• Climate Research, Vol. 26, nº 2,
    mayo 2004, Oldendorf/Luhe (Alemania)

 

Desde que la comunidad científica internacional llegó al abrumador
consenso sobre la realidad del cambio climático, los disidentes han
atraído una atención exagerada, sobre todo en EE UU, donde un
pequeño grupo de científicos escépticos, ayudados por
una considerable atención mediática, influyen con éxito
en la política y la opinión pública.

Su esfuerzo más reciente es un artículo de Ross McKitrick y
Patrick J. Michaels en la revista Climate Research, publicada por el instituto
científico alemán Inter-Research, en el que analizan los últimos
hallazgos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC
en sus siglas en inglés), creado en 1988 por la Organización
Meteorológica Mundial, y el Programa Medioambiental de Naciones Unidas
para estudiar el aumento global de las temperaturas. Los tres informes publicados
por el IPCC ofrecen pruebas sólidas del papel de la humanidad como acelerador
del cambio climático. Más de 150 países estuvieron oficialmente
de acuerdo con el último de ellos, de 2001. Científicos de todo
el mundo analizan y revisan constantemente los hallazgos del panel para eliminar
el sesgo que producen en los datos las influencias no relacionadas con el clima,
como las temperaturas artificialmente altas de algunos núcleos urbanos
densamente poblados. Pero McKitrick y Michaels sostienen que ese sesgo se mantiene.
Utilizando una muestra selectiva de los registros de temperaturas en superficie
del IPCC entre 1979 y 2000 (un periodo corto para medir tendencias en temperaturas
globales), ajustan las temperaturas para reflejar su propio supuesto de que
los datos de países con producto interior bruto y niveles de alfabetización
más bajos ofrecen menos seguridad. Al compararlos con los datos de temperaturas
de los satélites –poco fiables debido a sus variaciones en altura
y órbita–, los datos muestran tendencias de temperatura estables,
por lo que los investigadores concluyen que los resultados del IPCC exageran
el cambio climático.

Inundaciones controvertidas: una casa durante la marea alta en la isla polinesia de Tuvaru.
Inundaciones controvertidas:
una casa durante
la marea alta en la isla polinesia de Tuvaru.

En realidad, así los autores obvian la enorme cantidad de datos que
demuestran que la actividad humana acelera el cambio climático e impiden
responder a la necesidad de mitigar sus efectos desestabilizadores, respuestas
que podrían salirles caras a algunos de sus patronos. Michaels, climatólogo
de la Universidad de Virginia, es investigador jefe del Instituto CATO y científico
invitado en el Instituto George C. Marshall, que reciben apoyo económico
de la industria energética. También edita el boletín del
World Climate Report, publicado y financiado por la industria energética.
Un artículo de 1995 en Harper’s Magazine afirmaba que había
recibido unos 90.000 euros de empresas energéticas entre los años
1991 y 1994. McKitrick, economista de la Universidad de Guelph en Ontario (Canadá),
también publica con el Instituto Marshall y es coautor, con Christopher
Essex, de Taken by Storm.

A pesar de estos conflictos de intereses reales o aparentes, los argumentos
de científicos como estos dos han obtenido mucho respaldo de legisladores
conservadores estadounidenses. El senador republicano James Inhofe, que preside
el Comité del Senado para el Medio Ambiente y las Obras Públicas,
citó el trabajo de Michaels en el debate de 2003 que bloqueó la
ley que pretendía controlar las emisiones de monóxido de carbono
de las empresas energéticas. También les escuchó la Administración
de George W. Bush, que se retiró de los debates en torno al Protocolo
de Kioto sin discutir ninguna alternativa.

Sin embargo, la Academia de las Ciencias de EE UU, encargada por el Gobierno
de elaborar una valoración sobre el cambio climático en 2001,
demostró de forma concluyente que las temperaturas globales están
subiendo debido a emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el
hombre. El pasado agosto, el Programa Científico sobre Cambio Climático,
patrocinado por la Administración de EE UU, informó al Congreso
de que esas emisiones son la única explicación plausible del
cambio de las últimas décadas. Sin embargo, los escépticos
siguen llenando titulares.

Pero estos debates sólo sirven para generar electricidad estática
en torno a lo que debiera ser un mensaje claro. Como emisor principal mundial
de gases de efecto invernadero, EE UU debería estar difundiendo este
mensaje, no sumándose al ruido.

ENSAYOS, ARGUMENTOS Y OPINIONES DE TODO EL PLANETA

Christa S. Clapp

Climate Research, Vol. 26, nº 2,
mayo 2004, Oldendorf/Luhe (Alemania)

Desde que la comunidad científica internacional llegó al abrumador
consenso sobre la realidad del cambio climático, los disidentes han
atraído una atención exagerada, sobre todo en EE UU, donde un
pequeño grupo de científicos escépticos, ayudados por
una considerable atención mediática, influyen con éxito
en la política y la opinión pública.

Su esfuerzo más reciente es un artículo de Ross McKitrick y
Patrick J. Michaels en la revista Climate Research, publicada por el instituto
científico alemán Inter-Research, en el que analizan los últimos
hallazgos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC
en sus siglas en inglés), creado en 1988 por la Organización
Meteorológica Mundial, y el Programa Medioambiental de Naciones Unidas
para estudiar el aumento global de las temperaturas. Los tres informes publicados
por el IPCC ofrecen pruebas sólidas del papel de la humanidad como acelerador
del cambio climático. Más de 150 países estuvieron oficialmente
de acuerdo con el último de ellos, de 2001. Científicos de todo
el mundo analizan y revisan constantemente los hallazgos del panel para eliminar
el sesgo que producen en los datos las influencias no relacionadas con el clima,
como las temperaturas artificialmente altas de algunos núcleos urbanos
densamente poblados. Pero McKitrick y Michaels sostienen que ese sesgo se mantiene.
Utilizando una muestra selectiva de los registros de temperaturas en superficie
del IPCC entre 1979 y 2000 (un periodo corto para medir tendencias en temperaturas
globales), ajustan las temperaturas para reflejar su propio supuesto de que
los datos de países con producto interior bruto y niveles de alfabetización
más bajos ofrecen menos seguridad. Al compararlos con los datos de temperaturas
de los satélites –poco fiables debido a sus variaciones en altura
y órbita–, los datos muestran tendencias de temperatura estables,
por lo que los investigadores concluyen que los resultados del IPCC exageran
el cambio climático.

Inundaciones controvertidas: una casa durante la marea alta en la isla polinesia de Tuvaru.
Inundaciones controvertidas:
una casa durante
la marea alta en la isla polinesia de Tuvaru.

En realidad, así los autores obvian la enorme cantidad de datos que
demuestran que la actividad humana acelera el cambio climático e impiden
responder a la necesidad de mitigar sus efectos desestabilizadores, respuestas
que podrían salirles caras a algunos de sus patronos. Michaels, climatólogo
de la Universidad de Virginia, es investigador jefe del Instituto CATO y científico
invitado en el Instituto George C. Marshall, que reciben apoyo económico
de la industria energética. También edita el boletín del
World Climate Report, publicado y financiado por la industria energética.
Un artículo de 1995 en Harper’s Magazine afirmaba que había
recibido unos 90.000 euros de empresas energéticas entre los años
1991 y 1994. McKitrick, economista de la Universidad de Guelph en Ontario (Canadá),
también publica con el Instituto Marshall y es coautor, con Christopher
Essex, de Taken by Storm.

A pesar de estos conflictos de intereses reales o aparentes, los argumentos
de científicos como estos dos han obtenido mucho respaldo de legisladores
conservadores estadounidenses. El senador republicano James Inhofe, que preside
el Comité del Senado para el Medio Ambiente y las Obras Públicas,
citó el trabajo de Michaels en el debate de 2003 que bloqueó la
ley que pretendía controlar las emisiones de monóxido de carbono
de las empresas energéticas. También les escuchó la Administración
de George W. Bush, que se retiró de los debates en torno al Protocolo
de Kioto sin discutir ninguna alternativa.

Sin embargo, la Academia de las Ciencias de EE UU, encargada por el Gobierno
de elaborar una valoración sobre el cambio climático en 2001,
demostró de forma concluyente que las temperaturas globales están
subiendo debido a emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el
hombre. El pasado agosto, el Programa Científico sobre Cambio Climático,
patrocinado por la Administración de EE UU, informó al Congreso
de que esas emisiones son la única explicación plausible del
cambio de las últimas décadas. Sin embargo, los escépticos
siguen llenando titulares.

Pero estos debates sólo sirven para generar electricidad estática
en torno a lo que debiera ser un mensaje claro. Como emisor principal mundial
de gases de efecto invernadero, EE UU debería estar difundiendo este
mensaje, no sumándose al ruido.

Christa S. Clapp es asesora sobre energía
y políticas medioambientales para la consultora estadounidense ICF Consulting.
Este artículo representa sus opiniones y no las del ICF ni las de sus
clientes.