Imagen del número 11 de Dabiq

¿Cómo llegan los menores de edad al califato y cómo viven en él?

El reclutamiento de niños en conflictos armados no es un fenómeno nuevo, su uso y explotación ha sido documentado, por ejemplo, en el Ejército de Resistencia del Señor de Uganda, en el Frente Revolucionario Unido de Sierra Leona, en el genocidio de Ruanda o en la guerra civil de Sudán. No obstante, más recientemente, con la aparición de Daesh en el panorama internacional, este uso ha adquirido una nueva dimensión.

El autoproclamado Estado Islámico pretende hacer de su lucha algo multigeneracional, que asegure su supervivencia a largo plazo, y por ese motivo, desde que instauró el califato, se ha propuesto adoctrinar a la nueva generación de yihadistas, cuya captación se hace a través de diferentes cauces. En primer lugar, están los hijos de los combatientes extranjeros, que siguen a sus padres en la migración hasta el califato o han nacido en Siria e Irak. En segundo lugar, están los niños que se han escapado de sus hogares en Occidente para unirse a Daesh.

Las redes sociales e Internet están jugando un papel importante a la hora de radicalizar y adoctrinar a estos jóvenes. Como resultado de este proceso, pierden gradualmente la conexión con sus familias o con sus hábitos diarios y acaban siendo miembros de un grupo percibido como el salvador de la comunidad musulmana, que consideran está siendo atacada. Conocidos son los casos de las tres adolescentes de Bethnal Green Academy, que con 15 y 16 años volaron a Turquía desde Londres para incorporarse a Daesh, así como las adolescentes austriacas Samra Kesinovic y Sabina Selimovic, de 16 y 15 años respectivamente.

Por otra parte, los locales han sido reclutados en orfanatos, secuestrados o han decidido unirse al grupo por propia voluntad. La presión social es uno de los factores que ha influido a la hora de reclutar a los chicos que han acudido voluntariamente a Daesh, que veían cómo sus propios amigos se enrolaban en las filas de la yihad, entre otros motivos, por la promesa de una educación gratis o tras atraerles en celebraciones religiosas públicas con juguetes o dulces. Además, tanto su capacidad para aportar dinero a la economía familiar o su progreso dentro del grupo es un incentivo para que los padres apoyen y animen a sus hijos a caer en las garras del terrorismo.

Programa educativo

Una vez reclutados, Daesh pone en marcha su programa educativo llamado ‘Ashbal al Jilafa’ y establece una división entre los jóvenes, que suelen ser aislados de su entorno familiar y son diseminados por centros en Damasco, Mosul, Raqa o Tal Afar. Abu Mosa, antiguo responsable de prensa de Daesh, apuntaba en una entrevista que los niños menores de 15 años van a un campo en el que siguen un estricto programa religioso y reciben formación sobre el uso de armas. Aquellos que tienen 16 o más son llevados a un campo militar y los que no llegan a los 13 son puestos a trabajar como espías. Estos reciben un salario de 100 dólares al mes por informar sobre familiares, amigos y vecinos.

Una vez graduados, Daesh decide el rol que desempeñarán. Esta labor puede pasar de soldados en el campo de batalla, hasta ser utilizados para labores de inteligencia, de reclutamiento de otros niños, con fines propagandísticos o como bombas humanas. Usaid Barho, un joven sirio de 14 años reclutado por Daesh, fue interceptado cuando se dirigía a una mezquita en Bagdad con el propósito de hacerse estallar. Al acercarse al objetivo, el niño comenzó a llorar mientras decía que llevaba una bomba, que era musulmán y no pretendía matar a otros musulmanes, que lo que quería era irse a casa a ver a su madre. Posteriormente, Barho explicó que sus reclutadores le habían dado a elegir entre combatir en las filas del grupo o convertirse en suicida y que había considerado que tenía más opciones de sobrevivir y llegar a las autoridades si elegía esta última.

Sin embargo, tras su paso por estos campamentos algunos desarrollan camaradería y experimentan “orgullo, fortaleza y un propósito que darle a sus vidas”, en el que la muerte y el martirio son tratados como un entretenimiento más y la edad no es un impedimento para escalar dentro del grupo. Antes del establecimiento del califato en junio de 2014, Daesh nombró a un joven de 16 años como su emir de seguridad en la ciudad de Azaz.

Propaganda

Daesh no ha dudado en mostrar en su campaña propagandística el uso que está haciendo de estos niños, algo inédito hasta la fecha. Así, muchos jóvenes han sido los protagonistas de diferentes vídeos en los que se muestran los campamentos militares y las fases de entrenamiento que tienen que seguir para enrolarse en las filas de la yihad. No obstante, también se ha difundido material en el que los propios niños ejecutan a ‘infieles’ mientras juegan a lo que bien podría interpretarse como una partida al escondite y donde la crueldad y el asesinato se reducen a un mero espectáculo disfrazado de lección.

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Muchos de los rostros que aparecen en la propaganda de Daesh son los hijos de conocidos combatientes extranjeros. Por ejemplo, el hijo del australiano Khaled Sharrouf, con tan solo siete años fue fotografiado mientras sujetaba la cabeza de una de las víctimas del grupo terrorista. Más impactante es el caso del hijo de Isa Dare, una de las primeras británicas que migró a Siria, y que con cuatro años aparece detonando un coche lleno de explosivos con cuatro personas dentro.

Niños bomba

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos señala que 1.100 niños sirios por debajo de 16 años se han unido a Daesh, 52 de los cuales han muerto combatiendo o utilizados como bombas suicidas. Este uso no se limita a Irak y Siria sino que en Libia ya hay documentados 85 casos de niños que se han graduado en el programa del grupo en Sirte y que además han sido víctimas de abusos sexuales. Uno de cada cinco bombas humanas dispuestas entre 2014 y 2016 por Boko Haram, la filial de Daesh en Nigeria, eran niños, normalmente niñas. Uno de estos casos corresponde al atentado llevado a cabo el domingo 11 de diciembre en el mercado de la ciudad nigeriana de Maiduguri, donde dos niñas, de siete y ocho años, se inmolaron causando la muerte de, al menos, tres personas e hiriendo a 17.

Aunque aún es pronto para conocer el alcance y las dimensiones que está teniendo el uso de niños por parte de Daesh, es más que evidente el propósito del grupo de adoctrinarlos para continuar con su legado. La violencia explícita a la que se ven sometidos diariamente estos jóvenes, unida a los actos de barbarie que en ocasiones se ven obligados a cometer, están condenando a esta nueva generación a un destino en el que el terrorismo acaba siendo su única opción de vida. Por esta razón, es importante comenzar a trabajar para prevenir esta participación activa así como para lograr reintegrarlos en una sociedad lejos de la violencia.

Existen solamente algunos programas que tratan de reintegrar a estos niños, como el proyecto de Sabaoon en Pakistán o los de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR), que se han desarrollado en África y que han tenido un éxito moderado. En estos casos la familia puede jugar un rol positivo en su desactivación. No obstante, en primer lugar, es necesario determinar cuál ha sido el motivo que ha empujado a los jóvenes a caer en el terrorismo y si su familia se ha visto implicada. Además, también es importante hacer una distinción en la edad de reclutamiento y tener en cuenta el trauma y el daño físico sufridos por el menor.

Esta nueva generación de yihadistas también supone un problema para Occidente, sobre todo después de la detención de un niño alemán de 12 años que intentó atentar en el mercadillo de Navidad de Ludwigshafen. El menor, de padres iraquíes, ya trató de viajar en verano a Siria para unirse a Daesh. Y es que, pese a que la comunidad internacional ha puesto el foco en la violencia extremista, relativos esfuerzos se han implementado en materia de desradicalización. Pese a que algunos países europeos han puesto en marcha programas, estos cuentan con escasa financiación, como en el caso de ‘Channel’ en Reino Unido, por el que han pasado unos 1.839 menores. Por su parte, Francia, con el proyecto ‘Madame Desradicalization’ está usando técnicas empleadas con adictos y jóvenes en riesgo para desradicalizar a niños franceses que apoyan o han intentado unirse a Daesh.

Estas iniciativas deben proporcionar un futuro para estos jóvenes, animarles a comprometerse con los valores de su comunidad y ofrecerles un sentido de identidad así como de entusiasmo por nuevos proyectos en los que la violencia no esté presente.