Tras dos décadas de negociaciones, Estados Unidos y la Unión Europea acordaron en septiembre pasado prohibir el uso de denominaciones de regiones europeas como Burdeos, Jerez y Champagne en botellas estadounidenses. A cambio, los caldos de EE.UU. hechos con métodos no tradicionales -astillas de roble en vez de barriles o procesos especiales de fermentación- se venderán en el Viejo Continente como cualquier otro vino de calidad.

Este acuerdo es una buena noticia para las bodegas de EE.UU., que ansiaban introducirse en el mercado europeo. El Instituto del Vino de California estima que las ventas de caldos estadounidenses en Europa fueron de 487 millones de dólares (unos 408 millones de euros) en 2004, una nimiedad comparado con los 1.000 millones de euros que los europeos se gastaron en vinos australianos.

Por su parte, Europa parece más preocupada por proteger la integridad de su herencia. Así, Bruno Paillard, productor francés, sostiene que "el etiquetado incorrecto es injusto para los consumidores, sobre todo para los más indefensos, aquellos que no tienen el conocimiento para entender la diferencia". Los estadounidenses parecen entender un buen trato cuando lo ven. Por primera vez, las áreas viticultoras de ese país tendrán la misma protección que las denominaciones europeas. E insistieron en incluir una cláusula por la que las empresas que ya utilizaban nombres europeos puedan seguir haciéndolo hasta al menos 2009. Esto no les ha gustado mucho a los productores del Viejo Continente. "Es deshonesto", dice Paillard.

Este pacto debería ayudar a EE.UU. a verter más líquido en la copa europea. Después de un acuerdo similar en 1994, Australia ha visto expandirse su cuota de mercado en el Viejo Mundo, casi triplicando sus ventas en Gran Bretaña, su mayor consumidor en Europa. ¡Brindemos!