El género mediocre y equivocado que se niega a desaparecer. 

En 2050, Europa será irreconocible. El Boulevard Saint-Germain de París, en lugar de por románticos cafés, estará bordeado por carnicerías de animales sacrificados según la ley musulmana y bares donde fumar la pipa turca; las señales de tráfico en Berlín estarán escritas en turco. Los escolares, desde Oslo hasta Nápoles, leerán versos coránicos en clase, y las mujeres llevarán velo.

Al menos eso es lo que los autores del nuevo y extraño género literario llamado “Eurabia” quieren hacernos creer. No todos los libros de esta categoría alarmista de una moribunda Europa, que ha recibido su tratamiento más elevado desde el punto de vista intelectual con la reciente publicación de Reflections on the Revolution in Europe (Reflexiones sobre la revolución en Europa), de Christopher Caldwell, ofrecen predicciones tan funestas y llenas de matices. Pero todos argumentan que las bajas tasas de fertilidad entre las nativas, la masiva inmigración desde los países musulmanes y el fatídico encuentro entre una asertiva cultura islámica y una modesta cultura europea conducirán a un Viejo Continente desprovisto de toda identidad occidental.

A pesar de su contenido centrado en Europa, estos libros son en buena medida un fenómeno estadounidense. Bat Ye’or (o Gisèle Littman), una autora británica nacida en Egipto, escribió en 2005 uno de los primeros libros de este género, Eurabia: El eje euro-árabe, que sostenía que la sumisión política a una agenda musulmana estaba convirtiendo a Europa en un apéndice del mundo árabe. Pero la mayoría de sus seguidores recientes, incluido Caldwell, el jocoso hiperbólico Mark Steyn, el superficial Bruce Thornton, el más serio Walter Laqueur y los agudos Claire Berlinski y Bruce Bawer escriben desde el otro lado del Atlántico.

No es que los europeos no produzcan libros en la misma línea. Sólo hay que fijarse en La rabia y el orgullo, de la periodista italiana Oriana Fallaci, un rabioso ataque a los inmigrantes musulmanes, o Londonistán, de la columnista británica Melanie Phillips, que castiga a la izquierda británica por entregar el país a los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, no hay una auténtica versión europea del pánico de Eurabia, y los libros que existen tienden a ser específicos de un país, y parte de un grupo marginal ultraderechista. No dominan el mercado, aunque las obras de varios académicos serios han ofrecido importantes análisis documentados que socavan las dicotomías simplistas del mito. Entre esas obras, se incluyen el trabajo sobre los musulmanes europeos del sociólogo italiano Stefano Allievi; los estudios del islam político entre los inmigrantes turcos del antropólogo cultural alemán Werner Schiffauer; Multicultural Politics, del sociólogo británico Tariq Modood, y El islam mundializado, del politólogo francés Olivier Roy.

Pero en Estados Unidos, los libros sobre Eurabia siguen proliferando incluso hoy, casi una década después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, que desencadenaron el género. Parte de la explicación reside en que la narrativa estadounidense posterior al 11-S se vio sitiada por el islam militante, un choque de civilizaciones en el que Europa está en la línea de frente, amenazada por la subversión interna. “Si Europa es incapaz de asimilar a sus inmigrantes, si Europa es un caldo de cultivo para el antiamericanismo y el radicalismo islámico –y lo es–, es problema nuestro”, advierte Berlinski en Menace in Europe (La amenaza de Europa, 2006). “La amenaza de invasión de Europa por parte de los islamistas radicales es exactamente tan importante para Estados Unidos como lo fue la amenaza de invasión de Europa por parte de los nazis en la década de los 40”, afirma Tony Blankley en La última oportunidad de Occidente (2005). “No podemos permitirnos perder Europa”.

En este sentido, muchos de estos libros ofrecen una variación sobre la visión conservadora de la guerra fría respecto a una Europa tan vulnerable a la extensión del comunismo, aunque ahora los musulmanes han sustituido a los soviéticos y a los eurocomunistas como enemigos. La continuidad de los clichés con respecto a la literatura eurofóbica de los 70 y de los 80 es sorprendente: en ambos periodos se describe Europa utilizando términos como apaciguadora, impotente, asexual, femenina, potsnacionalista, irreligiosa, apologética, con sentimiento de autodesprecio, ingenua, decadente… y así sucesivamente.

Los clichés no son la única razón por la que los fundamentos de la literatura sobre Eurabia son poco firmes. Al basarse en anécdotas más que en datos, estos libros tergiversan la evolución del complejo panorama del islam en Europa. También eliminan de ese panorama las condiciones sociales y económicas, incluida la discriminación. “Lo que existe es una considerable fobia hacia los occidentales y lo occidental, más que islamofobia”, opina Laqueur en The Last Days of Europe (Los últimos días de Europa, 2007). Pasando por alto la pobreza y el racismo (aspectos que, pese a los argumentos de Laqueur, son un problema cotidiano para los no blancos de Europa, musulmanes o no), los escritores de Eurabia ponen un énfasis excesivo en la cultura y en la religión a la hora de explicar las tensiones, y echan la culpa únicamente a los musulmanes.

Por ejemplo, después de los disturbios de 2005 en la banlieue francesa, estudios independientes apuntaron a los mismos factores: violencia policial, discriminación, desempleo y una enorme población joven en los proyectos de construcción de viviendas donde se desencadenaron las revueltas. Pero los autores de Eurabia no quedaron impresionados. Los inmigrantes no tienen mucho de qué quejarse, aseguran, así que todos los disturbios se produjeron en torno a la yihad, o, como indica Caldwell en su reciente libro, “la causa árabe”. “Aunque no creyeran en el islam, creían en el Equipo Islam”, escribe el autor.

Por supuesto, las cosas no van bien. Las sombrías viñetas y los espeluznantes relatos sobre las tensiones sociales y la violencia vinculadas al islamismo, como el asesinato del cineasta Theo van Gogh, forman desde luego parte del panorama. Pero la paradoja de este género es que se apoya en las acaloradas controversias y tensiones que tienen lugar en Europa, mientras que al mismo tiempo afirma que los europeos no quieren reconocer sus problemas. Y el énfasis en lo anecdótico tiende a ocultar el hecho de que, desde la lucha por los minaretes en Suiza hasta el debate sobre el velo en Francia, las tensiones actuales forman parte de un proceso normal y democrático de ajuste, y de que no son los primeros signos de una catástrofe inminente.

Más allá de las descuidadas pruebas anecdóticas, la literatura de Eurabia se basa en dos presupuestos falsos. El primero es demográfico. Esta literatura sostiene que Europa será islámica al final del siglo “como muy tarde”, con mayorías musulmanas en algunos países europeos “en un futuro inmediato”, en palabras de Bernard Lewis en su panfleto de 2007 Europe and Islam (Europa y el islam). Y esto se debe a que “las poblaciones nativas están envejeciendo y desapareciendo, y están siendo suplantadas implacablemente por jóvenes musulmanes”, explica Steyn en America Alone (América en solitario, 2006). “Europa será semiislámica en su carácter político-cultural dentro de una generación”.


Aunque los libros sobre Eurabia describan una Europa que se suicida a cámara lenta, la realidad lamenta no estar de acuerdo, y cada vez menos


Si estos libros insisten tanto en el futuro, es porque las actuales cifras no son impresionantes. Según las estimaciones más elevadas por parte del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) de Estados Unidos, ya hay nada menos que 18 millones de musulmanes en Europa occidental, lo que representa el 4,5% de la población. El porcentaje es incluso menor en el caso del conjunto de los 27 países que forman la Unión Europea. Sin duda, en el futuro se producirá un aumento, pero cuesta imaginar que Europa alcance siquiera la barrera del 10% (excepto en algunos países o ciudades). Para empezar, como indica el propio estudio del NIC, con el que coinciden los demógrafos, las tasas de fertilidad entre los musulmanes están experimentando un agudo descenso a medida que los hijos de los inmigrantes se van ajustando a las normas sociales y económicas imperantes. Y tampoco la inmigración sigue siendo fuente principal de musulmanes europeos recién forjados. Sólo unas 500.000 personas al año entran legalmente en Europa procedentes de países de mayoría musulmana, junto a un número incluso más reducido que penetra de manera ilegal, lo que significa que el flujo anual es una parte mínima del total de la población europea.

Por último, aunque los libros de Eurabia describan una Europa que comete “un suicidio a cámara lenta” (Thornton en Decline and Fall –Decadencia y caída–), la realidad lamenta no estar de acuerdo, y cada vez menos. Según los demógrafos, en 2008 las tasas de fertilidad en Francia y en Irlanda superaron los dos hijos por mujer, cercanas a las de Estados Unidos (y a la de reemplazo generacional); en Reino Unido y en Suecia, la tasa se situó por encima del 1,9. Y aunque en los 90 los países europeos marcaron un récord sin precedentes por su bajo índice de fertilidad, en la actualidad las cifras están experimentando un aumento en todos los Estados de la UE, excepto en Alemania.

¿Pero no se debe este incremento a los musulmanes? Aunque las mujeres inmigrantes, algunas de ellas musulmanas, tienen un impacto insignificante en las tasas totales de fertilidad, al añadir un máximo de 0,1 a la media de cualquier país, contribuyen de manera sustancial al número total de nacimientos, normalmente entre el 10 y el 20% en los países con una inmigración elevada. Éste es el origen de la pretenciosa afirmación de Mark Steyn sobre el hecho de que Mohammed es “el nombre de chico que se pone a los bebés más popular en buena parte del mundo occidental”. Pero esto no significa que Europa acabe islamizada.

Caldwell se encarga de resaltar el segundo y más importante presupuesto falso de esta literatura. La cubierta británica de su libro plantea la pregunta: “¿Puede Europa seguir siendo la misma poblada por personas diferentes?”. Para la mayoría de estos autores, los musulmanes son “personas diferentes”, y la identidad musulmana es incompatible con cualquier otra cosa, un presupuesto que comparten con los islamistas. Pero para una importante mayoría de los musulmanes de Europa, el islam no es ni una identidad exclusiva ni una orden militar. Los datos de un reciente sondeo Gallup demuestran que la mayoría de los musulmanes europeos combinan sin problemas sus identidades nacionales y religiosas, y un documento académico de 2009 elaborado por Ronald Inglehart y Pippa Norris, de la Universidad de Harvard, demuestra que a largo plazo los valores culturales básicos de los inmigrantes musulmanes evolucionan para ajustarse a la cultura predominante de la sociedad europea en la que viven.

En líneas más generales, el musulmán europeo medio se preocupa, sobre todo y en primer lugar, por las cuestiones laborales, y en función de su grado de religiosidad, quiere ser capaz de practicar la religión en condiciones decentes, no imponer el califato. Como deja claro un estudio paneuropeo elaborado en 2006 por el Pew Research Center, “los musulmanes de Europa se preocupan por su futuro, pero sus preocupaciones son más económicas que religiosas o culturales” y, aunque existen tensiones, éstas se deben sobre todo al racismo, no a un altisonante choque de culturas.

El escenario más probable para las próximas décadas –una integración creciente de los musulmanes, acompañada de tensiones culturales continuadas, atentados terroristas con bomba ocasionales y resultados diferenciados en varios países– es una imposibilidad conceptual para la mayoría de los autores de Eurabia, porque para ellos los musulmanes no pueden convertirse realmente en europeos. Sin embargo, esto ya es una realidad. Tal vez sea hora de que se den cuenta.

¿Algo más?

El canon de Eurabia

Christopher Caldwell, Reflections on the Revolution in Europe (Reflexiones sobre la revolución en Europa) (2009)

Bruce Bawer, Surrender (Rendición) (2009); While Europe Slept (Mientras Europa duerme: de cómo el islamismo radical está destruyendo Occidente desde dentro) (2006)

Walter Laqueur, The Last Days of Europe (Los últimos días de Europa) (2007)

Bernard Lewis, Europe and Islam (Europa y el islam) (2007)

Bruce Thornton, Decline and Fall (Decadencia y caída) (2007)

Claire Berlinski, Menace in Europe (La amenaza de Europa) (2006)

Mark Steyn, America Alone (América en solitario) (2006)

Tony Blankley, The West’s Last Chance (La última oportunidad de Occidente) (2005)

Bat Ye’or (Gisèle Littman), Eurabia (2005)