Carteles de los candidatos a las elecciones en Liberia. (Zoom Dosso/AFP/Getty Images)

Tras doce años de gobierno de Ellen Johnson, el país se enfrenta a unas elecciones cargadas de candidatos, con una situación estable, pero frágil y una sociedad cansada de la clase política.

Artículo: Final del trayecto para Ellen Johnson Sirleaf en Liberia. 

Quizás lo más destacado de las elecciones presidenciales y legislativas que se celebran el 10 de octubre en Liberia es la no presencia en ellas, después de varias décadas en la escena política del país africano, de la que es su presidenta desde hace doce años: Ellen Johnson Sirleaf. Se retira tras dos mandatos porque así lo prevé la Constitución.

Así que no hay un claro favorito a suceder a la incombustible “abuela de la nación”, la primera mujer presidenta de un país africano. Será el primer traspaso pacífico y democrático de poder desde 1944. La campaña electoral está transcurriendo con calma, aunque hay que estar atentos a la seguridad. El 30 de junio de 2016 se completó la retirada de los soldados de Naciones Unidas y ésta quedó en manos de las fuerzas liberianas.

El gran éxito de Ellen Johnson ha sido estabilizar el país y mantenerlo en paz, después de dos sanguinarias guerras civiles, entre 1989 y 2003. Murieron 250.000 liberianos y otro millón se vio desplazado de sus hogares. Se cometieron los peores actos de barbarie imaginables, crímenes de guerra todavía no juzgados. Los señores de la guerra no tuvieron reparo en contar con niños soldados, la violación fue un arma de guerra. Se calcula que un 75% de las liberianas sufrieron algún tipo de violencia sexual, muchas terribles violaciones, según estimaciones extraídas de estudios realizados por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) y la Organización Mundial de la Salud.

Este es uno de los capítulos que siguen abiertos y podría ser una bomba de relojería. Antiguos señores de la guerra y miembros de las milicias que cometieron horribles crímenes pasean libres y algunos se sientan en el Parlamento o forman parte de la clase dirigente del país. La impunidad continúa. El informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación duerme el sueño de los justos y sus recomendaciones nunca han sido debatidas en la Cámara. Para la propia presidenta se pedía la inhabilitación por su implicación en la guerra al haber apoyado con dinero a Taylor.

La paz se mantiene, se apostó por la reconciliación pero muchos advierten que ésta no es posible sin justicia. Como decía el representante especial del secretario general de la ONU en Liberia, Farid Zarif: “Todavía hay una necesidad de presionar por una mayor justicia si está garantizado que las personas que cometieron los crímenes paguen por ello y sean llevadas a juicio. Aquellos que han sufrido esas atrocidades y la injusticia tienen que ser recompensados y reconocida su agonía”.

El nuevo presidente tendrá además que hacer frente a una difícil situación económica y social. Se calcula que un 64% de los liberianos viven por debajo del umbral de la pobreza y son los segundos más pobres de África. Económicamente, la mala administración ha llevado a repetidos déficits presupuestarios y a la inflación. La caída del precio del mineral de hierro y del caucho, fuentes importantes de divisas, junto a la crisis del ébola, contribuyeron a que el país entrara en recesión. El desempleo es masivo, según estimaciones de Naciones Unidas la cifra podría alcanzar el 80%. Los conflictos étnicos y religiosos siguen latentes aunque en estos años se han mantenido bajo control.

Tampoco se ha avanzado lo suficiente en los derechos de la mujer aunque la igualdad entre hombres y mujeres esté anclada en la Constitución. A pesar de tener una presidenta alabada por promover los derechos de las mujeres, la vida es muy dura para ellas. Las violaciones, la violencia sexual en general y la doméstica siguen siendo una constante y es complicado hacerles frente. Se han aprobado la ley contra la violación y medidas contra la violencia doméstica pero muchas veces no se aplican. Y sigue sin estar prohibida la mutilación genital femenina. Se intentó prohibir en 2016 incluyéndola en la ley contra la violencia doméstica pero, al final, los parlamentarios retiraron ese punto de la ley. Razones tribales, de tradición, machismo, etcétera.

No se ha elaborado tampoco una ley de reforma de la tierra, una de las causas de la guerra civil que desangró y arruinó al país. La mejora de las infraestructuras, la electricidad o el agua potable son otras asignaturas pendientes, así como el acceso universal a la justicia, la lucha decidida contra la corrupción endémica y contra la falta de transparencia. La propia presidenta no se libra de las críticas por algunos ministros corruptos y de acusaciones de nepotismo por colocar a sus hijos en puestos importantes.

Pero, sin duda, las principales prioridades han de ser la educación y la sanidad. Para la presidenta, “la educación sigue siendo un gran reto”. Se ha introducido la educación gratuita en los colegios públicos hasta el grado medio y se ha puesto el énfasis en las niñas. Pero el 62% de los niños en edad escolar no asisten a la escuela primaria. La calidad es mala, principalmente en el mundo rural, donde no hay profesores cualificados. El nivel de analfabetismo, especialmente entre las mujeres, sigue siendo muy alto. Según CIA World Factbook hay un 52,4% de analfabetos, (las cifras son mayores en el mundo rural), 37,6% hombres y 67,2% mujeres. Para empeorar más la situación la epidemia de ébola pegó en 2014 de lleno en el país y obligó a cerrar los centros de enseñanza.

No es mucho mejor el caso de la sanidad. El paupérrimo sistema de salud liberiano -sólo contaba con 50 médicos para toda la población, algo más de 4,5 millones de habitantes- colapsó durante la crisis del ébola y muchos de sus profesionales murieron. Ha habido que empezar casi desde cero.

Son los retos que tendrá que enfrentar el ganador de entre los 20 candidatos que se disputan la presidencia. La lucha parece estar realmente entre tres ya viejos conocidos de la política liberiana: Joseph Boakai, George Weah y Charles Brumskine, tres candidatos con perfiles muy distintos. Se da por seguro que ninguno conseguirá el 50% necesario en la primera vuelta y habrá que celebrar una segunda ronda.

Uno de los favoritos es Joseph Boakai, el actual vicepresidente del país, y candidato del Partido de la Unidad de la presidenta, que le ha mostrado un apoyo algo débil ya que excusó su presencia en el primer acto electoral en la capital Monrovia. Muchos critican su edad, 72 años, y algunos dicen que su estado de salud es frágil. Representa la continuidad. Ha hecho de las infraestructuras la piedra angular de su campaña. Dice que sus prioridades son: “Número uno, carreteras, número dos, carreteras, número tres, carreteras”. Si no, asegura, es imposible que haya desarrollo económico.

El ex jugador y estrella de fútbol y senador George Weah tiene bastantes posibilidades de pasar a la segunda vuelta e incluso ganar. Sus detractores le acusan de falta de preparación. Es muy popular por su labor futbolística y humanitaria, sobre todo entre los jóvenes. Candidato de la Coalición por el Cambio Democrático, ya perdió frente a Ellen Johnson en 2005 y, de nuevo en 2011, cuando se presentaba de vicepresidente con el diplomático Winston Tubman como candidato a la presidencia. Esta vez le acompaña en el cartel electoral como vicepresidenta la senadora Jewel Howard Taylor. Es la exmujer del antiguo presidente y criminal de guerra Charles Taylor. Ella ya ha dicho que no tiene intención de procesar a ningún antiguo dirigente ni a ningún ciudadano liberiano por su papel en las guerras civiles. Con esta incorporación Weah pretende conseguir los votos de los partidarios del expresidente y también de aquellos que no quieren que hayan un tribunal para juzgar los crímenes de guerra.

Charles Brumskine, líder del Partido de la Libertad, antiguo presidente del Senado, sería el tercero en discordia. Ya se presentó en 2005 y 2011 pero perdió. También entre los más votados podría estar Alexander Cummings por el Congreso Nacional Alternativo. Cummings es un antiguo y exitoso ejecutivo de Coca-Cola pero un recién llegado a la política.

No hay que perder de vista tampoco a Benoni Urey, un multimillonario hombre de negocios. Se enriqueció como colaborador de Charles Taylor. Ahora, al frente del Partido de todos los Liberianos promete crear un tribunal para juzgar los crímenes de guerra. MacDella Cooper, exmodelo y activista de los derechos humanos es, por el Partido de la Restauración de Liberia, la única mujer candidata a la presidencia. Novata en política, no tiene posibilidades.

Y no podía faltar Prince Johnson, antiguo líder rebelde acusado de crímenes de guerra, ahora senador y predicador. No se arrepiente de lo que hizo. Dice que mató porque era una guerra y era necesario y lo que había que hacer. Su presencia y la de otros como él en las instituciones paralizan cualquier intento de acabar con la impunidad.

Todos los candidatos entonan el mismo góspel: revitalización económica, gobernanza, imperio de la ley, mejora de las infraestructuras y de los servicios sociales. El electorado quiere ya soluciones prácticas para la desalentadora situación. Las elecciones son también un referéndum sobre la gestión de Sirleaf y eso puede afectar a Boakai.

Al final se trata de ver si los liberianos votan por la continuidad o el cambio. Los eslóganes que dominan van en ese sentido: “Cambio para la esperanza”, “Cambio real para Liberia” o “El cambio está llegando”. Aun así, muchos ciudadanos no saben por quién votar con tantos candidatos y, frustrados, no ocultan su decepción con una clase política que no ha hecho sus deberes en estos años.