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Fotos de las víctimas del atentado del World Trade Center el 11-S en el Memorial Museo de Nueva York. (Johannes Schmitt-Tegge/picture alliance via Getty Images)

¿Qué tratan de reflejar estos museos y por qué son tan importantes?

Un paraguas rojo abierto en el suelo al lado de un cuerpo tapado con una sábana es una de las fotos que podemos ver en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo en Vitoria. El paraguas, símbolo del memorial, era del periodista José Luis López de la Calle, asesinado en 2000 por ETA un día lluvioso cuando regresaba a su casa en Andoain. La reflexión del fotógrafo que la tomó, junto a la imagen, te acerca de manera realista a la crueldad de ese momento. La ciudad verde, sede las instituciones vascas, alberga desde junio de este año un lugar de encuentro y reflexión de las víctimas del terrorismo. Un espacio para, como señala el objetivo del museo, concienciar a la población sobre la defensa de la libertad y de los derechos humanos y contra el terrorismo.

Vitoria se suma así a otros centros de reconocimiento a las víctimas del terrorismo como el museo del atentado del 11-S en Nueva York o el memorial de Oklahoma. El museo de Nueva York incluye más de 10.000 objetos de los dos atentados del World Trade Center, el de 1993 y el de 2001. Este último ataque con casi 3.000 muertos, del que en los próximos días se celebra el veinte aniversario, marcó al país y supuso un punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo internacional. Las 168 víctimas mortales del atentado con camión bomba que tuvo lugar en un edificio federal de Oklahoma el 19 de abril de 1995 dieron lugar a la creación del museo de la ciudad. Recordar a los que murieron, a los que sobrevivieron y a los que cambiaron para siempre es el fin de este centro.

Los museos tratan de reflejar lo que sucedió con la finalidad de divulgar las atrocidades de los actos terroristas y el sufrimiento causado a las víctimas. Desarrollan también una labor importante de documentación y recopilación de información relacionada con el terrorismo, a través de miles de documentos y objetos. Cada uno de los museos tiene su propia especificidad. El de Vitoria se distingue de los de Nueva York y Oklahoma en que no se refiere a un atentado concreto, sino que es un recorrido por la historia del terrorismo en España incluyendo la respuesta dada al delito y el testimonio de las víctimas, abarcando también las que fueron asesinadas fuera de las fronteras. Entre ellas, el monopatín de Ignacio Echevarría nos permite conocer a una de las víctimas del atentado de Londres en 2017.

El terrorismo yihadista con el atentado del 11-M ocupa un lugar destacado. No obstante, es el de ETA el que prevalece sobre los otros tipos de terrorismo al ser el que mayor daño ha causado en España. La recreación del zulo de Ortega Lara refleja, como todo el memorial, la sinrazón y la barbarie del terrorismo de ETA con 853 personas asesinadas, miles de heridos y cientos de secuestrados y extorsionados. A través del mapa del terror de COVITE nos acercamos a la historia de 1.287 víctimas. El museo apunta que desde 1960 hay un total de 1.451 víctimas del terrorismo españolas, una cifra que ya se ha incrementado con los asesinatos de los periodistas David Beriáin y Roberto Fraile en Burkina Faso en abril de este año.

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Placa, símbolo de la inauguración del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo por los Reyes de España, el 1 de junio de 2021, en Vitoria, Álava, Euskadi (España).(LINO GONZALEZ/Europa Press via Getty Images)

Los espacios de estas características tienen una importante razón de ser. Responden a los principios que el propio centro memorial apunta: verdad, memoria, dignidad y justicia. En primer lugar, tienen una clara vocación de sensibilización y divulgación de lo sucedido. Olvidar lo que pasó durante cuarenta años de terrorismo de ETA o la atrocidad de atentados como el 11-S o el 11-M es un riesgo que ningún país y su sociedad debería correr. Los museos son un instrumento adecuado para que generaciones futuras puedan conocer los hechos de manera veraz, mostrando una clara vocación pedagógica. Las visitas escolares y los seminarios o talleres son planteados en todos ellos. El escenario escogido facilita ese aprendizaje puesto que están diseñados con extrema delicadeza y en lugares emblemáticos, así como con una arquitectura adaptada a cada lugar. Por ejemplo, el actual memorial de la isla de Utoya (Noruega), en el que 77 jóvenes fueron asesinados por un terrorista de extrema derecha, está mimetizado con la naturaleza. No obstante, por unas razones o por otras no siempre están exentos de polémica. En Utoya, un memorial anterior fue cancelado por la presión local al considerar que no respetaba el entorno y el que se está realizando actualmente consideran que cambiará la tranquilidad del lugar y les hará revivir lo sucedido.

En segundo lugar, son lugares de reconocimiento y homenaje a las víctimas en los que son tenidas en cuenta y valoradas en su papel social de deslegitimación del terrorismo. En estos espacios queda de manifiesto que hay un daño causado a unas personas, las víctimas, por otras personas, los terroristas. Los terroristas ya sean yihadistas, nacionalistas, de extrema izquierda o de extrema derecha, son identificados con datos, informes, fotos y miles de objetos. No hay cabida para otra interpretación al ser los protagonistas del sufrimiento causado y del discurso del odio. Algunas víctimas murieron por defender sus ideas como los políticos y los periodistas y otras por defender el Estado de derecho como los miembros de las fuerzas de seguridad y del poder judicial, pero todas ellas fueron asesinadas por violencia perpetrada por terroristas.

En tercer lugar, se trata de hacer justicia respecto a los atentados cometidos. Los autores de algunos ataques no han sido identificados y, por tanto, no han podido ser juzgados ni condenados. Solamente de ETA quedan sin resolver 377 asesinatos. En este caso concreto, y a pesar de los esfuerzos de la autoridades policiales y judiciales y de las asociaciones de víctimas del terrorismo, son escasos los avances. Juzgar y condenar a los autores es un derecho de todas las víctimas del terrorismo y de sus familias, no estando garantizado en numerosos países del mundo. ¿Qué justicia pueden esperar las víctimas de Boko Haram en Nigeria, de Al Shabaab en Somalia o del Estado Islámico en Afganistán? La impunidad de los actos terroristas debería ser una prioridad de la comunidad internacional independientemente del lugar en que se produzca el atentado. Los países occidentales que cuentan con mayores medios deberían colaborar en el refuerzo de las capacidades de inteligencia, policiales y judiciales de los países que sufren los atentados para poder llevar a sus perpetradores ante la justicia y crear mecanismos eficaces para reparar el daño causado.

En estos espacios la dignidad y humanidad de las víctimas del terrorismo prevalece sobre todo lo demás. Las voces, sus fotos, vídeos o incluso objetos personales permiten acercarnos a ellas y pensar que víctimas podríamos ser cualquiera de nosotros si hubiéramos estado en un momento concreto en un tren, en un edificio o paseando por una calle. Un hecho claramente conseguido en el museo de Vitoria en el que los nombres son el núcleo del memorial. Personas cuyo asesinato causaron gran impacto o un punto de inflexión como Francisco Tomás y Valiente, Miguel Ángel Blanco o Carmen Tagle, junto con las de miles de personas anónimas como los estudiantes con las manos blancas, los manifestantes de cientos de protestas o los portadores del lazo azul o de los mensajes tras el 11-M.

Los museos de víctimas del terrorismo, relativamente recientes, tienen cierta similitud en sus objetivos con el museo del Holocausto, el Yad Vasham en Jerusalén o, incluso, con los campos de concentración. Lugares demoledores por la magnitud de la barbarie que representan y en el caso de los campos de concentración por ser los escenarios concretos de las atrocidades. Otros museos como la casa de Ana Frank en Ámsterdam, la celda de Nelson Mandela en Robben Island o los museos de la esclavitud de algunos lugares de África (Goree, Zanzíbar…) son todos ellos símbolos de sufrimiento inhumano y permiten preservar la memoria.

El museo de Vitoria formará parte de una red de centros de la memoria que incluyen el del atentado del 11-S, el de Oklahoma y el memorial de la isla de Utoya. A estos se unirá en 2027 el museo de terrorismo de París. Francia ha anunciado la creación de un museo memorial en Suresnes, señalando el presidente Emmanuel Macron que “preservar la memoria de los atentados es un acto de resistencia”. En él se recordarán 50 años de terrorismo en Francia, desde el atentado de 1974 perpetrado por Ilich Ramírez Sánchez “Carlos el Chacal” del Frente Popular para la Liberación de Palestina hasta el asesinato y decapitación del profesor Samuel Paty en 2020 por el terrorista yihadista de origen checheno, Abdullakh Anzorov.

Los memoriales museo de las víctimas del terrorismo tienen una importancia fundamental para los países y sus sociedades. Lugares que son espacios de reconocimiento y memoria de las víctimas, pero que por sí solos estarían incompletos. Deben ir acompañados de medidas políticas y marcos legales que doten a las víctimas y a sus familias de la protección necesaria demostrando el compromiso de la sociedad y de la comunidad internacional con los valores que representan. España, duramente golpeada por varios tipos de terrorismo, tiene en Vitoria un museo que debería ser visita obligada para comprender y no olvidar lo sucedido, al igual que los otros museos que alrededor del mundo forman parte de esta iniciativa.