Leí con mucho interés el memorándum que dirigió
José María Odriozola al presidente del Comité Olímpico
Internacional, Jacques Rogge, en el último número de FP edición
Española. Coincido en la forma, pero no en el fondo. Odriozola habla
del "gigantismo" que están alcanzando los Juegos Olímpicos
por el creciente número de deportes y, por tanto, de deportistas y acompañantes.

El COI debe reaccionar y poner coto a la entrada de nuevas disciplinas, e incluso
eliminar deportes del actual programa. No sé cuál es la mejor
forma de hacerlo, pero algunas de las fórmulas que apunta Odriozola son
razonables: por ejemplo, condicionar la programación de un deporte a
que disponga de un número mínimo de adeptos en el mundo o reducir
las modalidades dentro de algunos deportes. También podría plantearse
alguna suerte de Juegos Olímpicos sectoriales, como ya ocurre con los
Juegos de Invierno: agrupar las disciplinas equinas o las de tipo náutico
y organizarlas aparte.

Sin embargo, no creo que vayan a sobredimensionarse hasta el punto de poner
en peligro la propia organización por falta de recursos humanos, económicos
y técnicos, como dice Odriozola. Olimpiada tras olimpiada, son muchas
las ciudades que siguen presentando su candidatura a la organización,
y la elección como sede olímpica es, hoy por hoy, un sueño
muy difícil de alcanzar. Que se lo pregunten a la candidatura de Madrid
2012.

El problema de admitir a discreción nuevas modalidades es que se resiente
el prestigio. En los Juegos de 1904, en San Luis, una de las pruebas fue la
carrera de sacos. Eran otros tiempos, sin duda, pero nadie se siente orgulloso
del talante de algunos concursos que se celebraron en las primeras ediciones,
más cercanos al folclore o al circo que al deporte. Con el tiempo, los
Juegos Olímpicos han adquirido una dimensión mucho más
elitista desde el punto de vista deportivo. Y, por definición, por espíritu
y por filosofía, deben estar reservados a unos pocos. La invasión
de nuevas modalidades desvirtúa completamente esa visión. Por
poner un ejemplo, y sin ánimo de herir susceptibilidades –puede
haber otros ejemplos mejores–: el voley-playa, una modalidad espectacular
y divertida, pero ¿es lógico que forme parte del programa de unos
Juegos, cuando es un deporte sin apenas historia?

  • Javier Serrano Palacio
    Editor
    Madrid, España

Leí con mucho interés el memorándum que dirigió
José María Odriozola al presidente del Comité Olímpico
Internacional, Jacques Rogge, en el último número de FP edición
Española. Coincido en la forma, pero no en el fondo. Odriozola habla
del "gigantismo" que están alcanzando los Juegos Olímpicos
por el creciente número de deportes y, por tanto, de deportistas y acompañantes.

El COI debe reaccionar y poner coto a la entrada de nuevas disciplinas, e incluso
eliminar deportes del actual programa. No sé cuál es la mejor
forma de hacerlo, pero algunas de las fórmulas que apunta Odriozola son
razonables: por ejemplo, condicionar la programación de un deporte a
que disponga de un número mínimo de adeptos en el mundo o reducir
las modalidades dentro de algunos deportes. También podría plantearse
alguna suerte de Juegos Olímpicos sectoriales, como ya ocurre con los
Juegos de Invierno: agrupar las disciplinas equinas o las de tipo náutico
y organizarlas aparte.

Sin embargo, no creo que vayan a sobredimensionarse hasta el punto de poner
en peligro la propia organización por falta de recursos humanos, económicos
y técnicos, como dice Odriozola. Olimpiada tras olimpiada, son muchas
las ciudades que siguen presentando su candidatura a la organización,
y la elección como sede olímpica es, hoy por hoy, un sueño
muy difícil de alcanzar. Que se lo pregunten a la candidatura de Madrid
2012.

El problema de admitir a discreción nuevas modalidades es que se resiente
el prestigio. En los Juegos de 1904, en San Luis, una de las pruebas fue la
carrera de sacos. Eran otros tiempos, sin duda, pero nadie se siente orgulloso
del talante de algunos concursos que se celebraron en las primeras ediciones,
más cercanos al folclore o al circo que al deporte. Con el tiempo, los
Juegos Olímpicos han adquirido una dimensión mucho más
elitista desde el punto de vista deportivo. Y, por definición, por espíritu
y por filosofía, deben estar reservados a unos pocos. La invasión
de nuevas modalidades desvirtúa completamente esa visión. Por
poner un ejemplo, y sin ánimo de herir susceptibilidades –puede
haber otros ejemplos mejores–: el voley-playa, una modalidad espectacular
y divertida, pero ¿es lógico que forme parte del programa de unos
Juegos, cuando es un deporte sin apenas historia?

  • Javier Serrano Palacio
    Editor
    Madrid, España