Los líderes húngaro y serbio han sabido rentabilizar la guerra en Ucrania en sus respectivas campañas electorales, pero a partir de hora sus relaciones con Vladímir Putin estarán bajo un mayor escrutinio por parte de Bruselas.

Las imágenes causan sorna. El presidente de Hungría, Viktor Orbán, y de Serbia, Aleksandar Vučić, se encontraban en Belgrado inaugurando el tren de alta velocidad que unirá en el futuro la capital serbia con Budapest, el llamado Soko, cuyos raíles han sido financiados por empresas rusa y china, y que de momento llega a Novi Sad. La escena es cómica porque ambos saludan recurrentemente desde el interior de un vagón por la ventana, pero no hay nadie en los andenes. La estación está vacía, como durante el resto del recorrido en dirección a la estepa panónica. Si el emperador está desnudo, también lo está una política de artificio. Las cámaras retratan el absurdo.

Ambos han ganado las elecciones del 3 de abril tal como se esperaba. Las encuestas, en cualquier caso, daban la victoria a los dos, por mucho que hubiera incógnitas sobre la capacidad de la oposición de ofrecer resistencia, más esperable en Hungría que en Serbia. No obstante, Orbán ha logrado hacerse con otra supermayoría en el Parlamento, y Vučić ganó las presidenciales con una holgada victoria en la primera vuelta. Todavía quedan votos por computarse, pero nada hará cambiar la victoria electoral de ambos líderes en sus respectivos países.

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Manifestantes con unas máscaras que muestran los rostros del presidente serbio, Aleksandar Vucic. y su homólogo húngaro, Viktor Orbán, en una protesta contra sus políticas y el auge del fascismo en Europa, 2020. Luka Dakskobler/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images

Viktor Orbán lleva 12 años de gobierno, mientras que Vučić ha organizado cinco elecciones generales en 10 años, y este será su segundo mandato como presidente después de ser primer ministro. Los dos vienen apelando a un discurso conservador y populista, que busca consolidar un frente iliberal, por el cual cuestionar su poder equivale a enfrentarse a la nación y al propio Estado. Tanto uno como el otro han recurrido a estrategias similares. Orbán ha hecho coincidir las elecciones con un referéndum homófobo sobre las leyes de protección de la infancia (iniciativa que no ha prosperado), lo que le ha permitido opacar la financiación de la campaña, porque el referéndum tienes menos controles; y Vučić ha hecho coincidir las presidenciales con las elecciones parlamentarias y locales en Belgrado, para, entre otros objetivos, diluir la influencia de los diferentes liderazgos de la oposición en cada uno de los comicios.

Las posibilidades de la oposición en Hungría se centraban en una coalición antinatural de seis partidos políticos con ideologías diversas que buscaban el voto anti-Orbán. No obstante, el líder Peter Marki-Zay apenas ha tenido espacio en los medios de comunicación para presentar su programa. Y, según declaró la oposición, el Gobierno estuvo utilizando la base de datos proveniente de la vacunación para la Covid-19 con el fin de enviar propaganda política. Un análisis de la campaña ha destacado que Fidesz invirtió ocho veces más que la oposición en propaganda electoral.

En Serbia, los meses de diciembre y enero habían supuesto una oportunidad política para la oposición, después de unas intensas movilizaciones contra una ley de referéndum y otra ley de expropiación que fueron enmendada y revocada respectivamente, en el contexto de un clamor general contra el desarrollo de una mina de explotación de litio de la empresa Rio Tinto, que obligó al Gobierno a ceder ante los manifestantes indignados por la ausencia de conciencia medioambiental y el abuso de poder. Sin embargo, el comienzo de la guerra en Ucrania devolvió a la agenda política las relaciones de Serbia con Rusia y con la OTAN, y en este punto el amplio rechazo a la organización atlántica desvió el orden de prioridades de la sociedad serbia.

La onda geopolítica de la guerra ha desarmado a las oposiciones. Ambos políticos han sabido rentabilizar la guerra en Ucrania, al haber convertido la política exterior en un asunto interno. El conflicto ha ayudado a Orbán a desarrollar una nueva narrativa por la cual seguir la política de la UE forzaría al país a verse involucrado en la guerra y a verse privado del gas ruso, una vez la victoria de la oposición vincularía a Hungría con Ucrania y enemistaría a Budapest con Moscú. Como consecuencia de esto, ha azuzado el discurso por el cual sobrevuela una amenaza sobre la economía húngara, pero también sobre la vida de los húngaros. De hecho, Orbán limitó el apoyo a Kiev, negándose a permitir que los convoyes de armas cruzaran Hungría y rechazando la prohibición de las importaciones de petróleo y gas rusos, lo que supuso la condena del presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy.

Por su parte, Vučić ha seguido un criterio muy similar. Centró su campaña en la paz y en la estabilidad como criterios fundamentales de la política serbia, junto con las inversiones extranjeras y los proyectos en urbanismo y en infraestructuras. Una mayoría de la población local está a favor de mantener una posición neutral respecto al conflicto entre Ucrania y Rusia, y el líder serbio se ha movido en esa línea desmarcándose de las sanciones a Moscú. Hay que tener en cuenta, a su vez, que Rusia apoya a Serbia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en cuestiones como el no reconocimiento de Kosovo, así como más del 80% de los serbios ven a Rusia como un amigo pese a la candidatura del país balcánico la UE.

El nacionalismo populista permite a ambos presidentes reunir apoyos políticos fuera de sus fronteras, lo que también les hace cooperar en lo que respecta a la diáspora. Por ejemplo, la Liga de los Húngaros de la Vojvodina en Serbia, aliado del partido de Vučić, tiene una estrecha relación con Orbán, de quien recibe apoyo financiero en forma de sostén político y cultural. En torno a 65.000 húngaros con pasaporte serbio pueden votar en las elecciones húngaras. Orbán presta su apoyo a Milorad Dodik, referencia de la política de la Republika Srpska, entidad bosnia de mayoría serbia que sigue la línea marcada por Belgrado respecto al nacionalismo serbio en la región.

La guerra de Ucrania, sin embargo, no tendrá en adelante todos los beneficios que han tenido para el periodo electoral. Varias cuestiones están por resolverse. En primer lugar, el rechazo de Polonia a las políticas de Vladímir Putin abre un frente de división dentro de los países de Visegrado, que habían impulsado un eje conservador entre los 27. Las afinidades de Orbán y Vučić y sus implicaciones para los europeos comenzarán a discutirse en este momento, entre otras la relación de los líderes húngaro y serbio con el mandario ruso o su posición crítica con los intereses de la UE, mientras se benefician de los apoyos políticos y económicos provenientes del contribuyente europeo. La política de apaciguamiento ante estos modelos híbridos, conservadores y autoritarios, tenía un espacio político antes de la guerra en Ucrania, una vez existía una línea conservadora en el eje oriental que todavía tiene apoyos en el Partido Popular Europeo. La tentación autoritaria tendrá menos aceptación, sobre todo si equivale a asociarse con Moscú.

La política de estabilidad y seguridad que han promovido ambos líderes se podía encajar en un contexto europeo coherente con desafíos como el Brexit, la crisis griega, la política de inmigración o la pandemia, que apelaban como principio básico a no generar fricciones entre fronteras, como puede ser abrir una nueva crisis en los Balcanes. Sin embargo, las políticas autocráticas de Vučić y Orbán se han encontrado con la cohesión y el multilateralismo mostrado por los países europeos ante la ocupación comandada por Putin. Este frente conservador, orientado hacia el sureste europeo, ahora se ha convertido en una amenaza para Bruselas, más todavía si sus políticas intervienen de forma negativa sobre Bosnia y Herzegovina o Kosovo, donde Putin tiene capacidad para desestabilizar el espacio de seguridad europeo.

Después de la victoria, Orbán declaró que "ganamos una victoria tan grande que se puede ver desde la luna y ciertamente desde Bruselas". Y, efectivamente, se verá desde allí. Tanto Orbán como Vučić se han beneficiado de ese multilateralismo contradictorio, consentido por Bruselas en las claves geopolíticas de antes de la guerra. Ahora sus relaciones con Putin serán abordadas en términos muy diferentes, y lo probable es esperar que este amor que se profesan ambos líderes comience a ser finalmente un amor incomprendido.