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Perspectiva de las refinerías de petróleo en Pulau Bukom, Singapur. Roslan RahmanAFP/Getty Images)

Las grandes empresas energéticas globales se concentran en unas pocas capitales (hubs) que no coinciden necesariamente con las más glamurosas del planeta. Las 10 urbes más importantes del mundo en este sentido son Calgary (Canadá), Denver y Houston (Estados Unidos), México DF (México), Aberdeen (Reino Unido), Stavanger (Noruega), Abu Dabi y Dubái  (Emiratos Árabes Unidos), Perth (Australia) y Singapur.

Es verdad que, con la basculación del consumo mundial hacia países emergentes con enormes cantidades de población y cifras de crecimiento, otras ciudades ya han empezado a poner en peligro el reinado de esas diez. Es el caso de Shanghái, Hong Kong, Sao Paulo, Moscú o Yakarta. Probablemente, el reverdecimiento de las renovables y las plantas nucleares sobre todo en China o el surgimiento del fenómeno del shale gas (por ejemplo, en Argentina) den lugar a nuevos hubs de primera magnitud. Tampoco deben despreciarse las posibilidades de países como Turquía: el puerto de Ceyhan es el destino de dos oleoductos (provenientes del Caspio y de Irak) y Rusia está presionando  para construir otro –esta vez en el Mar Negroque le permita dar servicio a Europa sin pasar por Ucrania.

¿Pero qué hace falta realmente para que una localidad se convierta en un gran hub energético? Por lo general, una regulación estable y previsible sin cifras disparatadas de corrupción, unas autoridades públicas que se desviven para que las multinacionales de la energía se sientan cómodas, un considerable músculo logístico, una tradición (como mínimo desde la crisis del petróleo) que asocie el municipio en cuestión con esos lugares en los que una industria energética tiene que estar sí o sí, una evidente proximidad con los principales mercados donde se negocia o se extrae el combustible y una fuerte presencia de empresas locales del sector (lo que supone que la ciudad en cuestión pertenece muchas veces a un país productor de energía).

Los 10 principales hubs globales cumplen en distintos grados con muchas de esas características. Los hay que, como en el caso de Houston, Denver, Aberdeen, Calgary, México, Perth, Abu Dabi o Stavanger, se ajustan perfectamente al modelo. Es verdad que Singapur y Dubái son excepcionales. Singapur suple su carencia de recursos naturales con unas infraestructuras logísticas y de refino petroquímico espectaculares, y una posición clave en el mapa de las grandes autopistas comerciales de crudo (gran parte de la demanda petrolera y gasista de dos de las tres potencias mundiales -China y Japón- pasan por el estrecho de Malaca que custodia Singapur). Dubái, ante el rápido agotamiento de sus reservas de crudo y su pérdida de peso como hub energético, aspira a convertirse en el nuevo Singapur del Golfo Pérsico.

Merece la pena ver con más detalle las ventajas e inconvenientes de cada hub.

 

Europa: Aberdeen y Stavanger

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Plataforma petrolera a 160 kilómetros al este de Aberdeen, Escocia. Andy Buchanan /WPA Pool/Getty Images

Aberdeen, situada en la costa este de Reino Unido, y Stavanger, enclavada en Noruega, nacieron como los dos grandes hubs del Mar del Norte pocos años después de que las prospecciones dieran positivo en los 60. En los 70, la tecnología para extraer los combustibles fósiles del fondo del mar con plantas offshore había sido probada con éxito y la crisis del petróleo, que catapultó los precios del crudo, las hizo sobradamente rentables. Destacan entre sus ventajas una regulación sólida y estable, grandes infraestructuras logísticas, una relación privilegiada con la Unión Europa, que es uno de los principales consumidores de energía del mundo, y una sólida tradición. En Stavanger se encuentran dos monopolios que despuntan entre los mayores del mundo en su segmento: Statoil, dedicado a la extracción de crudo y gas, y Petoro, especializado en su comercialización.

Existe una profunda preocupación con la posibilidad de que las reservas del Mar del Norte estén en declive. En parte por eso tanto Aberdeen como Stavanger han intensificado su apuesta por la granjas eólicas en alta mar.

 

América: Houston, Denver, Calgary y México DF

Hay pocos hubs de energía con más tradición que Houston sobre todo para el petróleo y Denver para el gas y la extracción de minerales. Ambas ciudades (situadas en Texas y Colorado respectivamente) han sabido sacar partido a un régimen fiscal especialmente favorable, a menores restricciones sobre impacto medioambiental que las de sus competidores europeos y a la presencia de pesos pesados del tamaño de ConocoPhillips, Chevron, Baker Hughes o Halliburton. Su enorme músculo logístico, gracias especialmente a su pasado como sede de astilleros, ha convertido a Houston en una de las grandes capitales de la exportación de Estados Unidos. Denver, que está viviendo una segunda juventud gracias al shale gas, no sólo proyecta su poder en su estado sino que también es el lugar desde el que se toman las decisiones sobre algunos yacimientos canadienses.

Calgary, enclavada en la provincia de Alberta, es el estandarte de todo el poder petrolero de Canadá y la sede de productores de oro negro como Cenovus, Imperial, Suncor o del gran proveedor de servicios para plantas extractivas y refinerías Schlumberger. Alberta ha saltado a las portadas de los periódicos por la explotación de arenas bituminosas y de alquitrán ( más conocidas como oilsands y tarsands) y por ser el origen del polémico oleoducto Keystone, que la conectaría con refinerías en Illinois y Texas (Houston y Port Arthur). Es muy difícil que un presidente demócrata dé luz verde a Keystone (Obama lo vetó), porque la extracción y el refino de las arenas resulta extremadamente contaminante. Canadá posee una regulación segura y previsible y su recepción de inversión china la está situando como uno de los proveedores preferentes de la segunda potencia mundial.

México DF tiene en su seno el cuartel general de uno de los mayores monopolios petroleros del planeta llamado PEMEX, que hasta agosto del año pasado controlaba todo el sector de hidrocarburos del noveno productor de crudo del mundo. El presidente del Gobierno, Enrique Peña Nieto, ha decidido abrir las puertas a la inversión extranjera para aumentar la eficiencia, transparencia y competitividad del sector. La regulación excesiva, la corrupción rampante y la necesaria modernización de las infraestructuras han condenado a México a la segunda división de la liga de productores de combustibles fósiles.

BBVA Compass calcula que a partir de este año, que es cuando las multinacionales extranjeras podrán empezar a competir con Pemex en su propio territorio, comenzará un ciclo virtuoso que generará 1,2 billones de dólares y dos millones y medio de empleos gracias a la entrada de competidores. La debilidad del precio del crudo pone en serias dudas ese optimismo, pero todo parece indicar que la relevancia de México DF como hub de energía va a multiplicarse. Al igual que Canadá, firmó hace años un tratado de libre comercio (NAFTA) que facilita la exportación de su petróleo y gas a Estados Unidos.

 

Oriente Medio: Dubái y Abu Dabi

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Un hombre mira el puerto de Khalifa en Adu Dabi. Karim Sahib/AFP/Getty Images

Abu Dabi es la capital de Emiratos Árabes Unidos y el nombre del emirato que acumula el 94% de las reservas petrolíferas probadas del país y el 80% del territorio. En términos mundiales, es el séptimo productor de oro negro y el undécimo de gas, aunque algunos analistas esperan que se convierta en breve plazo en un importador neto de gas licuado.

Su posición en el corazón del Golfo Pérsico es clave pero, al mismo tiempo, muy vulnerable a las amenazas iraníes de cerrar el Estrecho de Ormuz; por eso, se han implicado en la construcción de un oleoducto que pueda evitar el cuello de botella. En los últimos años, han mejorado sustancialmente su regulación y transparencia para atraer inversiones extranjeras que les ayuden a detectar y extraer los combustibles fósiles.

Dubái está intentando acelerar su transición de hub energético a gran capital de negocios y puerta de entrada de la inversión extranjera en Oriente Medio. Los motivos son obvios: no puede competir con Abu Dabi como capital petrolera aunque ambas pertenezcan a los Emiratos, las previsiones apuntan a que dejará de poder producir petróleo en las próximas dos décadas y, por último, es ahora cuando cuenta con los recursos y la liquidez suficiente para crear las infraestructuras y el clima fiscal y regulatorio que demandan las multinacionales. Las autoridades locales han realizado un esfuerzo considerable a la hora de cultivar la imagen de una ciudad moderna y occidentalizada que promete una gran calidad de vida a los expatriados de las firmas extranjeras. Han convertido su puerto y su aeropuerto en dos de los principales nudos logísticos que conectan Europa y Asia.

 

Resto de Asia y Oceanía: Singapur y Perth

Como decíamos más arriba, el caso de Singapur es excepcional, porque no posee ni recursos petroleros ni grandes empresas de extracción. Sus tres grandes ventajas pasan por su posición en el mapa (en pleno Estrecho de Malaca, un cuello de botella que atraviesan la mayoría de los tanqueros de crudo y gas que llegan a los puertos chinos y japoneses), sus infraestructuras logísticas y red de refinerías en colaboración con multinacionales extranjeras (concentradas sobre todo en la isla de Jurong) y un sistema regulatorio y fiscal extraordinariamente favorable, ágil y transparente. Otro elemento fundamental es la calidad de vida que ofrece a los expatriados y la conexión con 200 destinos diferentes y dispersos por todo el mundo que sirve en bandeja la terminal internacional del aeropuerto Changi.

Perth es la capital australiana de la energía y los minerales pero no lo es porque atesore grandes reservas de combustibles fósiles, sino porque concentra la actividad de negocios y comercial de Australia Occidental, que es la región del país donde se encuentran buena parte de sus recursos naturales. Su fortaleza no reside pues en lo que alberga su subsuelo, sino en su tradición como una ciudad cosmopolita y bien comunicada que atesoró hace años unas considerables riquezas minerales en su vecindario más próximo (ahora tiene que conformarse con administrar las de Carnarvon, Browse o Bonaparte y con poseer Kwinana, la refinería más grande del país). Australia es, según Heritage Foundation, el cuarto estado del mundo en términos de imperio de la ley, gobierno limitado, eficiencia regulatoria y mercados abiertos… y las multinacionales de la energía lo saben. Chevron, por ejemplo, anunció en 2013 la construcción de un espectacular cuartel general en Perth.