/AFP/GettyImages

Breve historia de siete asesinatos

Marlon James

Malpaso, 2016

El intento de asesinato de Bob Marley –el cantante–  a finales de los 70 le sirve al escritor jamaicano Marlon James para escribir acerca de la historia oficiosa de su país entre 1976 y 1991. De los gánsteres que controlan los suburbios de Kingston hasta los políticos que controlan la isla, por la novela desfilan una multitud de personajes de toda clase y condición: periodistas, traficantes de drogas, agentes de la CIA, policías, un ex recepcionistas de hotel desempleado (y su hermana), sicarios, vecinos de los suburbios… Sin un narrador omnisciente, la novela se estructura en torno a las voces de todos ellos contándonos su versión de las muchas historias que da la novela. Las versiones se complementan, pero también se contradicen, clarifican pero también oscurecen. Jones reconoce que mientras comenzaba a escribir la novela, y aún no tenía claro quién iba a ser el protagonista, y cómo iba a ser su estructura, alguien le recomendó releer Mientras agonizo, de William Faulkner. Las reseñas aparecidas en Reino Unido de Breve historia han alabado el uso del lenguaje por parte de Jones, incluido su manejo del dialecto del inglés jamaicano. En la edición española, se ha optado por traducir esa peculiaridad dialectal usando el cubano (suena bien). El mejor resumen de la novela lo hace uno de los personajes: “No es casualidad que las historias del gueto no vengan nunca con fotos. Los arrabales del Tercer Mundo son pesadillas que desafían tanto la fe como los datos empíricos, incluso los que tienes delante de las narices”.

 

El fracaso de un Oriente occidental

Silueta de la mezquita Suleymaniye en Estambul, Turquía. Hocine Zaourar/AFP/Getty Images
Silueta de la mezquita Suleymaniye en Estambul, Turquía. Hocine Zaourar/AFP/Getty Images

Boussole

Mathias Enard

Actes Sud, 2015

Último premio Gouncourt con su Boussole (Brújula), Mathias Enard, afincado en Barcelona, se sirve de la memoria del musicólogo Franz Ritter, desplegada durante una larga noche en su apartamento vienés, para evocar la historia del gran Oriente. Memoria personal del propio Ritter y memoria de muchos personajes occidentales que vieron en oriente un espacio para desarrollar sus inquietudes aventureras o artísticas (con todas las modalidades de loco orientalismo mediante). Viena, Estambul, Alepo, Damasco, Palmira, Teherán o Argel son algunos de los escenarios que Ritter evoca –en diferentes épocas históricas– siguiendo únicamente “la brújula de sus obsesiones”. Su memoria también alcanza ese Oriente más lejano, la “exótica” Asia que para él ondula entre  vaharadas de opio e historias de un colonialismo decimonónico. El balance de su dilatado paseo por la memoria no es bueno: “A veces tengo la impresión de que la noche ha caído, que las tinieblas occidentales se han apoderado de las luces de Oriente. Que el espíritu, el estudio, los placeres del estudio y del espíritu, del vino de Jayán o de Pessoa no han podido resistir el siglo XX, que la construcción cosmopolita del mundo no se basa ya en el intercambio del amor y del pensamiento sino en la violencia y en los objetos manufacturados”. Invadido por la nostalgia, la mente de Ritter se nubla: guerra y comercio siempre han sido los dos motores principales de la (in)civilización. Con Boussole, Enard ha escrito otra novela notable que, como su celebrada Zona, nos invita –entre otras muchas cosas– a cuestionarnos las absurdas categorías sobre las que construimos muchas de nuestras percepciones tanto sobre los otros como sobre nosotros mismos.

 

El Salvador: la violencia que no cesa

Dos miembros de la mara Salvatrucha muestran sus tatuajes. Elmer Martínez/AFP/Getty Images
Dos miembros de la mara Salvatrucha muestran sus tatuajes. Elmer Martínez/AFP/Getty Images

Ver, oír y callar. Un año con la Mara Salvatrucha 13

Juan José Martínez D’aubuisson

Pepitas de Calabaza, 2015

De enero a diciembre de 2010, el antropólogo y periodista salvadoreño Juan José Martínez D’aubuisson subió casi cada día a uno de los barrios controlado por la mara Salvatrucha en la periferia de El Salvador. Su intención es conocer de cerca quiénes son los pandilleros, cuál es su estructura organizativa y su mentalidad. Los apuntes de Martínez D’Aubuisson nos permiten acercarnos a las vidas de algunos de esos muchachos que solemos ver únicamente en fotos de noticias escabrosas. Son vidas de miseria, con escasas alternativas más allá de las maras. Su misión se va cumpliendo lentamente, conforme se gana la confianza de los pandilleros y acumula horas de conversación con algunos de ellos, al tiempo que observa cuanto acontece a su alrededor: “La lógica de esta guerra se va abriendo poco a poco. Con cada anécdota, con cada acción de unos y reacción de los otros parece revelar su secreto. Cada día permite ver más hacia su interior y descubrir que para estos jóvenes el honor está en la barbarie; la valentía, en el sacrificio, y que solo «la causa» como le llaman a la guerra, hace que la vida valga la pena. Por esa causa inventada, como todas las causas, un ejército de jovencitos se mata con sus enemigos y pone en aprietos a las sociedades y los Estados de toda una región”. En los últimos meses el Gobierno salvadoreño no sólo se ha negado a abrir cauces de diálogo con las pandillas, sino que está procediendo a purgar a todos los funcionarios que participaron en las negociaciones de una tregua que permitió, durante su vigencia entre 2012 y 2103, disminuir el número de homicidios a menos de la mitad.

 

La Gran Migración

Un barco con inmigrantes procedentes del norte de África en Lampedusa, Italia. Marco Di Lauro/Getty Images
Un barco con inmigrantes procedentes del norte de África en Lampedusa, Italia. Marco Di Lauro/Getty Images

Esodo

Domenico Quirico

Neri Pozza, 2016

El veterano corresponsal de asuntos internacionales Domenico Quirico –en plantilla del diario turinés La Stampa– reúne en Esodo una serie de reportajes que realizó en los últimos años siguiendo a migrantes que trataban de llegar a Europa. El primer viaje, el más arriesgado, le llevó a embarcarse en una de las lanchas que partían de la costa tunecina. Decenas de jóvenes, todos hombres, habían pagado 1.000 euros por un viaje de casi 24 horas en una embarcación precaria. El motor de la barca terminó muriendo a unas pocas millas de la costa de Lampeusa y las decenas de migrantes –y el periodista– tuvieron que ser rescatados, a punto del naufragio, por la Guardia Costera italiana. Quirico acompañó también a jóvenes malienses en su larga travesía rumbo a Libia, atravesando Níger y el desierto del Sáhara. Aquí, junto a los jóvenes también viajarán mujeres, violadas por los traficantes de personas. Quirico (secuestrado en Siria durante varios meses en 2013 por el Estado Islámico) intercala la narración de sus viajes con reflexiones sobre la migración y la historia del Mediterráneo, espacio de intercambio –no siempre pacífico– que desde hace unos años se ha convertido en la tumba de tantas personas. Sus otros viajes por las rutas de migrantes le llevan hasta la costa turca y la frontera entre Hungría y Serbia, siguiendo a refugiados sirios –hombres, mujeres y niños. También visita los precarios campamentos improvisados en el monte Gurugú, a las puertas de Melilla y de Europa,  y a los ubicados a las afueras de Calais, en pleno corazón del continente. En este libro necesario, Quirico advierte que estamos asistiendo a una Gran Migración –las mayúsculas son importantes– que difícilmente se detendrá y que cambiará por completo la realidad europea.

 

Réquiem por Venezuela

El funeral del ex líder venezolana Hugo Chávez. Luís Camacho/AFP/Getty Images
El funeral del ex líder venezolana Hugo Chávez. Luís Camacho/AFP/Getty Images

Largo viaje inmóvil

Doménico Chiappe*

Círculo de Tiza, 2016

El periodista peruano Doménico Chiappe reúne en este libro crónicas sobre Venezuela –país en el que se crío y pasó buena parte de su vida adulta– publicadas en medios venezolanos y españoles entre 1995 y 2015. La crónica que da título a la obra, Largo viaje inmóvil, sobre su cobertura desde las calles de Caracas del funeral de Hugo Chávez, resulta clave para entender los últimos lustros del país y, creo, también la narrativa del libro: estas crónicas componen un réquiem. Réquiem dedicado a la memoria de los muertos causados por  una violencia –socioeconómica– que se ha ido extendiendo irrefrenable, saturando las dependencias de  morgues como la caraqueña de Bello Monte. Pero también un réquiem dedicado a las muertes –más abstractas, pero no menos reales– que el fracaso de un régimen ha ido cosechando en casi todas las dimensiones de la realidad del país: el fracaso económico, el necrofílico culto al líder, la polarización extremista en todos los bandos  y, no menos relevante, la muerte de la esperanza de tantos venezolanos en que ahora sí, con la llegada del régimen chavista, su suerte iba a cambiar tras décadas –siglos– de régimenes militares caciquistas y depredadores. Chiappe denuncia –con datos– las mentiras y los fracasos del chavismo, pero procura hacerlo sin sectarismos y, sobre todo, tratando de entender la mentalidad de los millones de fieles bienintencionados del nuevo culto político. Una lección de empatía que aprendió de su padre, otro de los muertos de Largo viaje inmóvil: “Cuando tenía siete años me acerqué a mi padre que veía la televisión. Era una película bélica. Me senté con él y le pregunté: ¿Quiénes son los buenos? Mi padre me respondió: depende”.

*Conozco a Domenico Chiappe. Colabora en una revista, FronteraD, de la que también soy colaborador.