Una mayor acción multilateral y solidaridad internacional podrían haber ayudado en aquel tiempo, lehenengo denbora, en el pasado, a acabar antes con ETA.

 

AFP/Getty Images

 

Europa está de enhorabuena. España, el pueblo vasco y la democracia se separan de la amenaza y la tragedia que los ha acompañado durante 43 años. El terrorismo más primitivo inicia el principio de su fin. El comunicado del cese definitivo de la violencia armada que hizo la banda terrorista ETA el pasado 20 de octubre a través de un pendrive a la BBC y al diario abertzale Gara, seguido de una puesta en escena de anacrónico déjà vu, nos anuncia que, pese a los problemas por venir y los posibles retrocesos, algo tan alejado de los usos cotidianos de las naciones avanzadas está tocando a su fin. La palinodia internacional y las palabras en la esfera de la política interior no deben ofuscar la gran noticia de que una organización terrorista -empujada por el asedio policial internacional y nacional, así como alejada de la base social- va a intentar integrarse en el sistema de libertades y en el Estado de Derecho.

Hay múltiples puntos de vista, en este momento, en los medios de comunicación, sobre todo, españoles sobre el fin de ETA. Sin embargo, sería conveniente pensar sobre lo que no podemos volver a permitir. Esta reflexión tiene tres vertientes: la política multilateral, el lenguaje que subyace en los medios internacionales y, por último, la solidaridad internacional que se debe a los pueblos afectados por brotes terroristas y a las víctimas del terrorismo.

Los europeos y el resto de los ciudadanos libres debemos dar un paso más en el ejercicio de la acción internacional en un apoyo multilateral a las naciones afectadas por el terrorismo. Cuando en un país surge un fenómeno de esta especie, y en especial, en un Estado genuinamente democrático, donde están garantizados los derechos y libertades, no se puede ser débil en el respaldo a los que sufren acciones terroristas. Hay que promover la acción internacional concertada para que, desde el principio, sea imposible un comportamiento multilateral diferente al apoyo cerrado y sin fisuras a los Gobiernos afectados.

Hay que actuar en las organizaciones internacionales, en las ONG, en los organismos económicos y las alianzas militares de modo que el país víctima del terrorismo reciba una ayuda, desde el primer momento, que le permita hacer frente al ataque y, evitar así, que la organización responsable consolide su posición en la mente colectiva internacional. Por supuesto, este apoyo firme para que se cierren las posibilidades económicas, militares y de opinión pública de las organizaciones terroristas tiene que verse correspondido con una acción democrática de respeto a los derechos humanos de las organizaciones encargadas de reprimir el terrorismo. Es cierto que cuando nació ETA la existencia de una dictadura hacía difícil diferenciar el legítimo derecho de la acción terrorista. Sin embargo, la organización nunca podría haber alcanzado el apogeo que tuvo si se hubiese producido una actuación internacional contundente capaz de diferenciar las políticas do-good de algunas naciones occidentales en los 80 con la legítima reivindicación de los pueblos. Hay que lograr que el posibilismo no anide en el acervo cultural internacional cuando se trata de organizaciones terroristas que extorsionan a un pueblo y matan.

A lo largo de los años y gracias a la habilidad por parte de los distintos Gobiernos de España se ha conseguido que los terroristas y su organización fuesen considerados como tales en los gobiernos y agencias de la mayor parte de los países. Sin embargo, todavía no se ha logrado que los principales medios de comunicación internacionales utilicen la denominación de “terrorista” para referirse a ETA y prefieran, en cambio,  hablar de “Basque separatist group” (grupo separatista vasco), creando una etiqueta de lejana y justa reivindicación, que sugiere la aceptación pública internacional, al menos, en algún punto, de los terroristas y de sus acciones. Se precisa que en los medios no se dé espacio benevolente a la salud ideológica final de quien comete un acto terrorista.

Todavía no se ha logrado que los principales medios de comunicación internacionales utilicen la denominación de “terrorista” para referirse a ETA

La sensibilidad sobre la acción que estas bandas ejercen sobre los pueblos en donde actúan, debería inmediatamente alertar de la conciencia de dolor, de sufrimiento y de merma de libertades legítimas que se produce allí donde ocurre. La conciencia democrática internacional que se altera ante un golpe de Estado militar debería de estar alerta, de la misma manera, ante un fenómeno de esta índole en una democracia plena.

Finalmente, es necesario reivindicar a las víctimas. Y pedir para ellas una solidaridad habitual, diplomática, internacional, y una multilateralidad sensible. Me refiero no sólo a las víctimas directas de los atentados terroristas que están, en general, en España bien organizadas, sino también a los pueblos oprimidos y dañados por el miedo, a los ciudadanos libres a los que se constriñe el ejercicio de su libertad de expresión; a los ciudadanos democráticos a los que no se les garantiza la libertad de residencia; a los sujetos de derechos que no se les permite ejercerlos; a quienes se limita su derecho a elegir la educación que consideran más adecuada para sus hijos.

En el momento en el que se produzca un acto terrorista en cualquier país, y en especial, en los Estados democráticos, los demás deberían poner en marcha los mecanismos a su alcance para ayudar al afectado, promoviendo la sensibilidad colectiva y el comportamiento multilateral. No debería caber el pensamiento justificativo, explicativo o tibio. El  terrorismo es una metástasis que se extiende mucho más allá de las víctimas mortales y los heridos físicos, puesto que deja a generaciones taradas en el ejercicio de sus derechos Lo que hemos visto en estos años en el País Vasco es la creación de una subcultura de violencia y de miedo, difícil de cambiar, y que ha marcado la vida de varias generaciones de vascos que, por fin hoy, atisban la posibilidad de empezar a vivir en paz y libertad.

Confiamos en que pronto este tiempo forme parte de otro tiempo, y podamos comenzar su relato con un "lehenengo denbora"*.

 

*Lehenengo Denbora significa en vascuence “En aquel tiempo”, giro introductorio tradicional de los cuentos populares vascos que hace alusión al tiempo remoto.

 

Artículos relacionados