Aunque hasta ahora han sido relegados a un segundo plano debido a la intensidad de la emigración hacia Estados Unidos, los flujos migratorios entre los países latinoamericanos poseen una creciente importancia económica, social y cultural. Según el estudio Migración internacional en las Américas, realizado conjuntamente por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la migración intrarregional entre países de América Latina y el Caribe sólo representa una cuarta parte de toda la emigración registrada en la región. No obstante, involucra a unos cuatro millones de personas y crece al ritmo de un 17% anual, como consecuencia, entre otros factores, de la estabilización de los flujos hacia los países de la OCDE y de la consolidación de procesos de integración regional como Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN). A continuación, recorremos algunos de esos flujos cada vez más intensos.

Una migrante boliviana en un parque en Buenos Aires donde han acampado para protestar por la precariedad de las viviendas en Argentina. (Daniel García/AFP/Getty Images)
Una migrante boliviana en un parque en Buenos Aires donde han acampado para protestar por la precariedad de las viviendas en Argentina. (Daniel García/AFP/Getty Images)

Bolivianos y paraguayos en Argentina

Argentina es, pese a sus altibajos económicos, uno de los países más pujantes del continente, y prueba de ello es que es el Estado suramericano que más inmigración intrarregional recibe, como muestra el informe Panorama migratorio de América del Sur 2012. Son un total de 1,5 millones de latinoamericanos legalmente registrados, en su mayoría, provenientes de los países limítrofes más Perú, y se benefician de una ley migratoria que permite obtener la residencia con un sencillo trámite burocrático. Si hace unos años hubo una fuerte corriente de inmigrantes chilenos y uruguayos, en este momento los flujos mayoritarios provienen de Bolivia, Paraguay y Perú.

Según el último censo oficial de 2010, los inmigrantes suponen el 4,5% de la población en Argentina. La comunidad paraguaya es la más numerosa, con 550.700 personas; le siguen 345.000 bolivianos, 191.100 chilenos y 157.500 peruanos. Paraguayos, bolivianos y peruanos son también los que más están creciendo en los últimos años y tienden a concentrarse en el área metropolitana de Buenos Aires. Desde entonces, las radicaciones concedidas legalmente han superado las 200 mil personas al año, con un pico de más de 300 mil en 2012. Un estudio de la Cepal demostró la división del trabajo según nacionalidades y sexos: los bolivianos son responsables de muchas verdulerías en la Capital Federal de Buenos Aires y se ocupan también en el sector textil, no siempre con condiciones laborales aceptables. En cuanto a los paraguayos, ellas se dedican mayoritariamente al servicio doméstico, y ellos, a la construcción.

Colombianos en Ecuador y Venezuela

Empujados por el conflicto armado, miles de colombianos se han visto obligados a abandonar su tierra; muchos de ellos escogen como opción más viable los países vecinos: Ecuador y Venezuela, con los que las relaciones bilaterales no siempre han sido de muy buena vecindad. Un caso emblemático es el de las regiones fronterizas de Nariño (Colombia) y Esmeraldas (Ecuador). En la orilla del Pacífico, ambos lados de la frontera comparten paisaje natural -la llamada Biorregión del Chocó, célebre por su gran biodiversidad-, étnico y cultural, con predominio de población afrodescendientes.

Desde los 90, miles de colombianos han tenido que huir al otro lado de la frontera, amenazados por los grupos paramilitares o la guerrilla; otros decidieron emigrar cuando la enfermedad del cogollo arrasó con las plantaciones de palma aceitera, que se han convertido en una de las pocas oportunidades laborales en regiones como Nariño. Pero no siempre son bien recibidos por las poblaciones locales, que temen que les quiten el trabajo, que escasea, y son observados con recelo: según una encuesta de 2010, el 64% de los ecuatorianos tienen una opinión mala o muy mala de sus vecinos colombianos. En Esmeraldas, el prejuicio se entremezcla con la evidencia: también han atravesado la frontera paramilitares y narcotraficantes.

En cuando a Venezuela, la conflictividad en la frontera estalló a mediados del año pasado, cuando el Gobierno de Nicolás Maduro manifestó su intención de comenzar a deportar a ciudadanos colombianos. Según Naciones Unidas, la crisis provocó que, sin llegar a ser deportados, alrededor de 18 mil colombianos volvieran a su país sólo entre agosto y septiembre, para evitar ser blanco de las autoridades venezolanas. En ese entonces, Maduro aseguró que sólo en los primeros siete meses de 2015 habían entrado en el país para quedarse 121 mil colombianos, cifra que contrastaba enormemente con la de las autoridades colombianas: 8 mil personas.

Un migrante peruano en su tienda Chile. (Claudio Santana/AFP/GettyImages)
Un migrante peruano en su tienda Chile. (Claudio Santana/AFP/GettyImages)

Peruanos en Chile y Ecuador

No sólo los colombianos, sino también los peruanos deciden emigrar al vecino Ecuador, sobre todo desde que el país está dolarizado, con las posibilidades que eso supone a la hora de enviar remesas. Máxime ahora que el dólar ha subido en relación con casi todas las monedas del continente. Según un estudio de Flacso Ecuador, buena parte de los peruanos que llegaron al país han llenado los vacíos laborales que dejaron los ecuatorianos después del período de migración masiva a España, a comienzos de la década del 2000. Los flujos se concentran en los territorios fronterizos: si los colombianos prefieren el norte, los peruanos optan por el sur. Según un informe de la Organización Internacional para la Migración (OIM) de 2012, los colombianos son el primer colectivo de inmigrantes en Ecuador, con 18.285 personas en 2010, seguidos por los 15.678 peruanos.

En Chile, los peruanos son el colectivo inmigrante más numeroso: según el censo de 2012, habían nacido en Perú la tercera parte de los inmigrantes que residen legalmente en el país, un total de 103.000 peruanos, casi el doble que el segundo grupo, que conforman los argentinos. Aunque, como países vecinos, el flujo migratorio entre Perú y Chile es antiguo, se ha acrecentado en las últimas décadas, debido a la mayor estabilidad económica de la que han disfrutado los chilenos.

Migraciones en el interior de Brasil

Si bien ha pasado el momento de las migraciones masivas del Nordeste al Sudeste, cuando el país se industrializó en los 60, esa ruta sigue siendo la más recorrida. Los habitantes de estados nordestinos como Ceará, Piauí y Bahia se desplazan hacia pujantes núcleos urbanos como São Paulo y Río de Janeiro en busca de mejores oportunidades laborales en la industria y los servicios. Los brasileños prefieren quedarse dentro de sus fronteras que desplazarse a otros países, dado el tamaño del país de la samba y el obstáculo que puede suponer el idioma. Otras de las ciudades que más migración interna reciben son Santos, Curitiba o Campinas.

En este país de dimensiones continentales, cada región se caracteriza por una mezcla racial y refleja la persistente desigualdad étnica: la empobrecida región Nordeste es mayoritariamente negra; el próspero Sur del país, blanco. En el Sudeste, la megalópolis que es São Paulo es un reflejo vivo de cómo la migración cambia la fisonomía de una región, pero las desigualdades se mantienen: en los barrios de clase media predominan las pieles claras, mientras las periferias y favelas son mayoritariamente afrodescendientes que llegaron en las últimas tres o cuatro décadas o su descendencia. Si bien fueron estos inmigrantes los que ayudaron a construir esa ciudad pujante, el racismo contra los nordestinos permanece, como demostraron los comentarios racistas que se hicieron virales en las elecciones presidenciales de 2014.

Haitianos deportados a Haití desde República Dominicana esperan en la frontera (Hector Retamal/AFP/Getty Images)
Haitianos deportados a Haití desde República Dominicana esperan en la frontera (Hector Retamal/AFP/Getty Images)

Haitianos en República Dominicana

La inmigración haitiana hacia la zona fronteriza es de larga data, sobre todo desde que, a inicios del siglo XX, los consorcios azucareros de capital estadounidense comenzaron a importar miles de braceros haitianos para abaratar los costos laborales de los azucareros. Más recientemente, el terremoto de 2010 y la crisis económica y social que vino después provocaron un aumento de los flujos migratorios hasta el punto que, según reveló un estudio de 2013, en República Dominicana residen 524.600 inmigrantes, de los que el 87,3% son haitianos. En 2015, el Estado decidió poner en práctica un plan de regularización de extranjeros que supondría la deportación de 180 mil haitianos; muchos de ellos decidieron cruzar la frontera antes de que los echaran. En el mes de junio, en sólo una semana salieron del país 14 mil.

Los que optan por irse más lejos, a países como Brasil, se encuentran también con difíciles situaciones: en Brasil, ya existe la figura del coyote que posibilita la entrada a inmigrantes indocumentados haitianos.

Costa Rica, gran receptor de inmigrantes

Si Argentina es el país con más inmigrantes en términos absolutos, Costa Rica es el Estado latinoamericano con un mayor porcentaje de su población inmigrante. Según datos de Cepal basados en los censos de 2011, el país registró 386.000 inmigrantes, el 9% de la población, si bien la tendencia está decreciendo. Recibió más extranjeros en los 80 y 90 que en lo que va del siglo XXI. En 2014, los cuatro colectivos más numerosos eran los originarios de Nicaragua, Colombia y Estados Unidos. En este último caso, se trata muchas veces de ciudadanos estadounidenses que, después de jubilarse, buscan un lugar soleado para retirarse, y escogen Costa Rica por sus atractivos ecológicos y por su imagen de país tranquilo y seguro en medio de una región agitada. Según el censo de 2011, 2.262 pensionistas estadounidenses viven en Costa Rica, además de 261 canadienses y 284 españoles.

Inmigrantes mexicanos son detenidos por la patrulla de fronteras cerca de Río Grande, Texas. (John Moore/Getty Images)
Inmigrantes mexicanos son detenidos por la patrulla de fronteras cerca de Río Grande, Texas. (John Moore/Getty Images)

México, a un paso del sueño americano

México se ha consolidado como el país del mundo que más migrantes tiene en el exterior: en 2012 eran 13 millones de personas, y un porcentaje muy importante está al otro lado del Río Bravo. Sin embargo, en paralelo, el país azteca se está convirtiendo en un receptor de inmigrantes. Si bien ha sido un destino tradicional para los migrantes centroamericanos, sobre todo guatemaltecos -que conformaban en 2010 una comunidad de más de 35.000 personas-, este fenómeno se ha intensificado por el flujo de las miles de personas que tratan cada año de alcanzar el sueño (norte)americano. Quieren llegar a Estados Unidos y Canadá, pero, para ello, deben llegar antes a la frontera mexicana, cruzando parte de América del Sur y toda Centroamérica.

Este fenómeno ha llegado al punto de que, según un estudio de Washington Office on Latin America (WOLA), el país ya deporta más personas que EE UU. “México ha asumido la responsabilidad de velar por el estricto cumplimiento de leyes migratorias tradicionalmente adoptadas por Estados Unidos”, afirma la WOLA, que muestra su preocupación por que aquellos migrantes que huyen de la criminalidad y la violencia reciban la protección que necesitan. Entre enero y septiembre de 2015, las autoridades mexicanas devolvieron a sus países a 118 mil guatemaltecos, salvadoreños y hondureños.