Hooligans serbios queman una bandera croata durante un partido entre Croacia y Serbia en el estadio Marakana, Belgrado, septiembre 2013. STR/AFP/Getty Images
Hooligans serbios queman una bandera croata durante un partido entre Croacia y Serbia en el estadio Marakana, Belgrado, septiembre 2013. STR/AFP/Getty Images

Existe el peligro de que estos sujetos violentos se organicen, sean consentidos en las sociedad balcánicas e incluso instrumentalizados por el poder.

Es el mes de agosto de 2013. El Partizan quedó fuera de la Liga de Campeones ante el Ludogorets búlgaro. Miloš Kimi Radisavljević desciende por la valla y se dirige hacia un grupo de futbolistas. Nadie le detiene. Pasa por delante de un grupo de seguridad sin inmutarse y le reclama a un jugador algo: su brazalete. Šćepović, capitán del Partizan, se lo entrega en mano. Es humillante.

Kimi ya había adquirido notoriedad como líder del grupo "Alcatraz"-seguidores del Partizan de Belgrado- pero, también, por ser condenado a 16 meses de cárcel por amenazar de muerte a la periodista Brankica Stanković: autora de un documental en 2009, tras la muerte en Belgrado del hincha francés Bruce Taton, donde se denunciaba el amparo judicial del que disfrutaban los líderes de los ultras del Estrella Roja, Partizan y Rad. Los cánticos de los aficionados están en youtube: "Brankica, puta, eres venenosa como una serpiente, terminarás como Ćuruvija", en referencia al célebre periodista asesinado en 1999, supuestamente, por los Servicios de Seguridad de Slobodan Milošević.

Lo decía hace unos días la poeta Magda Peternek, "la pertenencia a los grupos de hinchas hace tiempo que no tiene nada que ver con el apoyo, amor o aliento al club, sino con la entrada al mundo criminal, en donde los intereses se defienden con las armas". Desde los incidentes del estadio Maksimir en Zagreb allá por 1990, cuando un partido entre el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja sirvió como escaparate de las divisiones políticas entre repúblicas, los hooligans, como se les conoce en toda la región, fueron protagonistas como paramilitares durante las guerras de secesión de Yugoslavia, y lo siguen siendo durante la transición post-yugoslava, convirtiéndose en los peores embajadores posibles de sus respectivos países.

El sociólogo Ivo Čolović ya había destacado como los hinchas, sin embargo, se atribuyen la custodia y defensa de los valores nacionales. La página web de los Delije, hinchas del Estrella Roja, por ejemplo, no sólo apoya a su equipo, sino que también hace proclamas como "Kosovo es Serbia". Es habitual, además, la buena sintonía entre los aficionados y las autoridades religiosas o los partidos ultranacionalistas. En Bosnia y Herzegovina, Croacia o Macedonia representan el enemigo principal de las minorías étnicas o sexuales, mostrando un polo de atracción para otros jóvenes que buscan solidaridad, pertenencia o socialización en estos grupos, que están muy jerarquizados, tienen un codex propio y funcionan internamente de forma acrítica, endogámica y seguidista.

Especial repercusión tuvieron los gritos, micrófono en mano, de Josip Šimunić, jugador de la selección croata que, a coro, junto con miles de aficionados locales, tras calificarse para el Mundial de Brasil, jaleó "Za dom spremni" (Para la patria estamos preparados), saludo asociado al ...