El nuevo dirigente de Irán debe liderar un país destruido económica, política y socialmente y sin contar con todos los apoyos necesarios. ¿Logrará algún cambio?

 

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BEHROUZ MEHRI/AFP/Getty Images

 

Del nuevo presidente iraní, Hassan Rohaní, se dice que es un gran político, un hombre pragmático, un diplomático hábil y un experto conocedor de todos los recovecos de la compleja estructura de la República Islámica. Pertenece a las entrañas de la revolución en la que acompañó al ayatolá, Ruhollah Jomeini, en su exilio en Francia. Más tarde estuvo en el frente de batalla en la guerra contra Irak –de aquel entonces le quedan como herencia una relación estrecha con los árabes iraníes-, estuvo encargado de las negociaciones nucleares durante el Gobierno del reformista Mohammed Jatamí –que le valió para hacerse un nombre en las cúpulas de poder de los países occidentales-, dirige uno de los centros de pensamiento más importantes del país y ha sido consejero en materia de seguridad del Líder Supremo, Alí Jamenei, hasta hoy.

Aunque muy pocos ponen en duda que tiene la capacidad para ponerse al frente de los retos que tiene por delante, nadie asegura que pueda salir victorioso. El camino es extremadamente difícil porque Irán está roto tras ochos años de presidencia de Mahmud Ahmadineyad. He aquí los desafíos para el nuevo presidente iraní.

1. Reconstruir la esperanza

La desilusión de la sociedad iraní es endémica. No sólo es exclusiva de los sectores educados de las grandes ciudades. Esta desesperanza se ha ido apoderando de los diferentes segmentos de la población desde la represión que prosiguió a las protestas postelectorales de 2009, pero terminó por ahondarse con la crisis económica, que ha tenido su periodo más duro en el último año. La inflación oficial es del 31%, pero los economistas locales aseguran que estaría sobre el 65%. A esto se suma el desempleo entre los jóvenes que supera el 28%. Irán es una sociedad donde el grueso de su población es joven y gran parte de ella ha tenido acceso a cierto nivel de educación como consecuencia de la creación de decenas de centros universitarios, abiertos hasta en los pueblos más pequeños del país. Además, los ciudadanos más jóvenes no han podido viajar al extranjero para estudiar y han tenido que quedarse en Irán, debido a la devaluación del rial cuyo valor en los dos últimos años ha pasado de 110.000 a 360.000 riales por dólar (270.000 euros), por lo tanto el número de residentes jóvenes en paro es aún mayor.

Además, el pasaporte iraní pasó a valer menos que nada. La dificultad para conseguir visados también se extendía a los países vecinos del Golfo, especialmente Dubai, donde hay un gran número de residentes iraníes, o Afganistán. “Podremos estar de celebración el día que la cifra de desempleo entre los jóvenes baje a un dígito”, dijo el presidente en su primera rueda de prensa, donde aseguró que uno de sus principales compromisos es con los jóvenes. Al fin y al cabo, ellos fueron quienes lo eligieron.

2. Reactivar la economía

El presidente Rohaní ha sido claro al anunciar que la recuperación económica del país necesitará tiempo, pero también ha asegurado que hay que tomar medidas de choque para detener la inflación y reactivar el sector productivo. Para esto último, tendrá que recuperar la confianza del sector industrial y deberá actuar rápido para que la economía se reactive. Los iraníes necesitan señales positivas que les convenzan de que el país se mueve hacia delante. Y es que, si bien Irán parece haber logrado recuperar la esperanza en el futuro en sólo cuestión de horas –que era, tal vez, el reto más difícil de conseguir para cualquier candidato debido a la desilusión reinante en los últimos años-, la gente exigirá mucho más al nuevo presidente. “Los problemas se resolverán cuando se consulte con los expertos”, dijo Rohaní, quien reconoció que los problemas económicos tienen su origen tanto en las políticas económicas equivocadas del Gobierno saliente como en las fuertes sanciones económicas que pesan contra Irán por su programa nuclear. Para recuperar la confianza de los empresarios y comerciantes, el presidente ha hablado de la necesidad de volver a abrir la Organización de Planificación y Presupuesto, cerrada por Ahmadineyad al comienzo de su gestión, y cuya tarea sería la de marcar las políticas económicas iraníes a largo plazo. Desde otros sectores también le piden una mayor transparencia en las instituciones del Estado y que el país vuelva a regirse por la ley y no por las decisiones arbitrarias de los gobernantes de turno.

3. Recuperar los derechos perdidos

Durante las cortas horas como presidente electo, Hassan Rohaní ha tenido que responder a decenas de súplicas que tienen que ver con los derechos de la sociedad civil. Una de las exigencias de sus votantes ha sido que interceda por la libertad de los líderes de la oposición encarcelados en 2009: el ex primer ministro Mir Hussein Musaví, su esposa Zahra Rahnavar y Mehdi Karrubí, otro dirigente opositor, entre otros. “La sociedad, en especial nosotros los jóvenes, hemos madurado mucho políticamente en los últimos cuatro años, Rohaní no podrá engañarnos fácilmente”, dijo un cineasta de 27 años al escuchar que el ganador de las elecciones había dicho que la liberación tardaría y que para eso tendría que trabajar con diferentes estamentos del régimen iraní.

Al mismo tiempo, le piden que cese la campaña de represión y la atmosfera de temor que se vivió en estos últimos años en los que los aparatos de seguridad del Estado parecían los dueños del país. Miles de personas fueron encarceladas y acusadas de atentar contra la seguridad nacional, un gran número tuvo que pasar por las oficinas de Inteligencia para responder a las preguntas sobre sus actividades y decenas de universitarios tuvieron problemas para continuar sus estudios por haber participado en las protestas de 2009. Los defensores de los derechos de la mujer y la infancia, por su parte, le piden que se reabra el espacio en el que ellas puedan volver a impulsar sus demandas. También exigen la liberación de las presas políticas, como la abogada, Nasrine Soutodeh. “Yo sé que Irán está en una situación difícil pero solo le pido que la vida vuelva a como era ocho años atrás, donde habían espacios culturales y todos nos sentíamos más libres”, declara Azin, una estudiante de historia de 25 años.

El gran reto en este aspecto será ver el margen de maniobra que logra obtener el presidente, tras ocho años bajo el control del Ministerio de Inteligencia, los basiyís (la infantería del Niruye Moghavemate Basij, o Fuerza de Movilización de la Resistencia) y los Guardias Revolucionarios que han anunciado que trabajarán con él en el marco de la Constitución. Rohaní no sólo tiene que ganarse la confianza de quienes lo votaron sino del ala más extremista del régimen que desconfía de él por su cercanía a los ex presidente Hashemi Rafsanjani y Mohammed Jatamí.

4. Reproducir una mayor transparencia del programa nuclear

En la esfera internacional, los retos son igualmente complicados. Para empezar tiene que reconstruir una credibilidad que se ha deteriorado durante el Gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Después, deberá trabajar para acabar con las sanciones económicas contra Irán, al mismo tiempo que consigue convencer al mundo de que el programa nuclear tiene fines pacíficos. “Lo primero es lograr que no entren en vigor nuevas sanciones”, ha dicho el presidente. Rohaní ha enviado un mensaje que muestra su interés por mejorar las relaciones internacionales. Para ello propone una mayor transparencia en el programa nuclear iraní, aunque también dejó claro que no estaba dispuesto a detener el proceso de enriquecimiento de uranio como lo hizo en 2003 cuando era negociador nuclear. Y es que hay un detalle que el mundo no debe obviar: Rohaní, históricamente, ha sido un gran defensor de la República Islámica, de su gente y de su programa nuclear. La diferencia que podrá marcar su Gobierno será la manera de gestionar las políticas y la disposición para que Occidente pueda tener una mayor certeza sobre cómo se trabaja con el programa nuclear. Para esto ha hablado de activar las conversaciones nucleares en el marco del 5 + 1 y de construir una confianza mutua entre todas las partes. El mismo principio aplica para la Administración estadounidense a la que ha dejado una puerta abierta para establecer un diálogo bajo la condición de no interferir en los asuntos de Irán y de abandonar la presión contra el país. En este aspecto la pregunta que queda abierta es la capacidad que tendrá Rohaní para convencer a otros estamentos del régimen para que lo apoyen en estas iniciativas. Al fin y al cabo, él reconoció durante la campaña electoral que el que tiene la última palabra en este punto es el Líder Supremo, Alí Jamenei.

5. Rediseñar la relación con los países vecinos

La imagen de Irán en Oriente Medio ha caído en picado en los últimos años, especialmente desde que se agudizara la guerra civil en Siria donde el Gobierno de Teherán ha quedado enfrentado a la mayoría de Estados árabes, en concreto con Arabia Saudí y los países del Golfo Pérsico. La tensión entre los suníes y los chiíes es cada día más dramática a pesar de que el Ejecutivo iraní siempre trata de restarle importancia. Por eso Rohaní ha señalado que una de sus prioridades es restablecer las relaciones con sus vecinos. Al mismo tiempo, ha enviado un mensaje de fraternidad a Arabia Saudí y ha declarado de que el pueblo sirio es el único que puede solucionar sus problemas. Ha dicho que está en contra de la intervención de países extranjeros en el conflicto, pero también ha defendido la propuesta del Gobierno iraní de promover unas elecciones para 2014 donde los sirios decidieran lo que quieren para su futuro. Para sacar adelante estas iniciativas, una vez más, se tendrá que enfrentar con los poderosos guardias revolucionarios y el sector más extremista del régimen que ven la guerra civil en Siria como una lucha del grupo de resistencia contra Israel que lideran Irán, Siria y Hezbolá.

 

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