Conquistar a un electorado hastiado, frenar al uribismo y lograr que el proceso de paz no se vaya al traste son los grandes desafíos del presidente colombiano de cara a las elecciones de mayo.

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El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en una ceremonia militar en Bogotá, febrero de 2014

 

Juan Manual Santos, presidente de Colombia, recibió un buen jalón de orejas en las elecciones al Congreso del 9 de marzo. Los resultados le dejan bien parado ante las presidenciales del 25 de mayo, pero también siembra incertidumbre sobre la gobernabilidad en su teórico segundo mandato ante el auge de la derecha más radical.

El Congreso queda fraccionado, aunque la coalición de gobierno, Unidad Nacional, mantuvo una mayoría simple con casi el 35% en el Senado, el brazo más poderoso del legislativo bicameral. También lo hizo en la Cámara, y con más holgura, pero en ambos casos insuficiente.

El partido más votado en el Senado, en contra de lo que anticipaban las encuestas, fue el Partido de la U del presidente Santos con casi 16% del voto, pero sin ningún margen como para imponerse a sus mayores detractores.

Santos no solo necesitará disciplina entre sus socios, sino seducir a los partidos de izquierda o convencer a parte del electorado de derecha que lo abandonó por la nostalgia de la mano dura. En juego no solo está el próximo presidente, si no la paz en Colombia.

El Centro Democrático, un partido que nació de la ruptura entre Santos y su mentor, antecesor y caudillo el ex presidente Álvaro Uribe, logró poco más del 14%, seguido muy de cerca por el Partido Conservador, que representa la derecha tradicional colombiana, pero sin alianza formal con el uribismo.

El Partido Liberal logró 12%, así como la mayoría de votos en la Cámara. Y la izquierda, fragmentada y desconectada de la población, quedó rezagada.

 

‘Uribismo’

El resurgir del uribismo -que en esencia es populista, antítesis del chavismo y versión latina del caudillismo de Silvio Berlusconi- es la mayor amenaza para Santos y sus políticas.

La composición legislativa es secundaria. Lo que determinará el futuro es el margen de victoria de Santos en las presidenciales, asumiendo que los sondeos de opinión no mienten. El presidente colombiano es el candidato más aventajado, según múltiples encuestas, y con creces. La posibilidad de una remontada por parte de uno de los rivales es escasa, aunque la popularidad de Santos esté en su peor momento, porque los colombianos desconfían aún más de las alternativas, incluyendo la uribista.

De hecho, la victoria de Santos puede estar asegurada en gran parte por el sesgo oficialista y continuista -gobierne quien gobierne- del electorado colombiano, pero las metas del actual Presidente, sobre todo la añorada paz, requerirá un apoyo mucho más amplio.

 

Mandato de paz

Santos escogió atar su futuro político al proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos armados, y en menor medida a darle continuidad a sus políticas económicas y sociales.

Sin embargo, aumenta la frustración y pesimismo con las negociaciones de paz en la Habana que avanzan a un ritmo intolerable para muchos colombianos, aunque eso sea culpa del propio Gobierno por generar tantas expectativas.

El resurgir uribista se debe básicamente a su compromiso de romper las negociaciones de paz y acabar por las armas con las FARC, además de políticas más neoliberales, populistas y revisionistas.

Santos -y por extensión el proceso de paz y Colombia- necesita por tanto una victoria en la primera vuelta el 25 de mayo y con suficiente margen para completar su agenda.

Los hastiados

El presidente colombiano se enfrenta además a la silenciosa mayoría de hastiados. La participación solo llegó al 43%, y para colmo, los votos nulos y en blanco superan a los recibidos por cualquier partido.

Los hastiados en las presidenciales serán claves. No es indiferencia, si no frustración con el santismo, con la alternativa uribista, con la izquierda y con la incapacidad de los partidos políticos colombianos para conectar con una gran parte de los ciudadanos.

La mayoría de este electorado -que atraviesa el espectro político- será la que decidirá la diferencia entre una victoria en la primera vuelta o un margen holgado en la segunda.

Para convencer a los hastiados Santos tendrá que ofrecer resultados tangibles en las negociaciones de paz antes de las elecciones, así como propuestas para gestionar el postconflicto que sean aceptadas por la sociedad y por las FARC. Una difícil tarea.

Y aunque no sea el tema principal de la campaña, muchos de los hastiados pertenecen a una clase media cada vez más exigente, especialmente en temas económicos y sociales.

Negociación de paz

Mucho dependerá de las negociaciones de paz, pero estas parecen estar estancadas. Mientras los negociadores se enfrascan a través de los medios, la mayoría de colombianos apoyan el proceso de paz, pero dudan de su final feliz, según varias encuestas.

El problema, adicionalmente, es que Santos se comprometió a refrendar los acuerdos de paz con un referéndum, asumiendo el riesgo de tener que convencer al electorado desde el mismo lado de las FARC, un movimiento con ínfimo apoyo popular a nivel nacional.

Y la derecha que surgió se opone a la propuesta de reconciliación que Santos defiende y  que tarde o temprano implicará que algunos de los líderes de las FARC participen en el sistema político. Por todo ello, queda la duda sobre si Santos podrá firmar la paz.

Y sin paz, sin importar cuánto se inculpe a las FARC, el legado de Santos quedará cojo.

Las amenazas

La economía y política social son también temas prioritarios. El propio Gobierno ha calculado que firmar la paz tendría un efecto equivalente a un punto porcentual de crecimiento de la economía.

Aun más, el músculo financiero del Ejecutivo está tocado por las caídas en los precios de las materias primas, especialmente el petróleo y el carbón.

Un mito urbano, alimentado por el propio Gobierno, es que Uribe también está detrás de los recientes escándalos que han perjudicado al Ejecutivo en los últimos meses.
El presidente Santos ha sugerido que hay una mano negra política detrás de las recientes revelaciones de la revista Semana. Admitió que su teléfono y correo fueron espiados por miembros de las fuerzas militares.

También se ha descubierto un espionaje ilegal a los negociadores del Gobierno y de las FARC. Paralelamente, salió a la luz un escándalo de corrupción en torno a contratos de defensa que implican además a oficiales procesados por violaciones de los derechos humanos. La cúpula militar ya fue purgada, no sin dejar dudas serias sobre la lealtad de al menos un sector de los militares.

El propio Santos advirtió que habrá más revelaciones, lo cual indica que hay una campaña concertada para, por un lado, enemistar a las Fuerzas Armadas con Santos y, por otro, para mostrarle débil frente a los votantes y las FARC.

Queda pues ver a quién convence Santos en los próximos dos meses. La guerra más sangrienta y longeva del continente, así como la confianza de un país en su democracia, están en juego.

 

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