La puesta en marcha de prácticas para hacer frente a la escasez de agua que sufren algunas regiones del país.

Utsav Maden / ICIMOD
Utsav Maden / ICIMOD

Bimala Bajagain, agricultora y madre de tres hijos, lleva una descolorida kurta roja y aparenta más de sus 35 años. Nos ofrece una fuente de guayabas con sal en el porche de su casa, dañada por el terremoto. Al mediodía el cálido sol de octubre arde sobre el pueblo de Kalchebesi, en el distrito de Kavrepalanchok. Bajagain insiste en que saboreemos también un plato de pepinos.

“Nos arreglamos para construir nuestro refugio temporal gracias a los fondos iniciales del Gobierno y a la ayuda de una ONG internacional”, cuenta Bajagain, señalando con la cabeza hacia una pequeña choza hecha de láminas de chapa, justo al lado del establo para las vacas.

“Pero habrá que volver a construir esta estructura para el invierno; el acero se calentaba insoportablemente durante el verano y ahora se volverá muy frío”.

Bajagain planea reforzar su refugio con madera contrachapada para aislarlo, una reforma que financiará con el préstamo de una cooperativa local, que podrá pagar con lo que gane vendiendo sus verduras, si tiene suficiente agua.

“Durante el verano tuvimos escasez de agua debido a lo irregular de las lluvias. Este año diluvió torrencialmente durante un día pero luego paró todo el resto de la estación”.

Filas de melones amargos cuelgan suspendidos de lo alto de un tejado lleno de alambres. Parecen maduros para la recogida, y Bajagain explica que el uso de mantillo ha ayudado a sus cultivos a retener la humedad durante los periodos de sequía, manteniendo sus ingresos.

“No implica más que cavar un agujero para poner abono orgánico, sembrar las semillas y cubrirlas con heno como capa de protección”, dice. Los resultados son obvios: “Yo planté mis semillas de melón amargo en febrero de este año. Seis meses después, todavía estoy recolectando, mientras que el año pasado el estiércol se secó rápidamente y la cosecha duró solo cuatro meses”.

Bajagain señala que sus ingresos prácticamente se han doblado en comparación con el año anterior, gracias al agua extra. Ocho meses después del terremoto, el Gobierno todavía no ha distribuido los fondos de los donantes para la reconstrucción. El dinero adicional que Bajagain ha logrado con el aumento de su cosecha de patatas, tomates, pepinos y melones amargos es todo con lo que podrá contar para financiar las mejoras de su refugio para el invierno y a la vez pagar la educación de sus hijos.

Aunque Bajagain albergue grandes esperanzas para el futuro, sigue teniendo buenas razones para continuar preocupada.

“El total de las lluvias anuales en Kavrepalanchok no está cambiando, y no se prevé que vaya a hacerlo”, dice Laxmi Dutta Bhatta, especialista en gestión del ecosistema del Centro Internacional para el Desarrollo Integrado de las Montañas (ICIMOD) de Katmandú. “Es el patrón de las lluvias lo que está variando: hay aguaceros más fuertes e intensos que producen inundaciones. Lo que necesitamos son lluvias sostenibles que el suelo pueda absorber y que recarguen el agua subterránea”.

Los campesinos del vecino pueblo de Patlekhet también han encontrado maneras de adaptarse de forma inteligente al cambio climático.

Utsav Maden / ICIMOD
Utsav Maden / ICIMOD

“Los estanques de plástico han ayudado mucho con las necesidades de riego del jardín de mi casa”, dice Saraswati Dhital, una agricultora que ha recibido ayuda de un proyecto de adaptación al cambio climático gestionado por el Centro para la Investigación, Extensión y Desarrollo de la Política Agrícola y de Medio Ambiente (CEAPRED), una ONG local.

El estanque de Dhital está forrado con láminas de plástico. Las aguas residuales de los lavabos y el exceso de agua de las lluvias torrenciales se canalizan hasta una pequeña alberca recubierta de plástico que sirve para regar los nabos, los limones, el cardamomo y el cilantro de Dhital. Y están empezando a brotar retoños.

Cada hogar del pueblo de Patlekhet tiene su propio estanque forrado de plástico para recoger agua, y cuenta con un estanque comunitario de mayor tamaño en lo alto de la colina. El hecho de tener una fuente local de riego hace que Saraswati ya no tenga que hacer una caminata hasta la siguiente colina en busca de agua potable; es un gran ahorro de tiempo.

“Nuestra principal intervención tiene que ver con la gestión de las aguas residuales”, dice Keshav Dutta Joshi, director de programas en el CEAPRED. “Según nuestra investigación, una típica familia que cultive verduras usando riego de aguas residuales y disponga de ganado puede ganar más que un obrero emigrante trabajando en los países del Golfo”.

CEAPRED aspira a tener una base científica con la que diseñar y aplicar un completo programa para toda la zona agroecológica de la Región de las Colinas de Nepal que les dirá a los agricultores cuánta agua pueden recoger. Incluso calculará la cantidad de inversión que se requiere, los cultivos que pueden plantarse y los ingresos que se pueden lograr. “Pero vamos a necesitar datos de al menos tres años consecutivos de investigación aplicada para llegar a esto”, dice Joshi.

La Kochi Technology University (KTU) de Japón hizo encuestas a más de 1.000 agriculturas de la zona occidental de la región agroecológica de las Colinas de Nepal. Descubrieron que la producción de verdura y los ingresos podían incrementarse en más de un 30% simplemente gracias a la puesta en práctica de técnicas de conservación del agua como el forrar los estanques con plástico.

El estudio espera que la tecnología de las albercas plastificadas “…contribuya a la reducción de la pobreza de los pequeños agricultores… y sea una tecnología prometedora no solo en Nepal sino también en otras naciones en desarrollo”.

Parece que el uso de mantillo y la recogida de agua en estanques plastificados cuentan con una buena base de validez científica como prácticas de adaptación a meteorologías extremas. Esto también contribuirá a aliviar la pobreza en la Región de las Colinas de Nepal.

Bajagain es muy consciente de que el cambio climático y los recientes y devastadores terremotos de Nepal significan que los métodos de cultivo que se han estado poniendo en práctica desde tiempos inmemoriales van a tener que adaptarse a la nueva realidad. “Necesitamos prácticas autosuficientes para valernos solos. El empleo del mantillo y los estanques plastificados sin ninguna duda nos han ayudado a mitigar las pérdidas al vernos enfrentados a condiciones meteorológicas inesperadas o al cambio climático”.

“En los años anteriores mis cultivos se secaban y marchitaban”, me dice con calma. “Este año no es así. Afortunadamente, dados los problemas económicos que nos ha causado el terremoto”.

Las fuentes de esta historia provienen del concurso de relatos del PNUD sobre cambio climático Voices2Paris y han sido desarrolladas gracias a @RNW