Manifestación en París que se solidarizó con la Marcha de las Mujeres en Washington, que se llevó a cabo el día de la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Alain Jocard/AFP/Getty Images

La responsabilidad política, la independencia de los medios de comunicación y una ciudadanía crítica y vigilante son las herramientas necesarias para defender el sistema de valores sobre el que se sustenta nuestra convivencia.

Han sido muchas las imágenes, los símbolos y las palabras que se han sucedido desde la ceremonia de toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el pasado 20 de enero: las de un discurso vacío de contenido pero lleno de mentiras y eslóganes repetidos hasta la saciedad, las de un mall igualmente medio vacío en un día triste y lluvioso, las de miles de mujeres y hombres en las calles de numerosas ciudades del mundo luchando por hacerse oír ante la que se avecina…

Pero la más inquietante, sin duda, desde este lado del Atlántico, es la foto de la reunión en Coblenza, con aires victoriosos, de los líderes de la extrema derecha europea. La coincidencia en el tiempo con el traspaso de poder en Estados Unidos y la celebración por parte de los extremistas europeos del triunfo de Trump, en quien depositan todas sus esperanzas y referencias, evoca los peores presagios. Porque como ha quedado claramente de manifiesto en los últimos tiempos, los populistas de todo corte son maestros en el arte de la comunicación y parecen estar ganando la batalla de la atención pública, independientemente de su auténtico poder en las urnas.

Es por tanto hora de contrarrestar firmemente, con todos los medios a nuestro alcance, los dichos y los hechos de este nuevo eje del mal que amenaza las raíces del sistema de valores sobre los que se basa nuestra convivencia.

Del lado americano, nada positivo se puede esperar de un presidente Trump que no será muy diferente del candidato Trump. Lo ha dejado claro tanto en su discurso como en sus primeras horas en la Casa Blanca, ya sea con su proclamación de un “día del patriotismo” o con su eliminación en la web oficial de todas las referencias a las políticas contra el cambio climático o a favor de la igualdad de derechos para la comunidad LGTB, entre otras acciones. Por no hablar de la eliminación, asimismo, de la versión en español de dicha web, en un país con casi 50 millones de hispanohablantes. También ha dejado claro el nuevo presidente que está dispuesto a seguir echando mano de la mentira y la provocación y a seguir utilizando su cuenta de Twitter de manera indiscriminada. Precisamente los medios estadounidenses le afean que en estos primeros días en el cargo se haya dedicado a combatir airadamente en las redes la guerra de cifras sobre la asistencia a su toma de posesión mientras la transición de su Administración está todavía más que en pañales. Es más, según ha trascendido, el equipo a cargo de la transición ha accedido a mantener en su puesto a algunas figuras relevantes para la seguridad y la defensa nacionales, hasta que los nuevos sean nombrados, solo después de recibir determinadas presiones; parece que estaban dispuestos a dejar ese vacío de poder sin considerar las amenazas permanentes a las que se enfrenta un país como Estados Unidos.

Las miradas están ahora puestas en la próxima visita de la Primera Ministra británica, Theresa May, que en su camino de salida de la Unión Europea parece estar dispuesta a echarse en los brazos del amigo americano.

Del lado europeo, la batalla se dirime en el terreno de las próximas campañas electorales. Las perspectivas en Holanda –con un partido de Geert Wilders que encabeza muchas de las encuestas– y en Francia –con una Marine Le Pen cuya presencia en la segunda vuelta se ya da por descontada– son más que preocupantes para aquellos que están –estamos– en contra de agitar la bandera del odio al otro y de incitar la eurofobia. La capacidad de Alternativa por Alemania es menor en proporción, pero simbólicamente va cobrando una gran relevancia. De ahí también que la reunión de Coblenza se haya presentado como un espaldarazo a su líder, Frauke Petry. Lamentablemente, los antecedentes históricos en el Viejo Continente son demasiado fuertes –y todavía demasiado cercanos en el tiempo– como para obviarlos.

Es necesario recuperar un debate político en el que el objetivo sea, realmente, el bien común y la confrontación de ideas, sin que para ello sea necesario crear chivos expiatorios ni enemigos imaginarios, y sin perder de vista un conjunto de valores compartidos. Y ello pasa por:

Demandar que los políticos asuman su responsabilidad, dejando a un lado estériles luchas partidistas, y trabajen para ofrecer propuestas y diseñar políticas que atiendan las demandas de una ciudadanía preocupada por nuevos cambios y amenazas, desde la crisis económica y el futuro del empleo hasta la gestión de la inmigración o la seguridad.

Apoyar las iniciativas ciudadanas que vigilen de cerca las decisiones políticas. Cualquier acción que vulnere los derechos adquiridos, en cualquier campo, debe ser denunciada y combatida. La opinión pública global ha comenzado ya a dar muestras de su potencial; ahora tiene que encontrar los medios para canalizarlo eficazmente.

Respaldar la independencia de unos medios que deben encontrar el modo de recobrar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos. La posverdad requiere una tarea permanente de contrastar datos, pero también de hacérselos llegar a una parte de la población que en los últimos tiempos no ha estado dispuesta a escuchar más que lo que quería oír. Asimismo, la audiencia/el electorado, tiene la responsabilidad de volver a hacer gala de un pensamiento crítico que parece haber quedado enterrado en el ruido de las redes sociales.

Por último, los líderes de las instituciones europeas tienen que perder la timidez y salir en defensa de su proyecto. Su pasiva actitud, bajo la excusa de la “no injerencia”, permitió que ciertas mentiras sobre la Unión Europea prevaleciesen sobre la verdad durante la campaña del referéndum británico. Si la UE va a ser utilizado como blanco y origen de todos los males por determinados partidos en los próximos meses, deberían tener preparados los argumentos para poder contestar.